La literatura está hecha de historias. No sólo dentro de los libros, también afuera: en las manos que los preparan, los seleccionan, los entregan.
Ana Brandstadter quería trabajar con libros, pero no sabía cómo. Mirando algunas propuestas de afuera y teniendo como referencia lo que hacían en el Club del Vino creó Bukku en octubre de 2018. “Creo que efectivamente había una demanda no satisfecha, porque en menos de un año ya había llegado a los mil suscriptores”, cuenta. A la curaduría, le sumó “regalos creados por diseñadores argentinos y relacionados con la lectura (estuches para guardar libros, medias, tote bags para llevar libros, pins, llaveros) y la playlist hecha por el autor o autora del mes como parte del valor agregado que podíamos darle al suscriptor”.
Quien se inscribe a Bukku paga $650 y recibe todos los meses una caja con un libro y alguno de los regalos mencionados junto con la playlist. “Creo que hay mucha gente que necesita que alguien le recomiende qué libros leer y mucha gente que, además, quiere leer literatura actual y vigente”, sostiene Brandstadter, por eso es que trabajan “principalmente con editoriales independientes argentinas, porque la idea inicial fue generar un puente entre estas casas editoriales, los autores y los lectores”. El objetivo es “ser intermediarios” entre editoriales y lectores, y “colaborar en la difusión de las nuevas voces literarias del país”.
Con el nombre inspirado en el famoso relato de J. D. Salinger, Pez Banana es un club de libros que comandan Santiago Llach y Florencia Ure, dos nombres muy conocidos en el ambiente literario. Por una suscripción mensual de $900, recibís un libro y algunas claves de lectura para conversar entre los que forman parte. Acaba de nacer. El prelanzamiento fue en marzo; se inicia en junio. “Toda la vida los lectores se organizaron de manera formal e informal para compartir lecturas. Pese a las crisis, la tendencia global es editar cada vez más títulos y a veces uno se pierde y necesita una guía. Además, internet modificó nuestros hábitos de lectura y entre otras cosas potenció a estas comunidades lectoras, formales e informales”, reflexiona Llach.
Desde Mar del Plata, Celina Alonso dirige Lecturita, un club de libros de literatura infantil. Empezó en 2017 con mucha preparación y al año siguiente se presentó en sociedad. “Conocí clubes de lectura en Brasil y en Francia, y no había cosas así en Argentina, al menos en literatura infantil. A mí me pasaba como mamá que no podía encontrar libros para mis chicos. Me parecía muy buena la idea de que me seleccionaran libros, que me orientaran un poco. Y la idea del regalo, el paquete, el libro. Conectar ese entusiasmo con los libros. Por eso nuestras entregas traen algún regalo siempre, además del libro. Queremos generar un plus, una expectativa”, cuenta del otro lado del teléfono y agrega que “la demanda de Argentina en relación a lo que es literatura infantil no se da en el resto de Latinoamérica”. Tienen varios combos que van de los 1050$ a los $1550.
Otra propuesta interesante es Carbono, que empezó en octubre del año pasado. Tiene una particularidad: es gratis y no hay envío de libros, sino que más bien funciona como newsletter. Todas las domingos envían un mail en el que se habla de un libro específico, el elegido del mes, que está en la mayoría de las librerías del país. Carbono no lo vende, pero te orienta para conseguirlo. “Venía viendo que los clubs de lectura que se hacían en Instagram funcionan muy bien y que el newsletter había vuelto con todo. Se me ocurrió juntar ambas cosas. Esa idea terminó de tomar forma cuando me junté con los editores de Godot, Gourmet Musical, Sigilo y Leteo. Tomamos el nombre de la distribuidora que distribuye a las cuatro editoriales, Carbono, y armamos el club de lectura”, cuenta Sebastián Lidijover, curador de este club.
“Que los clubes de lectura funcionen tan bien —continúa— habla de que hay muchísimas personas que tienen ganas de leer y que quizás necesitan un estímulo extra para encarar la lectura. Hay algo en la lectura que, aunque sea una de las experiencias más individuales que existe, se enriquece al hacerlo en conjunto. Incluso aunque no se dé un ida y vuelta, saber que un montón de personas están leyendo el mismo libro genera algo poderoso y distinto. Para poner un ejemplo: es esa cosa misteriosa que se siente en una sala de cine repleta. No sería lo mismo si uno fuera la única persona en las butacas. La compañía a veces, aunque silenciosa, es una fuerza poderosa”.
Escape a Plutón ya tiene ocho años. Cuando fundó este club, Martín Jali vivía en San Justo y uno de los objetivos era “federalizar el acceso a determinados libros y ediciones”, pero también el acento estaba puesto en la curaduría de títulos dado “el escenario de multiplicación de contenidos, y no hablo solamente del mundo del libro, sino de un fenómeno que cruza a todas las industrias culturales. De hecho, en los últimos años las grandes plataformas de distribución de contenidos llevan adelante una lógica de recomendación y segmentación de contenido basada en algoritmos y patrones de consumo: Netflix, sin ir más lejos, te recomienda una serie en base a tus gustos previos y los géneros que estuviste mirando”. En ese sentido, su apuesta es por una “selección ecléctica, transversal y arriesgada”.
Para cerrar esta lista, nombremos a Blatt & Ríos. Es una editorial reconocida, pero también un club de lectura, uno de los primeros del país, que surgió en 2013. “Nosotros sabíamos que esto se hacía en otros lugares del mundo. Sabíamos por ejemplo que en otros lugares la gente se agrupaba y leía libros o incluso, a través de una cuota, conseguían los derechos de un libro para traducir y se lo encargaban a una editorial. Así fue como algunos escritores argentinos publicaron en Inglaterra, como por ejemplo Iosi Havilio, que llegó a través de un club de lectura. Iosi justamente nos habló de eso en su momento y decidimos abrir el club, pensando en ofrecer 4 buenos libros a los socios y que esos socios además nos ayuden a financiar la editorial y que, de alguna manera, formen parte de la editorial”, cuenta Damián Ríos, director junto a Mariano Blatt.
Lo que sube en la cuarentena
La pregunta obligada de estos tiempos —y aunque esté determinada por el monotema— es si hay un auge de los clubes de lectura o no. ¿Cambió algo la cuarentena? “Al principio me parece que en general costaba más sentarse a leer, pero creo que ahora nos fuimos acostumbrando”, dice Lidijover, y agrega: “Leer es complicado cuando tenés la cabeza llena de pandemia. Después de tantas semanas, me parece que hay algo de costumbre y algo de necesitar lugares para evadirse, y los libros son ideales para eso”.
“El prelanzamiento de Pez Banana coincidió exactamente con el día en el que se decretó la cuarentena. Esto por supuesto alteró los planes pero a la vez pareciera que hay cambios en las costumbres que van a quedar, y uno de ellos puede ser el de pedir o recibir libros vía remota, tanto a librerías como a través de clubes del libro. Es cómodo recibir un libro en tu casa y que alguien te oriente”, asegura Santiago Llach. En Lecturita, cuenta Celina Alonso, “se duplicó la cantidad de ventas, de suscriptores, de gente interesada. El tema online se potenció muchísimo; creo que en todos los sentidos, no sólo para nosotros. Uno lo ve con las compras online con todas las plataformas. Estamos llegando a las cuatro mil suscripciones”.
“Como se hace difícil, en algunos casos imposible, ir a las librerías, y las mismas librerías tuvieron que adoptar estrategias de venta a distancia, esto generó un interés por propuestas como la del club que naturalmente ya funcionaban con envíos a domicilio. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que habrá un cambio de modelo, pero sí me parece que va a ser cada vez más común comprar a distancia y recibir pedidos o suscripciones en el hogar”, cuenta Martín Jali, mientras Mariano Blatt sostiene que “lo que sucedió a partir de la cuarentena es que los socios viejos nos pedían que volviéramos y este año tuvimos más asociados. Eso nos sirvió para pasar una parte de la cuarentena, que estuvo muy compleja económicamente. Algo que fue muy bienvenido”.
Durante la cuarentena, Bukku tuvo un aumento significativo de suscriptores. “Sin dudas mayo 2020 fue el mes en el que más personas ingresaron a la web y con más suscriptores nuevos hasta el momento. Estamos por alcanzar los dos mil suscriptores”, cuenta Ana Brandstadter, y agrega: “Creo que la cuarentena dinamizó los envíos a domicilio en todos los rubros a pesar de las dificultades que se presentaron con la logística, pero, por sobre todo, nuestro trabajo previo se consolidó por la curaduría y entregas que fuimos haciendo durante todo este año y medio de trabajo seleccionando las novedades literarias más interesantes. Tenemos un alto nivel de satisfacción por parte de nuestros suscriptores y eso nos da fuerza para seguir con esta línea de trabajo”.
Allá, en el horizonte
¿Qué futuro les depara a los clubes de libros? Sebastián Lidijover cree en la proliferación, “especialmente los que tengan una propuesta que permita conectarnos no solo con la lectura, sino con otras lecturas e incluso con otros lectores y lectoras. Un club de lectura siempre es una propuesta cálida, un lugar que puede estar en una bandeja de entrada, en una pantalla o en un living de una casa, y en el que conocemos mundos a los que no hubiéramos llegado por nuestra cuenta; o en el que se iluminan rincones que quizás se nos hubieran pasado por alto”.
Para Ana Brandstadter, “estas prácticas de lectura colectiva recuperan algo del espíritu original de la lectura en voz alta: durante muchos siglos, la lectura era una experiencia compartida por los miembros de una comunidad. La lectura individual y silenciosa es una práctica posterior y moderna, pero evidentemente hay algo que sigue siendo necesario. Tal vez se trata simplemente de la necesidad de intercambiar las sensaciones y opiniones que nos produce una historia bien contada. Creo que los modelos de suscripción literaria volvieron para quedarse”.
“En otros países son una tradición consolidada, y así como pasó con los talleres, que se multiplicaron y florecieron en las últimas dos décadas, creo que algo parecido va a pasar con los clubes del libro”, asegura Llach, mientras que Mariano Blatt asegura que “los clubes del libro tienen un futuro enorme. Los editores y curadores se necesitan cada vez más, porque operan en la creciente oferta de libros que hay en las librerías, y hacen una selección del material que te podés llevar a tu casa. Ante la sobreoferta, los clubes funcionan como eso: curan, seleccionan, entre toda la oferta que circula”.
“Hoy por hoy el modelo está en plena expansión, y lo digo más allá de esta situación de pandemia”, sostiene Martín Jali. “De hecho, si chequeás cómo funciona Amazon, encontrás que tienen suscripciones para todo, desde libros hasta juguetería, perfumería o utensilios de cocina. Es más, no sé si lo han lanzado, pero tenían entre manos The Oprah Winfrey Book Club. Hay una reconversión del consumo para operar a distancia, y también cierto desplazamiento de una industria históricamente de producto (los libros) a una de servicio (la recomendación y selección). De hecho, yo pienso mi trabajo como una continuidad del oficio del librero, pero con otros condimentos que son los que hoy están poco a poco transformando no solo a la industria del libro, sino también nuestra forma de vida”.
Y concluye Jali: “Creo que los que nos dedicamos a esto, o que estamos atentos a los cambios o a modelos más innovadores, tenemos un gran desafío a la hora de pensar nuestras selecciones, los títulos que recomendamos, las editoriales que difundimos y la relación con los lectores. Te pongo un ejemplo: hace unos meses abrió en China la primera librería completamente automatizada. Entrás con un código, pagás con tarjeta y una Inteligencia Artificial te sugiere libros de acuerdo a tus lecturas previas. Ese no es el futuro del mundo del libro que me interesa, no quiero ese desplazamiento robotizado. Nuestro oficio tiene que ser cada vez más vincular, íntimo, dedicado y arriesgado, y tener en claro lo que hacemos y porqué lo hacemos”.
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