Perdón se titula el libro en el que Sergio De Loof -diseñador, fotógrafo, pintor y artífice de espacios nocturnos como Bolivia, Morocco o El Dorado- estuvo trabajando hasta antes de su muerte, ocurrida en marzo, en una mezcla de diario íntimo, autobiografía, ensayo sobre la vida cotidiana y momentos de ficción, que en octubre publicará la editorial Mansalva.
Provocador, visceral, entusiasta y por momentos melancólico, el texto se presenta como una larga lista de comentarios, apuntes, reflexiones, afectos, pedidos, celebraciones o quejas que -en su mayoría- De Loof fue posteando en los últimos años en su muro de Facebook, red social de la que se había vuelto fanático, tal como escribe en diferentes fragmentos.
“Comunicado oficial: voy a estar internado por alcohol y cocaína, no sé por cuánto tiempo. Es un deseo de mis padres y parientes. Yo no quería pero... voy a extrañar facebook!” dispara De Loof casi al principio de su narración.
Entre la sinceridad y la hipérbole, entre el autohalago y la flagelación, los textos -pequeñas frases que se van hilvanando, estructuradas a lo largo de una década- dan cuenta de un personaje que no se callaba nada, irónico, burlón, enojado, feliz, contradictorio, deprimido, enfermo o pidiendo un poco de atención
“¡Perdón por ser tan genial!” dice una de las primeras frases del libro de este artista que en los años 90 se autoproclamó “el Rey del under” y que decidió crear un estilo que bautizó “Trash Rococó”, mientras que fue el artífice de la aparición en escena de estéticas y actores desclasados o ignorados hasta entonces.
Soy como un bebé underground que no crece, un feto under atrofiado
“Hace 30 años aproximadamente que salgo en la prensa con el mismo tipo de comentarios, soy como un bebé underground que no crece, un feto under atrofiado”, se quejaba el artista cuando se sucedieron los anuncios en los medios con motivo de la exposición antológica que el Museo de Arte Moderno le dedicó a fines de 2019.
Respetando la informales normas gramaticales de las redes, el libro (que aparece por momentos todo escrito en mayúscula, otras veces sin puntos ni comas, o con muchos signos de exclamación), asemeja la idea de un profundo zoom a los pensamientos del artista, quien murió el 22 de marzo, por un cuadro de epoc agravado y complicaciones derivadas del vih que contrajo en 1993.
Perdón está “escrito con una capacidad sin límites de ir y venir, decir y desdecirse, hacer, rehacer y deshacer”, dice el editor Francisco Garamona, sobre el libro cuyo contenido califica de “fresco, ligero, veloz, divertido, desfachatado, dramático, humilde y agrandado. Narcisista, exotista, hedonista”.
“Me estoy volviendo loco, tres años sin hacer nada, solo Facebook. Yo soy la Wipe!, Café París, el Diamante Club, Caniche, Ave Porco, Morocco ‘El dorado’ en el 90. En el 89 le puse ‘Bolivia’ a mi primer bar. Yo inventé los banderines de colores. Yo hacía cosas como las que hay ahora en Palermo Soho en 1989!”, escribe De Loof en un fragmento del libro.
“Ya hice bastante por esta ciudad. Yo me muero sabiendo quién fui y quién soy -dice en una de sus múltiples alusiones a la muerte-. El medio me trató mal, se asustó, hizo lo que podía. Se van todos a la re puta madre que los remil parió”, exclama otro de los versos del texto, que corresponde al año 2013.
Muchas veces pensaron con De Loof en la posibilidad de armar un libro que diera cuenta de su vida y de su obra -según cuenta el editor en el prólogo-, que explicara y documentara cómo él había torcido los rumbos de la moda, el arte y el diseño, y también de la vida social en general, a través de las discotecas y restaurantes que creó, pero por algún motivo u otro el proyecto no avanzó, hasta que decidieron reunir sus posteos, un material al que moldearon para las páginas de esta publicación póstuma.
“Papá Noel: este año me porté bien, quiero un departamento de 5 ambientes en Barrio Norte”, exclama el autor en un pasaje del volumen, para señalar en otro momento “Voy a sacar un perfume: De Loof provocateur hombre y mujer” y tiempo después asegurar: “Hace como dos meses que no me baño”.
Lo mundano, la ironía y la ficción por momentos componen esta suerte de haiku delirante (por su brevedad), donde el artista se pasea por toda clase de temas: “No tengo amigos! Soy como Ricardo Fort. Pago por acompañarme”, o cuando escribe “No sé si poner cumbia o Satie” y finalmente cuando llena de signos de exclamación la frase “Para mí la vida es hacer escándalo”, casi al final de este libro-diario.
Si algo caracterizó a este artista “de culto” es haber concebido sus desfiles -para boliches nocturnos emblemáticos- como espacios disruptivos donde en plena década del 90, en vez de cuerpos esbeltos y torneados, dio lugar a las disidencias corporales y sexuales, a lo queer y a lo trans.
En sus pasarelas, los modelos bailaban y actuaban con las ropas kitsch que el artista había compuesto con retazos, prendas de segunda mano, papel y revistas, además de atuendos confeccionados con técnicas como el bordado, el patchwork, el reciclaje, y a veces con materiales que rescataba del cottolengo Don Orione.
La muerte sorprendió a De Loof a los 57 años, en una clínica de Berazategui, en el momento que la exposición antológica “¿Sentiste hablar de mí?” seguía abierta al público en el Museo de Arte Moderno, donde se exhibían sus trajes, creaciones, films, videos, grandes ambientaciones, collages y las intervenciones fotográficas que realizó para la revista Wipe, de la que fue socio fundador.
“De Loof hizo un lugar en el imaginario artístico para corporalidades disidentes y sensibilidades minoritarias, explorando también la compleja relación entre arte, dinero e identidad”, explicaba entonces la curadora de la muestra Lucrecia Palacios.
*Fuente Télam
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