La belleza del día: “Tribuna de los Uffizi”, de Johan Zoffany

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

"Tribuna de los Uffizi" (1772-78), de Johan Zoffany. Oleo sobre lienzo (230.5 cm × 155.0 cm), en la biblioteca superior del Palacio de Buckingham, Reino Unido

Esto no es un collage, podría escribir René Magritte al pie de esta obra. Aunque lo parezca. Esta pieza del pintor alemán Johan Zoffany (1733–1810) tiene una historia interesante, una en que se conjugan las aspiraciones personales con las de la realeza, en este caso británica, la necesidad de construcción de un relato histórico y como eso lleva a decisiones desafortunadas que, en el tiempo, no parecen serlo tanto.

Seamos honestos, a primer golpe de vista Tribuna de los Uffizi (1772-78) es agotadora. ¿Qué sucede?, ¿qué se busca destacar en la escena?, ¿quiénes son todas esas personas?, ¿por qué la habitación acopia de manera bestial tantas esculturas y pinturas?. Básicamente, ¿qué se debe mirar?

La obra es una exageración del detalle, ya no solo por la cantidad de obras de otros autores que se exhiben, sino por lo puntilloso que fue Zoffany con cada una.

Esto no es una pintura digna, dijeron los reyes. Aunque lo parezca. Pero para eso falta: vamos de lo general a lo particular para entender porqué Zoffany decidió hacer esta obra, rechazada en su tiempo -a tal punto que fue el fin de su carrera como artista de la realeza.

Para principios del siglo XVIII, la pintura británica no estaba entre las principales del mundo. Primero Italia y entonces Francia eran considerados los países más importantes y desde el imperio se buscaba una manera de liderar desde lo simbólico y el arte era el camino.

Surgieron entonces grandes pintores como William Hogarth, Joshua Reynolds o Thomas Gainsborough, pero se buscaba más. Así, se llegó a la fundación de la Real Academia de las Artes en 1769, lo que generó una avanzada sobre lo que entonces era un territorio de dominio galo.

En el medio de esta disputa simbólica se ubica a Johan Zoffany, nacido en Frankfurt, con un paso por Roma y que se desempeñaba como decorador de relojes, y que a los años 31 años ya contaba con el patrocinio de la familia real: el rey George III y la reina Charlotte.

El bipolar George III no era un amante del arte pictórico. Durante su reinado -de 1760 a 1820- cuentan como grandes adquisiciones La dama de las virginales de Johannes Vermeer y varias obras de Canaletto, pero sí tenía interés en los libros. La que fuera su biblioteca personal, fue entonces abierta para los estudiosos y se convirtió en los cimientos de la actual biblioteca nacional.

Y allí, ingresa Charlotte, una amante de la botánica de origen alemán, que se encargaba más de los asuntos estéticos del palacio. Zoffany, un neoclasicista, realizó un original retrato de la reina junto a sus hijos mayores en el tocado que le ganó simpatías.

"La reina Charlotte con sus dos hijos mayores", de 1765

Para 1772 recibe el encargo de hacer una obra esencial, que sería colgada en un lugar de preferencia en el palacio. Charlotte fue clara en el encargo, le dio una carta de presentación y 300 libras esterlinas, una fortuna para la época.

Debía pintar los aspectos más destacados de la colección del Gran Duque de Toscana que se muestra en la Tribuna del Palacio de los Uffizi. O sea, una apropiación de obras de grandes maestros condensadas en una sola, una muestra de buen gusto, algo que ya para entonces se esperaba que la aristocracia y la nobleza.

Por supuesto, Charlotte no estaba inventando nada. Este género, llamado Wunderkammern (cámaras de maravillas, en alemán), tuvo su máximo esplendor entre los siglos XVI y XVII, y consistía en capturar al detalle espacios que concentraban objetos, sean artísticos o científicos.

Así que le pidió a Zoffany que utilizara como inspiración Gabinete de Pinturas, una pieza de 1659 de Jacob de Formentrou, que colgaba en la sala de trabajo de la reina en el Palacio Kew.

"Gabinete de pinturas" (1659), de Jacob de Formentrou, adquirida por George III

Y así partió a Florencia, donde conoció a Felton Hervey, un coleccionista de arte y amigo de los reyes, quien ocuparía un lugar destacado en la obra. Allí también tuvo colaboración de George Cowper, un conde emigrado, y de Sir Horace Mann, quien se desempeñó como representante diplomático británico en Florencia ante los Grandes Duques de Toscana.

La habitación representada es, como marca el nombre, la Tribuna de los Uffizi, una galería octogonal diseñada por Bernardo Buontalenti en 1584, donde se exhibían las piezas más importantes del antigüedad y el renacimiento, pero la pintura de Zoffany no es una muestra histórica de cómo estaba en ese momento.

Luego de un tour, el pintor dio una lista a sus colaboradores con las obras que él consideraba que debían estar allí, así que una a una las fueron trasladando.

En la pieza, que mide 23.5 cm × 155.0 cm, aparecen 29 pinturas, algunas semi tapadas por lo que no son reconocibles, y otras 52 piezas, entre esculturas, bustos, cerámicas, platos y cascos.

Entre los artistas se encuentran Tiziano, Rafael, Rubens, Susterman, Carracci y Reni, por nombrar algunos. Y hay algunas curiosidades como que dos obras de Rafael pertenecían a Earl Cowper y esperaba, con esta inclusión, poder venderlas al rey George III o la obra sin arco del frente, Samian Sibyl, de Guercino, había sido comprada hacía poco por el monarca británico, por lo que era un guiño a su buen gusto. También coloca a Hans Holbein, el pintor alemán preferido de Enrique VIII, en otro gesto que muestra una transición de Italia hacia Inglaterra como centro del arte -nótese que no hay artistas franceses.

Arriba: "Samian Sibyl" de Guercino y "Los horrores de la guerra" de Rubens. Abajo: "Reatrato de Sir Richard Southwell", de Holbein; "Venus de Urbino", de Tiziano, y la "Virgen de la silla", de Rafael. Solo algunas de las obras representadas

La correspondencia de época narra un proceso de cinco años tortuosos. Lord Winchilsea, otro asistente, escribió a la institutriz real: “Realmente una de las empresas más laboriosas que he visto. Porque él no solo copia muchas imágenes y estatuas y la habitación, etc. que es mucho por hacer, pero incluso los marcos y cada cosa más diminuta posible los pequeños bronces, la mesa, etc. para que sea una representación completa y exacta de la Habitación”.

Y luego estaban las personas: 22 en total. Además, de Hervey aparecen Cowper y Mann, e incluso el artista hace un autorretrato entre la multitud, pero en su afán por satisfacer a todos, vuelve a excederse. Entonces, era casi una obligación para los hombres de clase alta visitar Italia, ya que consideraban que solo así se podía desarrollar un gusto por el arte. Y, claro, todos querían ver lo que Zoffany estaba realizando para los reyes.

Escribe Mann al político y escritor Horace Walpole en 1774: “El alemán tuerto, Zoffany (NdR: refiero a su estrabismo), que fue enviado por el rey para pintar una vista en perspectiva de la Tribuna en la Galería, ha tenido un éxito asombroso en muchas partes de eso y en muchos retratos que ha hecho aquí. El primero está demasiado lleno de (en su mayor parte) retratos poco interesantes de viajeros ingleses de aquí”.

En otra carta a Walpole, Mann resalta: “Le dije a menudo lo incorrecto de meter tantas figuras y le señalé que podían ser el Gran Duque y la Duquesa, uno o dos de sus hijos, si pensaba que la variedad era más pintoresca, y Lord Cowper. . . Si lo que dijo es cierto, que la reina lo envió a Florencia para hacer ese cuadro y le dio una gran suma para su viaje, la falta de corrección de amontonar a tantas figuras desconocidas fue aún mayor”.

Felton Hervey, coleccionista de arte y amigo de los reyes; George Cowper, el conde emigrado que quería vender sus cuadros; Sir Horace Mann, el diplomático de las cartas y un autorretrato de Zuffany

Para el ’78, Zuffany embala la obra, todo vuelve a su lugar, y regresa a Londres. La Tribuna se anunció como el Wunderkammer más preciado de Europa, ya que poseía una comunión de pintura, escultura, piedra y artes decorativas jamás vista hasta entonces. El trabajo además, toma algo muy británico, como es la tradición de la pintura de conversación y en eso se sostiene la abundancia de personas reflexionando sobre arte.

Pero la obra, definitivamente, no agradó. Se comparó con otros dibujos de la Tribuna y se criticó que se tomó ciertas libertades angulares, como también el hecho ya nombrado de que las obras no estaban en la Tribuna, sino en otras partes del edificio Uffizi o el Palacio Pitti.

También se lo juzgó porque los cuadros representados no eran geométricamente correctos. Mann, una vez más, escribe: “Encontraron una gran falla en la perspectiva que, dicen, está totalmente equivocada. Sé que él mismo se dio cuenta y trató de obtener ayuda para corregirlo; pero le resultó imposible, y se lo llevó tal como estaba”.

Cuando se expuso en 1879, en la Academia Real, el Morning Post criticó su falta de armonía de colores; el Morning Chronicle, más conservador, hizo hincapié en su caos pero de manera políticamente correcta: “Esta imagen precisa tiene el mismo efecto en el espectador que la propia galería al entrar por primera vez; la multitud de excelencias contenidas en él, disipa nuestras ideas, y se requiere algo de tiempo para ordenarlas antes de que podamos examinar fríamente el mérito de cualquier pieza individual”.

Los reyes no estuvieron nada satisfechos. El paisajista y periodista Joseph Farington escribió: “El rey habló del cuadro que Zoffany pintó para él de la Galería Florentina y expresó su asombro por el hecho de que Zoffany hubiera hecho algo tan inapropiado como presentar los retratos de Sir Horace Mann, Patch y otros. Sus majestades no permitirán que se coloque el cuadro en ninguno de sus apartamentos”.

"Los Académicos de la Real Academia" (1771-72), de Johan Zoffany

La pintura, sin embargo, estuvo expuesta por un tiempo breve en el Palacio de Kew y se guardó. Desde 1819, regresa a ser expuesta junto a Los Académicos, otra obra de Zuffany, en la biblioteca superior del Palacio de Buckingham, donde puede ser apreciada.

Zoffany nunca volvió a trabajar para la familia real. Y partió hacia India para trabajar para el gobernador de Bengala. En 1789 regresaba a Inglaterra, pero su barco naufragó frente a las islas Andamán y sobrevivió gracias al canibalismo. Murió en 1810.

Esta pintura no es un collage. Aunque lo parezca. La superposición de objetos, la geometría inexacta, la perspectiva engañosa. El amontonamiento. Zoffany propuso un diálogo entre el arte antiguo y los Maestros y en su afán de querer abarcarlo todo, de contentar a propios y extraños, no supo bien cómo expresarlo, aunque la pieza, seamos honestos, es toda una belleza caótica.

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