El cuento siempre encontrará el camino. Mareas tecnológicas, públicos diversos, cambio de paradigmas, otras expectativas pero la misma búsqueda que en su reflujo trae, funde y devuelve lo que se daba con lo que viene. Contar para ser escuchado alrededor del fuego, frente al aparato o con auriculares mientras se espera el colectivo, las ficciones sonoras viven un momento especial -otra edad dorada dicen los especialistas- en el que un viejo arrasador de audiencias como el radioteatro levanta su bandera en la arena de los podcast. O fueron los nuevos formatos insaciables de contenidos los que abrieron sus brazos a un género tradicional. O la pandemia, el encierro y el hastío audiovisual los que detonaron la bomba de imágenes contenidas en la voz. O todo junto, en la encrucijada.
Los cien años de la radio trajeron multitud de merecidos homenajes pero pocas definiciones acerca de qué hablamos cuando hablamos de radioteatro. “Hay que distinguir teatro por radio o teatro radiofónico con radioteatro. En el primer caso, puede transmitirse directamente desde la sala o, en general, ser adaptada para la radio una obra escrita originalmente para ser representada en un escenario, agregándole la función de un relator o relatora que informe al oyente de aquellos elementos visuales que la radio no permite como vestuario y escenografía. Y al igual que una obra de teatro, empieza y termina en una sola emisión”, dice la investigadora y guionista María Mercedes Di Benedetto, miembro de ARGENTORES y autora de varios libros sobre historia del radioteatro nacional.
De la misma opinión es la crítica de teatro y docente universitaria Mónica Berman, autora de La construcción de un género radiofónico: el radioteatro (Eudeba): “Es un género de ficción hecho para la radio, que tiene la ‘conciencia plena’ de que la construcción ficcional es del orden de lo sonoro. El texto no preexiste a la radio. Para dar un ejemplo, el locutor contextualiza, repone información, opina, no pertenece al universo de la ficción pero tiene como destinatarios directos a los oyentes. ¿Cómo distinguirlo de otras ficciones que no son radioteatro? Es fácil, te fijás si existen al margen de la radio”. Y si bien también puede ser unitario, sigue las características de su antecesor, el folletín del diario, es decir, es seriado, en capítulos, mantiene la intriga del “continuará”.
El inicio del género fue a principios de los años 30 con Chispazos de tradición, del español Andrés González Pulido, que paralizaba las actividades cotidianas cuando salía al aire (cuarenta años más tarde, la leyenda dice que pasará lo mismo con el teleteatro Rolando Rivas, taxista). “Los radioteatros crecieron muy rápido, en todos los horarios y las emisoras. Pronto se ganó el desprecio de la ‘alta cultura’, que sostenía que era material para mujeres y niños; y que si los hombres de la casa se detuvieran a escuchar, inmediatamente prohibirían la audición en sus hogares. Como en todos los casos en los que algo se hace tan masivo, la censura -bajo diversos modos- se hace fuerte”, dice Berman.
Solo por nombrar algunos, además del iniciador, otros grandes hitos del radioteatro fueron Bajo la santa federación, de Héctor Blomberg y Carlos Viale Paz; Los Pérez García, de Luis María Grau; ¡Qué pareja!, de Abel Santa Cruz; El León de Francia, de Roberto Valenti y Adalberto Campos; y tantos más… Un dato que rescata Berman: Yaya Suárez Corvo y Nené Cascallar fueron las primeras autoras mencionadas en las promociones.
Por lo tanto, un clásico como Las dos carátulas, el teatro de la humanidad, desde hace setenta años en radio Nacional, a pesar de la repetida cita, no es radioteatro. “No, no lo es –dice Nora Massi, la actriz y directora del ciclo desde 1990-, es teatro por radio, adaptado. Empecé yo a hacer las adaptaciones para ajustarme al horario. Antes se leía completo y podía durar hasta las dos de la mañana. Hacemos clásicos de dominio público para no tener que pagar derechos, es simple. Y el programa se escucha tanto en su horario habitual y del modo tradicional, como a cualquier hora como un podcast. El aislamiento provocó que tuviéramos que volcarnos a las nuevas tecnologías.”
Otra actriz, pero de otra generación, es la que desde junio dirige Vuelve, por AM 750, la radio del grupo Octubre, los sábados a las 23, que convoca a gente de teatro y en especial, del off. Se trata de Marina Glezer y también se trata de unitarios, de 50 minutos, algunos escritos especialmente para la ocasión y otros, adaptados: por ejemplo, en septiembre podrán escucharse Ella, de Susana Torres Molina, con Patricio Contreras y Luis Machín, estrenada en 2005, y Paraná Porá, de Maruja Bustamante, con Iride Mockert, Laura Lopez Moyano y Sonia Alvarez, de 2010. Por otro lado, La irresistible ascensión de Simonsin, con dramaturgia de Martín Slipak, escrita para la primera emisión del programa o Las paredes son de cartón, de Vero Lorca y Pablo Mir. Y se preparan La delegada, con Natalia Oreiro y Germán Palacios; y La niña genio, con Pilar Gamboa y Leandro Arecco; y Nora Cárpena y Victor Agú, que tiene los derechos de las obras de Alberto Migré, también llegará a la AM 750 después de pasar por Radio Provincia y por Radio 10, en el programa nocturno de Ricardo Guazzardi: una muy vital mixtura de estilos.
“No creo que estuviera en decadencia el radioteatro sino que la dominancia de la imagen dejó de lado otras formas de percepción. Hay más discernimiento cuando escuchás que cuando ves, no se puede fotoshopear, es más auténtico. Pero sí creo que la pandemia provocó que resurgiera ese tipo de escucha, esa sensorialidad”, dice Glezer, la directora artística y productora integral del ciclo que en este momento se graba en el escenario de la sala Caras y Caretas.
Les investigadores coinciden en que el radioteatro tradicional comienza a decaer con la llegada de la televisión en los cincuenta y por el costo de la radio espectáculo. Pero la estocada final, según Di Benedetto, llegó con el golpe de Juan Carlos Onganía en 1966, que desmanteló -de la mano del funcionario Federico Frischknecht- casi el total de las emisoras y su programación, y puso fin al radioteatro por considerarlo anticultural y antieducativo.
Resurgimiento
Y, sin embargo, se mueve. Y resurge, como dijimos, bajo el paraguas de un nombre ampliado, el de ficciones sonoras, y un formato, el del podcast, es decir, contenidos sonoros narrativos pregrabados y disponibles a través de Internet para su escucha diferida, a través de múltiples dispositivos. Sin preocuparse por la “pureza” del género y su aggiornamento, el periodista y guionista Marcelo Cotton escribió un artículo en Narrativa radial, asociación de profesionales de la radio que dirige, en la que asegura que “hoy el Radioteatro asume nuevas formas y nuevos usos, se inscribe en otro campo de contenidos y referencias, cruza el humor y la parodia sutil, intersecta los impiadosos acontecimientos periodísticos de cada día”. Como decía Migré, mantiene valor testimonial.
Testimonio de época es el último informe de la Cámara Argentina de Radios Online (CADERO) que marca un importante incremento en el consumo de contenidos online, en especial en los polos urbanos, a partir de la cuarentena. La tasa promedio de descarga de programas radiofónicos por demanda y podcast registró un incremento del 65 por ciento. Los dispositivos más utilizados son el smartphone seguido por la computadora personal. Para los contenidos bajo demanda y podcast, la plataforma líder es Spotify, seguida por los sitios web, redes sociales y aplicaciones nativas de las radios online.
Entre el resurgimiento y la diversidad, ¿cuáles son las diferencias entre el radioteatro tradicional y las nuevas ficciones radiales? Di Benedetto señala algunas: “La nueva ficción radial tiene características propias de la era del zapping, de los videoclips, los microrrelatos y el stand up, es decir: suelen ser breves, con muy pocos personajes, unitarios (salvo en algunos podcast donde la historia se resuelve en episodios numerados), más propensos al humor que a despertar la emoción del oyente. Los efectos de sonido ya no salen de elementos artesanales como dos medios cocos sobre una caja con sal gruesa para imitar el galope de un caballo, ya que Internet brinda múltiples opciones menos fatigosas. Ya casi no hay primero, segundo y tercer planos, y las escenas resultan más planas y directas. Y los destinatarios de la nueva ficción suelen ser jóvenes, más hábiles en manipular las aplicaciones tecnológicas y los usos múltiples de la telefonía celular, mientras que los mayores seguirán tratando de localizar la ficción en radios am o en la computadora a través de internet”.
No obstante las obvias diferencias generacionales, hay que derribar el mito de que los adultos mayores ya no pueden asimilar nada nuevo. La directora de la radio online Trend Topic y presidenta de CADERO, Yésica Bernardou, confirma que son muchas las ficciones realizadas por personas “de cierta edad” que se apropiaron del formato (por ejemplo, el programa de unitarios Mundo Almaluz o las creaciones colectivas del espacio cultural Resurgimiento, entre muchas más). “También hay que decir –agrega- que el vivo a horario fijo es esperado por mucha gente. La cuarentena rompió las rutinas y desorganizó los horarios y, de alguna manera, que algo empiece y termine de modo regular es tranquilizador.”
A todas estas líneas causales que explican, al menos en parte, el aumento de estos programas, hay que agregar una más: la necesidad laboral en un momento muy difícil para la comunidad artística. Las ficciones sonoras, al igual que las experiencias teatrales que desbordaron de contenidos las pantallas y los teléfonos, representan trabajo para actores, actrices, directores, autores y adaptadores. Factores, entonces, que empujan a un florecimiento de las voces humanas, en cualquiera de sus formas, reunidas para contar un cuento: suena demasiado optimista pero no viene mal en medio de la incertidumbre.
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