La noche final, novela por entregas/11

Día a día, Infobae Cultura reproducirá esta ficción inédita que se desarrolla en el marco de una misteriosa disminución de oxígeno que avanza desde la Patagonia. La obra, que transcurre dentro de un hospital, es una reflexión sobre los conflictos humanos y cómo las personas enfrentan las grandes tragedias

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Con Victoria también habló bastante. De esa manera Gonza fue enterándose de que el matrimonio de Victoria iba deteriorándose semana a semana. Así fue involucrándose en la historia de ella, que le contó que había averiguado en la oficina de personal del hospital de Cipolletti quiénes eran las personas con más antigüedad y que estaban en el hospital cuando ella fue abandonada. Le recomendaron hablar con Isabel, una enfermera jubilada que vivía a la vuelta del hospital. Fue a preguntarle directamente. La mujer hablaba haciéndose la desentendida, como si evitara hablar del tema.

Victoria intuyó entonces que quizá no fue abandonada, sino entregada o vendida y que por alguna circunstancia alguien la encontró de casualidad en la sala y por eso terminaron dándola en adopción.

También había otra posibilidad que se le cruzó después de hablar con la enfermera: quizá su madre había muerto apenas ella nació, entonces su padre, en un acto desesperado, la había dejado en el hospital. Por eso visitó los cementerios de la zona buscando datos, pero no halló nada que la ayudara.

Entonces insistió con Isabel, Victoria intuyó algo la primera vez que habló con ella y la fue a ver de nuevo con la excusa de que tal vez, al haber hablado recordaba algo más, hasta que la mujer soltó un dato, que hablara con el cura Miguel Morales, que había sido trasladado de la cordillera a una capilla de Cipolletti y por esos tiempos trabajaba con las mujeres en situaciones complicadas. Quizá él había estado en contacto con su madre. Victoria le preguntó por qué no se lo había dicho desde un principio, a lo que la mujer le respondió que pensando después recordó al cura y que no le gustaba ni medio hablar de esos temas porque ella había tenido una causa judicial por un aborto clandestino y casi termina en la cárcel por querer ayudar, nada más.

Gonza y Victoria compartían sus intimidades cada vez con más frecuencia. Hasta que una noche ella le preguntó cómo se sentía. Él confesó que mal, cómo la mierda, no podía dormir bien, extrañaba demasiado a los chicos y a veces pensaba que Lucrecia tenía razón, tal vez él no era un hombre con todas las letras ni el padre que sus hijos necesitaban. Entonces Victoria intervino: Que no se castigara tanto, cada uno es como es y para eso no hay remedio; no hay que pensar tan mal de uno mismo, después de todo, si los trataron mal fue para lastimarlos, y quien lastima no es buena persona, además todos merecemos que nos quieran o al menos nos acepten como somos y no nos hagan sufrir, porque eso es el amor, que nos quieran como somos.

Gonza admitió que Victoria tenía razón, pero cuesta aceptar que a uno dejen de amarlo o que tal vez no lo quisieron nunca. Entonces, como cada vez que no quiere hablar más o no sabe qué decir, soltó inmediatamente lo primero que le vino.

—Gracias doctora, ¿cuánto le debo por la sesión de terapia?

—Nada, lo mío es por vocación, no me debe nada.

—Por favor, su tiempo vale, dígame cómo puedo pagar esto, no pienso irme hasta que no diga cuánto le debo.

Entonces Victoria le puso precio.

—Está bien, ya que insiste el señor, me tendrá que pagar con un beso.

Gonza rodeó la mesa, dio dos pasos y se agachó para cumplir. Uno instantáneo, breve, tímido. Y enseguida, al advertir el permiso, continuó con uno más largo. Entonces ella se puso de pie y continuaron. En unos segundos le agregaron los brazos, el cuerpo, la lengua, la pared; hasta que Victoria le pidió que pararan, que ahí no podían, entonces se pusieron de acuerdo en tomar distintas direcciones para encontrarse en una habitación del cuarto piso a la que Gonza llegó primero. Ella cerró la puerta unos minutos más tarde, y soltaron las ganas sobre la cama, urgentes como las trajeron, mientras él la besaba y la desvestía. Ni una palabra mientras quedaban desnudos, mientras se apuraban. Y él, y ella, y los suspiros, los movimientos, y los dos, en un gemido profundo, ansiado, prudente.

Después Victoria fue al baño de la habitación, volvió y empezó a vestirse en silencio. Antes de irse se acercó para dejarle otro beso en la boca y después de mirarlo unos segundos desde bien cerca, le acarició la mejilla y le entregó uno más, en la frente. Le volvió a acariciar la mejilla y cortó el silencio con dos frases breves.

—Me voy, suficiente por hoy.

Él respondió con un “Gracias Vicky”. Un agradecimiento espontáneo por las charlas que tuvieron, lo que pasó en la cama y también quizá por el último beso, o los últimos dos besos o la caricia o el silencio o el suficiente por hoy.

Apenas Victoria cerró la puerta se sintió raro. Ni triste ni contento, extraño. Una mezcla imprecisa, algo de culpa, confusión, sorpresa y alegría.

Quizá también remordimiento. La sensación rotunda de que algo nuevo despertaba. O el detalle que faltaba para sentirse definitivamente separado de su esposa. O la angustia de saber que se había quebrado la amistad. O la evidencia de que se estaba formando otra relación. O el estupor de descubrir que todo puede cambiar en un segundo. O el temor de que la relación entre él y sus hijos podría alterarse. O el amor, también podía ser, ¿por qué no?

Suficiente, tenía razón Victoria, suficiente, concluyó Gonza y permaneció un rato mirando el techo cuarteado de la habitación, hasta que emitió una sonrisa espontánea que lo tranquilizó y le hizo intuir que algo bueno estaba empezando.

No volvió a la sala de Neo, prefirió despedirse con un mensaje por celular: Gracias por todo Vicky, uno de los mejores días de mi vida.

No hablaron de lo que pasó hasta que se repitió. Entonces ella le contó que se había separado del esposo. Gonza opinó que le parecía bien, la relación no daba para más, cada vez iba a ser peor si seguían así. Ella le preguntó cómo se sentía, qué le pasaba, lo notaba raro. Él dijo que bien, muy bien, pero es verdad que se sentía raro, no quería mentirle, le costaba empezar otra historia, sobre todo algo serio con ella, que era una buena mina, la mejor que conocía. Después de eso hubo una pausa en la que los dos miraron el techo por un rato, hasta que Gonza empezó de nuevo y ella no se resistió.

Y nunca más. Hubo intentos de Gonza, pero no pasaron de los primeros besos. Victoria fue muy clara: no quería más problemas.

Él opinó que podían pasarla bien igual, mientras tanto. Pero ella respondió que no podía. Gonza preguntó qué significaba eso, si dos veces habían podido lo más bien, entonces ella se lo aclaró inmediatamente:

—Necesito estar con alguien que pueda compartir todo, que quiera armar un plan; para que no me den bola prefiero estar sola, y vos vivís pendiente de tus chicos, todavía estás enganchado con tu ex y no te noto muy decidido.

Gonza pretendió explicar, pero ella no se lo permitió:

—Esperemos un tiempo, yo me doy cuenta de las cosas, que me haya dejado lastimar una vez, no quiere decir que lo vaya a seguir haciendo, así que hasta que no demuestres que pretendés algo serio, mejor sigamos como antes. Además mi ex todavía no termina de irse del todo, y yo, dos dramas a la vez, no quiero.

La mujer parece más tranquila que unos minutos atrás. Gonza dice que deberían comer algo mientras él conecta el televisor. Lo instala en el mostrador, lo enciende manualmente y busca algún canal que esté transmitiendo, pero no encuentra nada. Mientras, insiste en que deben alimentarse, aunque sea un yogurt o una fruta deberían comer, el cuerpo necesita energía para generar glóbulos rojos.

Que coma él, sugiere Victoria, ella va a controlar a los pacientes. Entonces Gonza propone hacer una ronda entre los dos y después comer algo e intentar encontrar algún canal que transmita, porque aparentemente no funciona ninguno, a no ser que lo haya conectado mal.

—Como quieras —dice Victoria y le pide que empiece haciéndole kinesio a la nena de la dos y después a Joaquín. Ella mientras va a cargar las bombas de los que se alimentan por vía. Un minuto después, Gonza está con las manos adentro de la segunda incubadora. La mujer le ayuda a Victoria, tira pañales en el cesto, lleva envases al office, mira hacia la ventana cada vez que pasa cerca, comenta que el cielo se está oscureciendo del todo, que en un rato será de noche.

Gonza termina la ronda y vuelve al office.

—Ahora sí, a picar algo, ¿no quedamos en eso? —pregunta y abre la heladera—. Si no quieren comer les preparo algo para tomar, hay yogurt, leche…

—A mí, un yogurt —dice Victoria.

Gonza abre el sachet, llena una taza blanca y una verde. Le alcanza la verde a Victoria; la otra, a la mujer.

—¿Y la cucharita? —reclama Victoria.

—Es bebible —responde él.

—Pero lo quiero comer con cereales.

Entonces Gonza le acerca la cuchara, los cereales y le pregunta a la mujer si también quiere. Ella responde que no, nada. Gonza se sirve una taza. La termina enseguida, se llena otra y le agrega cereales. La mujer ni siquiera toca la taza, los observa con asco.

—¿Cómo pueden? —pregunta.

—Estamos acostumbrados, acá se come cuando se puede —dice Victoria.

—Y donde sea —agrega Gonza con la boca llena, pasando de un canal a otro.

—¡Pero hoy! —dice la mujer.

—¿Y cuando la ceniza del volcán o la epidemia de gripe A? —acota Gonza—. Todo el mundo cuidándose, la gente ni se hablaba en la calle, no había clases, casi todo cerrado, y acá tuvimos que seguir laburando, qué le vamos a hacer, hay cosas que no pueden interrumpirse.

—¿O el año de las bacterias en el agua? —interviene Victoria— Hubo personal del hospital que pasó días sin volver a la casa, ¿te acordás, Gonza?

—No, yo justo había viajado, pero me acuerdo, sí, me acuerdo de esa vez.

—Pero es distinto —insiste la mujer.

—Acá nunca es distinto, te acostumbrás, y si no hacés las cosas cuando podés, chau, fuiste. Yo, al principio, cuando empecé en Neo, me pasaba el turno sin probar bocado. O porque había mucho trabajo o porque teníamos varios agudos o porque había fallecido algún chico y se me cerraba el estómago; terminé anémica, perdí seis kilos en cuatro meses, así que a la larga o te acostumbrás o te jodés, como en todo.

—Tiene razón Vicky —dice Gonza otra vez con la boca llena—, comé un poquito aunque sea, vas a ver que te hace bien.

Entonces la mujer levanta la taza, revuelve el yogurt con la cucharita observando el contenido, la deja nuevamente en el mostrador y lleva la mirada hacia la puerta.

Gonza busca en el menú del televisor, hace cambios, vuelve a recorrer canales hasta que se detiene en uno. La imagen va quedando quieta hasta que se logra ver con claridad un partido de fútbol. Cambia de canal, dibujos animados, va cambiando hasta que encuentra un noticiero. Una mujer transmite desde la calle, habla delante de un edificio. En la parte inferior de la pantalla leen: Catástrofe en el sur. Iniciarán plan de evacuación.

Los tres escuchan a la periodista explicar que en la región de la costa patagónica la situación no es tan dramática como en la parte oeste y la Cordillera de los Andes, por lo que están aconsejando que la población se dirija lo más ordenadamente posible hacia la costa. Por el momento se hace imposible acercarse a las zonas más afectadas como para brindar ayuda o intentar algún rescate, incluso se ha cortado la comunicación con la mayoría de las ciudades de la parte oeste ya que en varios sectores están sin energía eléctrica desde las primeras horas de la mañana.

La ola expansiva es prácticamente invisible, por eso se les dificulta tremendamente la demarcación del área afectada, pero todo hace indicar que avanza de oeste a este.

En la pantalla ahora aparece un hombre de traje en el estudio de televisión. El hombre agradece el informe y le pregunta a un especialista sobre la situación. El hombre de lentes explica que hay muy pocos antecedentes de catástrofes similares. La primera fue en Indonesia durante el año 1938 y la siguiente en Tailandia en 1970. Posteriormente a esa fecha no hubo registros de esta clase de erupciones mudas, como se les llama.

El periodista le pregunta a otro invitado sobre los cuidados que debe tener la gente, cómo protegerse de los efectos de la ola tóxica. A lo que el hombre responde que la ola no es tóxica, es una combinación de gases atípica con cantidad insuficiente de oxígeno. Esto ocasiona síntomas similares a los producidos por el mal de altura, es decir, dolores de cabeza, agotamiento permanente, mareos, náuseas o vómitos, y sensación de ahogo que en muchos casos, como se está viendo, termina en una disnea profunda con desmayos y situaciones mucho peores, por supuesto. El periodista le pide consejos para la población, qué deberían hacer las personas que están en los lugares más complicados.

El hombre explica que lo adecuado es aclimatarse de a poco, porque el organismo se adapta, pero en este caso tan repentino no se alcanzan a producir los cambios que el cuerpo necesita, por lo que lo más importante es mantenerse quietos, moverse lo más lento posible, sin agitarse para no aumentar la demanda de oxígeno y comer muy poco, lo mínimo indispensable como para que el cuerpo no tenga que hacer ningún esfuerzo.

Buscar lugares con más oxígeno, sería lo más conveniente, o respirar de un tubo de oxígeno, también.

El conductor vuelve al invitado de lentes para preguntarle sobre la duración de este tipo de emisiones. El hombre dice que en general las erupciones duran un día o dos, pero pueden extenderse por más días o semanas, eso no lo pueden predecir con exactitud.

Gonza recibe un mensaje del celular de su hija. Vení rápido por favor que me parece que el tubo se está acabando. Mucho calor acá. De inmediato se pone de pie y camina hacia el fondo; primero le envía audio al Pelado resumiéndole algo de lo que escuchó y diciéndole que aguante que el problema no va a durar más de un día.

Después llama al celular de su hija y habla con ella. Agustín también quiere hablar. Intercambia palabras con él y termina con Lucrecia, que le pregunta si pudo averiguar hasta cuándo va a durar, porque ella no se pudo comunicar con nadie.

—A más tardar un día, por lo que dicen los especialistas, por ahora lo principal es aguantar hasta que pase el pico más alto y yo pueda ir.

—Decime la verdad, Gonza, ¿qué mierda pasa?

—En los volcanes fue el problema, hubo unas erupciones raras, pero apenas sepa algo más te aviso —Gonza se detiene. Sabe que ella no le creerá si no le da datos más precisos. En eso piensa mientras camina y vuelve a hablar—: Por lo que se sabe, la ola peligrosa va a durar hasta las cuatro o cinco de la mañana, hubo mucha emisión de nitrógeno y anhídrido carbónico que se va a ir revirtiendo con las horas. Lo bueno es que no es tóxico, así que apenas corra un poco de viento se soluciona todo. Hay que quedarse lo más quietos posible, no comer y tomar agua, dijeron.

Ella insiste pidiéndole que busque la manera de ir porque le parece que cada vez sale con menos fuerza el aire del tubo. Gonza le promete ir y dice que debe cortar para atender a un paciente, la llamará en un rato y si hay alguna novedad se la transmite enseguida por WhatsApp.

Del Pelado no llega respuesta. Gonza lo llama, pero no logra comunicarse. Las mujeres también intentan hablar, pero ninguna lo consigue. Victoria empieza otra ronda y se detiene frente a una incubadora de la sala izquierda.

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