Una década atrás, siguiendo el ejemplo de Borges, que supo ver con lucidez que no había razón para dividir la literatura en central y periférica sino que la literatura toda era un mismo lienzo conformado por infinitos retazos, el Festival Puerto de Ideas inauguró en Valparaíso, Chile, un lugar de encuentro en donde los desafíos más urgentes del pensamiento y la creatividad podían gestar diálogos que llegaran a todos los confines del planeta.
Cada noviembre, entonces, creadores, investigadores e intelectuales invitaban a la comunidad a reflexionar de forma activa en sus propuestas culturales, políticas, científicas. Más de 400 conferencistas pasaron por esta ciudad-puerto y disertaron ante casi 200.000 personas. En este 2020 de la pandemia, Puerto de Ideas festeja sus primeros diez años de vida, y los números redondos invitan a la celebración y la memoria. Pero, en lugar de presentar un resumen ejecutivo o un compendio de las participaciones más salientes de estos años, el Festival propuso seguir pensando el presente.
Así prepararon Puerto de Ideas de la A a la Z, un libro coral en torno al abecedario y las palabras: un diccionario dispuesto a aceptar nuevas acepciones e interpretaciones en el que científicos, directores de teatro, historiadores, escritores, filósofos, elaboraran un concepto y recuperaran así la necesaria condición comunitaria de la cultura ya que, en palabras de su directora Chantal Signorio, “sin las audiencias y los espectadores, no existe, se desvanece”.
Con la edición a cargo de Leila Guerriero, Puerto de Ideas de la A a la Z comienza con un bellísimo prólogo del escritor mexicano Juan Villoro y sigue con veintinueve breves ensayos de grandes pensadores chilenos contemporáneos. Vale la pena hacer la lista de invitados in extenso: Raúl Zurita, Rafael Gumucio, Pablo Simonetti, Agustín Squella, Lina Meruane, Sonia Montecino, María Teresa Ruiz, Adriana Valdés, Patricio Fernández, Nona Fernández, María José Ferrada, Valeria Sarmiento, Sebastián Errázuriz, Nancy Yáñez, Claudia Campaña, Elicura Chihuailaf, Andrea Jeftanovic, Andrés Claro, Álvaro Viguera, Olaya Sanfuentes, Óscar Contardo, Francisco Mouat, Eugenio Dittborn, Alejandra Costamagna, Rafael Sagredo, Pablo Chiuminatto, Carlos Peña, Constanza Michelson y Cristián Warnken.
Así habla Raúl Zurita, con clarividencia poética, de Activismo: “Arrasados en un mundo que quiere permanentemente imponernos significados únicos, donde ciertas palabras momentáneamente elevadas a los altares, como lo son ahora las palabras democracia, orden, estallido, y la palabra activismo (con toda su carga esperanzadora para muchos y aterrorizante para otros), se van tomando sucesivamente los escenarios, ellas nos traen el recuerdo de un significado transversal que cruzando todas las lenguas, vocablos e idiomas, nos muestra que si la palabra activismo tiene un sentido es solo por la mayor o menor cercanía que pueda tener con otra palabra que es tal vez la única que no requiere de las demás para significarse: la palabra amor. Maiakovski vio la barca del amor estrellarse contra lo que llamó ‘los escollos de la vida cotidiana’, y luego se mató. Todas las palabras pueden matar, incluso esa, pero también la palabra suicidio tiene distintos significados: morir de amor o morir por amor. Es el único activismo que para mí cuenta”.
Así habla Rafael Gumucio de la Belleza: “Gracias a Marilyn [Monroe] sabemos, para empezar, dos cosas: que la belleza mata y que por ella daríamos la vida. El arte, el pensamiento, la ética, la religión tienen como fin cercar ese objeto, disminuir ese poder para usarlo con el mismo cuidado y diligencia con que los primitivos aprendieron a usar el fuego sin quemar todas las praderas cada vez que encendían una fogata. No en vano, a la hora de definirla o explicarla, filósofos tan hábiles como Platón, Kant o Spinoza naufragan en la imprecisión, la vaguedad o la simple impotencia. La belleza es algo que no pueden negar, pero desbarata todos sus planes de paz universal y razón razonable. La belleza tuvo la culpa de la guerra de Troya, pero también es culpable de la Ilíada y la Odisea. La belleza separa a los hombres, pero sin ella ¿para qué, para quién hablar? ¿Es la belleza la guerra que emprendemos por ella y la paz con convertimos la guerra en poema?”.
Así habla Nona Fernández de la Imaginación: “La imaginación ha sido una de las herramientas más importantes en el desarrollo de la humanidad. Con ella inventamos el fuego y la rueda, las armas de caza, los instrumentos para guardar el agua y las semillas. Un día levantamos la vista, miramos las estrellas e imaginamos héroes y animales. Después, conectamos esas luces lejanas dibujando con ellas diversas formas e imaginamos historias que han atravesado los siglos a través del lenguaje, que también inventamos, y que, usando la imaginación, logramos tatuar en hojas de bambú, en papiros, en papel”.
Así habla Alejandra Costamagna del Universo: “Como en un destello aparece en tus pensamientos la figura de Georges Perec, que en su libro Lo infraordinario pone el ojo en aquello que ocurre cada día, en las cosas que de tan vistas dejamos de atender. ‘Describa su calle. Describa otra. Compare’, invita Perec. Y va más lejos: ‘Haga el inventario de sus bolsillos, de su bolso. Interróguese acerca del origen, el uso y el futuro de los objetos que saca de ahí. Interrogue a sus cucharitas’. Poner en juicio lo habitual: concluyes que eso te pide Perec”.
Puerto de Ideas de la A a la Z está colmado de textos, si cabe la palabra —y sí: cabe—, bellísimos.
Desde aquí se puede descargar el libro en formato pdf.
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