La polémica sobre la Resolución 253/2020 del Ministerio de Desarrollo Productivo, publicada ayer en el Boletín Oficial, sigue en aumento. Esta vez, en torno a si las tintas utilizadas en publicaciones pueden afectar la salud.
Infobae Cultura dialogó con referentes del mundo editorial, quienes explicaron cómo la medida afecta negativamente a una industria que de por sí atraviesa ya uno de los peores momentos históricos. Ahora, Juan Carlos Sacco, presidente de la FAIGA (Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines), aseguró que la medida tiene un sesgo “medioambientalista” y que busca proteger la salud de una posible contaminación por metales pesados.
En conversación con Marcelo Longobardi en Radio Mitre, Sacco aseguró que “el problema consiste en tocarlos, cualquier packaging que pase el nivel de metales pesados, puede ser cancerígeno o generar enfermedades alérgicas”. Y agregó: “El diario es uno de los peores, porque las tintas que tienen -si bien están fabricadas en el país-, dejan las manos manchadas porque no se da tiempo a secar las tintas”.
En ese sentido, la resolución retoma las bases de la realizada en 2012 por el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que “establece un régimen de certificación obligatoria para definir los mecanismos tendientes a eliminar los peligros derivados del uso de tintas con alto contenido de plomo en productos gráficos que fue modificada mediante las Resoluciones Nros. 1 de fecha 5 de enero de 2016 y 332 de fecha 10 de noviembre del 2016, sobre un amplio conjunto de productos, entre los que se encuentran los libros, álbumes o libros de estampas y cuadernos para dibujar o colorear (para niños)”. Además, cita al artículo 42 de la Constitución Nacional establece que los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos, y a una información adecuada y veraz.
Ahora, ¿siguen teniendo plomo las tintas?, ¿pueden provocar cáncer el manoseo de libros o diarios? Infobae Cultura consultó tanto a referentes del mundo editorial como a una toxicóloga y un oncólogo, quienes desestimaron esta posibilidad.
Santiago Bella (M.N. 22413), vicepresidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica, se mostró sorprendido por la aseveración y comentó: “Esto no existe en ninguna parte del mundo. No conozco ninguna restricción ni publicación seria que hable de que las tintas sean cancerígenas. Es la primera vez que veo algo así, estamos acostumbrado a estudiar libros de bibliografía extranjera y nunca se planteo semejante cosa. De hecho, leemos revistas con artículo sobre cáncer todo el tiempo y jamás leí algo sobre el tema. Me parece un absurdo”.
“Uno puede entender algo así si la tinta es muy antigua, como de hace dos siglos o antes de la imprenta, que se extraía de productos naturales y o se sabía que contenía. Pero luego de la imprenta y la posterior industrialización no tiene sentido. Ahora quieren volver a la incivilización, que alguien tenga cáncer por haber leído libros no lo vi nunca. Imaginate que hay bibliotecas que reúnen miles de volúmenes y se entra y nadie se plantea semejante cosas, a nadie se le ocurre. Por otro lado, las publicaciones vienen cada vez más por vía electrónica”.
Por su parte, Elda Cargnel (M.N. 65037), Jefa del servicio de toxicología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, comentó: “Para la impresión en papel se utilizan sustancias que son irritantes para los ojos, la piel y mucosas pero el principal riesgo es para quien las manipula en el momento de la impresión. Las tintas offset convencionales no están clasificadas como peligrosas, según la Directiva europea 88/379/CEE. En este sentido no presenta riesgo para la salud. Las tintas serigráficas convencionales que tienen pigmentos orgánicos e inorgánicos, resinas disolventes, derivados de petróleo y glicoles, éteres de glicol y cetonas aditivas son riesgosas en el momento de la manipulación durante el proceso de impresión”.
“En Argentina teníamos problemas con linotipistas y trabajadores de gráficas porque usaban tipografías de plomo y se contaminaban con plomo y muchas veces al no higienizarse contaminaban a sus hijos. En la Unión Europea, que se basan en principio de precaución, y en EEUU en general los contaminantes están mucho más limitados”.
Y agregó: “Ahora si están pensando que está contaminado, no debería entrar ningún impreso y que se imprima en Argentina con las condiciones de limitación de tintas a utilizar”.
Para Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara del Libro, la resolución tiene un fin para-arancelario; o sea, que busca proteger la industria nacional más que un sentido medioambiental: “Es una medida para proteger a industria nacional ,y uno puede acompañar, pero que no tiene sentido hoy porque el sector está destruido y no se está importando nada- Además, tiene poco sentido porque los libros no tienen plomo en tinta hace más de una década. Cuando se ejecutó con el gobierno anterior no se detectó ningún libro que la tuviera”.
Finalmente, Rodolfo Reyna, presidente de la Cámara Argentina de Publicaciones, fue determinante: “La resolución de control de tinta y metales pesados se implementó durante 4 años y en esos años que estuvo vigente nunca se detectó ningún problema con ninguna partida del libro. Es bastante claro que la resolución no protege a nadie, porque las tintas recontra cumplen los límites que el ensayo requiere. Las tintas cambiaron hace muchos años, el plomo en tinta es una cosa antigua”. Y agrega “Cuando esta resolución estuvo en vigencia ningún ensayo dio mal”.
La resolución comenzará a regir a partir del 15 de septiembre para garantizar el ingreso de aquellas publicaciones que ya se “encuentran en tránsito” y mantendrá su vigencia, a partir de esa fecha, por un plazo de un año. Se aplicará a los ingresos que superen las 500 unidades y no afecta al ingreso de publicaciones para consumo personal. En ese sentido, serían las grandes cadenas y editoriales las más afectadas.
Desde la cartera dirigida por Matías Kulfas explicaron a Infobae Cultura: “No es un cepo. Es un control sanitario que existía y el gobierno anterior derogó. Tiene como objetivo garantizar que los materiales utilizados no sean perjudiciales para la salud”. Además, aseguraron que en cada pedido se analizará la calidad de la tinta y que, en caso de que no genere problemas para la salud, será permitido el ingreso de más de 500 unidades mensuales.
“Si se presenta la certificación se puede hacer la importación. Una vez presentada, no hay ningún tipo de impedimento. La resolución establece la necesidad de presentar la certificación. Se calcula que hacer todo el procedimiento no duraría más de un mes, que incluso puede acelerarse si se inicia el trámite por TAD (Trámites a Distancia”, aseguraron.
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