En una casa en las afueras de Monte Grande suena un teléfono celular. Un tono, dos tonos, tres tonos y la voz que atiende rompe el silencio: “Hola”. Es Marcelo Rodríguez, pero nadie le dice así, quizás sus amigos, aunque probablemente ni siquiera. Todos lo conocen por Gillespi. Es uno de los grandes trompetistas argentinos, su currículum es amplio —grabó y tocó con Sumo, Divididos, Las Pelotas, Charly García, Soda Stereo, Pedro Aznar, Los Piojos, Los Ratones Paranoicos, La 25, entre tantos, tantos otros—, su carrera solista también. “¿Cómo va?”, agrega con la textura inconfundible de su voz. Mañana a la noche presenta su décimo disco: On Fire.
Una trompeta que danza libre sobre una pista hecha de platillos que no paran de repiquetear. Pasaje de batería y arranca el jazz, el funk, el rock, la música “jazzgrooveada”, como él mismo dice. Así empieza “Churroteca”, el primer tema de On Fire: bailable y por momentos psicodélico. Ochos temas largos que se suceden como una gran canción que sube, que baja, que da vueltas, que se tranquiliza, que estalla. Cierra el disco “The Man”, quizás la mejor canción de la lista, para hacer que este álbum termine, como suele decirse, bien arriba. Está en YouTube, está en Spotify, y ahora tendrá show de presentación.
¿Cómo surgió el disco? “Un día hicimos con los músicos una escucha de unos conciertos que habíamos grabado. El disco combina mitad de un concierto y mitad de otro. Por cuestiones técnicas. Una noche después del show nos fuimos al estudio de Álvaro Torres, el pianista, a escuchar estos conciertos y nos parecieron que estaban muy bien en sonido y en la actitud de la banda. Quedó ahí, pero cuando empezó la cuarentena, que era todo una pálida, dijimos: vamos a poner el disco en internet. La verdad que me gustó mucho cómo quedó”, cuenta. “The Man” tiene video. Lo estrenaron el 25 de mayo.
El show iba a ser a distancia y reducido. Músicos tocando desde su casa y el ensamblaje saldría como un rompecabezas que se arma en el aire. “Desde el comienzo iba a hacer algo con mi tecladista. Un formato tipo trío. Implicaba las conexiones de ellos, sus anchos de banda, toda una ingeniería técnica que te pone nervioso. Era todo un chino que artísticamente no sé qué resultado iba a tener". Hasta que finalmente la lenta flexibilización de la cuarentena llegó a la música. Ya pueden juntarse a tocar, aunque sin público, por supuesto. Lo anunció Horacio Rodríguez Larreta el viernes pasado.
“Es la posibilidad de volver a tocar juntos… y vernos, que hace tres meses que no nos vemos. El grupo de whatsapp lo quemamos ya”, dice y larga una risa. “La parte mental del músico se va deteriorando mucho con esto de no poder tocar. Así como hay gente que pide por favor salir a correr, nosotros necesitamos tocar. La trompeta es un instrumento difícil para tocar solo, es peor que el cantante. La trompeta te mata”. La ansiedad seguirá hasta mañana, cuando se junten todos en el estudio de Colegiales. No sabrán quiénes estarán del otro lado. Un número, el de los conectados, algo casi fantasmagórico. Tal vez esa sea la nueva normalidad.
“Este año pintaba que no íbamos a poder hacer nada… Va a ser un show con el nuevo protocolo, un concierto normal entre comillas, salvo que no va a haber público que aplauda… bueno, nos aplaudiremos entre nosotros. La música se termina de completar con la presencia del público. Más con la música que hacemos nosotros, que tiene un grado de improvisación muy alto. Si tenemos buen público la performance de la banda es impresionante”, dice y agrega: “Es una especie de salvavidas para muchos músicos que además necesitan comer, tener su dinero, porque sin actuaciones no hay dinero”.
Habrá que adaptarse. Tristemente, no queda otra opción. “Yo lo veo viable”, sostiene Gillespi, optimista. “Lo loco es que todo eso pasa por un cable de celular y sale por un parlantito del tamaño de un alfiler. Mi baterista tiene una batería impresionante y andá a saber cómo sonará del otro lado”, dice con cierta pena. “Lo positivo es no quedarse quieto. Eso es lo piola de esta época, de este parate del mundo. Si te quedás quieto es peor”, reflexiona.
Cuando se decretó la cuarentena, ochenta y tantos días atrás, Gillespi estaba Monte Grande. Allí nació, allí vive. “Un pueblo”, dice, a poco menos de una hora de la Capital. No es sólo músico. Ha escrito un par de libros y trabaja en radio desde hace un tiempo considerable. Hace La Hora Líquida con Hilda Lizarazu en Nacional Rock, participa en el programa Enganche por Radio FM Octubre y en Icupai por Nacional Rock, y además está en el ya clásico La venganza será terrible con Alejandro Dolina y Patricio Barton. Es un hombre atareado, no hay dudas, pero desde su casa la rutina adquiere otro tono.
“Mis trabajos radiales los pude seguir haciendo. Al principio nadie sabía qué íbamos a hacer, pero con la tecnología de la videollamada se pudo continuar. Todas las tardes y hasta la noche trabajo desde la compu. En estos días aproveché para ponerme al día con cosas que tenía pendientes, cosas indoor, digamos. Cosas familiares, de la casa, hasta libros que quería leer”, cuenta.
“Pedro Aznar en un concierto que hizo por streaming dijo: ‘esto es como un retiro espiritual, si te lo tomás de esa manera’. Yo me lo tomé un poco así. Poner una pausa a mi vida anterior y resetear algunas cosas, ver cómo sigo con otras, planificar mejor. Tan mal no me lo tomé, pero sé que hay gente que se está aburriendo mucho, gente que necesita salir a la calle a tomar un café en un bar. Yo siempre viví alejado de la Capital. Soy un chico de pueblo. No siento tanto esa necesidad de ver a la gente, de estar entre la muchedumbre”, agrega.
Podría decirse que Gillespi no es muy fan de “la tecnología”, esa entelequia avasallante que representa la novedad. Sin embargo está empapado de todos los atributos de las redes sociales y no se queja de los cambios en los hábitos del consumo de música, simplemente trata de entenderlos, de interpretarlos.
“Suelo hacerme playlists personales. Mezclo tres o cuatro artistas que me gustan para escuchar en la calle o en el auto. Es una escucha distinta. Yo sigo manteniendo religiosamente la práctica de escuchar discos enteros. Ahora pesan de forma suelta las canciones. Ya no existe mas el concepto del álbum”, reflexiona.
“En los últimos años me armé un buen equipo de audio. Para mí es un disfrute sentarme a escuchar música”, dice y agrega sobre la otra fase, no la de la escucha, sino la de la producción: “No compongo pensando en quién lo va a escuchar. Pero no porque yo me crea nada. Es porque no sé quién me escucha, nunca supe".
“Mi territorio es mucho más difícil que el de un músico comercial. Tini Stoessel sabe, o su representante sabe, qué público tiene, quiénes la escuchan. No sé. Yo hago la música que quiero escuchar. Soy mi primer oyente...”, dice y se queda pensando un segundo, dos segundos, tres segundos. "Qué sé yo”, concluye y larga una risa contagiosa.
* Mañana, sábado 13 de junio a las 21.15 horas, Gillespi toca con su banda vía streaming. Las entradas cuestan $400 y se compran en www.tickethoy.com.
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