“Las fake news no pueden ser corregidas porque sus autores siempre supieron que son falsas”

Infobae entrevistó a los investigadores Natalia Aruguete y Ernesto Calvo, autores del libro “Fake news, trolls y otros encantos: cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales” para hablar sobre internet, política e información en tiempos de posverdad

Guardar
"Fake news, trolls y otros
"Fake news, trolls y otros encantos: cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales", editado por Siglo XXI

Alguien, cualquiera, recibe un mensaje por WhatsApp. “De esto no hablan en los medios”, comienza el texto en mayúsculas. Luego dice que el Coronavirus fue creado por la tecnología 5G y se transmite por radiación electromagnética, o que en tres pisos del Hospital Posadas hay cientos de pacientes infectados con Covid-19 que no se cuentan en las estadísticas oficiales, o que crece una nueva modalidad de robo en la cual los delincuentes se disfrazan de médicos y entran a las casas con la excusa de una supuesta campaña de vacunación. Son tres mentiras que, al resultar verosímiles, se viralizan. Son tres fake news que fueron virales.

Pero ese concepto tan novedoso en tiempos digitales no debe traducirse de forma transparente, es decir, no es un sinónimo de “noticias falsas”, sino que se trata de información diseñada con el objetivo político de desinformar, generar pánico, indignar y acrecentar prejuicios. “Su intención no es durar, sino lastimar”, explican los investigadores Ernesto Calvo y Natalia Aruguete en el libro Fake news, trolls y otros encantos: cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales, que editó Siglo XXI este año. En sus páginas desarrollan la relación entre internet, política e información en tiempos de posverdad.

—¿Cuándo y por qué empieza a escribirse este libro?

Natalia Aruguete: Iniciamos nuestro trabajo a mediados de 2016, en medio #ruidazocontraeltarifazo. Era un momento donde la polarización política estaba creciendo hasta que alcanzó uno de los puntos álgidos durante la desaparición de Santiago Maldonado, entre agosto y octubre de 2017. Esa movilización social se manifestó en las calles como en las redes, y dio vigor al diálogo político virtual. De allí en más, analizamos distintos eventos en Argentina, Brasil, Estados Unidos (y ahora en México con un experimento sobre la Covid), buscando dar cuenta de la polarización afectiva en redes, de la relación entre medios tradicionales y usuarios de a pie y de las formas de coordinar —y resistir— las operaciones políticas de ataque en redes sociales. Casi todos esos hallazgos quedaron condensados en este libro.

Natalia Aruguete (Foto: Andrés Wittib)
Natalia Aruguete (Foto: Andrés Wittib)

—¿Podría decirse que es un libro sobre la posverdad?

Ernesto Calvo: Es un libro sobre las creencias políticas respecto de la verdad. Uno puede pensar que 2+2 es cuatro y decir 5 porque quiere ofender al que lo lee. Nosotros no creemos que cualquiera pueda elegir sus propios hechos o sus propios datos. En ese sentido no estamos diciendo que todo es relativo. Nuestra pregunta es sobre los motivos cognitivos y políticos por los cuales la gente acepta o no los mensajes de sus pares. A veces, la decisión de aceptarlos tiene que ver con la verdad en un sentido cognitivo: es cierto que 2+2 es 4. Otras, con el efecto político de decirle al otro la verdad. “Vos me decís 2+2 es igual a 4 para agredirme políticamente, ¡pero es 5!” El conocido dicho que “la verdad no ofende” fue creado, precisamente, porque la verdad puede ofender. No porque sea “verdadera”, sino porque esa verdad es elegida por el dolor que genera. Nuestro libro es sobre por qué duele ese 2+2=4… porque polariza, por eso es resistido. El nuestro es un libro sobre el realismo político más que sobre el relativismo cognitivo.

—¿Qué tan relacionado creen que está el surgimiento de movimientos de derecha en todo el mundo, incluso muchos filofascistas, con el momento que hoy atraviesa internet con las redes sociales?

Natalia Aruguete: Creo que los movimientos de derecha avanzan en contraposición a una serie de conquistas en materia de derechos civiles, en particular con la creciente visibilización de las inequidades de algunas minorías, tanto raciales cuanto sexogenéricas. Pero definitivamente los movimientos de derecha no son una resistencia a las redes sociales sino movimientos que se contraponen a otras conquistas políticas y sociales. Las redes, en todo caso, son el espacio para que esas conquistas se vehiculicen, aunque también son espacios para que las derechas, cada vez más activas e intensamente polarizadas, coordinen y propaguen estrategias de fake news y campañas negativas.

Ernesto Calvo (Foto: Sandra Cartasso)
Ernesto Calvo (Foto: Sandra Cartasso)

Ernesto Calvo es Doctor por la Universidad Northwestern, profesor en la Universidad de Maryland y director del Laboratorio Interdisciplinario para las Ciencias Sociales Computacionales (iLCSS). Natalia Aruguete es investigadora del Conicet y profesora de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Austral. Han publicado varios libros de forma individual y ahora, en éste, narran una serie de investigaciones puntuales y desarrollan conceptos clave para comprender “cómo comunican las redes sociales y por qué, con cada acto comunicacional, crece nuestro odio”. Vamos a un ejemplo del libro:

Mr. Tucker caminaba por Austin, Texas, en un día muy particular: tras la victoria de Donald Trump en las elecciones, se realizó una protesta opositora. En esa caminata por la ciudad vio una llamativa hilera de colectivos. Sabiendo que el gran evento de ese día era la manifestación, sacó una foto y la compartió acusando a los demócratas: “La protesta anti-Trump no es tan orgánica como parece. Aquí están los autobuses en los que vinieron”. El tuit se viralizó entre usuarios y medios. Pero esos colectivos, en realidad, habían traído a trece mil profesionales a una conferencia sobre software. Mr. Tucker tuiteó sus disculpas. Ya era tarde.

—En el libro se preguntan “si las redes sociales que sufrimos día a día son consecuencia de los tiempos políticos antes que una de sus causas”. ¿A qué conclusiones llegaron?

Natalia Aruguete: Con esa frase nos referimos, precisamente, a que las redes son espacios que, así como activan y catalizan la grieta social, política y afectiva, también son condición de posibilidad para promover un debate más prístino y auténtico, un contexto en el que se forjen resistencias civiles que hermanen en el mejor de los sentidos, que promuevan una narrativa de consenso. Eso es justamente lo que observamos en las redes que se forjaron alrededor de agendas de género.

—Por otro lado, está el rol de las compañías que dirigen estas redes, cuyos algoritmos suelen potenciar el “razonamiento motivado”. ¿Cómo revertir esa tendencia?

Natalia Aruguete: Los algoritmos actúan cual cámara de eco —lo que entra en una cámara guarda una relación invariante con lo que sale de ella—. En redes sociales, el término “cámara de eco” hace referencia al modo en que la información que ingresa en una burbuja de filtro es amplificada por los usuarios de esa comunidad. Dada la estructura jerárquica de Twitter, los mensajes con los que tenemos afinidad estarán sobrerrepresentados entre nuestros contactos. En otras palabras, si decidimos seguir a “amigos” que son como nosotros recibiremos una versión aumentada de la información que a ellos les gusta y comparten, por cuanto dicho contenido se activará en nuestro muro. Y es precisamente esa amplificación la que nos permite, cómodamente, confirmar las creencias presentes en una comunidad y, por ende, garantizar su circulación. ¿Cuán reversible es eso? Habría que preguntar a Jack Dorsey o a Mark Zuckerberg si aceptarían de suyo cambiar la política de sus plataformas, de mínima.

—Para evitar las fake news existen sitios como Chequeado y proyectos como Reverso. ¿Creen que alcanza? ¿Cómo profundizar esa batalla contra la desinformación?

Ernesto Calvo: Muchas cosas son necesarias para reducir la circulación de noticias falsas. Chequeado y Reverso son herramientas importantes porque visibilizan el problema de las noticias falsas. En Ciencia Política, se dice que cumplen la función de “alarma de incendio”. Al dar visibilidad al tema, va produciéndose una “pausa cognitiva” en la propensión a compartir información de forma automática. Sin embargo, hay dos tipos de informaciones falsas que tienen distinto origen y que, por tanto, precisan distinta respuesta. La circulación de noticias falsas (noticias que no son verdaderas pero cuya creación no persigue objetivos políticos) disminuye en la medida en que aumenta la cantidad de información correcta que circula por las redes, tanto de fact checkers como de otras fuentes. La circulación de fake news (noticias falsas que son operaciones políticas) no puede ser corregida porque sus autores siempre supieron que son falsas. El problema allí no es cognitivo sino político. La respuesta a las fake news es disminuir su circulación a partir de “enviar el árbol al medio del bosque”. Es decir, reducir la propagación de la información falsa aislando a los autores de la operación política. Eso requiere “responsabilización” de las plataformas (Twitter, Facebook, WhatsApp), quienes pueden ver no solo el contenido de lo que se publica sino, además, los puntos de ingreso desde donde se creó la operación política. Actualmente, todas las plataformas tienen estrategias para filtrar noticias falsas, pero solo algunas de ellas, como Twitter y WhatsApp, tratan activamente de dar de baja cuentas coordinadas que generan gran parte de las fake news. Facebook ha sido mucho más reticente, lo cual ha generado una notable discusión política en Estados Unidos.

—Hernán Vanoli escribió que la figura del influencer reemplazó a la del intelectual. ¿Creen que ya no se puede seguir pensando el debate de ideas como lo veníamos haciendo?

Natalia Aruguete: Twitter es, en primer lugar, una red social sumamente jerárquica en la medida en que ciertos usuarios con capital político y cultural se convierten en autoridades de la red, lo que les permite explicar gran parte de los mensajes que circulan y les da mayor capacidad de fijar la agenda de temas y performar los encuadres que dominan las burbujas. Ese influenciador no necesariamente excluye la figura convencional del intelectual. Pensemos que si bien hay influenciadores más o menos estables —un capital que les otorga la cantidad de seguidores que tienen ciertas cuentas—, también es cierto que las autoridades en la red no son siempre las mismas. En ocasiones, que un usuario sea o no autoridad se da por el tipo de temas que se ponen en discusión. #AbortoLegal fue una red plebeya con autoridades de muy bajo rango. Allí el influenciador tipo quedó adosado a una narrativa creada y promovida por los colectivos feministas.

SEGUÍ LEYENDO

Guardar