“Es el tiempo de derribar las viejas estatuas”, gritaba uno de los manifestantes en Washington, hace dos meses nomás, mientras la figura en bronce de Albert Pike, un militar, escritor y activista francmasón del XIX caía entre llamas.
Y es el tiempo de levantar nuevas, pensó el cineasta y publicista Bryan Buckley -conocido como el “Rey del Super Bowl”- y lo llevó adelante con una idea de intervención en el espacio público efímera, política y contundente: Trump Statue Initiative (STI).
“Las estatuas vivientes, para nosotros, son una forma de arte única que adorna silenciosamente las calles de América. A diferencia de las estatuas tradicionales, estas obras de arte tienen una capacidad única para crear un sentido de urgencia y de ahora. Hemos utilizado varios artistas locales y trabajadores teatrales para lograr nuestra visión”, dice en el sitio del movimiento.
La iniciativa tiene un germen en el Black Lives Matter, las manifestaciones surgidas tras el asesinato de George Floyd, y que en varias ciudades del país del norte -como en el Reino Unido- tuvieron como punto de conflictos a las estatuas, desde Colón a otras personalidades de la política, la milicia y el comercio. Sin embargo, termina de configurarse a partir de la decisión del empresario y ex estrella de TV de reforzar la ley contra el vandalismo de las estatuas y emitir una orden ejecutiva para crear un “Jardín Nacional de Héroes Americanos”, que contendrá a las figuras de la Confederación hoy caídas en desgracia.
“Me di cuenta de que Trump estaba obsesionado con las estatuas. Sentí que lo mejor que podíamos hacer era crear éstas muy honestas del legado que está dejando en este momento, que permitan al mundo ver exactamente quién es”, dijo Buckley (56) a The Oregonian. La iniciativa, que comenzó en julio, ya se presentó en Washington D.C. y Portland, pero tendrá nuevas manifestaciones que se avisan con poco tiempo para evitar que las fuerzas de seguridad eviten la puesta.
Las representaciones del primer mandatario reúnen humor y crítica. Tienen el espíritu de América, el inodoro de oro del italiano Maurizio Cattelan, pero de bajo costo. Los actores que interpretan las estatuas vivientes son rociados con una pintura metálica dorada, porque a fin de cuentas muchas veces la apariencia es lo que importa y más en política, parece decir Buckley con su trabajo.
La “Iniciativa de la estatua de Trump” utiliza las figuras para conmemorar sus peores momentos de 2020. Sobre un plinto -que simula ser de mármol- se puede leer, entre otros datos, su nombre y la leyenda “Destructor de los derechos y libertades civiles” junto a su fecha de mandato, que cierra en este año, en los que habrá elecciones presidenciales.
Además, cada obra tiene su propio título y significado. Se encuentran Oda a Putin (Ode to Putin), en la que muestra a un manifestante de Black Lives Matter (BLM) siendo arrastrado a una camioneta sin identificación por oficiales federales; en Algunas propiedades federales que podemos atacar (Some Federal property we can attack) se muestra Trump acusando con su índice a un buzón, haciendo referencia a sus declaraciones contra el sistema postal, mientras un grupo de federales miran con la cabeza torcida, como tratando de entender de qué habla.
También está Solo le deseo el bien, sinceramente (I Just Wish Her Well Frankly), donde aparece en arrodillado, orando, mientras en el frente del banco de iglesia se ve una foto en la que aparece junto a la primera dama, Melania Trump, y Jeffery Epstein y Ghislaine Maxwell. Epstein, financista multimillonario, apreció muerto en su celda en 2019 tras ser detenido por abuso de menores, y si bien aparecen en múltiples fotos juntos, Trump aseguró no tener contacto con él hacía más de 15 años. Maxwell ahora está en custodia por el FBI tras ser acusada de haber facilitado menores para el financista multimillonario y sus amigos. El Her del título de la obra en inglés (ella), claramente, hace referencia a la socialité británica.
Consultada por Infobae Cultura, Natacha Voliakovsky, activista, artista de performance política y directora de Argentina Performance Art, la primera plataforma de investigación sobre el tema, comenta: “No lo considero una performance, es más una intervención urbana que apunta a dar un mensaje, a tener un impacto. Al ser un publicista y al tener este tipo de recursos lo que hace es buscar el mayor impacto posible con su mensaje”.
“Eso acarrea muchísimas cuestiones, porque al estar planteado así permite que muchísima gente lo comprenda. Al estar creado por un publicista, no está planteado como una obra de arte, sino como un elemento que viene a reflexionar con los mismos recurso que está poniendo Trump sobre la mesa, donde él quiere que se hagan monumentos desde una perspectiva imperialista que se nota en su hacer antes de ser presidente, y creo que Buckley está utilizando todos estos recursos y está mostrando cuál debería ser el verdadero monumento que represente lo que está haciendo. Y es una manera de hacer activismo y buscar la reflexión”, agrega.
Otras obras son Ahora vuelve al colegio (Now go back to school) que tiene dos lecturas. La primera relacionada a su reclamo por que se retomen las clases en medio de la pandemia de Covid-19. Y la segunda es la frase esgrimida a sus servicios de inteligencia después de que su informe anual de evaluación de amenazas lo contradijera al concluir que Irán no está tomando medidas para fabricar una bomba nuclear.
En El falso (The Poser) aparece sosteniendo la constitución mientras un manifestante del BLM es golpeado, mientras que El bunker (The Bunker) refiere al momento en que, con la Casa Blanca asediada por manifestantes del BLM, se decidió que acceda a la parte más segura del edificio por temor a que su integridad física corriera riesgos, situación que no sucedió.
“Los mensajes políticos tienen tanta necesidad de ser encarnados, que muchísimas veces llegan a los cuerpos de las personas. Esta iniciativa tiene una performatividad porque hay cuerpos vivientes realizando estas obras pero no está pensando como performance art. Es una distinción importante, utiliza un código performativo, como la intervención urbana y el cuerpo presente, pero no necesariamente está pensado como una obra de performance art”, suma Voliakovsky.
“Muchísimas acciones de performance al ser planteadas por un artista y no un publicista, pasan más desapercibidos y no tiene este nivel de impacto o claridad en el mensaje. Recuerdo la performance que tiene Regina José Galindo, en 2018, en el que ella se metió en una bolsa de cadáveres y todo un grupo de gente convocada llevó su cuerpo por todo Manhattan. Es una acción que generó preguntas dentro de los transeúntes, pero no tuvo esta claridad en el mensaje y hoy tiene muchísima fuerza esa performance. Lo que ahí se genera es una gran diferencia entre un show en el espacio público, como el de Buckley, y una performance art”, agrega Voliakovsky.
En el sitio del movimiento se invita a otros artistas a realizar sus propias puestas para compartir “su punto de vista sobre los momentos más notoriamente egoístas, narcisistas y racistas” del presidente a través de “estatuas heroicas realistas”. Además, se reúnen firmas para que algunas de estas iniciativas se conviertan en “una instalación permanente en el histórico Washington DC”.
¿Quien es Bryan Buckley?
Buckley, ideólogo de la propuesta, es un cineasta, guionista, productor y director de publicidades. Su padre trabajó como director de arte en una pequeña agencia de publicidad regional y más tarde se convirtió en presidente de la escuela de arte de Nueva Inglaterra de Boston, mientras que su madre trabajaba como ejecutiva de promoción en los grandes almacenes Jordan Marsh. Ambos fueron activistas involucrados en los movimientos contra la guerra y los derechos civiles en la década del ’60. De allí comenzó su interés por el activismo político y su instrumentación en el espacio público.
Graduado de la Universidad de Siracusa en la carrera de diseño, donde nunca tomó clases sobre cine, fue dos veces nominado al Oscar por los cortos Sad (2013) y Saria (2019). Es, sin embargo, en su rol como publicista donde se destaca. El “Rey del Super Bowl” ya lleva realizadas 64 piezas, muchas hiper exitosas, en el espacio más cotizado por segundo en el mundo. Esto le valió ser elegido por una encuesta de Adweek, de 2010, como el Director Comercial de la Década y una de las 50 mejores mentes creativas en los últimos 25 años por la revista Creativity.
Esta no es la primera intervención de Buckley en la que libera su mensaje político. A principios de julio realizó proyecciones sobre algunos edificios de Nueva York, donde ahí si, deja poco espacio para la interpretación como Trump juega al golf. Putin maneja a Trump (Trump plays gol. Putim plays Trump) o No habrá independecia hasta que perdamos a nuestro dictador (No Independence til we lose our dictactor), entre otros.
“El objetivo de estas estatuas como el de las proyecciones es llegar a la mayor cantidad de público, ser mediático, distinto a un artista de performance que da un mensaje en un espacio y tiempo específico”, cierra Voliakovsky.
Fotografías: Trump Statue Initiative
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