“La poesía te salva”: Reynaldo Sietecase y una conversación entre el periodismo, las ideas y los versos

El periodista y escritor rosarino publicó “Lengua sucia”, un libro con un poemario inédito del mismo nombre y una selección de toda su obra poética. En esta charla dice que “la poesía es un antídoto contra la estupidez, la propia y la general, las ideas conservadores y la comodidad”

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Entrevista a Reynaldo Sietecase

Una pantalla es una barrera. No siempre, tampoco ahora, porque a los pocos segundos se convierte en otra cosa: la posibilidad de una conversación. Lo que se ve es esto: una biblioteca llena de libros, un Cubo de Rubik, una estatuilla de El beso de Klimt, y delante de esa composición estática, Reynaldo Sietecase. Mejor conocido por su trabajo en la tele y en la radio, aunque también es escritor de novelas —Un crimen argentino, A cuántos hay que matar, No pidas nada—, de cuentos —Pendejos—, de crónicas —El viajero que huye, Bares, No hay tiempo que perder—, de ensayo fotográfico —Desnudos de vidriera— de investigación periodística —Kamikazes— y de poesía. Hoy, acá, en este momento, hablaremos de eso: poesía. Al menos por allí empezamos. Después se verá.

Acaba de publicar Lengua sucia (Lumen, 2020), que contiene un poemario inédito del mismo nombre y una selección de los poemas de sus libros anteriores, desde 1984 hasta hoy. Es el recorrido por la maduración de una vida, pero también de una inteligencia y de una sensibilidad. “Yo rescato esa cosa disruptiva que tiene la poesía, incluso en el propio lenguaje”, dice, dentro del recuadro digital, el autor rosarino nacido en 1962. Y cita de memoria un verso. Pertenece a “El día que me quieras”, tango de Carlos Gardel, cuya letra escribió Alfredo Le Pera: “Y un rayo misterioso hará nido en tu pelo… ¡Mirá qué imagen poética! Todo es posible en la poesía, hasta un rayo misterioso haciendo nido en el pelo de una mujer. La poesía está en todos lados y cuando entra pone todo patas para arriba.

"Lengua sucia" (Lumen, 2020) de
"Lengua sucia" (Lumen, 2020) de Reynaldo Sietecase

Ya en el prólogo hay pistas de lo que podríamos llamar su ideología estética. “La poesía sigue ofreciéndose como un eficaz antídoto contra la estupidez y el autoritarismo”, escribe en el libro y lo sostiene aquí, por supuesto. “La poesía es una necesidad”, dice. “Es un acto de fe en la palabra”, agrega. En Lengua sucia hay deseo, hay desinterés, hay fervor, hay injusticia, hay bronca, hay erotismo, hay nostalgia, hay amor, hay odio, hay vida, hay muerte. A continuación, algunos fragmentos de tres poemas —”Cómo esconder un elefante”, “La calor” y “Realismo”, respectivamente— que integran Lengua sucia:

¿Para qué sirve un elefante?

Es igual a un poeta

No sirve para nada

Inútil de tan gris

Un mamífero sólido

La conciencia del mundo

***

No da para filosofar

Ni para hacer el amor

bajo estas chapas

Habrá que hablar de ciertas cosas

o salir a matar.

***

Les digo la verdad

y me temo que ofendo

A los sensibles

A los que creen

que algo bueno pasará

Pues bien

No.

Reynaldo Sietecase (Foto: Alejandra López)
Reynaldo Sietecase (Foto: Alejandra López)

—Hay un poema, “En red”, donde decís que “la mano es más rápida que el pensamiento” y “se impone el ingenio a la sabiduría”. ¿Cómo ves esa relación entre poesía e internet?

—Hay que reconocer que internet ha sido un aliado tremendo para la poesía. La difusión que tiene la poesía gracias a la web es impresionante, es muy fuerte. Eso te lo comentan en todos lados. En Europa en este momento hay un furor. Hace un año yo fui a presentar una antología que me publicó en España una editorial española. ¿Y por qué? Yo creo que por la llegada por internet. Publicar en España poesía es casi un delirio. Pigmalión me publicó una antología bajo el título Nadie es de nadie y la fui a presentar a España. Y allá hay un entusiasmo con la poesía, sobre todo la gente más joven que utiliza internet de una manera muy habitual, y hay poemas actuados, y encontrás a los poetas leyendo... Bueno, lo que me está pasando a mí es algo impresionante: estoy haciendo vivos de Instagram los martes a la medianoche y los domingos a las ocho de la noche. Llevo diez hechos. Porque como no pude presentar el libro... Lo iba a presentar en la Feria pero finalmente no se hizo. Y como las librerías están cerradas, recién han abierto ahora, se me ocurrió presentarlo en las redes todo el tiempo. Y tengo entre 200 y 300 personas escuchando poesía. Es un formato que lo hago para que dure veinte minutos, no más de eso, leo cuatro poemas, cinco a lo sumo, y hay 200 personas escuchando en el momento. Y después, cuando lo dejo colgado, hay 3 mil, 4 mil reproducciones ¡de poesía! Está bien, mucha gente se acerca porque me tiene ubicado del periodismo. Yo siempre digo que esa es una ventaja y una desventaja que tengo. La ventaja es que mucha gente te conoce y de pronto alguno te compra el libro porque le caés bien y le gusta lo que pensás y de pronto se come un libro de poesía o una novela o va a ver tu literatura porque te aprecia como periodista, pero también yo cargo con el tema de ‘este tipo hace periodismo, hace análisis político, ¿cómo va a escribir poesía?’. De hecho, recién hace tres o cuatro años que me invitan a ferias internacionales, a leer, y yo llevo escribiendo poesía desde los 17 años, con diez libros, y novelas desde el 98, tres novelas, dos libros de cuentos, sin embargo es como que para la lógica de la cultura soy periodista: ‘no jodas’.

Que los medios de comunicación pasen a disputar política abiertamente y que muchos de esos grandes medios estén manejados por gerentes o editores que no son periodistas va complejizando todo

—Hablando de periodismo, ¿qué caracterización hacés, respecto de esta época de redes sociales, pero también de aislamiento, de esta profesión? ¿Qué momento creés que atraviesa?

—Yo tengo una visión muy crítica del periodismo. Hace siete, ocho años que vengo advirtiendo, con lo que yo veo, un proceso de degradación de los productos periodísticos por múltiples razones. Creo que el enfrentamiento entre el gobierno y los grandes medios no es un fenómeno argentino, es mundial. Que los medios de comunicación pasen a disputar política abiertamente y que muchos de esos grandes medios estén manejados por gerentes o editores que no son periodistas va complejizando todo. Y me parece que en esa lógica, casi como de guerra, el más perjudicado es el consumidor de la información, porque en la guerra, como suelen decir los corresponsales de guerra, la primera víctima es la verdad. Y la verdad dejó de ser importante en las comunicaciones. Es más importante cómo afecta al otro, si esa verdad de los hechos te beneficia o no, entonces pasan cosas re locas. De pronto una gran movilización en Plaza de Mayo, que sería tapa de cualquier diario, es tapa según lo que plantean los que se movilizaron, en un diario o en otro. Pasan cosas insólitas. O grandes temas, hay diarios que los ignoran porque afectan al grupo de poder al que adscribe o al que tributa o al que está relacionado. Eso no pasaba antes. No es que quiero que todos publiquen lo mismo, pero vos podés publicar y después hacer una editorial en contra de lo que están planteando los tipos que se movilizaron, pero no obviarlo. Bueno, yo creo que hay un proceso de degradación fuerte. Sumale la precarización laboral: la cantidad de trabajadores de prensa que están mal pagados, eso también hace que se trabaje de peor manera, porque vos les pedís calidad e independencia a los periodistas y muchos están pauperizados. Sobre todo esto estoy armando un libro. Una editorial académica me propuso que haga algo yo, lo replanteé y les dije: déjenme sumar a seis, siete voces muy prestigiosas, intachables, a ver si podemos armar algo que diga que se puede hacer buen periodismo, que no es posible que uno banque el vale todo, que sea lo mismo usar fuentes chequeadas que fuentes no chequeadas, que sea lo mismo manipular que no manipular.

Algunos libros de Reynaldo Sietecase
Algunos libros de Reynaldo Sietecase

—Volviendo a la poesía, en “Los mansos” escribís: “La revolución ahora es un sueño muerto”. ¿Sos pesimista respecto al futuro del mundo?

—Estoy un poco pesimista. En realidad es una visión medio gramsciana. ¿Antonio Gramsci qué planteaba? Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad. Si uno mira alrededor, no podés, si sos inteligente, no ser pesimista, o un poco pesimista. Después está el optimismo de la voluntad, ese que te dice: ‘bueno, pero hay que trabajar para cambiar, esto tiene que cambiar porque es injusto, este nivel de desigualdad insostenible, porque querés otro país para tus hijos, otro mundo más fraterno’. Hay momentos que mirás y decís: ‘¡eso no cambia más, muchachos!’ Y bueno, hay algunos poemas que están impregnados un poco de ese desánimo, pero me lo apuntaron y muy duramente algunos amigos. Algunos amigos me han criticado mucho eso, pero bueno, es lo que salió. Yo no ando regulando esas cosas. En otra época tenía una perspectiva de cambio mucho mejor, mayor. Ahora, insisto, es una especie de pesimismo no paralizante. Yo sigo trabajando para que esto cambie. Aspiro a un mundo más justo. Mantengo mis ideas de izquierda desde que empecé a escribir poesía, que soñaba con algo más justo. Sigo pensando lo mismo, sigo pensando exactamente igual en ese aspecto. Hay un poema que a mí me encanta de Nâzım Hikmet, un poeta turco que estuvo muchos años detenido porque era comunista, y en una de sus salidas de prisión escribió: ‘Pasé como una bala estos diez años de encarcelamiento, pues salvo este mal al hígado, conservo el mismo corazón y el mismo pensamiento’. Y yo me siento identificado: conservo el mismo corazón y el mismo pensamiento que aquel joven de 17, 18 años que pintaba paredes, que repartía sus poemas en los bares. En ese aspecto tengo la misma perspectiva. Ahora, la realidad me dice que todas las opciones de cambio han ido fracasando, se anquilosan. Estamos en un momento de la humanidad donde casi no hay movimientos que planteen el cambio social. Salvo el ecologismo o el feminismo, que van bien de punta contra el sistema, y dicen ‘esto no va más, hay que romper, hay que cambiar’, no tenés movimientos en el mundo que estén planteando el cambio de sistema de manera fuerte. Y eso se impregna también en mi poesía de la última etapa.

Reynaldo Sietecase (Foto: Alejandra López)
Reynaldo Sietecase (Foto: Alejandra López)

—La última: ¿por qué seguir apostando a la poesía?

—Sigo escribiendo poesía porque no lo puedo evitar. Nicanor Parra decía esto: “Para nuestros mayores la poesía era un artículo de lujo, para nosotros es un artículo de primera necesidad. No podemos vivir sin poesía”. Nicanor Parra, en el Manifiesto. Un poema que tiene como cincuenta años. Creo que la poesía en el fondo te salva. La poesía, por lo menos a mí, me salva, me protege, me evita hacer cosas de las que me arrepentiría. La poesía me centra, me ubica. Es como que me da un contenido ético. Porque como tiene un nivel de inutilidad... la poesía es una manera de vivir. Leopoldo Marechal decía que no era una mera función de largar al mundo criaturas poéticas, sino una manera de vivir. Yo creo en eso, de hecho conozco muchos poetas que no escriben, o que escribían y dejaron de hacerlo, sin embargo viven de una manera muy poética. Y yo creo que en algún punto ese poeta que arrastro es el que me rescata, el que me permite siempre estar mirando de otra manera, y por eso se me hace tan indispensable al punto de que sigo publicando poesía, la sigo difundiendo. Yo hace años que en radio, lo hacía en Vorterix a las seis de la mañana y lo hago ahora todos los mediodías, leo un poema. A veces leo prosa, pero en general leo un poema, y la gente lo toma bien. Leo un poema, pongo un disco. Esta semana leí mucha prosa, porque leí el lunes Fontanarrosa, el martes Liliana Bodoc, ayer leí a una rosarina, Zulema Amadei, y hoy leí a Manuel Puig. Pero a las doce paro y leo. Sigo creyendo que la poesía tiene una capacidad transformadora. Por lo pronto le hace muy bien al lenguaje y creo que, insisto, en mí funciona como un antídoto contra la estupidez -incluso contra mi propia estupidez, no digo solamente la estupidez general, siempre arranco con la propia-, contra las ideas conservadores, contra la comodidad.

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