Hay un lugar de Nueva York donde cuatro avenidas —Broadway, Central Park West, Central Park South y la Octava Avenida— se estrellan contra la estatua de Cristóbal Colón. Es una plazoleta circular, uno lugar muy concurrido por turistas y residentes en la ciudad más poblada de los Estados Unidos. Se llama Columbus Circle (traducido sería: Círculo de Colón) y cualquiera que haya estado ahí no lo olvida.
Un día como cualquier otro, en que miles de personas se sacan selfies con el monumento al conquistador español de fondo, Richard Estes se acercó con su cámara. Era de noche. Ya había estado allí cientos de veces. Estes nació en Kewanee en 1932, creció en Chicago —estudió en el Instituto de Arte de Chicago desde 1952— y se mudó a Nueva York en 1956. Tomó unas cuantas fotos del Columbus Circle y se fue a su casa.
“Su ventana es una fotografía”, dice Jessica May, curadora de una exposición de Estes de algunos años atrás en el Smithsonian American Art Museum en Washington. Así trabaja este artista: sale con su cámara e intenta captar un paisaje urbano desde varias perspectivas. No son fotos tradicionales. Hay un búsqueda. Le interesa puntualmente la luz refractada que provocan los vidrios, los charcos de agua y los espejos. También es la época: la ciudad con sus carteles, sus arquitecturas, sus marcas, sus modas.
Una noche de 2010, Richard Estes llegó a su casa con la cámara llena de fotos del Columbus Circle. Las revisó una por una antes de dormir para estar seguro de que el trabajo en la calle no haya sido en vano. Al día siguiente eligió una, tal vez dos, incluso tres, se sentó frente al lienzo y comenzó a trabajar. Primero el dibujo, luego la pintura. Un experiencia minuciosa, detallista y exhaustiva que luego de largas jornadas se transforma en una obra hiperrealista, ese estilo que comenzó en Estados Unidos a finales de la década del sesenta.
Son varios los pintores, además de Estes, que forman parte de este movimiento: Don Eddy, John Salt, Ralph Goings, Robert Cottingham, John Kacere, Paul Staiger, Richard McLean, Malcolm Morley, John de Andrea y tantos otros. Por entonces también se los llamaba fotorrealistas porque, al observar las obras de lejos, no hay huellas de pinceladas o relieves. El artista parece estar ausente. Parece una foto.
“No puedes ver mis pinturas en reproducciones”, dijo una vez Estes en una entrevista. Se refería a que el original guarda una importancia sumamente mayor que en otros estilos. En las reproducciones de estas pinturas desaparecen las pinceladas —el toque humano— acelerando el hiperrealismo a tal punto que nadie podría decir que se trata de un trabajo hecho con óleo. Todos ven fotos. Por eso, la verdadera magia ocurre cuando estas pinturas son apreciadas en vivo, en una exposición. El espectador frente a la obra: el momento cúlmine del arte.
“A menudo junta dos o tres fotografías para crear una imagen completa. Luego, básicamente, las comprime en el tamaño y la forma de la composición que está buscando en una pintura terminada. Posiblemente eleve la altura de un edificio, mueva un auto un poco y cambie la ubicación de un farol o un poste de luz para llegar a la obra que tiene en mente”, cuenta la curadora Jessica May.
Así construyó esa belleza titulada Columbus Circle por la noche, una postal neoyorquino como nadie es capaz de hacerla. Es del año 2010. Un óleo sobre lienzo que hoy se encuentra en la Galería Marlborough de Nueva York.
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