El mundo interior de Lydia Davis a través de seis relatos breves

Infobae Cultura publica textos seleccionados por la autora estadounidense, ganadora del Premio Booker, para "Ciento cincuenta cuentos cortos", una antología introspectiva de una admirable inteligencia y plena de sentido del humor

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"Ciento cincuenta cuentos cortos" (Almadía), de Lydia Davis
"Ciento cincuenta cuentos cortos" (Almadía), de Lydia Davis

Un hombre de su pasado

Creo que Madre coquetea con un hombre de su pasado que no es Padre. Me digo para mis adentros: ¡Madre no debería tener relaciones inapropiadas con ese tal “Franz”! “Franz” es europeo. ¡Yo digo que ella no debería ver inapropiadamente a ese hombre mientras Padre está de viaje! Pero confundo una realidad vieja con una nueva: Padre no volverá a casa. Se quedará en Vernon Hall. En cuanto a Madre, tiene noventa y cuatro años. ¿Cómo puede haber relaciones inapropiadas con una mujer de esa edad? No obstante creo que mi confusión radica en lo siguiente: aunque el cuerpo de Madre está viejo, su capacidad para traicionar se mantiene joven y fresca.

Mi perro y yo

Una hormiga también puede mirarte y hasta amenazarte con sus patas. Por supuesto que mi perro no sabe que soy humana, me ve como un perro pese a que yo no brinque en una cerca. Soy un perro fuerte. Pero no me quedo con la boca abierta mientras camino. Incluso en un día caluroso no dejo que mi lengua quede colgando. Aunque sí ladro:

—¡No! ¡No!

Culta

No sé si puedo seguir siendo su amiga. He pensado mucho al respecto: ella jamás sabrá cuánto. Le di una última oportunidad. La llamé después de un año. Pero no me gustó el rumbo que tomó la conversación. El problema es que ella no es muy culta. O debería decir que no es lo suficientemente culta para mí. Tiene casi cincuenta años y hasta donde puedo ver no es más culta que cuando la conocí hace dos décadas, cuando hablábamos sobre todo de hombres. Entonces no me importaba lo inculta que era, quizá porque yo misma no era tan culta. Creo que ahora soy más culta, y ciertamente más culta que ella, aunque sé que no es muy culto decirlo. Pero quiero decirlo, de modo que estoy dispuesta a posponer el hecho de ser más culta para poder opinar así sobre una amiga.

Lydia Davis es una de las narradoras actuales más prestigiosas
Lydia Davis es una de las narradoras actuales más prestigiosas

El concurso del buen gusto

El marido y la esposa competían en un concurso de buen gusto calificado por un juzgado de sus pares, hombres y mujeres de buen gusto entre los que estaban un diseñador de telas, un comerciante de libros raros, un pastelero y un bibliotecario. Se juzgó que la esposa tenía mejor gusto en muebles, sobre todo en muebles antiguos. Se juzgó que en general el marido tenía mal gusto en aparatos de iluminación, vajilla y cristalería. Se juzgó que la esposa tenía un gusto indiferente en tratamientos para ventanas, pero que tanto el marido como la esposa tenían buen gusto en revestimientos para el suelo, ropa de cama, ropa de baño y electrodomésticos grandes y pequeños. Se percibió que el marido tenía buen gusto en alfombras pero sólo un gusto promedio en tapices. Se percibió que el marido tenía muy buen gusto tanto en comida como en bebidas alcohólicas, mientras que la esposa tenía un gusto inconsistente que iba de bueno a malo en comida. El marido tenía mejor gusto que la esposa en ropa aunque un gusto inconsistente en perfumes y colonias. Se juzgó que mientras que sólo tenían un gusto promedio en diseño de jardines, marido y esposa tenían buen gusto en una gran cantidad y variedad de árboles de hoja perenne. Se percibió que el marido tenía excelente gusto en rosas pero mal gusto en bulbos. Se percibió que la esposa tenía mejor gusto en bulbos y en general buen gusto en plantas de sombra salvo en hostas. Se percibió que el gusto del marido era bueno en muebles para jardín pero sólo promedio en macetas ornamentales. Se percibió que el gusto de la esposa era consistentemente malo en estatuas para jardín. Al cabo de una breve discusión, los jueces decidieron que el ganador era el marido por obtener un puntaje general más alto.

Colaboración con una mosca

Yo puse la palabra en la página pero ella añadió el apóstrofo.

Buenos momentos

Lo que les sucedía era que cada mal momento producía un mal sentimiento que a su vez producía muchos más malos momentos y malos sentimientos, de tal manera que su vida en común se llenó de malos momentos y malos sentimientos al grado de que casi nada más podía crecer en ese terreno oscuro. Pero entonces una mañana ella tuvo un sentimiento de paz que venía de la tarde anterior invertida en coser mientras él leía en la habitación contigua. Y uno o dos días después tuvo un sentimiento de júbilo que persistió durante la mañana y que venía de la noche anterior cuando él le hizo compañía en la cocina mientras ella lavaba los platos de la cena. Si se incrementaban los buenos momentos, pensó, cada buen momento podría generar un buen sentimiento que a su vez generaría muchos más buenos momentos que generarían muchos más buenos sentimientos. Lo que quería decir era que los buenos momentos se podrían multiplicar quizá con la rapidez del cuadrado del cuadrado o tal vez más rápido, como ratones o como hongos que brotaran durante la noche a partir de las esporas dispersas de un hongo padre que a su vez hubiera brotado durante la noche junto con muchos otros a partir de las esporas dispersas de un padre, hasta que la vida en común estuviera tan llena de buenos momentos que éstos consiguieran desplazar a los malos momentos así como ahora los malos momentos habían desplazado casi por completo a los buenos.

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