Del centenar de ganadores del Premio Nobel de Literatura hay muy pocos latinoamericanos. La poeta chilena Gabriela Mistral en 1945; el guatemalteco Miguel Ángel Asturias en 1967, el chileno Pablo Neruda en 1971, el colombiano Gabriel García Márquez en 1982 y el mexicano Octavio Paz en 1990. El sexto y último premiado, al menos hasta ahora, fue Mario Vargas Llosa en 2010. Hoy se cumple una década de aquel día en que la Academia Sueca leía su nombre y anunciaba al mundo que América Latina tenía un potencial literario que desde allá, desde Europa, comenzaban a reconocer.
La mañana del 7 de octubre, Vargas Llosa se encontraba en Nueva York. Estaba preparando su clase para el curso “Filosofía de la escritura” que daba en la Universidad de Princeton. De pronto, sonó el teléfono. Era el secretario general de la Academia Sueca. “Señor Vargas Llosa, me complace anunciarle que es el ganador del Premio Nobel de Literatura”, se oyó del otro lado de la línea.
Luego del anuncio, el autor nacido Arequipa en 1936 habló con los medios y dijo: “Yo hace muchos años que no pensaba que estaba entre los candidatos. Ha sido una sorpresa mayúscula esta mañana, ni siquiera en estos días tenía el recuerdo que se estaba dando este premio por estas épocas. Ha sido una gran sorpresa y en primer momento pensé que era una broma”.
Para ese entonces Vargas Llosa ya era uno de los grandes autores de lengua española. Había publicado La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965), Conversación en la Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973) y La fiesta del Chivo (2000) y su reconocimiento no sólo se lo otorgaban los lectores, también las instituciones literarias más importantes: en 1967 Rómulo Gallegos, en 1986 el Príncipe de Asturias de las Letras, en 1993 el Planeta y en 1994 ganó el Premio Cervantes, entre otros.
“Lo que hago, lo que digo, expresa el país en el que he nacido, el país en el que he vivido, las experiencias fundamentales que marcan a un ser humano, que son las de infancia y juventud, de tal manera que el Perú soy yo. Yo le puedo agradecer a mi país, a lo que yo soy, el ser un escritor”, dijo en diálogo con Agencia Andina, y agregó que sentía que el Nobel que le otorgaban era también un reconocimiento a la literatura en idioma español. “Este es un triunfo no solo para mí sino para todos los peruanos”, le dijo Mario Vargas Llosa a la prensa.
Tres meses después, el 7 de diciembre, se realizó la ceremonia. Vargas Llosa viajó a un Estocolmo bajo cero junto a una delegación peruana entre los que se encontraban la familia del escritor, autoridades y amigos suyos, como el fallecido Fernando de Szyszlo. También fue Beatriz Merino, ex Defensora del Pueblo. “Cuando salimos de esa ceremonia del discurso de aceptación del premio Nobel, los peruanos subimos a un autobús. De pronto y espontáneamente, todos empezamos a cantar. El himno de Arequipa retumbó en Estocolmo”, le dijo a RPP.
Fue un discurso emocionante por el cual terminó, sobre el final, con lágrimas en los ojos, no sólo él, también su mujer, sus hijos, los amigos presentes y hasta su agente Carmen Balcells. “¡Y yo que nunca lloro!”, dijo Vargas Llosa al bajar del atril. Bajo el título “Elogio de la lectura y la ficción”, el escritor peruano rindió homenaje a su madre, a sus maestros —entre quienes citó a Flaubert, Faulkner, Cervantes, Dickens, Tolstoi y Thomas Mann— y realizó una defensa cerrada e insobornable a la lectura y a la literatura.
“Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes”, dijo en Estocolmo.
Al año siguiente del Nobel, recibió de Juan Carlos I de España el título de marqués debido a “su extraordinaria contribución, apreciada universalmente, a la Literatura y a la Lengua española, que merece ser reconocida de manera especial”. Y su producción literario no cesó. Siguió escribiendo y hasta el día de hoy lo sigue haciendo. El año pasado publicó la celebrada novela Tiempos recios y en 2020, hace cuatro meses, salió Medio siglo con Borges, que reúne conferencias, artículos y conversaciones con el autor argentino.
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