La belleza del día: “La gran bañista”, de Ingres

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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"La gran bañista", de Ingres, está en el Louvre.
"La gran bañista", de Ingres, está en el Louvre.

Para el francés Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867), la calma era “la principal belleza del cuerpo”. Según explican en el sitio del Museo de Louvre, en donde se encuentra la obra que hoy elegimos como belleza del día, esta bañista -en rigor la primera de las bañistas que pintaría a lo largo del tiempo- fue uno de los tres cuadros que Ingres envió a París desde Roma, cuando era un joven artista y estaba becado en Italia. Se la conoce como La bañista de Valpinçon o La gran bañista.

Se trata de un desnudo de espaldas que terminó siendo modelo de otras composiciones para el artista, una obra maestra en términos de armonía y luz y que es considerado uno de los primeros desnudos modernos. Originalmente llamado Mujer sentada, se trata de un óleo sobre lienzo que mide 146 cm de alto por 97,5 cm de ancho, fue pintado en 1808 y, lejos del escándalo por “demasiado audaz” de su Napoléon en el Salón de París de 1806, la crítica fue moderada o nula. Reciéna partir de la Exposición Universal de 1855 la obra de Ingres atraerá elogios y hasta comparaciones con Rembrandt.

"Yo estaba engañado, señores, y tuve que empezar mi educación de nuevo." Así es como Ingres describió el choque de su primer viaje a Italia. La bañista de Valpinçon es una de las primeras pinturas que reflejan la influencia que Italia tuvo sobre su pensamiento y su creación. La voluptuosidad y el erotismo de su protagonista no necesitan de ninguna referencia mitológica que sirva como pretexto para el desnudo.

Se trata, efectivamente, de su primer gran desnudo, dibujo exacto en busca de la perfección absoluta y será el modelo para todos sus desnudos posteriores, con sus texturas suntuosas propias del orientalismo (por ejemplo, el turbante), la armonía de las líneas, la sinuosidad de las curvas y la representación de la actitud serena y la sensualidad casta del cuerpo de mujer. Los cuadros orientalistas de Ingres están dominados por un sentido irreal del exotismo, propio del siglo XVIII.

La composición está dominada por la figura de la mujer desnuda y la escenografía es mínima: una cama cubierta por una sábana blanca y un cortinado verde oscuro a la izquierda. La mujer se ve iluminada por los reflejos de la toalla y del turbante. La luz se concentra en su larga espalda. Como ocurriría con otros de sus desnudos, es posible apreciar algunas incorrecciones anatómicas como la excesiva delgadez de las piernas y la ausencia de caderas. Ingres no pinta el cuerpo femenino de manera perfecta sino que lo alarga, lo estira, lo llega a deformar para lograr más elegancia y sensualidad.

Formado por Jacques-Louis David, el neoclásico Ingres fue un gran devoto del renacentista Rafael, de quien siempre se consideró “el primer discípulo” y ferviente seguidor. Como uno de los grandes pintores neoclásicos, aprendió de los clásicos que grandes emociones y sufrimientos se expresan mejor a través de posturas contenidas e íntimas, más que por medio artificiosas gestualidades. Una parte de su obra termina siendo una transición hacia el Romanticismo.

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