La belleza del día: “Autorretrato”, de Judith Leyster

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“Autorretrato” (1633) de Judith Leyster
“Autorretrato” (1633) de Judith Leyster

I

El siglo XVI fue un tiempo dorado para los Países Bajos. Se lo conoce como el Siglo de Oro neerlandés. Europa y el mundo entero miraban a la nueva potencia. Comenzó en 1602 con la fundación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y la creación del Banco de Ámsterdam en 1609, y concluyó con la Guerra franco-neerlandesa en 1672.

Fue una era de florecimiento en materia comercial, jurídica, científica —se inventaron el telescopio, el microscopio, el reloj de péndulo, el termómetro y se hicieron notables avances en Anatomía— y, por supuesto, artística. Si hablamos puntualmente de la pintura, hay que nombrar a Gabriël Metsu, Pieter de Hooch, Johannes Vermeer y Rembrandt, ente tantos, tantos otros.

Y de toda esa camada de artistas, hubo una mujer que permaneció olvidada por 200 años. Su nombre es Judith Leyster y cautivó a su época con obras exquisitas de género, de retratos, de bodegones y también con versiones de sí misma. Como este Autorretrato de 1933 que se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Washington en Estados Unidos.

II

Judith Leyster nació en la ciudad de Haarlem, a veinte kilómetros de Ámsterdam, el 28 de julio de 1609. Octava hija del cervecero y sastre local, se cree que el desarrollo de su carrera de pintora fue una necesidad económica: necesitaba aportar dinero a la familia por las deudas que había contraído su padre. No está muy claro dónde y cómo estudió, pero de joven su estilo ya era deslumbrante.

La primera obra a la que le puso la firma es de 1929. Cuatro años después ingresó al gremio de artistas, la Guilda de San Lucas de Haarlem. Fue la segunda mujer anotada allí, luego de Sara van Baalbergen en 1631. El Autorretrato es de esa época, tenía 24 años. Se cree que lo hizo como forma de presentarse en el gremio. ¿Cómo no habrían de aceptarla luego de ver semejante obra?

Lo que destacan los críticos de arte es la confianza en sí misma que irradia esta obra cuando en general los autorretratos de la época eran rígidos, para nada relajados. Además, su vestimenta de gala —lógicamente no se vestía así para pintar— y la relación entre la pintura y la música: el violinista en el cuadro y ella misma con la paleta de colores y el pincel forman un paralelismo encantador.

III

"Es la verdadera estrella principal en el arte”, escribió un historiador a fines de la década de 1640 haciendo referencia a su apellido, que en neerlandés significa “estrella polar”. Así la veían los críticos y el público: una artista sobresaliente, dedicada, detallista y con un talento increíble. Firmaba sus obras con una J, una L y una estrella.

En 1636, se casó con Jan Miense Molenaer, también pintor. Se mudaron a Ámsterdam para explotar mejor sus trabajos en el mercado del arte y tuvieron cinco hijos. Luego de formar familia, dejó de pintar como lo hacía antes. Hay muy pocas obras después de 1936. Se cree que todo su potencial lo usó para colaborar con las obras de su marido. Murió a los 50 años en 1660.

Luego, cayó en el olvido. Algunas de sus pinturas fueron atribuidas a Frans Hals o a su marido, Jan Miense Molenaer, por una confusión en el inventario posterior a la muerte de ambos. Dos siglos pasaron. En 1893 se descubrió que la J, la L y la estrella formaban una firma. Significa Judith Leyster, el nombre de una de las grandes artistas del Siglo de Oro neerlandés

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