Walter Benjamin estaba en París cuando se inició la ocupación nazi. ¿Qué podía hacer un intelectual judío y marxista en esa Francia de sangre? Tenía que escapar. El plan era cruzar a España, luego a Portugal y finalmente subirse a un barco y llegar a Estados Unidos. Su amigo y compañero de la Escuela de Frankfurt Theodor Adorno le había conseguido las visas necesarias para estar de tránsito en España y para entrar en Estados Unidos donde lo esperaba. Le faltaba el permiso para salir de Francia.
Junto a otros intelectuales y activistas, llegó el 25 de septiembre de 1940 al pueblo catalán de Portbou y los policías españoles no lo dejaron pasar. Al carecer de la documentación necesaria, Benjamin fue escoltado hasta un hotel para que, al día siguiente, volviera a París. Ahí lo esperaba la Gestapo. Entonces decidió hacer uso de las pastillas de morfina que llevaba en el saco. Si tenía que morir, iba a decidir cómo. “En una situación sin salida, no tengo otra elección que la de terminar", escribió en la madrugada del jueves 26 de septiembre, 80 años atrás.
Tenía apenas 48 años y una obra intelectual inquietante que se complejizaba y agudizaba con el correr del tiempo, con la suma de lecturas y perspectivas y con la acumulación de experiencias. Filósofo, crítico literario, traductor, ensayista y uno de los más interesantes pensadores del siglo XX. Para acercarnos a su pensamiento, un recorrido por algunos de sus mejores libros (muchos de ellos son recopilaciones de textos) que han influenciado a grandes intelectuales del mundo.
La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica
Publicado originalmente en la revista Zeitschrift für Sozialforschung en 1936, es un ensayo clave en la obra benjaminiana. El contexto es destacable: Adolf Hitler era canciller de Alemania. Mientras tanto, Benjamin escribía una teoría del arte que fuera útil para la formulación de demandas revolucionarias. Con el advenimiento de la fotografía, ocurre un doble juego, marca el autor: el valor cultual de estar ahí de la obra de arte se pierde, pero nace también la posibilidad de democratizarla al reproducirla infinitamente.
En un principio, tanto Adorno como Max Horkheimer, marcaron sus diferencias con la interpretación ideológica y con el marco teórico. Pero la obra de Benjamin, y puntualmente este texto, es un eterno work in progress, es decir, una idea que siempre está abierta a reinterpretaciones y extensiones. Lo que le interesaba destacar al filósofo alemán era el inédito e histórico momento que inauguraban la fotografía y el cine: la definitiva pérdida del aura del arte y su inminente y necesaria politización.
El París de Baudelaire
Benjamin comenzó a escribir un libro dedicado a Charles Baudelaire. El título que tenía en su mente era Un poeta lírico en la era del auge del capitalismo, pero finalmente quedó inconcluso. En El París de Baudelaire se reúnen los textos centrales de ese legado: “El París del Segundo Imperio en Baudelaire”, “Sobre algunos temas en Baudelaire” y “París capital del siglo XIX”. Allí no sólo describe la inteligencia del poeta francés fallecido en 1867, también desarrolla lúcidas relaciones entre poesía y capitalismo.
Conceptos de filosofía de la historia
En pocos filósofos convive un ideario intelectual tan amplio. Benjamin tiene la erudición de los intelectuales berlineses del 1900, el cosmopolitismo vienés y parisino, el materialismo dialéctico de de Marx y el mesianismo de Sholem. Pero además, su escritura, su estilo narrativo es anti académico y profundamente literario. Y en su producción filosófica eso ve. Por ejemplo, en los textos que se encuentran dentro del libro titulado Conceptos de filosofía de la historia.
Por ejemplo el ensayo publicado en 1942 bajo el título que eligió Adorno: “Sobre el concepto de historia”. Allí está su famosa frase: “No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. Para Benjamin, la herencia cultural que recibimos fue decidida por la clase dominante y en ella, en sus productos culturales, yacen las marcas de la opresión que sufrieron nuestros antepasados. Esto implica una necesaria mirada crítica al pasado que se nos presenta como natural y también a la idea incuestionable del progreso.
Libro de los pasajes
Esta obra inacabada, como muchos de los trabajos intelectuales de Benjamin, se publicó en 1983. A lo largo de trece años, desde 1927 hasta su muerte en 1940, hizo anotaciones sobre lo que creía sería una obra capital: una ambiciosa historia de la filosofía materialista durante el siglo XIX centrada en París. Muchas de sus grandes ideas (los ensayos sobre la obra de arte y los trabajos dedicados a Baudelaire, por ejemplo) surgen en la escritura de este texto. Para muchos, este libro es uno de los mejores que ha dado la filosofía alemana.
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