“Con la pandemia surgieron varias inquietudes. El cierre de shoppings y de grandes cadenas hizo que replanteáramos los puntos de venta para llegar al lector. La otra ventana era Mercado Libre”. El que habla, del otro lado del teléfono, es Santiago Satz, gerente de prensa del Planeta. Lo que hace es poner en palabras lo que por estos días generó un gran revuelo en el mercado del libro. ¿Cómo afecta su ecosistema el acuerdo de este grupo editorial con la plataforma de ecommerce? ¿Es el fin de las librerías y del fino arte de hojear libros? ¿Qué ocurrirá si el otro gran grupo, Penguin Random House, también lo hace? ¿Corre riesgo la bibliodiversidad? ¿Qué futuro nos depara?
¿El fin de las librerías independientes?
Cuando la noticia de la alianza entre Planeta y Mercado Libre apareció en las redes sociales primó la alarma. Muchos sentenciaron el fin de las librerías independientes. Esto ocurre en un momento donde se empezó a revalorizar su trabajo y su rol en cada barrio, ya que muchas de las sucursales de las grandes librerías de cadenas se vieron obligadas a cerrar durante la cuarentena y estas, las pequeñas, abrieron tímidamente. Para Cecilia Fanti, de la librería Céspedes, “en este momento, tal como está dada la situación, afecta más que nada a las librerías que vendemos en Mercado Libre y que tenemos una clientela de ahí, que es una clientela de paso y muchas veces del interior del país porque los libros no llegan”.
“Además, vamos a perder visibilidad porque una cosa es que seas un vendedor en Mercado Libre y otra cosa es que como empresa hagas un acuerdo. Imagino que hay otras condiciones como que se muestre a Planeta antes que las librerías. Va a hacer que nuestro volumen de venta de libros de Planeta baje. Pero existiendo la Ley del Libro y sabiendo que cualquier libro cuesta lo mismo en cualquier tienda, los más afectados seremos las librerías que vendemos en Mercado Libre”, dice y agrega: “Es un alerta a que las librerías independientes estemos atentas y defendamos nuestro espacios el rol que cumplimos en el corazón de los barrios donde estamos afincadas. Nosotros no somos mera venta; Mercado Libre sí”.
¿Sobrevivirán las cadenas de librerías?
“La pandemia produjo una situación paradojal con relación a las librerías”, reflexiona Alejandro Dujovne, investigador y especialista en la industria del libro. Por un lado, “las librerías independientes ganaron mayor visibilidad pública y, todo parece indicar, incrementaron su cuota de participación en la comercialización del libro”. Pero por otro lado, las grandes cadenas de librerías, que sufrieron “la imposibilidad de abrir sus locales en los shoppings y a su dificultad para adaptarse al trato personalizado y cercano, aunque virtual, con los lectores tal como lo hacen las librerías independientes”, ¿qué casillero ocupan en este nuevo mapeo que diagramó de un plumazo Planeta al aliarse con Mercado Libre?
“Esta suma de dificultades llevó a las cadenas de librerías a, entre otras cosas, demorar sus pagos a las editoriales. Los grandes grupos editoriales tomaron nota del cambio de escenario y rápidamente comenzaron a prestar más atención y a mejorar el trato con las librerías independientes”, cuenta Dujovne explicando cómo perdieron protagonismo durante la pandemia. Federico, librero de Mendel, acuerda en este punto: “Lo que va a pasar va a ser que las cadenas y las librerías grandes, que tienen un buen posicionamiento en esta plataforma de venta, sientan el golpe”, asegura.
Hacia dónde va el mundo
Cada país es un mundo, y más aún cada ecosistema editorial. No se lee ni se escribe lo mismo, así como tampoco las relaciones entre librerías, editoriales, escritores, lectores y distribuidores no son iguales. A Alemania, por ejemplo, que tienen un gran recorrido en esta materia, llegó Amazon e impuso sus reglas. Hace un año, el poeta y gestor cultural berlinés Timo Berger dijo que en Berlín casi no existen libros medianos —hay súper bestsellers y títulos de baja tirada— y todo está cada vez más concentrado: “Hay una editorial que es Amazon. La otra es Google. Y Penguin Random House que compró muchas editoriales chicas”. Una perspectiva.
Pero volviendo a la escena argentina, Víctor Malumián, editor de Godot y organizador de la Feria de Editores, dice que “a largo plazo no es una buena estrategia saltear a las librerías. Experiencias como la alemana demuestran, por un lado, que los precios no bajan de cara a las y los lectores, que las librerías (en diversidad de tamaños) sufren fuertemente y que ese actor que rápidamente se convierte en monopólico por el porcentaje de ventas que termina teniendo, cuando logra consolidar efectivamente su poder, cambia las tasas y las reglas de juego. Debemos pensar cuidadosamente qué tipo de mercado editorial queremos construir y aprender de las experiencias en otros países para poder pensar qué nos interesa como sector”.
Cuenta Santiago Satz que Planeta está armando la estructura de a poco: “Esto es paulatino. No estamos poniendo todos los títulos de nuestro catálogo. Tampoco hay títulos que no estén en las librerías. Es otro canal de venta, nada más y nada menos. Hay que llegar a lector de una manera más ágil y rápida”. Y agrega que “en España Planeta tiene su librería propia, entonces no tienen este inconveniente. Cada editorial en cada país tendrá su forma de hacer la venta. Creo que nosotros vamos a hacer los primeros pero no por eso no se replicará. Esta es la foto de hoy, foto pandémica, te diría, después veremos qué sucede”.
Una vieja ley inquebrantable
Para hablar de políticas públicas en el mercado editorial hay que viajar al año 2001, cuando se sancionó la Ley 25.542 que da un mínimo marco de protección al mundo del libro. En el primer artículo se lee: “Todo editor, importador o representante de libros deberá establecer un precio uniforme de venta al público (PVP) o consumidor final de los libros que edite o importe”. Es decir, todos deben respetar un precio de venta mínimo, lo que asegura que, pese a aliarse con Mercado Libre, Planeta no puede vender más barato vía ecommerce.
“La particularidad que tiene el libro —sostiene Federico de Mendel—, es que el precio es fijo por ley. Es decir, competís con otras armas, experiencia de compra, trato, tipo de libros que vendés, etc. Hay gente que prefiere que el laboratorio le venda el medicamento directamente y otra, mucha, quiere ir a ver al médico. Salvando las distancias, este es el rol de la librería de barrio. Los grupos editoriales deberían cuidar más el canal de venta de las librerías barriales. En esta pandemia somos los que vendemos sus libros, somos los que los pagamos, somos los que nos movemos por todos los medios para que esto no se apague”.
“La Ley del Libro también está para esto: defender las librerías. Y nosotros, las librerías, también tenemos que cumplirla”, dice Cecilia Fanti, y ejemplifica: “Si las editoriales pequeñas se ponen a vender de forma directa y hacen descuentos que exceden la ley, que es el del 10%, y hacen descuentos del 30% o el 40%, eso también afecta al mercado editorial desde el punto de vista de las librerías. Afecta al canal, no es indistinto. En la medida en que la Ley del Libro exista y respetemos todos el mismo precio, los libreros seguiremos haciendo nuestro trabajo. Es un momento para valorar eso”.
La desorganización del sector
“Acá aflora el principal problema de nuestro sector que es que no estamos todos en una mesa discutiendo y pensando”, sostiene Carlos Díaz de la editorial Siglo XXI. No hay dudas: hay una erosión en el diálogo entre los actores que tiene que ver con el contexto de crisis económica, pero también de crisis editorial. “Me parece que desde hace muchos años —agrega— hay mundos que no se tocan: el mundo independiente, por un lado, que se piensa a sí mismo y que tiende a demonizar a los grandes grupos, y por otro lado, los grandes grupos que se piensan a sí mismos y sienten que es un tedio la relación con las librerías independientes porque conlleva demasiada inversión de tiempo y con la cadenas pueden resolver gran parte de su facturación”.
“O es el Far West y cada uno hace lo que se canta —continúa Díaz— o pensamos todos juntos cuáles son las mejores reglas de juego para que a todos nos vaya bien. Y esa discusión no se está dando en ningún lado, ni en las cámaras del libro, ni en la Fundación El Libro, salvo entre amigos, entre colegas. Lo que rescato de todo esto es que vale la pena verlo como una buena excusa para profundizar la relación y entender que los grandes grupos editoriales, las editoriales independientes, ya sean medianas o chiquititas, y lo mismo con las librerías, ya sean cadenas o de barrio, todos tenemos problemas en común y debemos reflexionar sobre las cosas que compartimos”.
Los pactos implícitos
Crisis económica sostenida y parate económico por la pandemia. Un cóctel explosivo. “En ese marco, es que, en pos de recuperar parte de sus ingresos, Planeta optó por apostar por la venta directa de libros físicos a través de Mercado Libre. Esta decisión lleva a un quiebre de las reglas de juego y de solidaridad que habían organizado hasta acá al ecosistema del libro”, sostiene Dujovne, y agrega que “la diferencia entre Planeta y las editoriales pequeñas y medianas que también apostaron por este canal es su poder para promocionar e instalar comercialmente su punto de venta”.
¿Cómo afectará esta alianza histórica entre Planeta y Mercado libre? “Es difícil predecir el impacto concreto de esta medida, cuántos ejemplares dejarán de vender las librerías independientes o, peor, cuántas de ellas se verán obligadas a cerrar, pero con seguridad sienta un mal precedente que pone en jaque al funcionamiento del conjunto. Es un ejemplo más de lo que sucede cuando el mercado queda librado a su propia lógica, sin políticas públicas ni regulaciones que promuevan y protejan la diversidad: son los más fuertes los que imponen sus términos y condiciones”, agrega.
“No creo que se haya roto ningún pacto”, dice Santiago Satz de Planeta, y agrega: “En los buenos y malos momentos pudimos convivir. Son formas diferentes de ver la situación. Nosotros tenemos cien familias que hay que pagarles el sueldo, y me incluyo. Y las librerías también. Se entiende el debate y lo aceptamos. Además, las librerías independientes son aliados estratégicos. Nuestro principal problema es el canal de venta, porque la pandemia fue un freno de manos tremendo. El mercado va a quedar lastimado, nos vamos a tener que reponer entre todos. Tenemos que tirar para el mismo lado. Los que formamos parte de la cultura y de la literatura queremos llegar al lector”.
“Las librerías son fundamentales para los editores", cuenta Fernando Fagnani, gerente de Edhasa. "Su supervivencia es fundamental, por supuesto; el problema que tenemos ahora es que también es fundamental la supervivencia de las editoriales. Muchas, con el nivel de ventas actual, quizás no puedan pagar los sueldos de sus empleados en los próximos meses, y tampoco mantener el nivel de inversión para publicar nuevos libros. Toda la cadena de producción y venta del sector editorial está afectada. Estas urgencias, inéditas e imprevistas, obligan a tomar medidas excepcionales, en medio de una situación excepcional. Si se van a mantener o no una vez que pase, es casi imposible predecirlo”.
Que el ecosistema editorial se va a reconfigurar, no quedan dudas. Está ocurriendo. El aislamiento nos volvió a poner frente a los libros, frente a la lectura y a repensar el camino por los que llegamos acá. “No es personal, son negocios”, dice Cecilia Fanti y sonríe al recordar aquella frase de El Padrino. “Hay que esperar. La librería de barrio es irremplazable y está lleno de casos de librerías que sobreviven sin vender libros de Planeta. No sé si vale la pena que salgamos prendidos fuego a cultivar el caos y la desesperación porque también hay que analizar el panorama y estar atentos para poder actuar cuando haya que actuar”, concluye.
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