Radiografía coral de la cultura venezolana: virus, confinamiento y una crisis que se profundiza

Arte, libros, teatro, cine y música. Infobae Cultura dialogó con referentes de diferentes áreas para conocer sus estrategias para sortear los efectos del Covid-19 y la cuarentena, cuando les es posible. Además, expertos recuerdan cómo en el pasado otras crisis sanitarias se tradujeron en producciones artísticas

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En la novela Casas muertas de Miguel Otero Silva una epidemia carcome un pequeño pueblo de la provincia venezolana. Las casas son vestigios de una promesa que no llegó, el tiempo se detuvo en el lugar, y algunos solo quieren huir a mejores posibilidades, que también son incertidumbre. Un escenario fácil de asociar a un país afectado en muchos ámbitos, y al que se le suma ahora la pandemia por el Covid-19, que ha trastocado aún más a distintos sectores del país, entre ellos el cultural, cuyos miembros buscan cómo enfrentar los retos que imponen el confinamiento, además de la crisis de los servicios.

El número de infectados se ha incrementado en las semanas recientes. De 143 en marzo a 190 en abril. En mayo la cifra fue de 1.177 y en junio han sido más de 2.600. El virus es un acontecimiento trascendente que sin dudas determinará buena parte de la creación de obras venideras, pero también insta a la discusión sobre la pertinencia de mantener modelos de gestión. Infobae Cultura dialogó con distintos referentes culturales para conocer desde sus estrategias hoy a cómo ven el futuro.

Las redes sociales se han convertido en un espacio para mantener el contacto con el público, establecer dinámicas con una audiencia que ha encontrado en el arte una acertada distensión. Músicos, escritores, dramaturgos, actores, cineastas y centros culturales se han valido de estos medios, especialmente Instagram, para realizar breves conciertos en línea, declamaciones, foros o talleres.

El Trasnocho Cultural antes de
El Trasnocho Cultural antes de la pandemia era uno de los centros más concurridos de Caracas (Gentileza Rafael Barazarte)

El Trasnocho Cultural decidió subir a su página web algunas obras de teatro que han sido éxito de taquilla como Sangre en el diván, La señora Ímber o Los hombros de América, así como piezas infantiles como Clarita y Pancho. También ofrecen foros sobre películas que han sido estrenadas años atrás, como Melancolía de Lars von Trier. Cada boleto para ver las piezas teatrales tiene un costo de 3 dólares o su equivalente en bolívares.

La directora del centro, la cineasta Solveig Hoogesteijn, cuenta: “Hablé con toda mi gente para decirles que era necesario salir en una plataforma web. Nosotros lanzamos esta modalidad el viernes 15 de mayo en la mañana. El domingo teníamos más de 30.000 visitantes a la página. Es muy interesante porque nos estamos internacionalizando. Para este momento, 11% de la audiencia viene de Estados Unidos, 6% de España, 6% de Chile y casi 3% de Colombia”, cuenta la realizadora, que dispuso en la plataforma su película Maroa, que se puede ver sin costo.

“El pequeño Trasnocho Cultural tiene que sobrevivir con más de 40 empleados,y tuve la dolorosa experiencia de despedir a muchos de nuestros guías. Si bien, tenía una previsión económica por razones propias de la situación política y social, no esperaba esta cuarentena. Éramos en la plantilla 45 personas, una cifra que aumentaba a 60 al incluir al personal de limpieza y seguridad. Tuve que despedir a aproximadamente a 23 jóvenes”, indica la gestora cultural. El centro cultural tiene 4 salas de cine que proyectan películas de autor, dos salas para teatro, sala de exposiciones, además de venta de artesanías, una librería, una tienda de bombones de cacao venezolano, dos restaurantes, una sala de yoga y una discotienda.

José Tomás Angola (Twitter: @jtangolaheredia)
José Tomás Angola (Twitter: @jtangolaheredia)

Ahora bien, el dramaturgo y director teatral José Tomás Angola, entiende la necesidad de permanecer. “Es un acto de supervivencia, pero tengo mis diferencias. Aunque lo he hecho, no es teatro todo lo que se está haciendo en las plataformas online. El teatro necesita del público, que es tan importante para el actor. Haremos cine o televisión, pero no teatro. Además, nuestro Internet es una porquería. Si estuviéramos en Estados Unidos o Inglaterra, podría inventar, pero acá, no, y menos encerrados, con esta presión social, económica y política. Así no es fácil trabajar con criterio de arte”.

Incluso si hay flexibilización que dé cabida al arte y la cultura, José Tomás Angola no es entusiasta. “Las salas serán lugares aterradores, donde el sonido de alguien tosiendo será espeluznante, algo que era totalmente normal. ¿Y cómo haces con una escena de Romeo y Julieta en la que dos actores tienen que besarse? ¿Vas a pedir certificado de sanidad? No es ser pesimista, sino realista”.

Considera, eso sí, que primero habrá que explorar la posibilidad de lugares abiertos. Pero no lo ve fácil, por lo menos no para este año. Además, prevé posible un nuevo período de escasez de gasolina. “No hay que engañarse, nada se está recuperando. No hay fórmula mágica para solucionar lo que está pasando. ¿Cómo le vas a pedir que la gente gaste gasolina para ir a un teatro en vez de usarla para ir al mercado?”.

El cantante Asier Cazalis en
El cantante Asier Cazalis en uno de los conciertos durante la cuarentena (Gentileza Vanessa Gomez)

En la música son varios artistas que han aprovechado Instagram o Youtube para transmitir o grabar conciertos desde casa. La empresa privada también ha apostado por otras experiencias. Pepsi, por ejemplo, en mayo llevó a urbanizaciones de dos municipios caraqueños a la banda de rock Caramelos de Cianuro, una de las más populares del país. Sobre un camión, los músicos interpretaron sus canciones mientras la gente veía desde los balcones.

“Fue una experiencia muy bonita y emotiva. Nos hubiese gustado ir al oeste de Caracas, de donde somos, pero por los momentos estamos en stand by”, cuenta el cantante Asier Cazalis en referencia al incremento de los casos de infectados en el país. Sabe de las iniciativas de colegas a través de la web, pero es cauteloso: “Las opciones online son limitadas. Creo que la gente está saturada de esa estética, que será el signo de nuestros tiempo, una puesta en escena claustrofóbica. Cada quien en su casa con una pantallita con una pared al fondo. Cada quien tiene distintas ópticas, y lo que trabajamos en el sector creativo debemos aprovechar para crear”, añade.

Caramelos de Cianuro tenía más de 45 fechas en distintos países para realizar conciertos. Solo pudieron cumplir con 5 antes de la cuarentena. “Tratamos de ver el vaso medio lleno. Estamos en proceso de grabar un disco, y siempre en las giras nos quejamos por no tener suficiente tiempo para grabar. Entonces buscamos siempre un momento para hacerlo,y no siempre de la manera ideal, porque además, cuando estás en un tour, sueles estar cansado”.

La Librería El Buscón impulsa
La Librería El Buscón impulsa el envío a domicilio de las obras que ofrece (Gentileza Librería El Buscón)

En mayo se difundió por redes una noticia que fue celebrada por los lectores: la librería El Buscón, ubicada en el Trasnocho Cultural, empezó enviar a domicilio. “Después de un desconcierto inicial planetario, nos percatamos de los muchos compromisos con el personal de la librería, el alquiler y los servicios. Debíamos tener una respuesta rápida”, detalla Katyna Henríquez Consalvi, la gerente de la librería, quien tuvo que diseñar una estrategia de entrega para la búsqueda y entrega de los libros en un contexto en el que también empezó a escasear la gasolina. Agrega: “La respuesta ha sido positiva y hemos logrado juntar fondos para mantenernos”.

Subraya que hubo también una buena respuesta a esta iniciativa después de la salida de DirecTv de Venezuela, empresa de televisión por suscripción que dejó de operar en mayo en el país. La compañía, perteneciente a la multinacional AT&T, cesó transmisiones debido a la imposibilidad de sacar de su parrilla a dos canales venezolanos sancionados por el gobierno de Estados Unidos, que los vincula a corrupción.

El crítico y profesor universitario Carlos Sandoval recuerda que antes de la pandemia, el sector editorial en Venezuela estaba bastante afectado, y ahora con la epidemia no sabe cómo se hará para enfrentar los retos, especialmente porque está seguro de que la cultura no será una prioridad para muchos.

El crítico y profesor universitario
El crítico y profesor universitario Carlos Sandoval (Youtube)

“Cuando se levante la cuarentena y no haya riesgo de contagio, los problemas de antes continuarán. El mundo del libro tenía problemas desde hace por lo menos tres años. Eso no quiere decir que la gente no siga escribiendo. ¿Pero dime dónde diablos van a publicar el libro? Tampoco tenemos mucha posibilidad de pensar en el mundo electrónico. Hay gente que busca esa vía, pero no creo que el lector común tenga la disciplina ni la paciencia de leer libros electrónicos. Además, el acceso a Internet es malo. Tampoco tenemos cómo comprar el Kindle o el dispositivo apropiado”, dice en un país que está en el puesto 139 del índice global de velocidad de internet, según datos publicados en 2019 por Speedtest, y en el que han dejado de operar sellos masivos como Planeta o Alfaguara.

Gráficas Lauki es una de las imprentas más solicitadas en el país. En marzo cesó sus operaciones por la cuarentena, y a finales de abril abrió sus puertas bajo ciertas medidas de seguridad e higiene entre sus trabajadores. Durante la pausa, hubo clientes que requerían de los servicios de la empresa.

Miguel Pérez Carreño, gerente administrador, comenta que el negocio ha tenido que enfrentarse al mundo digital y a la partida de las editoriales trasnacionales. Sin embargo, entre 2018 y 2019 aumentaron las ventas aproximadamente en 17% debido a la dolarización de facto de la economía en el país, que favoreció las transacciones en un país con una moneda local que se devalúa cada día. “Claro, en unidades producidas no se incrementó en ese porcentaje”, precisa antes de recordar que actualmente un título puede tener en promedio 1.000 ejemplares, cuando anteriormente podían ser mínimo 3.000. “Si en 2013 hacíamos 20 títulos al mes ahora pueden ser 3”, acota sobre el contexto al que se le suma los efectos de la pandemia en un país afectado anteriormente por la hiperinflación.

Los autos están estacionados mientras
Los autos están estacionados mientras la película "The Call of the Wild" se proyecta en un cine drive-in en medio del brote de la enfermedad del coronavirus continúa en Caracas (REUTERS / Manaure Quintero)

Por su parte, el sector del cine se prepara para el regreso. Empresas de exhibición como Cinex desarrollan un proyecto de autocines, esa modalidad de ver películas que para las nuevas generaciones tan solo es un cuento de familia en tertulias sobre los viejos tiempos.

La compañía prevé comenzar en Caracas en los espacios de la Universidad Metropolitana y del Hotel Tamanaco. Sin embargo, apenas la empresa anunció que el costo del boleto por automóvil será entre 35 y 45 dólares, en redes sociales hubo varios cuestionamientos. Hay otras iniciativas que preparan su oferta de exhibir películas para ver desde el carro, como Autocine Caracas.

Del otro lado, en la competencia, Alberto Carrasquero, vicepresidente de operaciones de Cines Unidos, cuenta que no han parado de trabajar, especialmente en los planes para el regreso. “La idea es trabajar en el distanciamiento social, nuevos protocolos de limpieza, para las personas se sientan en un lugar limpio. Vamos a garantizar que en la distribución que se hará en cada sala sea de hasta 5 metros de distancia. Calculamos que una vez podamos abrir, tengamos un aforo de aproximadamente 30% en comparación a la capacidad de cada sala. Todo dependerá de lo que digan los entes reguladores”, comenta el ejecutivo, quien recuerda que también hay dependencia de otras decisiones, como la operatividad de las distribuidoras de películas y los centros comerciales.

Cines Unidos es una de
Cines Unidos es una de las exhibidoras más concurridas de Venezuela (Gentileza Tulia Monsalve)

También tienen previsto que haya menos funciones por día, para que haya mayor tiempo entre proyecciones y así garantizar menos circulación de personas en los espacios de espera. En promedio, habría entre 2 y 3 funciones, dependiendo del día. “A pesar de que tendremos menos funciones y butacas, no esperamos una caída grande con respecto al número de espectadores que teníamos previsto. En ese aspecto, los ingresos no deberían afectar mucho”, asevera.

Hace alusión a la caída continua que desde 2016 ha habido en Venezuela en el número de entradas vendidas en los cines. Entre 2011 y 2015 hubo un promedio 30 millones de tickets cada año, pero ha mermado para sumar en 2019 un total de 11.694.520.

Claudia Lepage, productora ejecutiva en Tres Cinematografía, afirma que recientemente la compañía presentó un protocolo de higiene y seguridad para tomar en cuenta al momento de retomar los rodajes durante la epidemia. Entre las recomendaciones que tiene el manual está el uso de máscaras protectoras transparentes, tapabocas y guantes, así como la desinfección del lugar así como de los equipos para usar en el set, evitar la aglomeración de personal. En la página web de la productora se puede descargar.

Imagen de uno de los
Imagen de uno de los rodajes realizados en Venezuela antes de la pandemia (Gentileza Tres Cinematografía)

“No sabemos cuánto tiempo viviremos con la pandemia, y en Venezuela tenemos mayores dificultades. Este protocolo implica cambios en los procedimientos y presupuestos, como por ejemplo, tener a alguien que vele que las normas se cumplan. A eso hay que sumarle el tema del combustible, que espero sea coyuntural”, indica Lepage, quien recuerda que hay propuestas de exhibición de películas venezolanas a través de plataformas digitales, así como la realización del certámenes cinematográficos en línea.

Entre esas iniciativas de video on demand, está Clickacine con 24 películas venezolanas, estrenadas entre 2014 y 2020. También habrá filmes extranjeros. El cineasta Carlos Malavés es uno de los impulsores de este proyecto, que surgió a principios de año.

El Festival Nacional e Internacional de Cortometrajes Manuel Trujillo Durán se hará en julio de forma online, modalidad en la que se llevará a cabo también el Festival del Cine Venezolano en septiembre. Con pantallas móviles, Gran Cine ha exhibido películas en urbanizaciones para que sean vistas desde el balcón, y en medio de la cuarenta, varios cineastas venezolanos han liberado algunas de sus películas para que puedan ser vistas sin costos a través de Youtube o Vimeo.

Exposición de María Niño en
Exposición de María Niño en Galería Abra (Gentileza Galería Abra)

Ahora bien, hay sectores en los que todavía hay incertidumbre. Luis Romero, codirector de la galería Abra de Caracas, lamenta que estos centros no tengan ningún tipo de sistema u organización que los agrupe y que en bloque generen un apoyo mutuo, además de que son centros sin ningún apoyo del Estado. “Nuestro trabajo principalmente es hacer exposiciones y promocionar las obras de artistas venezolanos. Lo hacemos en nuestro espacio aquí en Caracas y cuando se da la oportunidad en ferias internacionales. Ninguna de estas líneas de trabajo es viable en estos momentos; y eso, además del hecho evidente de que nuestra actividad no se puede realizar afecta seriamente no sólo nuestra situación económica y sino la de las personas que trabajan con nosotros”.

Romero toca un punto que también es tema de debate para el director teatral José Tomás Angola, quien considera como problema la ausencia de una pertenencia como gremio. “Siempre se manejó todo como grupúsculos pendientes de los espacios de repartición, rebatiñas tontas que han hecho mucho daño. Ahora que necesitamos una fuerza monolítica para dar una respuesta, no la tenemos”. Sin embargo, Angola apunta también sus preocupaciones a otro grupo de personas: “Los artistas seguirán creando a pesar de las circunstancias. Preocupante es la situación de las personas que están alrededor de uno, como los técnicos, los escenógrafos, los productores. Todos ellos están viendo cómo sobrevivir”.

Reinventarse para vivir. Miosothis Pineda es actriz, productora de campo y de arte, además de diseñadora de iluminación. Justo antes de la cuarentena trabajó en la producción de Carmina Burana en la Concha Acústica de Bello Monte, uno de los escenarios más emblemáticos de Caracas. “Ha sido muy duro. Al principio tuve al apoyo de mis jefes, que me adelantó pagos que obviamente luego debo trabajar. Ahora, con una amiga, decidí vender las roscas glaseadas que ella hace. Desarrollamos la marca, que es Rosqui Cookie, y tenemos delivery. No me da tantas ganancias, pero ayuda para comprar algo de comida”, cuenta la productora, que antes de la pandemia solía pautar entre 4 y 6 eventos al mes.

Miosothis Pineda  (Gentileza Miosothis
Miosothis Pineda (Gentileza Miosothis Pineda)

Jhon Aranaga es una de las personas más populares tras bastidores en conciertos. Mejor conocido como Cucaracho, es director técnico de bandas, además de técnico de guitarra y en ocasiones manager: “Tenía trabajos pendientes, pero primero es la salud. Lo lógico es parar. Tenemos una responsabilidad ante el mundo por nuestra salud y la del público. Para subsistir, mi pareja y yo nos reinventamos. Menos mal que ella es chef, y estamos vendiendo comida. Decidimos invertir en esto cuando vimos que se extendería”.

Jonathan Loaiza es el fundador de Kluster Media, dedicada a la producción y postproducción de contenidos audiovisuales. Durante el confinamiento se ha dedicado la edición de grabaciones que músicos han hecho para transmitir en redes sociales, así como soporte para dar clases en línea. Loaiza, como freelance, también realiza trabajos para clientes en el exterior: “Tengo clientes relacionados con agencias de publicidad a quienes ayudo a promover contenido en la web. Esa es la otra entrada de dinero, porque en el país casi está paralizado”.

El crítico Carlos Sandoval recuerda que en la narrativa venezolana desde el siglo XIX, como en todas las literaturas, los hechos trascendentes generan una respuesta simbólica por parte de los autores. Ocurrió con la Independencia, la Guerra Federal, la dictadura de Juan Vicente Gómez, el régimen de Marcos Pérez Jiménez, así como El Caracazo o la tragedia de Vargas. “Con el coronavirus veremos obras. No sé si de calidad o no. Pero sin dudas este tipo de fenómenos impactan la sociedad y el imaginario”.

Jonathan Loaiza, fundador de Kluster
Jonathan Loaiza, fundador de Kluster Media (Gentileza Jonathan Loaiza)

Para José Tomás Angola es todavía muy pronto hablar de obras que se inspiren en estos momentos. “Por lo menos en teatro, necesito la resonancia, el eco. Desde el grito, sale otro grito. Hay que digerir antes de escribir sobre lo que se está viviendo porque es complejo. Además, pareciera que ahora las artes son sucedáneas del periodismo, en las que se quieren hacer cosas como la crónica. El teatro no es la realidad, sino una metaforización de la realidad. Pero todo esto es una posición personal”

La enfermedad en el arte. Como dice Carlos Sandoval, los hechos trascendentes han influido en la creación de los artistas venezolanos. En el caso de la literatura, el profesor universitario recuerda que a finales del siglo XIX, hubo interés por ventilar asuntos relacionados con la situación sociopolítica del país.

“Muchos narradores tomaron el tema de las enfermedades y la insalubridad. Recuerdo al modernista Manuel Díaz Rodríguez, quien, en uno de sus relatos del libro Cuentos de color, llamado El cuento gris, narra la muerte de un niño por la insalubridad. En los primeros años del siglo XX, antes de la Gripe Española de 1918, hay una importante cantidad de obras sobre lo poco sano que era el ambiente venezolano. También hay otros ejemplos de años después. En el cuento de 1947 El hombre y su verde caballo, de Antonio Márquez Salas, el indio Genaro le cortan la pierna porque está agusanada y no lo trataron bien”, señala el docente, quien también menciona la novela Oficio de difuntos de Arturo Uslar Pietri, de 1976, que en parte menciona el acontecer durante la epidemia de 1918.

El crítico recuerda que incluso más recientemente, cuando apareció el sida en los ochenta, hay una novela sobre el tema llamada Jeremías, el replicante, de José Vicente de Santis. Otra obra que vale la pena recordar es el poema El limonero del señor, de Andrés Eloy Blanco, alusivo al Nazareno de San Pablo, a quien se le atribuye la cura de los enfermos por la peste en Caracas en el siglo XVII.

En el cine, hay referencias recientes, quizá la más simbólica es Infección, de Flavio Pedota, que se iba a estrenar el año pasado en el país, sobre una epidemia zombi que servía como metáfora de la revolución. Sin embargo, el crítico Rodolfo Izaguirre trae a colación Los milagros de la Divina Pastora (1928), de Amabilis Cordero. “La historia es sobre una peste en Barquisimeto. El cura del pueblo ofrece su vida para que la peste se acaba. Y así ocurre”.

En las artes plásticas, Luis Romero destaca ejemplos muy puntuales como Arturo Michelena y su obra El niño enfermo, de 1886, o la pintura de Cristóbal Rojas La primera y última comunión de 1888. “En el siglo XX podemos citar la pintura de César Rengifo El niño enfermo de 1937. Luego, en 1982, Roberto Obregón realiza la disección y collage de una rosa con características particulares que deviene en su gran obra La rosa enferma de 1993, que es un tributo a los fallecidos anónimos por el sida en África”.

"El niño enfermo", de Arturo
"El niño enfermo", de Arturo Michelena

Eleazar Torres, musicólogo y profesor en la Escuela de Artes de la UCV, tiene entre sus referencias a José Ángel Lamas y el Popule Meus, escrita en 1801. “Una época que se caracterizó por hambrunas y miserias, convulsiones políticas y económicas. Se dice que él compuso la obra como un clamor a Dios para implorar perdón ante la actitud del hombre”.

De finales del siglo XIX cita a Ramón Delgado Palacios, que estuvo enamorado de una de sus alumnas. “Cercano a la muerte, por la enfermedad, compuso una obra llamada Luna de miel, que le dedicó a esta muchacha”.

José Antonio Calcaño, en su libro La ciudad y su música, escribió sobre Oda a la vacuna, de Andrés Bello, alusiva a la llegada a Venezuela de la vacuna para acabar con la epidemia de viruela que afectaba a la población a principios del siglo XIX.

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