Delivery de libros, el “caballito de batalla” de las librerías durante la pandemia

Con el endurecimiento de las medidas de distanciamiento y aislamiento social para evitar la propagación del Covid-19, los libros sólo pueden venderse por entregas puerta a puerta. ¿Cómo viven los libreros este nuevo escenario, similar al del inicio de la cuarentena?

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(Reuters / Eric Gaillard)
(Reuters / Eric Gaillard)

Cuando ya no quede nada, un libro lo explicará todo. ¿Quién lo leerá? ¿Quién lo entregará? Ahora, cuando ya pasaron más de cien días de cuarentena y regresamos a una modalidad estricta de aislamiento, los libreros atienden el teléfono, reciben mails y mensajes en las redes sociales con pedidos de libros. Anotan, buscan, empaquetan y mandan. Muchos veces van ellos mismos en bici a los que están cerca, en auto a los más lejanos. Como dealeres de literatura, hacen las entregas como quien cumple con un deber moral. Así, el delivery se ha convertido en el “caballito de batalla” de las librerías para sostener su negocio y abastecer lectores.

En Santos Lugares, partido de Tres de Febrero, Martin Libros lleva treinta años. “Hicimos en su momento un gran ahorro y pudimos comprar el local. Trabajamos mi señora y yo nomás. Quizás necesitaríamos más gente, pero son tiempos duros”, le cuenta Leandro Martin a Infobae Cultura. “Desde que se habilitó el delivery hace ya casi dos meses, trabajamos vía WhatsApp y redes sociales y nos movemos bastante. Tenemos un auto económico y eso nos permite ir hasta Devoto, Loma Hermosa, toda esa franja. Todos los días tenemos nuestros veintipico de pedidos, que para una librería de barrio está bueno”.

Las librerías son un eslabón de la larga cadena que es la industria editorial. Antes vienen los escritores, por supuesto, pero también las editoriales y distribuidoras que son las que proveen el producto. “Vivimos comprando para estar abastecidos, porque uno de los grandes problemas es que las editoriales y distribuidores se ven afectados. Pero bueno, el tema es reinventarse, usar un poco la cabeza y salir adelante. De nada sirve estar llorando. Hay que mantener una familia. Nos gustaría estar mejor, pero bueno, hay gente que la está pasando muy mal; hay que ser solidarios”, comenta Martin, optimista, agradecido.

En la Ciudad de Buenos Aires hay mucha más oferta, aunque quizás pocas librerías tengan tantos libros y hagan entregas tan rápidas como Eterna Cadencia, que se ubica en Palermo, una zona llena de oficinas y ahora es un desierto. Pablo Braun, su dueño, habló con Infobae Cultura: “Seguimos con el delivery y laburando bastante, por suerte. Con todas las complicaciones, ahora se suma que no puede viajar la gente, pero bueno, estamos llevándola como se puede, y estamos contentos del privilegio que tenemos como rubro de poder operar. Estamos vendiendo por Mercado Libre, por WhatsApp, por mail. Hay que seguir adelante”.

(Shutterstock)
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Con la pandemia llegó el aislamiento y de alguna forma se desnudaron las dificultades que ya existían en el sector. La economía, ya en picada en los últimos cinco años, empezó a tocar fondo. De golpe, y más que antes, había que sobrevivir. Por un lado, la editorial Godot creó un micrositio que nuclea a todas las librerías del país que hacen delivery; también lo hizo la Feria del Libro. Por otro lado, el Grupo Planeta hizo una alianza con Mercado Libre que “puentea” a las librerías. ¿Cómo se sale de esta encrucijada? Por el momento, la creación del Instituto Argentino del Libro Argentino podría ser el puntapié inicial para pensar en políticas públicas.

En cuanto a cómo se modificaron las ventas con la cuarentena, Florencia Esteva de La pieza libros y arte de San Isidro cuenta que venden a “lectores que te llaman y te piden tres o cuatros libros para abastecerse. Piden recomendación y se entregan a lo que les sugerís. En general funciona muy bien porque si ese lector queda contento es un cliente fiel. En eso, es una buena oportunidad para las librerías, porque normalmente hay una venta más de goteo, aunque de todos modos la venta es muchísimo menor”, dice y agrega: “Hacer delivery, verle la cara al cliente lector, es una experiencia linda. Habrá que hacer números después y ver cómo resulta”.

Como también señaló Martin, para esta librera de San isidro “una de las grandes dificultades de la cuarentena es abastecerse de libros: ir a las distribuidoras y a las editoriales a buscarlos. Esto yo lo solucioné haciendo alianzas con librerías. El libro que no tenga se lo pido a una librería amiga y después se lo repongo, y así nos ayudamos mutuamente. Por otro lado, acá tengo funcionando tres talleres de lectura por Zoom y Hangout. Ya tenía, pero ahora se sumó mucha más gente. Muchas veces convocamos a escritores para que conversen con los alumnos, que leen con voracidad. Eso vino muy bien porque esos lectores compran los libros en la librería”.

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En La Plata la librería Malisia tiene las puertas cerradas al público, pero adentro sus libreros envuelven libros. No venían trabajando con deliverys antes de la cuarentena, pero la necesidad los empujó a hacerlo. “Salimos a repartir en bici a los lugares cercanos y en auto a los que están más lejos —cuenta Agustín Arzac—. Fue todo nuevo porque tuvimos que aceitar el vínculo con nuestros clientes a través de las redes, estar mucho más atentos a esas demandas. También tuvimos que subir todo un stock virtual para que los clientes puedan chusmear mejor lo que hay en la librería. Ese tipo de cosas nos llevó un tiempo de adaptación”.

“Se redujo un poco el vínculo con el lector a lo contractual, a lo mercantil (‘¿tenés este libro?, ¿cuánto vale?’) y se perdió un poco el tema de las recomendaciones aunque seguimos tomándonos el tiempo para responder cada mensaje y encontrar búsquedas similares a las lecturas que vienen teniendo. Al principio de la cuarentena hubo como un boom donde nos pedían muchos libros y salíamos a entregar todos los días. Después fue menguando un poco y ahora salimos lunes, miércoles y viernes. Estamos trabajando, eso es muy importante y nos mantiene a flote, así que estamos contentos con eso”, le dice Arzac a Infobae Cultura.

Musaraña, la librería del barrio de Florida en Vicente López, decidió cerrar por unos días. “Hasta este domingo nada más, y volvemos a partir del lunes 6”, cuenta Julia Bustos, una de las libreras. “Desde hace unas semanas estábamos atendiendo un poco en la puerta, tipo kiosquito, pero necesitábamos parar con eso, que la gente se guarde un poco más, y también nosotros para reorganizarnos, así que cerramos unos días. Muchos colegas también van a ajustar un poquito los horarios, y van a seguir sólo con envíos. Estamos todes bastante quemades, pero la gente está leyendo más y estamos felices de poder llevar libros a cada casa”.

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