“La vida diaria es algo aburrida”, dijo una vez Antanas Sutkus explicando con unas pocas palabras el fuego de su curiosidad. Frente al movimiento esquemático y predecible del mundo, el arte, y en especial la fotografía, pueden poner la mirada en un punto ya visto mil veces para renovarlo, resignificarlo y transformarlo. Eso hizo siempre este fotógrafo lituano. De eso se trata su obra.
Antanas Sutkus nació en 1939 en Kluoniškiai, distrito de Kaunas, Lituania, uno de los países bálticos. Tuvo su primera cámara siendo muy joven y desde 1968 trabaja como fotógrafo independiente. Con su obra consiguió además divulgar la de varios de sus pares. Con fuerte influencia del francés Henri Cartier-Bresson, Sutkus dijo alguna vez que lo suyo era “un intento por dibujar un retrato psicológico del hombre contemporáneo”. Hombres, mujeres, niños, jóvenes: todo cabe en su obra en medio del amor, la tristeza y la belleza en blanco y negro. Los retratos que les hizo a Jean-Paul Sartre y Simone De Beauvoir durante la visita de la pareja a Lituania en 1965 le dieron trascendencia internacional.
El pueblo lituano tiene una historia muy dura. Durante el siglo XIX, siendo parte del Imperio Ruso, fueron prohibidos los libros, periódicos y la enseñanza en idioma lituano; incluso las autoridades rusas sustituyeron el alfabeto latino del lituano por el alfabeto cirílico.
Durante la Primera Guerra Mundial, Lituania fue ocupada por Alemania. Luego, entre 1918 y 1921 estuvo en guerra contra Polonia, país que se quedó con el 20% de su territorio. En 1940 las tropas de la entonces Unión Soviética ocuparon el país y luego lo convirtieron en la República Socialista Soviética de Lituania. En el 41 llegaron los nazis, que expulsaron al Ejército Rojo y asesinaron a unos 100 mil judíos. Con la caída del nazismo, se restableció el estado socialista y allí entró en una larga meseta, que duró hasta el colapso de la URSS, en 1991.
En ese contexto nació y vivió Sutkus, que estudió periodismo en la Universidad de Vilna, comenzó a tomar fotografías y fundó la Asociación Lituana de Fotógrafos de Arte. Lo que le interesaba era la gente, así, a secas, la cotidianeidad del pueblo, personas realizando sus tareas habituales. Allí encontraba el brillo de la humanidad.
Por entonces, la mayoría de los fotógrafos trabajaba para el gobierno. Su trabajo iba a contramano. También su formación literaria y humanista, ya que leyó con gran atención a Franz Kafka, Jean-Paul Sartre, Ernest Hemingway y Vladimir Nabokov.
La foto titulada Pionero ciego forma parte de una serie titulada Escuela para ciegos de 1962. Los Pioneros eran las organizaciones juveniles que formaban parte de los diferentes partidos comunistas, en este caso el lituano. Al comenzar la escuela primaria los niños solían formar parte de estos movimientos que los educaban en la doctrina socialista. El pañuelo rojo era el símbolo distintivo.
En la foto de Sutkus, el niño pionero es no vidente. Muchos han interpretado esta postal como una metáfora de la ceguera a la que someten a su población los estados socialistas. Lo maravilloso del arte es que la variedad de lecturas e interpretaciones agigantan las obras. Para la historiadora de arte lituana Margarita Matulite, las fotografías de Sutkus son “un poema épico, reunido a partir de fragmentos de la vida cotidiana”.
“Uno tiene que amar a las personas para tomarles fotos”, dijo Sutkus en la inauguración de una de sus muestras titulada Nostalgia para los pies descalzos en 1996, a la que describió como un “homenaje al tiempo de mi infancia. Bienaventurados los años del niño descalzo”. De esa exposición, la fotografía titulada Pionero ciego es, sin dudas, la más imponente, por la belleza conmovedora del retrato.
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