Con la presentación de su novela Mañana no estás, el escritor inglés Lee Child completa una serie de 24 novelas protagonizadas por Jack Reader, el atípico justiciero que le ha valido a su creador más de cien millones de volúmenes vendidos y una red de célebre lectores entre los que se cuentan Stephen King y Ken Follett.
Son las dos de la mañana y entre las seis personas que viajan en el metro hacia el uptown neoyorquino hay una mujer que reúne los 11 indicadores de comportamiento que activan el alerta de terrorismo. El policía retirado Jack Reacher, que comparte vagón con la sospechosa, los aprendió de un capitán del ejército israelí con el que trabajó veinte años atrás. La escena da lugar a una escalada de tensión que llega a su climax en el quinto capítulo, donde el desenlace contradice la presunción inicial pero sin escatimar en sangre y fatalidad.
Esa bocanada de adrenalina que sella el comienzo de Mañana no estás cifra el pulso frenético que Child le dedica a sus novelas sobre Reacher, exintegrante de la policía militar estadounidense que se dedica a “ajusticiar” a aquellos infractores sobre los que las instituciones no accionan, una causa a la que consagra su vida y que justifica el kit minimalista con el que se desplaza por el mundo: sin auto ni celular, apenas su pasaporte, una muda de ropa y un cepillo de dientes plegable. “Mi año es una visita breve detrás de otra”, define para graficar su errancia.
Con más de cien millones de copias vendidas, dos films protagonizados por Tom Cruise y la adaptación de la primera entrega, Zona peligrosa, que llegará en formato de serie a través de la plataforma Amazon, la saga ha perforado el techo del bestseller ignorado por la crítica o el gremio narrador: alabado por otros referentes como George Martin -el de”Games of Thrones”- y Ken Follet, fue sin embargo Stephen King el que llevó su fanatismo más lejos y lo homenajeó con breves cameos en sus libros La cúpula y Mr. Mercedes.
La historia de la llegada de la factoría Jack Reacher a esta parte del mundo tiene un origen que va por fuera de las predicciones del mercado: fueron el crítico Elvio Gandolfo y el escritor César Aira quienes se entusiasmaron con la obra de Child y empujaron con su fervor un impulso inédito: el sello independiente Blatt & Rios decidió comprar los derechos para publicar Noche caliente, dos nouvelles encerradas en un mismo volumen que remiten a un Reacher prehistórico cuando todavía no era experto en armas ni había hecho carrera en el Ejército.
La edición fue un éxito y pronto sumaron otro volumen de relatos, Sin segundo nombre, que dejó la puerta abierta para encarar un nuevo reto: la adquisición de los derechos, finalmente, de una de las novelas del escritor británico. Para encarar este nuevo peldaño de la membresía, la dupla que con sus apellidos anima una de las mejores apuestas editoriales independientes, decidió asociarse con otro sello de impecable recorrido, Eterna Cadencia, y juntos encararon la publicación de la novela Tiempo pasado y su distribución entre los lectores de habla hispana.
El recorrido sumó otro aliado fundamental: el traductor Aldo Giacometti, cuya tarea cosechó incluso los elogios del propio Child, alertado por el entusiasmo de su biógrafa, Heather Martin. El también narrador y poeta lleva traducidos los dos volúmenes de relatos y las novelas que se publicaron a continuación, Tiempo pasado y la flamante Mañana no estás.
“Child resume el propósito de la ficción en una sola frase: darle a la gente lo que no consigue en la vida real -cuenta el traductor-. Creo que lo que resulta cautivante es eso: logra el objetivo que se propone, le da la gente lo que no consigue en la vida real. Será que tiene buenos mecanismos para saber o entender eso. Si lo que no se consigue en la vida real es reparar injusticias, entonces él va y repara injusticias en la ficción. Pero hay también muchas otras cosas, como cierto tipo de libertad, cierto tipo de romances, cierto tipo de inteligencia, cierto tipo de entrega, fuerza, energía, etcétera, etc”.
El mito de autosuperación tardía que siempre aparece para realzar los atributos de una obra dice que Child -cuyo verdadero nombre es Jame Grant- descubrió su vocación literaria pasados los cuarenta años como una alternativa laboral tras ser despedido de un canal de televisión donde se desempeñaba como productor y guionista. De la nada, construyó un personaje y un dispositivo narrativo que, como señala Gandolfo -que prologó la edición en español de Noche caliente- es más atractivo “cuando suelta cabos que cuando los ata, cuando pone el desplazamiento por sobre la racionalidad”.
Cuenta la leyenda también que el narrador arranca sus novelas sin plan de acción, apenas con una imagen o una frase como disparador. Sus tramas retoman parte del ideario desestabilizador de los grandes best-seller que abrevan en conspiraciones impulsadas por organizaciones criminales o partículas del aparato estatal pero a su favor juega la astucia para no fatigar al lector con obsesiones recurrentes, porque si hay algo que caracteriza sus tramas es el origen multifacético del peligro.
Sostener el interés de una saga a lo largo de una veintena de novelas que en la mayoría de los casos superan las 500 páginas requiere de algo más que pulso narrativo. El escritor británico varía los tópicos y el contexto de cada nueva entrega que trae de nuevo al duro Reacher pero no se aparta de una caja de herramientas que mantiene a rajatabla: frases secas y una corta exploración de la psicología de los personajes que contrasta con la descripción de peleas donde el narrador se detiene morosamente en la descripción de huesos rotos y vasos sanguíneos que estallan por los golpes, o en explicar cómo reaccionan los tejidos y los órganos frente al trayecto de una bala por el interior del cuerpo.
El héroe de Child pretende impartir algo de justicia donde no la hay pero está lejos de ofrecerse como una versión esperanzadora y tenaz en la lucha contra las inequidades del mundo: es un hombre pragmático que no duda en apartarse de la ortodoxia para impartir castigo. Su herramienta suele ser la violencia física, una incorrección que lo aleja del también solitario Philip Marlowe, el célebre detective creado por Raymond Chandler, del que es admirador confeso.
“Mira, no veas; escucha no oigas. Mientras más te comprometes, más sobrevives”, repite como un mantra el macizo Reacher, más de cien kilos de masa consagrada al combate y al estado de alerta casi paranoico. Su vigilia resulta siempre eficaz y le ha permitido inmiscuirse en operaciones de fabricación de dinero clandestino, en el negocio de los opioides, en redes de narcotráfico o, como en el caso de “Mañana no estás”, en la historia de una empleada del Pentágono que se suicida sin móvil a la vista que se conecta con la de un ascendente político que oculta un pasado turbio.
“Creo que algo importante es que en todas las novelas filtra temas de actualidad e interés general, y eso interpela mucho al lector. Pase lo que pase en la novela siempre hay también una línea de la trama que nos habla con una perspectiva thrilleresca y cautivante de lo que pasa en el mundo. Con todo lo que puede haber de absurdo en la novela en sí, siempre hace jugar la realidad a su favor”, apunta Giacometti.
Giacometti (Buenos Aires, 1978), autor de Qué no hacer, La guitarra sin cuerdas y Criatura de dios dialogó acerca de las complejidades de la traducción y de su trabajo con Child, del que lleva traducidos cinco libros.
-¿Cuáles son los aportes que la lengua rioplatense le da a una traducción de Child?
- Dado que Blatt&Ríos y Eterna Cadencia cuentan con los derechos para publicar los títulos contratados en todos los países de habla hispana, el proyecto de traducción no tiene el acento puesto en explotar al máximo las características de la variante rioplatense del castellano. La idea es más bien dar con una lengua lo más abarcadora posible también de otras variantes del idioma. Claro que como mi castellano es el rioplatense tampoco me alejo tanto de los usos y costumbres del idioma que yo manejo. Estimo que el principal aporte puede estar en la velocidad y el dinamismo y la energía. La prosa de Child es enérgica, veloz y dinámica, características con las que el castellano rioplatense de Buenos Aires se entiende bien.
-¿Y cuáles son las mayores dificultades a las que se confronta un traductor cuando encara la traducción de una novela con una acción que no da respiro como en esta saga?
- Más que de dificultades hablaría de desafíos. Uno de los mayores es sostener esa sensación de “no dar respiro”, sostener el ritmo todo a lo largo de la traducción de la misma manera que se sostiene ese ritmo en el original. Otro de los desafíos es hacer todo lo posible pare respetar al máximo el sistema de repeticiones léxicas, idiomáticas, sintácticas, que el autor concibe dentro de las novelas y también de una novela a otra.
Las novelas de Child tienen descripciones muy minuciosas de escenas de acción que incluso se despliegan a través de varios capítulos y que incluyen un relato pormenorizado de las secuelas de una pelea o una muerte violenta como en el episodio inicial de Mañana no estás.
-¿La traducción de esos tramos incluye alguna tarea de investigación sobre anatomía o manejo de armas para dar con el tono exacto para trasmitir aquello que el autor intenta en el original?
- Hago todas las consultas y averiguaciones posibles para que en la traducción los lectores se encuentren con todos los condimentos que el autor usa para preparar sus novelas. A lo largo de los cinco libros traducidos he consultado, además de a personal de las fuerzas de seguridad a músicos, arquitectos, abogados... Incluso para una escena de un cuento de “Sin segundo nombre” consulté a un fabricante de zapatos. Y en el caso de Mañana no estás llegué a estar en contacto, para la descripción del subfusil MP5SD, con su fabricante, Heckler&Koch.
- La relación entre autor y traductor se construye con el tiempo. ¿Ahora que va por la quinta traducción de Child se siente más afianzado en su estilo de escritura?
- Creo que el hecho de que un mismo traductor tenga la posibilidad de traducir varias obras de un mismo autor es una manera muy especial de cuidar al público lector del autor. La mayoría de los escritores crean universos nuevos o paralelos o así, y es menos dificultoso reconstruir ese universo en otra lengua si uno tiene la chance de ir familiarizándose en el tiempo con la obra del autor con el que uno trabaja. Especialmente en el caso de un autor como Lee Child, que trabaja de manera excluyente con un único protagonista y va expandiendo ese universo de una entrega de la saga a la siguiente.
- Además de traductor también es narrador y poeta ¿La experiencia propia con el proceso de escritura ayuda a captar mejor las atmósferas y los móviles del libro del otro?
-Traducir es una forma más de leer y escribir. En el ámbito de la poesía es muy corriente practicar la traducción como un acercamiento más a la escritura, independientemente de si esas traducciones después terminan publicadas o no. Traduciendo se incorporan cosas que transforman la manera de leer y escribir. Después de internarse en el trabajo de otra persona uno vuelve al trabajo propio con una experiencia y una mirada nueva o distinta. Tener la práctica de la escritura puede ayudar a la práctica de la traducción. Pero no es garantía de nada. Hay excelentes escritores que son pésimos traductores y traductores excelentes a los que jamás se les ocurriría escribir.
Fuente: Télam
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