Si algo siempre caracterizó a Carlos Gardel eso fue su sonrisa. La mantuvo hasta último momento y una foto da cuenta de ello mientras estaba en el interior del avión que pocos minutos después de que el fotógrafo disparara el flash se estrelló contra otro mientras carreteaba para tomar vuelo y seguir la gira que lo había alejado de su querida Buenos Aires unos meses atrás.
La noticia de su muerte dejó al mundo de luto. Su voz ya era conocida en medio globo y sus incontables admiradores se esparcían por doquier. El Zorzal, el cantor de Buenos Aires, el Morocho del Abasto, el que hizo del tango canción y que, además, llegó a grabar películas en París y en Nueva York sin olvidar sus orígenes como inmigrante dejaba de sonreír para siempre.
Junto a él quedó la vida de Alfredo Le Pera, su amigo, manager y escritor de letras y guiones con el que formó la dupla aún hoy reconocida como sinónimo del éxito más destacado. También murieron sus músicos, pero la conmoción por la pronta partida de Gardel dejó esas muertes a la sombra. Cosa que él no hubiera aceptado ya que en vida les dio su merecido protagonismo.
Previo a ese accidente, Gardel cantó su ultimo tango: el balcón de Radio La Voz de Medellín fue el escenario elegido el 23 de junio de 1935, la anoche previa a su trágica muerte, para cantar por última vez. “Tomo y obligo”, fue el tango que eligió. “Antes de cantar mi última canción quiero decirles que he sentido grandes emociones en Colombia. Gracias por tanta amabilidad. Encuentro en la sonrisa de los niños, las miradas de las mujeres y la bondad de los colombianos un cariñoso afecto para mí. La emoción no me deja hablar. Gracias y hasta siempre”, se despidió el aclamado artista.
Tras el fatal accidente, el cuerpo sin vida de Carlitos fue enterrado en el cementerio de San Pedro, en Medellín. A los cuatro días, el gobierno de Uruguay pidió por él, mientras en Argentina (en plena Década Infame) se conocían las denuncias de corrupción que sacudieron al gobierno del presidente Agustín P. Justo, quien parecía no estar interesado en la fatalidad, pero que acordó una manipulación política para pedir por la repatriación de los restos del mejor cantor de todos los tiempos. Así se inició el extenso y último viaje de Gardel.
Cómo fue la repatriación del cuerpo de Gardel
Al momento de la muerte de “El Zorzal”, en Argentina gobernaba Agustín P. Justo y la agenda política de la famosa Década Infame pasaba por el tratado Roca Runciman y escandaloso negociado de las carnes que había sido denunciado en el Senado por Lisandro De La Torre.
“El general-presidente Agustín P. Justo estaba francamente preocupado por el cariz que iba tomando el debate de las carnes que comprometía a un creciente número de funcionarios de su corrupto gobierno. El senador santafecino Lisandro De la Torre y sus denuncias contra el frigorífico Anglo y los ministros de Agricultura, Luis Duhau, y de Hacienda, Federico Pinedo, ocupaban las primeras planas de los diarios. Cuenta Helvio, el hijo del célebre Natalio Botana, que el general presidente tomó el teléfono y habló con su padre, el legendario dueño de Crítica, el diario más leído de la época, para ver qué se podía hacer para distraer a la gente”, detalla el historiador Felipe Pigna en Los mitos de la historia argentina 3. De la ley Sáenz Peña a los albores del peronismo, (Planeta, 2006).
Mientras ellos barajaban ideas para desviar la atención popular, en Medellín ocurría el fatal accidente que, sin conmocionar al gobierno argentino, sirvió de escudo para sus nuevos propósitos. “El tema llegó a la tapa de los diarios. Noticias Gráficas publicó un titular a toda página que decía: Censúrase la indiferencia de la Cancillería (Argentina) por la repatriación de los restos de Carlos Gardel”, cita Pigna y asegura que no pasó mucho para que Justo y a Botana pensaran en “ganarle la partida al gobierno uruguayo”, que ya había comenzado los trámites para que se trasladara el cuerpo de Gardel.
Las cosas no fueron fáciles ya que en Colombia no permitían la exhumación de un cuerpo “hasta cuatro años después del fallecimiento”, lo que significó la intervención del presidente colombiano Alfonso López.
Del otro lado de la oportuna decisión política estaba Bertha, la madre de Carlos, que quería que su amado hijo descansara en su Buenos Aires querida y despedirlo. López lo aceptó. “A las seis de la tarde (del 18 de diciembre) fue exhumado el cadáver de Carlos Gardel”, decía la edición del 19 de diciembre de 1935 del diario colombiano El Tiempo que, además, avisaba que “el cadáver será embalado esta noche para poderlo despachar a (el puerto de) Buenaventura, en el primer tren del ferrocarril del Cauca”, así lo reprodujo BBC Mundo.
La exhumación se realizó tras un complejo trámite burocrático. “Al acto precede una certificación del empleado que efectuó la inhumación, de varios médicos en que conste que el hecho no ofrece peligro, el pase de la junta de higiene, permiso especial del director departamental de higiene”, informó El Tiempo y continuó: “A las cinco y veinte minutos los obreros comenzaron a abrir la fosa. Una profunda emoción dominaba a los espectadores, quienes en silencio siguieron las diversas labores de apertura”.
El artículo que publicó El Tiempo detallaba que el cuerpo de Gardel estaba adentro de una caja metálica realizada para la ocasión, que solo se retiró la tapa externa y que allí notaron que el cadáver estaba protegido por una segunda envoltura de metal. “Antes de llevarlos —informó en plural el diario El Heraldo de Antioquia— se les colocó en una nueva caja de zinc, y ésta, a su vez, fue colocada en una de madera, para cumplir los mayores requisitos higiénicos”.
Según las crónicas colombianas, la exhumación concluyó a las 23:30 del 19 de diciembre de 1935 y el cuerpo fue trasladado a la estación de ferrocarril desde donde partió en el primer tren de la siguiente mañana. El diario había calculado que el traslado duraría un mes, pero se extendió. Fueron casi dos y en diferentes medios.
El historiador colombiano y estudioso de tango Luciano Londoño López opinó que el tiempo que demoró en llegar el cuerpo de Gardel “sirvió para que se olvidara, en la Argentina, el negociado de las carnes” y apuntó contra el tratado Roca-Runciman, sobre el comercio de carnes con los Estados Unidos y Reino Unido, “que había sido cuestionado y por el que se cree que murió a balazos Enzo Bordabehere, compañero del senador Lisandro de la Torre, en el Partido Demócrata Liberal que hicieron la denuncia”.
En la misma línea opinó Pigna, que afirmó en su libro que “se demoró ex profeso la vuelta de sus restos durante seis meses, buscando que la apoteosis tapara lo que por razones de Estado se debía olvidar”.
Lo cierto es que al salir de Medellín el cuerpo de Gardel pasó por Amagá y La Pintada, donde fue colocado en unas berlinas que lo llevaron hasta la localidad también colombiana de Valparaíso. “Las berlinas eran unas busetas pequeñas rústicas que transportaban carga y pasajeros”, cuenta el gardeliano colombiano Jaime Rico Salazar y sostuvo que en Valparaíso sucedió “la parte más insólita del viaje”.
Allí no había rutas sino camino de tierra, por lo que, “los 20 baúles, tres cajas con sombreros y el ataúd de Gardel” fueron cargados a lomo de mula y caballos. “La subida al cerro de Caramanta tenía sus propias dificultades”, resaltó el escritor. De ello también da cuenta la edición de El Heraldo de Antioquia del jueves 20 de diciembre de 1935 que cubrió la llegada del cantor. De allí viajó a Marmato y Supía.
En Supía, Luis Gómez, enviado por la empresa de transporte Expreso Ribón para acompañar los restos del cantante, escribió para la edición del 21 de diciembre de 1935 del diario El Colombiano: “Las autoridades civiles y la sociedad de esta simpática población me solicitaron hacer una escala en Supía con el fin de rendir un homenaje a los restos del tanguista Carlos Gardel, los cuales llevo hacia Buenos Aires. Los habitantes de la ciudad desfilan en gruesos grupos ante los despojos del ‘Rey del Tango’”.
Desde esa ciudad siguió en berlina hasta Pereira, donde fue subido, nuevamente, a un tren que a modo de homenaje no cobró el traslado. El 29 de diciembre llegó a Buenaventura y fue embarcado en el vapor Santa Mónica.
Siguió una escala en Panamá, donde tras cambiar de embarcación, cruzó el canal y arribó a Nueva York el 7 de enero de 1936. En esa ciudad fue velado durante más de una semana y el 17 de enero fue nuevamente embarcado, finalmente, con destino a Buenos Aires.
Tras hacer escala en Río de Janeiro y en Montevideo, ciudades donde también recibió homenajes, el cuerpo de Carlos Gardel llegó al puerto de Buenos Aires el 5 de febrero de 1936.
Desde que Gardel pasó a la inmortalidad, las radios de su ciudad pasaban sus tangos y de esa manera se lo esperó. El diario argentino El Litoral describió el arribo que sucedió en el mediodía porteño: “En los alrededores del desembarcadero se destaca entre la concurrencia el elemento femenino, la mayor parte de las cuales ostentan ramos de flores para rendir así tributo, cuando sean desembarcados los restos de Gardel”.
Allí lo esperaba una carroza fúnebre, “de estilo sencillo, tirada por 6 caballos, seguida por otra destinada a las ofrendas florales. El cuerpo viajaba en la popa, adonde se dirigió el público a ver bajar el féretro”.
El relato del cronista describía: “La operación se llevó a cabo lentamente, en medio de un silencio impresionante y sollozos de muchas de las mujeres que lo presenciaron” y contaba que la caja que trasladaba el ataúd “estaba recubierta por el poncho que usaba Gardel para sus viajes”.
Luego comenzó la procesión hacia el Luna Park. En el camino, la multitud comenzó a entonar los tangos que Gardel cantó. Febrero de 1936, seguramente una tarde de calor agobiante, sin embargo más de 40 mil personas caminaron bajo los rayos de sol al lado del cuerpo del ídolo para llegar al lugar donde fue velado.
Dentro del mítico estadio, en medio del ring, se levantó la capilla ardiente. Allí pasó la noche el cuerpo del cantor y a la mañana siguiente, a paso de hombre y en una procesión multitudinaria (una de las mayores en Argentina) que se sucedió ininterrumpidamente a lo largo de la Avenida Corrientes fue trasladado al cementerio de la Chacarita, donde fue alojado en el Panteón de los Artistas.
En diciembre de ese mismo año, el cuerpo fue movido a una doble parcela en el mismo cementerio y un año después, el 7 de noviembre de 1937, los restos de Gardel volvieron a ser exhumados por unos metros para depositarlo en el mausoleo que tiene su estatua.
Este 24 de junio será la primera vez que Gardel no recibirá la visita de su público, quienes no dejan que su vida quede en el olvido.
“Los gardelianos, sobre todo los muy mayores, están muy tristes por no poder ir al mausoleo. Trato de llevarles calma y de creer que para el 11 de diciembre (fecha de nacimiento del cantor) estaremos todos allí”, dijo a Infobae Cultura Edith Berardi, a cargo del mausoleo.
Homenajes virtuales
“Aunque hubo fechas con tormentas, jamás estuvo sin visitas el mausoleo”, dijo Berardi, recordando que en 83 años (los que tiene el sepulcro) esta será la primera vez que el cantor de Buenos Aires no tendrá los homenajes de siempre debido a la cuarentena por el coronavirus que paralizó al mundo. Pese a ello, lo virtual, una vez más, estará a la orden del día.
En Bahía Blanca se realizará una nueva edición de las Jornadas Gardelianas, esta vez por YouTube. Además, a las 17:00 desde Cultura en Casa, el historiador Felipe Pigna conversará en vivo con la directora del museo casa, Marina Cañardo, recordando a Gardel, su aporte artístico, su calidad de visionario y su proyección internacional. Este evento podrá verse a través de la cuenta de Instagram @museosba.
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