Josefina Giglio y la ficción como un modo de “recuperar” el cuerpo de una madre desaparecida

Periodista y docente, fundadora de HIJOS, abordó la escritura de “Yo la quise” luego de atestiguar en el juicio por crímenes de lesa humanidad. Lo hizo reconstruyendo la vida de su madre con la ayuda de un testimonio inesperado: el del escritor Ricardo Piglia. Realidad y ficción en una novela singular y conmovedora

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Giglio señala con una sonrisa
Giglio señala con una sonrisa el retrato de su madre dentro de un cartel en el lugar donde estaba ubicado el centro de tortura El Atlético. (Gentileza Valeria Perasso, BBC Mundo)

Hay una historia que está en los diarios y en los documentos que cuenta que en la noche del 5 de diciembre de 1977, Josefina Giglio y su hermano Francisco -que en ese momento tenían siete y un año de edad-, estaban en un departamento de la calle Freire, en Belgrano, junto a su mamá y una pareja amiga. Desde 1975 vivían en la clandestinidad y hasta con cambio de nombres por la militancia de sus padres en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). A su padre, Carlos “Coco” Giglio, lo habían secuestrado un año y medio antes, cuando su mamá estaba embarazada de siete meses de Francisco. Luego de la cena, esa noche calurosa policías de uniforme irrumpieron en la casa y se llevaron a los mayores, dejando a los hermanitos junto a una vecina a quien no conocían y que se lamentaba en voz alta: "Qué voy a hacer con estos chicos”. La nena estaba vestida apenas con la bombachita que tenía puesta en casa. La misma historia que está en los diarios habla, más cerca en el tiempo, del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos contra 352 víctimas entre 1976 y 1979 en el circuito que conformaban los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo (ABO), dependiente del Cuerpo I de Ejército entre los que estaba Vibel Cazalas, también conocida como Coca, mamá de los chicos Giglio y desaparecida desde aquella noche.

Hay otra historia que tiene muchos puntos en común con la que está en los diarios pero que no es. Se trata de Yo la quise, la primera novela de Josefina Giglio -fundadora de HIJOS- que necesitaba contar pero no como la periodista en la que se convirtió porque “quería saber la verdad de las cosas” sino a través de la ficción como instrumento. ¿Cómo reconstruye la vida de una desaparecida -su propia madre- una mujer que dejó de estar cerca de aquella otra cuando tenía 7 años? ¿Qué llegó a saber de su mamá, qué conoció de ella para entender su vida y para poder contarla? La aparición de un escritor, de un gran escritor, franqueó inesperadamente la puerta del relato. Ricardo Piglia conoció a Vibel, estuvo cerca de ella durante el tiempo en que ella estudiaba en La Plata. De esto Josefina había escuchado hablar entre los amigos de su madre.

Josefina Giglio y sus padres,
Josefina Giglio y sus padres, Carlitos y Vibel. (IG @jotagiglio)

“Recordé a una muchacha maravillosa con la que podría haber vivido muchos años. Y yo me fui con otra chica, por otro lado. Y pensé para mí: ¡qué tonto fuiste! Al leer lo que ella me decía me di cuenta de que era un ciego”, dijo Piglia una vez en una entrevista a propósito de sus diarios, esas libretas que colmó de historias, reflexiones y literatura a partir del año 1957 y que son delicia y obsesión de sus lectores. La mujer que dejó de ver a su madre por la fuerza una noche de diciembre de 1977 creyó leer en las palabras de Piglia una revelación y se comunicó por mail con el escritor, quien le respondió con un relato que encendió la posibilidad de que Vibel fuera la protagonista de una novela. “Yo creo que pude recuperar el cuerpo de mi madre a partir de la imagen de ella esa noche en la pieza de la pensión con él”, dice Giglio ahora, al otro lado del teléfono.

"Yo la quise" fue publicada
"Yo la quise" fue publicada por la Edulp y se consigue en ebook

Yo la quise fue publicada por Edulp, la editorial de la Universidad Nacional de La Plata, y se consigue también en ebook, un dato relevante por estos días de limitaciones. En la novela no hay una voz, hay varias, por lo que también se leen historias diferentes. Josefina hoy no no ejerce el periodismo. “Ahora doy clases en la universidad, doy un seminario que se llama precisamente “Narrativas de las memorias”. Y a partir de lo que es el testimonio clásico, de Primo Levi para acá, trato de ver de qué maneras los seres humanos contamos lo que nos ha pasado, como dice Semprún, de la mejor manera posible, con el artificio suficiente para que se vuelva arte, para que sea escuchado”. Además dicta una materia que se llama Comunicación y Derechos Humanos en la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

Desde la casa donde vive con sus dos hijos, Giglio habló con Infobae Cultura sobre la construcción de su ficción -María Moreno y Raquel Robles fueron personas centrales para su despegue como narradora- y sobre la necesidad personal de contar su historia pero, a la vez, de escribir con libertad. “Y me dije: tengo que hacer ficción con esto, tengo que poder trascender la frontera del dato preciso, del testimonio, de la verdad, y contar una historia, un cuento. Yo creo que fue así. Pero podría no haber sido así. Tampoco importa mucho, lo que yo hice fue una liberación, me liberé de todo lo que sabía y lo reescribí”.

— ¿Cuándo empezaste a escribir la novela?

—El juicio fue en febrero del 2017 y a mí me llevó hasta el año pasado, fueron tres años. Tres años intensos de escribir, de conectarme con ex compañeros de militancia de mi mamá, con amigos de la facultad, de volver a hablar con parientes y primos y volver a enhebrar historias. Y también de hacer ese desplazamiento hacia la ficción de lo que yo no sabía pero que me permití suponer, que me permití ficcionalizar.

— ¿Cómo empezaste a escribir, por dónde? ¿Cómo te contactaste con la vecina que los recibió aquella noche a vos y a tu hermano?

— Hice un trabajo periodístico de rastreo acudiendo a las viejas guías telefónicas y llamando a todos los teléfonos que aparecían con su apellido hasta que finalmente di con ella. Yo en ese momento estaba haciendo un seminario de narrativas con Roberto Herrscher, un periodista argentino que es ex combatiente de Malvinas y que tiene todo un laburo hecho alrededor del tema de la memoria, y ahí escribí lo primero, que fue este tema de la vecina. Cuando la conocí a Susana Martínez entendí muchas cosas.Cuando secuestraron a mi madre ella tenía 22 años, estaba en el departamento de al lado del nuestro; tenía una bebé recién nacida, y le reventaron el departamento y después le dejaron unos chicos, que éramos nosotros. Y ella podría haber dicho que no. Ella podría haber cerrado la puerta. Y sin embargo nos rescató esa noche. Pero es algo que yo pude entender recién ahora. Y a partir de ahí empecé: me interesaba tener otras voces para contar. Yo tenía mucha información de lo que había pasado pero, como en todos estos casos, por más que tengas mucha información siempre te falta una pieza del rompecabezas. Y entonces empecé a escribir como una manera de inscribirme en una genealogía, de inscribirme como la hija de esa madre y tratando de ver también qué cosas le habrían pasado a ella durante el tiempo en que estuvo escapando, ¿no?

Vibel Cazalas, madre de la
Vibel Cazalas, madre de la autora de "Yo la quise". Fue secuestrada en diciembre de 1977.

— ¿Cuándo aparece Piglia en ese proceso de escritura?

— Bueno, lo de Piglia es como la carta en la manga. El as escondido. Varios amigos de mi vieja me habían contado que durante la universidad, en su época de estudiante universitaria, había sido novia de Piglia. Pero vos sabés cómo son esos cuentos del pasado, yo no sabía si había sido novia, si había sido compañera de la facultad, si apenas habían compartido alguna asamblea. Y un día, leyendo una nota que le hace Pablo Gianera en La Nación a Piglia, cuando estaban por empezar a salir Los diarios de Emilio Renzi, él dice que los estaba releyendo y que había tenido una epifanía y que era que había una muchacha muy bella y que él la había dejado escapar. Y yo pensé: “esa era mi vieja”. Y entonces hice un rastreo y Paola Lucantis me consiguió el mail de Piglia en Princeton, y le escribí. Y al otro día me contestó y casi me muero. Y bueno, y ahí encontré un hilo conductor para contar la historia.

— En la tapa de la novela hay un dibujo, el de un collar. Sé que es el dibujo de un collar que llevaste puesto durante el juicio. Me gustaría que me contaras cómo ese collar forma parte de vos y de tu historia. Y qué recordás.

— Cuando se llevaron a mi vieja vino una asistente social, lo cuento en el libro, y nos dijo si nos queríamos llevar algo del departamento. Y entramos al departamento y yo agarré mi ropa, una bolsa con fotos que había, y agarré el collar de mi vieja. Y me lo llevé. Ella lo debe haber comprado en alguna feria hippie, porque es un collar hecho a mano, no es de porcelana, es como de alguna arcilla. Y lo guardé todos estos años, no se me perdió nunca. Una cosa rara. Y cuando fui a declarar lo llevé. Me parecía que era como un cierre del asunto. La intención de declarar como una ofrenda, como una devolución.

Foto del día en que
Foto del día en que declararon Josefina Giglio y su hermano Francisco, en 2017. Están junto con dos de las mejores amigas de su mamá: Thelma Veleda y Graciela Bohovlasky. Josefina lleva puesto el collar de Vibel. (Gentileza Josefina Giglio)

— ¿Con Piglia hubo más que esa carta? ¿Llegaste a verlo?

— No lo pude ver, él ya estaba enfermo y fue eso que él me respondió.

— ¿Cómo fue crecer con tus abuelos?

— Ah, mis abuelos eran maravillosos. Mi abuela Tecla, que era la mamá de mi papá, que es la que vivía en La Plata, y mis abuelos maternos, que son Virginia y Polo Cazalas, que son los de Tres Arroyos. Nosotros fuimos a vivir con mis abuelos maternos y fueron ellos los que, bueno, nos condujeron en la vida. Pero además tenían como una cosa muy noble, de mucha remembranza de la familia. Es algo que yo también pude interpretar después como un construir de la historia y una transmisión permanente que fue lo que nos dieron muchas raíces. Nosotros veníamos de nombres falsos, de escapar de casa en casa, de vivir clandestinos. Y llegamos a un pueblo chiquito, donde la familia de mis abuelos era de las pioneras y todo el mundo los conocía. Y bueno, con todo lo bueno y todo lo malo que eso tuvo. Pero fue un ámbito de contención poderosísimo.

Josefina Giglio y su abuelo
Josefina Giglio y su abuelo Polo el día de su último cumpleaños, 4 de julio de 2004, en su casa de Tres Arroyos.

Además mi abuelo Polo, que es así como la figura paterna en mi familia, era un viejo militante radical, irigoyenista, era un tipo al que le interesaba mucho la historia, la política, la geografía. Leía todos los diarios, estaba muy informado. Era un tipo muy interesante. No era un intelectual, porque había terminado el secundario apenas, y siempre se había dedicado a la fábrica de soda, pero era un tipo con un conocimiento maravilloso del mundo. Y él tenía una visión muy pragmática del asunto, bueno, mis padres andaban en política, estaban en contra del gobierno, y bueno, pasó lo que pasó. Pero claro, mi abuelo nunca se imaginó que ese Ejército argentino que él admiraba por ser el ejército de San Martín era capaz de secuestrar a su hija y a su yerno...

Fotografía del casamiento de los
Fotografía del casamiento de los padres de Josefina y Francisco: Carlitos, Vibel, la abuela Tecla Valli de Giglio y Alicia Giglio. (Gentileza Josefina Giglio)

— Recién hablábamos de la vecina y decías que recién ahora podés entenderla. ¿Pensás que la entendés ahora recién también porque sos madre?

— A la vecina la entendí mucho, como esos personajes que quedan al lado de los grandes acontecimientos históricos y a los cuales nadie les presta atención, o nadie pone la luz sobre ellos. Pensé en la cantidad de vecinas y de vecinos que debe haber habido con historias similares y que con un simple abrir la puerta permitieron que nosotros no fuéramos secuestrados ¿no? Sí, la entendí como madre, como mujer joven que no tenía nada que ver y para quien la realidad irrumpió en su vida de esa manera. Cuando la encontré fue muy emocionante. Ella me dijo: “Yo pensé toda la vida en ustedes, en qué habría sido de ustedes”. Y, de hecho, recién me llamó para contarme que acababa de leer el libro y que estaba re emocionada.

— ¿Y cómo es ser más grande que ellos? ¿Te golpeó eso?

— Y sí, hay un momento en que tenés más años que ellos y tenés más experiencia, y no sé si más sabiduría, pero bueno, hay un momento en que ya no están adelante sino que están al costado, o están atrás. A mí me sirvió, puede parecer una tontera, pero cuando yo le escribo a Piglia preguntándole por mi madre y él se detiene a contarme la primera noche que pasaron juntos, fue la primera vez que yo me di cuenta de que mi madre había sido una mujer, con cuerpo de mujer, deseos de mujer. Y fue también la primera vez que pude habitar esa piel. Yo creo que pude recuperar el cuerpo de mi madre a partir de la imagen de ella esa noche en la pieza de la pensión con él.

Y también me sirvió como para verlos, suena todo muy obvio, pero para verlos como en su tiempo histórico y con sus subjetividades de sus treinta y pico de años. Ellos no eran de los desaparecidos más jóvenes, ya eran grandes para los cánones de la época. Lo que intenté fue recuperar el espesor, que no fueran solo mi padre y mi madre, que no fueran solo los que me abandonaron, que ese fue un pensamiento muy recurrente durante mi adolescencia, que no fueran solo los militantes. O sea, yo tenía como una mirada muy lineal y muy unidimensional. Y para lo que me sirvió tener que buscar información para el juicio fue para poder hablar con compañeros y con compañeras. Me encontré con una gran amiga de mi mamá que se había exiliado en Suecia y que volvió. Y ahí pude entender otros espesores. Y a mí el libro me sirvió para eso, para dotarlos de una humanidad que yo hasta el momento no veía.

"Yo la quise" es la
"Yo la quise" es la primera novela de Giglio, periodista y docente universitaria

— Sos periodista. ¿Por qué decidiste hacer ficción en lugar de un libro de memorias?

— Yo estudié periodismo porque quería saber cuál era la verdad de las cosas. Con el tiempo me di cuenta de que así, con el rótulo de la verdad, no hay nada. Y siempre me gustó mucho leer y en un momento dije: yo tengo que hacer ficción con esto, tengo que poder trascender la frontera del dato preciso, del testimonio, de la verdad, y contar una historia, contar un cuento. Yo creo que fue así. Pero podría no haber sido así. Tampoco importa mucho si no fue así, lo que yo hice fue una liberación, me liberé de todo lo que sabía y lo reescribí. Yo tenía cunas pretensiones literarias, es decir, yo quería contar esta historia y quería contarla de manera tal que la pudieras leer aunque no supieras nada y aunque no te importara nada de la historia. Y me alivió muchísimo poder escribirla. Y ya en un momento era otra historia. Quise escribir una historia de amor, quise escribir un policial, quise escribir otras resonancias, no sólo la historia de mi vieja. Yo quería que se pudieran encontrar cosas más universales en esta historia que era mía, quería amor, política, cosas chiquitas que a la vez son cosas de todos. Y quería sacármela de encima también.

— ¿Y dónde quedó ahora, después de la novela, la nena de 7 años en bombachita a la que separaron de su mamá? ¿Qué fue de ella?

— Bueno, ella creció, creo. Y ahora tiene voz y tiene letra.

(Gentileza Valeria Perasso, BBC Mundo)
(Gentileza Valeria Perasso, BBC Mundo)

— Es personaje. Eso también debe ser liberador, como decías.

— Sí, es liberador porque yo era una nenita un poco friki como comprenderás (risas). Así que solo leía, leía, leía. Tenía un malhumor permanente, que todo el mundo me decía ¿por qué tenés ese mal humor? Bueno... Yo de chica tenía la sensación de que las cosas venían de una manera y de repente nos obligaron a desviarnos del camino y ya no éramos lo que íbamos a ser. Y entonces todo el tiempo estaba tratando de volver a ese lugar de lo que íbamos a ser, la felicidad, la alegría. Ahora ya estoy muy contenta con quien soy y con cómo soy. De hecho la nena en el libro no tiene voz, porque la nena no tenía mucha voz. Tenía una mufa permanente, eso sí, era una chica muy mufada como característica.

Foto del Centro Clandestino El
Foto del Centro Clandestino El Atlético, donde fue vista Vibel Cazalas en diciembre de 1977.

—Además de buscar justicia, de querer recuperar sus restos y de querer saberlo todo, ¿hay algo que les reclames a tu mamá o a tu papá como hija?

— No, reclamar ya no. Sólo los extraño.

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