Norah Borges (Buenos Aires, 1901-1998), no se llamaba Norah, ése era el seudónimo de Leonor Fanny Borges Acevedo, quien vivió en Europa entre 1912 y 1921, cuando regresó junto a su hermano -el mayor escritor argentino- y descubrieron que los movimientos artísticos de Buenos Aires estaban lejos de las experiencias transatlánticas. Así fue como Norah y Jorge Luis comenzó a divulgar el ultraísmo en Argentina, el único movimiento literario con raíces en español de la historia.
Fue el autor de “El Aleph” quien le puso Norah y así fue para siempre. “Se que a mi lado hay una gran artista, que ve espontáneamente lo angelical del mundo que nos rodea”, dijo mucho tiempo después, en Milán en 1977. Tenían una relación entrañable. Norah fue una delicada artista visual: pintaba en colores claros, formaba figuras elementales donde sus personajes tenían siempre una expresión neutra, más parecida a la tristeza, o mejor: una existencia nostálgica y conmovida pero también la alegría del color y la vivacidad de la luz. Las técnicas fueron variando con el tiempo, desde el óleo, la acuarela, las témperas y el acrílico hasta el grabado, la xilografía y el tapiz. Fue una artista completa que, además de cuadros, realizó portadas e ilustraciones para libros. No sólo a su hermano, también a Silvina y Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Norah Lange y Julio Cortázar, entre otros.
Su historia de vida es intensa. Luego de una infancia que podría catalogarse como feliz, a la temprana edad de los 13 años partió con su familia a Suiza. Allí la esperaba la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, en ese viaje tomó contacto con las vanguardias estéticas, principalmente el movimiento expresionista. Tuvo como maestros a Maurice Sarkisoff, Ernst Kirchner y Arnaldo Bossi, los cuales le dotaron de técnica y sensibilidad.
Para 1919 se encontraba en Mallorca, España, donde pintó a mujeres campesinas cargando cántaros de agua: eran sus ángeles. Luego, en Sevilla la historia se aceleraría porque conoció al amor de su vida, el escritor y crítico español Guillermo de Torre. Junto con él conoció a Picasso, a Miró, a Unamuno y a García Lorca, para quien diseñó la escenografía de una de sus obras teatrales.
Al volver a Buenos Aires se involucró en el Grupo de Florida. En esa época pintó mucho, ilustró los libros de los escritores más vanguardistas, expuso en diferentes salas. Fue madre de dos hijos, militó como feminista, también como anti-fascista, estuvo presa un mes por antiperonista. Cuentan que la historia comenzó una tarde en la que Norah iba por la calle con su madre, doña Leonor Acevedo, y con Adela Grondona ,cuando se cruzaron con una manifestación peronista. Las tres mujeres empezaron a gritar contra Perón. y un policía se les acercó y les pidió que se contuvieran, pero en vez de hacerle caso, Leonor, la madre, le gritó: ¡Cosaco!, levantó su paraguas y lo sacudió en la cabeza del policía. La anciana quedó detenida en su casa, pero a Norah la mandaron un mes al Buen Pastor, con las prostitutas, según contaba Horacio Salas en una biografía de Borges, el escritor.
“La pintura ha sido inventada para dar alegría al pintor y al espectador. Me gusta que en mis cuadros todo esté quieto y en silencio”, declaró alguna vez con gran humildad, una de sus características más notables, según dicen todos los que la conocieron. Murió el 20 de julio de 1998 a los 97 años. Dejó una obra más que interesante que aún no fue del todo descubierta por la crítica y la cultura más popular, al punto que la mayoría de sus obras -también nuestra belleza del día, una obra de 1945- están en manos privadas.
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