Luis Alberto Spinetta, Alejandro Sokol, rock y fútbol, en el nuevo libro de Jorge Kasparian

El autor de “La biblia spinetteana” y “Luisito” acaba de editar “333”. En diálogo con Infobae Cultura, contó de qué se trata y repasó historias con estos dos grandes de la música argentina

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La portada de "333", el nuevo libro de Jorge Kasparian
La portada de "333", el nuevo libro de Jorge Kasparian

Jorge Kasparian tiene la facultad de emocionar con sus relatos al trasladar al lector a los lugares, tiempos o situaciones que describe con lujo de detalles en cada oración, párrafo o página de sus libros. Y eso que no es “escritor profesional”, como él mismo confiesa.

Si bien ejerció el periodismo en revistas under, su medio de vida es la serigrafía impresa en telas. Así fue como en 2014 publicó “La biblia spinetteana”, un libro conformado por páginas de tela que reúne la obra poética del “Flaco”. Pero no se quedó allí. Luego hizo un programa de radio dedicado a honrar la vida y música del excepcional artista; y, en 2019, editó “Luisito, 30 entrevistas al universo spinetteano”.

Para hablar de “333” nada mejor que su autor, quien -en diálogo con Infobae Cultura entre WhatsApp y correos electrónicos desde su Córdoba natal- contó en qué consiste la obra, que tiene una pata puesta en el rock nacional al resaltar las figuras de Luis Alberto Spinetta y Alejandro Sokol.

- ¿Qué va a encontrar el lector que se acerque a “333”?

- “333” consiste en 22 relatos basados en hechos reales, en el plano laboral, en el fútbol, en el colegio secundario y por supuesto en el rock. Hay sabios, lúmpenes, rockeros, jugadores de flippers y héroes nocturnos.

Tras la publicación de “Luisito”, decidí que había que darle un marco mas “formal” a la cosa porque sin ser escritor, ni pretenderlo, soy un tipo que escribe cuando tiene ganas, cuando no me queda más remedio que expulsar la historia, y sentí la necesidad de juntar todos los relatos en un libro. Es una edición independiente de toda independencia y si logro recuperar la guita que me costó imprimirlos ya tengo otros 22 relatos para el volumen 2.

Jorge Kasparian acaba de editar "333"
Jorge Kasparian acaba de editar "333"

- El libro cuenta muchas historias lindas, pero te quiero llevar a las relacionadas a dos grandes de nuestro rock: Luis Alberto Spinetta y Alejandro Sokol. ¿Cómo los definirías?

- En la historia con Luis Alberto cuento la única vez que estuve mano a mano con él. Con Alejandro Sokol fue distinto, ya que cuando se termina Sumo y se arman las bandas que continuaron, yo seguí por el lado de Las Pelotas. Inclusive, Corderos en la noche me parece su gran disco por lejos.

Resultó que un verano me fui de vacaciones a Nono, que es un pueblo vecino en el que viven algunos miembros de la banda, en las Sierras de Córdoba, y me crucé a Alejandro. Me invitó a su casa y al día siguiente estábamos en lo de Timmy (McKern), manager de la banda, comiendo un asado con varios de los músicos. De ahí en adelante hice muchas cosas con Las Pelotas. Ellos, en ese momento, ya estaban girando con el disco Para qué? La primera remera que hice para el grupo fue justamente la tapa de ese álbum, en donde la estampa comenzaba en el delantero y daba toda vuelta a la remera completa.

- El cuento “La credencial” remite al Chateau Rock ’88 y tu encuentro con Spinetta. ¿Ese festival y el realizado en 1976, con Raúl Porchetto y León Gieco como números principales, pueden ser considerados los antecedentes del Cosquín Rock?

- Sí, y no hay que olvidarse de La Falda, organizado por Mario Luna, al igual que el Chateau Rock y aquel Cosquín del ’76, en el que debutó La Máquina de Hacer Pájaros como trío: Charly García, Oscar Moro y José Luis Fernández.

En el Chateau Rock del cuento “La credencial” me tocó cuidar un vestuario que hacía las veces de camarín. Cuando llegué, llave en mano, había un cartel hecho sobre un papel blanco, escrito con fibra negra y con letras de imprenta que decía: Raiban Pérez, que era una banda mendocina y me acuerdo que el bajista era un flaco alto pelado y llamaba la atención porque hasta entonces el único pelado que conocíamos era Luca (Prodan). También ese sería el camarín asignado a El Sueño Americano, que era una banda de Córdoba, y Luis Alberto Spinetta: ahí me empezaron a temblar las piernas. El resto está en el cuento.

"La biblia spinetteana"
"La biblia spinetteana"

- ¿Cómo fue trabajar en el Chateau Rock?

- Muy divertido. Fue la excusa perfecta para ver la película desde la cocina misma y gratis. Me hizo la gamba un amigo de mi viejo que era el encargado de la empresa de catering del evento. Yo debía cuidar que nadie que no esté acreditado entrara al camarín y en los ratos libres ayudar a las otras personas que tenían que servir la comida a los músicos y asistentes. Pero Pirincho Scavuzzo, el amigo de mi viejo, me la hizo fácil: me dio las llaves del camarín y la grilla con los horarios en que tocaba cada banda y ahí me acomodé a gusto. A Spinetta y Don Cornelio no pensaba perdérmelos ni en joda.

- En el libro contás con detalle tus diálogos con Spinetta y miembros de su banda en el marco de ese show. ¿Qué recordás específicamente del recital? La gente no estaba muy amable con “El flaco”...

- En ese Chateau ’88 Spinetta venía de Privé y La, la, la. O sea, que sus últimos discos habían salido en el ’86 y ya estábamos en el verano del ’88. El público estaba insoportable e impaciente porque quería ver a Los Cadillacs, que cerraban la noche gracias al hit “Mi novia se cayó en un pozo ciego”.

Había tipos que silbaban y pedían por los Cadillacs, una cosa increíble. Me acuerdo todo. A Spinetta lo vi desde el campo, muy cerca del escenario. Fue un show tremendo. Estaban Jota, Machi y el Mono arriba del escenario y la gente silbaba...

Spinetta tocó “La bengala perdida”, que era un tema inédito en ese momento. Téster de violencia saldría ese año ’88 y Luis Alberto volvería a Córdoba, el fatídico viaje en que se le incendió el ómnibus en Marcos Juárez.

Recuerdo sus palabras antes de despedirse en aquel Chateau ’88: “Como el show debe continuar, y hay otras figuras muy importantes y todos tenemos que ser iguales, aunque no lo somos... Pero tenemos que por lo menos aparentar esa equidad, para comprender la naturaleza…”. Y tocó “Ana no duerme”. Cuando terminó salí corriendo para pararme en la puerta del camarín.

- En otro cuento el protagonista es Sokol. Allí decís a la pasada que tuviste un vínculo fuerte con él. ¿Cómo eran esas charlas con el líder de Las Pelotas?

- Al día de hoy tengo vínculos con Las Pelotas. Cada vez que alguno anda por Córdoba pasa a visitarme o si necesitan que les haga la gamba con algún trámite saben que estoy. Además les sigo haciendo las remeras que venden en los shows. Hice muchas cosas con Las Pelotas y no solo remeras.

Soy muy amigo de Gustavo, Gabriela y Germán, pero la relación con Alejandro era distinta. Él decía que yo era su ángel de la guarda. Cada vez que llegaba a Córdoba y yo lo miraba, y cuando le estaba por decir alguna barbaridad, me agarraba los cachetes, me abrazaba y se cagaba de risa.

Era un tipo muy noble, desprendido y saludaba a todo el mundo. Imaginate lo que eran las listas de invitados en los shows. En un momento lo comenzamos a llamar “El intendente” (a ese cuento lo estoy escribiendo). Alejandro quería cantar y estaba apurado por vivir o quizás estaba apurado por morirse, no sé bien. Quería zafar o poder manejar la cosa, pero no pudo. Hay cosas que no se manejan, o las dejas o te liquidan. Cada vez que aparecía, se quedaba un rato largo, daba vueltas por el taller y nos íbamos a morfar a lo de un amigo mío. Siempre pedía lasagna, nos servían una montaña de comida y me contaba sus dolores, sus sueños, sus frustraciones y algunos proyectos.

Jorge Kasparian
Jorge Kasparian

- Contanos lo que puedas -o quieras- del cuento “La dentadura”. La historia es genial...

- Las Pelotas tocaron en Córdoba un viernes a la noche en La Vieja Usina y, como siempre pasaba, yo andaba con ellos por si hacía falta algo. De paso, en el kiosco en donde se vendían los discos, también estaban mis remeras. Ese show terminó sin sobresaltos. Los cordobeses se volvieron rápido a Traslasierra y los porteños también se fueron rápido, ya que había poco para desarmar y parte del catering se lo llevaron en el colectivo de gira para no perder tiempo cenando.

Alejandro desapareció rápido, al toque que terminó el show. La cuestión es que el lunes, o sea dos días después, me llaman de la productora de José Palazzo, que era quien había organizado el show, para avisarme que en el camarín habían encontrado el DNI de Alejandro, creo que era octuplicado -ya que los vivía perdiendo-, una dentadura postiza y un pomo de Corega a medio uso.

Un par de horas después fui a buscar las cosas y era todo de Alejandro, que siempre perdía todo: remeras, zapatillas, camperas, pero nunca la dentadura. ¡Yo no lo podía creer! Finalmente busqué las cosas, hice un paquete y las mande a Capital.

- Te quiero preguntar por “La biblia spinetteana”. Sé que estás preparando una nueva edición del emblemático libro. ¿Qué se puede adelantar?

- Está lista hace más de un año pero por motivos diversos no las repartí todavía, algo que tal vez comience a hacer pronto. Cuando pase todo esto espero que la podamos presentar.

Esta vez no son cuatro, sino 14 tomos. Todas las páginas son de tela, impresas en serigrafía, numeradas una por una y con una bolsa que contiene los tomos. Escribieron especialmente más de 130 personas, desde Rodolfo García, que preparó el prólogo, hasta un matrimonio amigo que tiene una despensa cerca de la cancha de Belgrano, que se conocieron a la salida de un show de Invisible, escapando de la policía.

El tomo 14 es un Glosario Arbitrario Spinetteano. Imaginátelo. Como pasó con la anterior, se la voy a entregar a las personas que quiero que la tengan y no va a estar a la venta.

Además, se me ocurrió hacer un documental para dejar testimonio de cómo hicimos el libro y que la gente, que no sabe de qué se trata mi oficio, pueda entender el proceso. Para eso convoqué a Verónica Rocha, que es una cineasta amiga, y estuvimos tres años filmando, que fue el tiempo que nos llevó hacer el libro. Salió un documental de 60 minutos buenísimo. La música la hizo otro gran amigo ultra spinetteano, que se llama Juan Cruz Peñaloza. No hace falta que te diga que la única excusa que tiene todo esto se llama Luis Alberto Spinetta o Luisito.

- Nombraste “Luisito”. ¿Se viene una segunda parte?

- Estoy trabajando en eso. Hay entrevistas nuevas que están increíbles y muchísimas historias nuevas alrededor del “Flaco”. Será que, como dice Luis Alberto en “Cruzarás”, “Dios nos amampara” (risas).

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