La cuarentena obligatoria comenzó una etapa de apertura, aunque para los espacios de arte todo sigue igual. Ni museos, ni galerías, siquiera los talleres de diferentes espacios podrán abrir sus puertas hasta dentro de un tiempo.
La atención mediática, generalmente, está puesta en lo que sucede en redes sociales, que han sido aliadas en esto de poder seguir en contacto con el público, tratar de generar ventas e incluso en ver cómo trabajan los artistas desde sus hogares. Pero, ¿qué sucede con los talleres?
Ariel Mlynarzewicz (Buenos Aires, 1964) es un reconocido pintor, dibujante y grabador argentino, quien desde 2006 lleva adelante su propio espacio, el Grupo Boedo. En este intercambio vía Whatassap con Infobae Cultura cuenta cómo es la experiencia de dar clases vía Zoom, los desafíos y qué se pierde y gana al no tener contacto directo.
“La experiencia de dar taller por Zoom es muy positiva, no solo por la época que estamos viviendo, sino también porque da la posibilidad de tener un intercambio con los participantes en cada sesión bastante intenso, cosa que en los talleres presenciales por ahí cada uno hace la suya y esa interrelación es diferente muchas veces”.
“En el presencial, cada uno está concentrado en su trabajo y no hay tanto diálogo entre los alumnos, mientras que en Zoom hago que intervengan todos, les pregunto qué les parece, cada vez que presentan un trabajo”, explica quien fuera ganador del Gran Premio de Grabado en el Salón Nacional en 2008 y en 2009 realizó la pintura de la cúpula del hall del Teatro Regio de Buenos Aires.
En ese sentido, comenta que la modalidad consiste en realizar una obra durante la semana y se realiza un intercambio personal vía Whatsapp con cada alumno. Cuando llega el momento de la sesión, muestra cada obra en la pantalla y se realiza una reflexión sobre el trabajo del compañero.
“Las posibilidades técnicas del Zoom me permiten señalar si hubiera algún error o reforzar alguna idea con un marcador con un lápiz. Entonces eso también es súper interesante”, dice.
Mlynarzewicz, quien épocas sin pademia además dirige un taller de modelo vivo en la Sociedad de Amigos del Bellas Artes, armó un dispositivo especial, al que llama “parrilla” para que la cámara -desde un plano cenital- pueda tomar sus manos mientras trabaja en algún boceto para reforzar ideas al grupo.
Como aspecto negativo, el artista asegura que se perdió de ver el momento en que producen, aunque esta modalidad le generó sorpresas: “La respuesta es muy buena, muchos que por ahí durante la semana no trabajaban ahora tienen la obligación de ocupar su tiempo de cuarentena pitando. Es una motivación interesante”.
Por otro lado, relató cómo el taller ayudó a dos alumnos que tuvieron Covid-19: “Tengo algunos alumnos en edad crítica, dos estuvieron internados, a una le dieron el alta este fin de semana. Esta modalidad les dio la posibilidad de que participen de alguna manera, ya sea por Zoom o mandarme algo por Whatsapp”.
“La que estuvo hasta hace poco internada en el Cemic tenía en su teléfono obras que realizó. Es una mujer de más de 80 años. Mandaba pinturas para que las comentemos, y así estuvo conectada con todo el grupo. Los compañeros le mandaron poesías, canciones, eso -nos dijo varias veces- la ayudó muchísimo para reponerse, lo que es una gran satisfacción”.
Una galería atípica
El mundo de las galerías se volcó a la redes. Por supuesto, están las históricas, las que se encuentran en crecimiento y participan de arteBa y/o de ferias internacionales y también, las que recién comienzan y buscan aún su propia identidad en el circuito.
Como mucho se ha escrito sobre las primeras, Infobae Cultura se volcó hacia una pequeña, que aún no cumple ni un año: Media Galería, del barrio porteño de San Cristóbal.
Laura Guindlin (Buenos Aires, 1996), curadora y crítica de arte, lleva adelante este espacio de exhibición e investigación artística, que surgió como una alternativa dentro del circuito artístico tradicional, “para dar visibilidad a artistas y obras que se encontraban en los márgenes y proponer nuevas lógicas de trabajo que combatan algunos conceptos instaurados como la trayectoria y el renombre”.
“En marzo de este año se inauguró la nueva sede y diez días después se decretó la cuarentena obligatoria. Con un local a la calle recién pintado y una agenda anual cancelada, decidimos impulsar una convocatoria titulada “Galeria Vacía”. El objetivo es evidenciar el contexto actual y cómo repercute en el trabajo de artistas y espacios de exhibición tener que cerrar las puertas”, comentó.
La propuesta, justamente, es que la vidriera sea el eje, el centro expositivo per sé y si bien es una muestra limitada a los vecinos y peatones buscan “mantener el espacio físico del proyecto y generar nuevos públicos”.
Medias Galería funcionó en 2019 dentro de un taller textil en La Paternal caracterizado por su pequeño tamaño de 9 metros cuadrados, a partir del cual se originó el nombre. Ahora, habita una antigua fábrica de ventiladores recuperada en Carlos Calvo 2093.
“La convocatoria es pública, gratuita y permanecerá abierta durante el tiempo que dure el aislamiento; la única condición para participar es que las obras se instalen en la vidriera para poder ser vistas desde afuera por los vecinos del barrio”, dice.
Hasta el momento se realizaron cuatro montajes muy diversos entre sí: la santafesina Ariana Beillis realizó su performance ¿Cuánto vacío puede llenar un mueble?, en la que practicaba distintos ejercicios de resistencia con su cuerpo y objetos que lo llevaban al límite; luego llegó Revelaciones, una serie de pinturas de grandes dimensiones y colores brillantes sobre plástico cristal de Martina Mordau.
La tercera fue Ayelén Agüero con Más que una cueva para estar a salvo: un conjunto de fotografías y piezas audiovisuales realizado en colaboración con la galería peruana Tokio.
“Se reproducía un video en loop de paisajes argentinos y algunas fotos se exhibían con una iluminación muy tenue, casi a oscuras. Sólo los espectadores más atentos podían verlas. La última vidriera realizada es una única obra de la artista Lulú Jankilevich: un acolchado con la frase “Un año sin reírse es estar triste” que interpela a todos, dentro y fuera del ámbito artístico”.
Además de esta convocatoria, a raíz de la pandemia, la galería inició una propuesta para generar nuevos coleccionismos accesibles y abrió una tienda online en la que pueden adquirirse obras desde $500 pesos. “La idea es continuar generando ingresos para los artistas en el contexto de crisis sanitaria y económica y también expandir la posibilidad de que más personas puedan comprar arte”.
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