En Max Weber convergió el interés por el estudio de la historia, el derecho, la economía y la sociología. En todos sus textos cabe encontrar ideas y ejemplos que muestran la importancia que asignaba a las definiciones conceptuales en tanto instrumentos fundamentales para la elaboración de explicaciones.
La sociología reconoce tres padres fundadores: Karl Marx (1818-1883), Émile Durkheim (1858 -1917) y Max Weber (1864 -1920), los que, más allá de sus diferencias, construyeron sus teorías interrogándose sobre la crisis del Antiguo Régimen y la transición a la modernidad, creando conceptos que se mantuvieron vigentes para los análisis del agitado siglo XX y se convirtieron en una especie de lenguaje universal de la disciplina.
Ante los procesos de globalización, con la fragmentación de las sociedades y el avance de los más variados individualismos, la teoría weberiana se hizo, bajo muchos aspectos, altamente pertinente para indagar sobre los tiempos actuales, en los que no pocos se preguntan si nos acercamos a un mundo más ordenado o hacia mayores desintegraciones. Bien cabe recordar al respecto que desde su óptica teórica Weber en repetidas ocasiones sostuvo que el capitalismo sin valores, que había hecho de la búsqueda de lucro un fin en sí, vaciaba de sentido no sólo la economía sino también los más diversos ámbitos de la vida.
Sociedad y sociología
Poco antes de su muerte, Weber resumió su concepción de la sociología diciendo que no podía estudiar sino las acciones de uno, de algunos o de numerosos individuos separados y por eso se encuentra obligada a adoptar métodos estrictamente individualistas. El individualismo de Weber no idealizaba en absoluto supuestas virtudes de los individuos, ya que decía que en la mayoría de los casos sus acciones reales discurren sin que se tenga conciencia de su significado racional, y cuando se trata de acciones iguales realizadas por una masa de personas, sólo se hace consciente en algunos individuos.
Afirmaba, además, que los individuos eran fácilmente influenciables ante la posibilidad de estar incluidos en una “masa” especialmente limitada y que ese mismo efecto se daba cuando siente el influjo de una masa dispersa (por el intermedio de la prensa, por ejemplo).
En fin, el individuo/masa descripto por Weber era lo suficientemente multifacético como para participar con muchas personas en los más disímiles estados de ánimo -alegría, furor, entusiasmo, desesperación y pasiones de toda índole- que no se registrarían en los individuos aislados. Desde su perspectiva sociológica, Weber concluía diciendo que dichos procesos, surgidos del simple hecho de una situación de masa y sin objetivos significativos, no debían ser considerados como acciones sociales ya que el hecho de que alguien acepte para sí una actitud determinada, aprendida de otros y que parece conveniente para sus fines, no es una acción social con sentido, sino, en todo caso, una mera imitación.
La política sin ilusiones
Weber elaboraba sus análisis desde una perspectiva que buscaba comprender el sentido de las acciones de los actores, no se interesaba por lo que decían en los discursos doctrinarios o propagandísticos ni por lo que denominó las leyendas más o menos fantasiosas de sus organizaciones. Los esquemas interpretativos de carácter abstracto que orientaban sus investigaciones empíricas denominados tipos ideales le ordenaban su campo de producción de conocimientos. Para no mezclar las propias opiniones y prejuicios con la actividad científica recomendaba preservar la objetividad valorativa.
Los conceptos de Weber sobre los problemas políticos son un aspecto central de su obra. Ya fuesen presentados con cuidado formalismo en artículos, explicados a públicos de conferencias o usados en polémicas, sus reflexiones mostraron su interés por lo que suponía el destino incierto de su país. Las amenazas provenientes de las naciones más consolidadas, el atraso de la economía y las cuestiones vinculadas con los déficits de participación de la ciudadanía ocuparon repetidamente su atención. La actualidad de la sociología weberiana encuentra en sus abordajes sobre la política una especial esfera de explicaciones que apuntan contra la mistificación de la vida pública.
En el libro La política como profesión, Weber sostuvo que Política significaría para nosotros, por tanto, la aspiración a participar del poder o a influir en la distribución del poder entre distintos Estados o, dentro de un Estado, entre los distintos grupos humanos que éste comprende. Con singular claridad, sostenía que quienes hacían política aspiraban al poder como medio al servicio de otros fines (egoístas o idealistas) o al poder ‘por sí mismo’, para gozar del sentimiento de prestigio que da el poder.
La aceptación de la legitimidad de las decisiones estatales era relativizada por Weber diciendo que un individuo o un grupo entero pueden aparentar la obediencia por puro oportunismo, la pueden ejercer en la práctica por intereses materiales o la pueden asumir como algo inevitable por debilidad o desamparo.
Acerca de los partidos políticos
Respecto a los partidos políticos, destacó que, en la práctica, pueden estar orientados oficial o efectivamente de modo exclusivo al logro del poder para sus dirigentes y a ocupar puestos del aparato administrativo por sus propios cuadros; o pueden orientarse predominante y expresamente en beneficio de clases sociales o de grupos sociales determinados o a favor de principios generales o de fines objetivos concretos (partidos ideológicos), y aclaraba que los programas de principios generales suelen ser comúnmente medios de publicidad para atraer electores.
Es importante destacar que las referencias de los rasgos más pragmáticos de las conductas de los dirigentes partidarios que vivían de la política no eran en Weber componentes de una crítica moral sino descripciones de la política realmente existente.
Con respecto a las figuras más destacadas de la vida política, nuestro autor no dejaba de destacar la importancia de aquellos factores que suponían mayor compromiso social y evaluación de las consecuencias de la acción. La pasión por una causa, el sentido de la responsabilidad y el frío sentido de distancia o de reflexión objetiva sobre los problemas eran la conjunción que Weber juzgaba como componentes presentes en quienes lograban alcanzar posiciones relevantes en las luchas políticas.
Sus reflexiones sobre el desenvolvimiento político no tenían como objetivo aconsejar príncipes sino comprender los sentidos de la acción de los participantes, pero no por eso dejaba de introducir sus propios puntos de vista: la política se hace con la cabeza no con otras partes del cuerpo o del alma. Y, sin embargo, la entrega a la política, si no quiere ser un frívolo juego intelectual sino una acción auténticamente humana, sólo puede nacer y alimentarse de la pasión.
El autor es sociólogo y ensayista. Doctorado en sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, actualmente es profesor en la Universidad Nacional de Tres de Febrero
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