Hola, ahí.
Rosa Montero dice siempre que no hay nada como la ciencia ficción para hablar del presente y volvió a decirlo una entrevista que publicamos días atrás. Pienso en la cantidad de escritores que a lo largo del tiempo buscaron formas de contar lo real, de representarlo, de dar espesor literario a lo real con diferentes recursos y entonces ya no siento que hablamos de géneros sino de literatura a secas. Trato de pensar también en qué es el realismo, una generalidad que tal vez ya no dice mucho. ¿llamamos realismo al costumbrismo? ¿al realismo socialista? ¿a la novela de tesis? ¿a todo lo que no es vanguardia? ¿a la construcción de personajes de ficción con trasfondo histórico y documentado? ¿a la autobiografía narrada con recursos de ficción? ¿a las novelas ambientadas en el conurbano bonaerense? Podría seguir, pero mejor voy al punto.
La semana pasada tuvimos un nuevo Fuenteovejuna virtual, tan agresivo e innecesario como son siempre los linchamientos. A veces, la “actividad recreativa” de multitudes excitadas en las redes surge de una polémica o un debate interesante y creo que la calificación podría aplicar a este caso. Lo cierto es que en determinado momento -y vaya a saber por qué o por quién- una discusión que debería exhibir un nivel intelectual decoroso se convierte en una competencia salvaje por ver quién pisa más fuerte la cabeza del elegido del día. Y ahí ya está, ya fue, no hay modo de discutir nada ni existe forma del debate que pueda sostenerse porque lo que hay detrás ya no es la voluntad de cambiar un estado de cosas sino un impulso inútil hacia la destrucción.
Mariana Enriquez es la directora del área de Letras del Fondo Nacional de las Artes. Bueno, antes que eso Mariana Enriquez es una escritora talentosa, autora de grandes libros de cuentos y novelas y con reconocimiento acá, en casa, pero también en el mundo. Y ahí volvemos al tema del que les hablaba. “Circunstancias extrañas y excepcionales nos decidieron a organizar un concurso que fomente un género tradicionalmente relegado”, escribió Enriquez en el comunicado del FNA que anunciaba que este año, a diferencia de convocatorias anteriores, el concurso estaría dirigido a tres géneros: ciencia ficción, terror y fantástico. Sí, son los géneros en los que se inscribe la obra de Mariana, quien también escribe sobre rock, es editora de un suplemento cultural y es autora de una biografía de Silvina Ocampo.
El linchamiento comenzó en forma de objeción: “dejan afuera el realismo, dejan afuera la poesía, dejan afuera el feminismo, no quieren que se haga crítica social y política, están en contra de la literatura del yo o testimonial”, fueron y son más o menos los argumentos de quienes se oponen a la decisión. Hubo otro argumento, entre paranoico y triste, que da a entender que la convocatoria llega influida por el mercado y los grandes grupos editoriales. Es raro todo, por un lado se minimiza la categoría de los géneros seleccionados, llamándolos subgéneros incluso, y por otro se cuestiona la supuesta influencia del mercado en la decisión de Enriquez.
Desde quienes se opusieron a la nueva y urgente convocatoria del Fondo surgió la asociación de la frase del comunicado “circunstancias extrañas y excepcionales…” a la pandemia en calidad de escenario. Algo tan elemental como: ya que estamos viviendo un momento especial, qué bueno escribir sobre un momento especial.
Dejando de lado que, si fuera así, podríamos estar confirmando que vivimos una realidad de ciencia ficción -y que Years & Years pasó en apenas unos meses de ser una serie de género a ser realismo puro y duro-, lo cierto es que en la Argentina vivimos un momento especial porque no hay un peso y organizar concursos como los tradicionales del FNA requieren presupuestos hoy imposibles de conseguir: no se trata solo de la plata para los premios, hay que pagar jurados de preselección y de selección para que lean los textos que se presentan habitualmente en todos los géneros. Y esa plata no está. Entonces, la nueva directora dijo: hagamos algo más chico, restringido. Y optó por un espectro (nunca mejor utilizada la palabra) de géneros que conoce bien y que, además, como también señala en el comunicado, tiene profundas raíces en la literatura local. Y entonces surgió un debate que pudo ser interesante pero que por momentos se transformó en un cachivache.
En el mismo comunicado en el que Enriquez mencionaba las “condiciones extrañas y excepcionales” de esta edición del concurso, enumeraba también una lista inobjetable de autores y autoras argentinas que circularon y aún circulan por los géneros de la convocatoria, a modo de recordatorio de que hubo grandes nombres de las letras argentinas que hicieron literatura de género.
En lo personal, creo que quien aclaró las cosas en términos de tradición, quiero decir, quien nos dio clase a todos sobre los géneros en discusión fue Flavia Pittella en esta nota, en la que además dejó una gran frase para remera. Flavia escribió: “En el país que dio La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, uno esperaría más desarrollo”. Está buenísima. Podemos usarla para reemplazar -aunque sea por un tiempo-, “Come en casa Borges”, de paso.
Es curioso, porque si me preguntan diré que no soy lectora de género, de hecho no busco mis lecturas en función de los géneros, sin embargo, cuando veo las listas de autores que armó Flavia en su nota me doy cuenta de que los leí a casi todos y, es más, en muchos casos leí más de un libro de esos autores. Insisto: no voy tras el género, voy tras la literatura. ¿A qué llamamos realismo? ¿A contar lo que pasa y como pasa? ¿A narrar episodios reales, a echar luz literaria sobre hechos objetivos? Juan José Saer experimentaba siempre con eso: la luz sobre lo real, la poesía en la narrativa, los modos de representar los hechos. En una entrevista que le hicieron en 1993 y que se reproduce en la antología compilada por Martín Prieto que se llama Una forma más real que la del mundo, a Saer le preguntan si el realismo es algo que vale la pena, algo que se puede sostener.
”La mayor parte de los escritores que a mí me gustan son realistas, sacando a Kafka. Me gustan Proust, Joyce, Faulkner, Cervantes, Flaubert, que son escritores realistas. Ahora, si nos ponemos a comparar las realidades que nos presentan, ninguno se parece entre sí, son todos diferentes, no hablan de la misma realidad. Lo que es en realidad dudoso es el concepto de realidad. Hay tantas realidades como personas”, es la respuesta.
Real fue la tortura a la que sometieron al periodista Jacobo Timerman, cuando fue secuestrado por la dictadura militar argentina en 1977. En 1981, ya en el exilio al que debió partir luego de ser liberado por presión internacional y lo despojaran de su ciudadanía, escribió en dos semanas un libro que fue bestseller pero que actualmente estaba de alguna manera en el olvido.
Preso sin nombre, celda sin número se leyó mucho en su momento como la gran radiografía de la represión y el terrorismo de Estado que se instaló en la Argentina el 24 de marzo de 1976. En Infobae estamos reproduciendo cada día un capítulo de ese libro feroz, por lo que volví a leerlo. Encontré una vez más el horror en primera persona, los detalles espeluznante de los abusos, la humillación antisemita, todo tal como lo recordaba. Al mismo tiempo, tantos años después, lo que entonces era crónica hoy es historia y documento. Lo que se leía en simultáneo con los hechos hoy refuerza la memoria del terror y también expone el análisis de la realidad política de un periodista brillante, aún si no se coincide en todo con sus observaciones o su mirada sobre los hechos.
Así como recién te decía de qué manera en pocos meses una miniserie (Years & Years) pasó de ser un relato de anticipación inquietante a una realidad de cada día, el libro de Timerman hoy no solo es historia y documento sino que es también literatura. Las obras de arte y los textos pueden cambiar de signo porque lo que cambia con el tiempo o en función de los hechos es la mirada de quien observa o lee.
Preso sin nombre, celda sin número es un libro en el que todavía se lee la denuncia desesperada de un hombre perseguido y torturado pero en el que ahora es posible advertir además una escritura que busca narrar los hechos con precisión pero sin dejar de pensar en la forma, aún en la urgencia. Eso podría ser una novela; hoy podríamos leerlo también como literatura del yo, por qué no.
Me gusta el modo en que estamos presentando a los lectores esta nueva versión: un capítulo por día, una ilustración por día y la menor intervención editorial posible. Las obras que acompañan los textos de Timerman pertenecen a uno de nuestros mayores artistas, Carlos Alonso, él mismo padre de una hija desaparecida durante la última dictadura. Todo el aparato conceptual del aparato represivo está en sus imágenes, que no pueden verse sin reprimir un grito; también están ahí las prácticas más espantosas de aquellos que se creyeron dueños de las vidas de los otros y de su futuro.
Hoy todo es una pesadilla de la historia.
Hasta la próxima.
*Para suscribirte al newsletter de Infobae Cultura, clickeá acá.
SEGUIR LEYENDO: