¿Cuántos libros necesitarán en el futuro para comprender los desastres de esta pandemia? En Estados Unidos dicen que el escenario que se avecina es similar al de 1929. En Argentina tenemos una experiencia mucho más cercana: el 2001. El congelamiento económico azota a todos los mercados, pero más a los que ya venían haciendo malabares en el abismo. Uno de ellos es el editorial que, además, está sufriendo cambios que trafican la idea de otra era. Para los optimistas, se viene una transformación necesaria y redentora. Para los realistas —Mario Benedetti decía que un pesimista es un optimista bien informado—, todo puede ser peor. Pero más allá del pulgar arriba o el pulgar abajo, ¿qué futuro asoma en el horizonte del mercado del libro y cómo se ha trastocado su ecosistema?
1. Mayor caída de la producción
La repercusión más inmediata del congelamiento de las actividades fue productiva. Si los últimos cuatro años fueron decadentes —no hubo políticas públicas en la gestión Cambiemos que pudieran revertir la caída—, en cuarentena todo adquiere un tono apocalíptico. Estamos frente al peor momento de la industria editorial. Según un reciente informe de la Cámara Argentina del Libro realizado a partir del ISBN, en abril de este año se publicaron 1258 novedades, un número que, si se lo compara con el mes anterior cayó un 37%, pero si se lo pone en relación a abril de 2019 la caída es del 50%. Aunque el número que verdaderamente sorprende no es el de títulos sino el de ejemplares. En abril se produjeron alrededor de medio millón de libros, mientras que en marzo 1,9 millones. Cayó un 74%. Sin embargo, la caída brusca se da al comparar los libros producidos en abril del año pasado (5,8 millones) porque el porcentaje es de -91%.
“Es una catástrofe”, dice Guido Indij, editor de Interzona, La Marca y Asunto Impreso. “Nosotros tenemos una cierta estructura que se nos vuelve muy pesada. Lo único bueno que puede salir, o al menos que me gustaría que salga, es que le cambiemos un poco el ritmo a los planes de ediciones. Este año nos vimos obligados a pasar de 65 libros a 25. Tendría lógica que estuviésemos editando 30 libros y no el ritmo loco con el que estamos editando todos los editores. Espero que el hecho de tener tantos libros en stock nos permita cubrir algunos costos o reducir las pérdidas del mes pasado, de este mes, del próximo y del siguiente”, agrega.
2. Retoques en la cadena
Muchas librerías, las que son enormes cadenas, no están pagando. Eso cuentan algunos editores. Lo que ya se traducía en cobros devaluados —cheques a 30, 60 y hasta 90 días—, hoy se llena de incertidumbre al no saber cuándo retornará la actividad a su normalidad. Allí, en esas librerías, es que se rompe la cadena de pagos que termina en los escritores. Algunas cumplen con lo pactado económicamente, otras patean la pelota hacia adelante y se dedican a especular. “A nosotros, el 60% o más de lo que nos entra es por librería”, cuenta Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita, y agrega: “El parate nos corta todo el funcionamiento”. Esto habilita un viraje a las librerías más pequeñas, que tienen un trato más personalizado con los clientes y una confianza mayor.
“En la cadena del libro viene todo un poco atrasado. Las librerías no vendieron el mes pasado, eso repercute en las editoriales este mes y en los autores en julio. Lo cierto es que todos nos vamos a sentir afectados”, asegura Guido Indij y agrega: “Nosotros también tenemos una oficina en España y estamos abriendo otras operaciones en Colombia y en México. Se nos cayó todo en todos lados”. Sin embargo, en el desastre se vislumbran otras posibilidades, como la que plantea Víctor Malumián: “Una de las cosas más interesantes que va a dejar la pandemia es que muchos eslabones de la cadena están haciendo alianzas; muchos libreros se juntan para hacer cuestiones en conjunto, también distribuidores y autores. No sería nada raro que de acá a un tiempo relativamente corto empecemos a ver proyectos que sean fruto de eso”.
3. Delivery de libros
Son tiempos de delivery. Incluso antes de la cuarentena. Las aplicaciones que permiten comprar desde tu casa y recibir el producto han crecido mucho en los últimos años. Podría decirse que incluso estábamos preparados, como lectores, para un confinamiento así. Muchas librerías ya trabajan con esta modalidad pero con la cuarentena se convirtió en el único canal de venta posible. Los editores de Godot venían charlando con varios libreros y sabían que las medidas de aislamiento eran inminentes. Por eso empezaron a trabajar en un micrositio que aglutina las librerías que hacen delivery. Cuando salió el DNU presidencial lo publicaron. “Esto está moviendo algo las ventas, que si no sería un cero absoluto”, cuenta Víctor Malumián, uno de los que armó esta movida que en 48 horas tuvo más de 17 mil visitas. “Hoy los libreros nos agradecen. Nos llenó de alegría porque fue un laburazo”.
Mariana D’Erasmo de Banana Libros, librería virtual, cuenta que “al principio fue un poco un shock, pero como siempre me manejé de manera online me resultó muy fácil amoldarme. Los clientes ya están acostumbrados a comprarme así. En este tiempo aumentaron bastante las ventas, un poco porque la gente en cuarentena quizás quiere leer más y otro poco, calculo, porque como no puede ir a una librería personalmente le resulta cómodo que se lo mande a su casa”. La Vecina es una pequeña librería online que, durante la cuarentena, también vendió más de lo habitual. “Ya tenía stock en mi casa así que pude trabajar siempre con entregas”, cuenta Natalia Rozenblum, su librera. “Las primeras semanas hubo más ventas. Ahora que todo se fue abriendo un poco volvió a la normalidad, que en mi caso son ventas bajas, digamos”, agrega.
Asunto Impreso es una librería que ya ofrecía delivery. Sin embargo, ante este escenario, decidieron no abrir “para proteger un poco a nuestro personal. Me parece que no están dadas las condiciones. Abrimos también un servicio de take away: si comprás por la página y querés ir a retirarlo al local podés hacerlo. Es un servicio a puerta semi cerrada”, cuenta Guido Indij, uno de sus dueños. Céspedes está en una situación similar. Trabajan con un tablón en la puerta y atienden, pero no se puede ingresar porque su local es pequeño.
“Los primeros días post cuarentena fueron mega intensos —cuenta Cecilia Fanti, librera de Céspedes—, porque tuvimos que trabajar con WhatsApp, una modalidad a la que no estamos habituados, y en delivery. Por lo tanto, necesitábamos encontrar una solución logística que fuera económica para los clientes y para nosotros. Los primeros días la gente salió sacada a comprar libros. Alguien que quizás se llevaba dos libros por mes, nos escribía por WhatsApp y se llevó cinco. También porque no sabía qué iba a pasar. Así como hubo acopio de productos, también hubo acopio de libros, lo cual fue muy beneficioso para las librerías, que veníamos de estar cerradas. El empujón de los quince días de abril de poder trabajar con delivery nos ayudó a cubrir gastos, alquiler, sueldos”.
En Chivilcoy, a 160 kilómetros de la capital, está Macondo, una librería que, debido a la normativa municipal, atiende medio día. De 9 a 13 horas está abierta, y hasta las 18 hace delivery. “Tengo la suerte de haber tenido bastante movimiento en el Whatsapp, Instagram y Facebook de la librería antes de la cuarentena, entonces por ahí pude mantener el contacto con los clientes y tener una cantidad de envíos por día que me sirvió para cubrir gastos por lo menos”, cuenta Maxi Gesualdi Castaño, librero de Macondo. Los libros que más le piden son los infantiles, “como alternativa de entretenimiento dentro de la casa y sacar a los chicos un poco de las pantallas”.
Para Fanti, “es una modalidad que llegó para quedarse. La gente va a pagar o por transferencia o por Mercado Pago y pidiéndonos que le mandemos la moto o pasando a buscar el paquete por acá. Es lo que nosotros le sugerimos que hagan: lo mejor es que nos hagan el pedido y luego o lo vienen a buscar o se lo mandamos”. Otro componente importante de este panorama es que la cuarentena llegó en el momento de inicio de clases. Para muchas librerías, sobre todo en el interior, en las cuales gran parte de la venta está en los libros de texto, son los meses en que más se factura. “En otra época marzo era para reinvertir o ampliar. Hace unos años que es para tapar los huecos nada más. Asi que este año va a estar complicado para el sector”, agrega Gesualdi Castaño, de Macondo.
4. Agenda del coronavirus
Nada escapa a las modas. El coronavirus, con su pánico y su incertidumbre, se ha convertido en el tema que, desde hace casi dos meses, se filtra en cada conversación. Y aún sigue. No importa si son fake news, datos trascendentes o insípidas apreciaciones personales. El coronavirus está ahí, en todos nosotros, y también en la industria editorial. Ya hay unos cuantos libros escritos al calor de esta coyuntura. El formato diario es el que prolifera en las redes y, de a poco, empieza a meterse en las librerías. Sin embargo, a diferencia de otros temas universales que se vuelven moda con una rapidez descomunal, lo que hace el coronavirus es interrogarnos a nosotros mismos. No parece ser casualidad que los libros sobre la pandemia que más se están leyendo —al menos por ahora— sean ensayos. Libros que se mueven por la web haciendo de esta moda algo incómodo: reflexionar. Tal vez sea algo positivo. Tal vez.
5. El valor de las librerías de barrio
Luego de cuatro semanas de estar cerradas, las librerías volvieron a abrir. La situación es diferente. Hay que respetar medidas muy concretas de seguridad. Algunas son prácticamente imposibles. El distanciamiento social de dos metros, por ejemplo. Hay librerías que son muy pequeñas. Hacer cola en la vereda para ingresar en este tipo de negocios no es una opción, básicamente porque cuando uno ingresa lo hace, también, para despuntar el arte de hojear libros. Es una costumbre por la que, hasta que las medidas no cesen —todo indica que el distanciamiento va a durar un buen tiempo— el rol de las librerías se tendrá que resignificar. Ya está sucediendo.
Por estos días, Céspedes funciona con un tablón en la puerta. Nadie puede entrar. Desde la vereda atienden, recomiendan, charlan. “Por mucho que nos duela, entendemos que no es momento de andar curioseando libros”, cuenta Cecilia Fanti. Paradójicamente es una manera de sacar la literatura a la calle. “Las librerías independientes estamos cumpliendo un rol fundamental. La tendencia de comprar en el negocio de tu barrio empieza a representar algo para los grandes grupos. Con las editoriales independientes tenemos un diálogo fluido, algo que se acrecentó en la cuarentena. Creo que por primera vez nos pusimos a conversar todos en serio”, dice y agrega: “El trabajo de hormiga de las librerías independientes se empieza a visibilizar en un momento en que los árboles no tapan el bosque”.
“Es indispensable el librero o librera como baqueano que te muestra el camino”, dice Santiago Kahn. En ese sentido, la recomendación y orientación de los libreros se está realizando por redes sociales y WhatsApp. En esa proximidad se está palpando un cambio generacional. Es el “trabajo de hormiga” del que habla Fanti en las librerías más chicas, de barrio, independientes. “Ahora noto que incluso gente que no nos conocía nos elige. Pero creo que eso corresponde con un trabajo anterior que hicimos”, cuenta Cecilia Di Gioia, librera de Kokoro, que sigue cerrada. Sin embargo trabajan por delivery. “La relación con el cliente se corrió. Ahora es por redes sociales y por WhatsApp, más que antes, y es un muy intensa. Les enviamos gratis a les vecines y en otros casos subsidiamos el valor del envío y por pedidos grandes son sin cargo“, agrega.
“Es difícil tratar discernir la profundidad del cambio porque estamos atravesando algo que ha trastocado todo el sistema. Es difícil ver cuánto de esto es estructural, cuánto de esto va a permanecer en el tiempo”, sostiene Alejandro Dujovne, investigador y especialista en la industria del libro. Y agrega: “La demanda de este tiempo se vio canalizada en estas librerías. Las grandes cadenas lo que hacen es recoger una gran cantidad de público que son más bien lectores ocasionales o lectores de bestsellers. Habría que estudiarlo con datos, pero esos lectores suelen reemplazar la lectura con otros consumos culturales. En cambio el vínculo estrecho entre libreros y lectores pareciera que se ha intensificado. En las grandes cadenas no ocurre porque hay cierta distancia”.
Por otro lado, las cadenas, las que tienen varias sucursales por todo el país, han priorizado la apertura de los puntos que más venden. Al menos en las semanas pasadas. Finalmente el 12 de mayo, el Gobierno de la Ciudad habilitó que empiecen a subir las persianas. El horario permitido es de 11 a 21. Esto es un problema para la literatura infantil, uno de los materiales que más se venden. Los niños pueden salir acompañados de un adulto los fines de semana, cuando las librerías no están habilitadas.
6. Descentralización de eventos
El mapa anual de la literatura tiene su centro en la Feria del Libro de Buenos Aires, el shopping editorial al que en cada edición asisten más de un millón de personas. “La Feria del Libro funciona como gran evento ordenador del mundo del libro. Que este año no se haga deja un hueco irremplazable”, explica Santiago Kahn. Luego está la Feria de Editores, que dura pocos días y que reúne un público menor pero que es muy lector. Su escala es mucho menor al megaevento que se hace en La Rural pero tiene su importancia. Luego, hay decenas y decenas de ferias editoriales que se realizan en el resto del país. Todo esto, al menos por ahora, está cancelado. El aislamiento obligatorio es ley.
Empezó como un gran dominó: una a una las instituciones culturales fueron anunciando su cierre y los eventos masivos, su postergación o cancelación. La Feria del Libro también, dejando a la industria, al menos en cuestión de eventos, acéfala. “La Feria del Libro, y también la Feria de Editores que no sabemos si se va a hacer a fin de año o directamente el año que viene, son eventos que mueven bastante. No es que la editorial viva de ese tipo de eventos, pero son importantes”, cuenta Kahn y explica que en, en su caso, “los primeros títulos del año eran pensados para salir en la Feria del Libro, pero hay que decir que antes se habían frenado las imprentas y nos quedaron libros en el proceso de producción. Ahora habilitaron la venta de libros de lo ya producido. Nosotros veníamos con títulos piolas el año pasado. Este era un año que habíamos hecho muchas apuestas, calculábamos que iba a ser de gran crecimiento, y ahora tenemos que ver qué pasa”.
“Es un vacío económico porque no se vende, pero también cultural porque esa oferta intensa desaparece”, dice Alejandro Dujovne y agrega: “También hay algo que se pierde de vista que son las Jornadas Profesionales que se hacen en la Feria del Libro. Eso también es un problema porque los actores se profesionalizan y es uno de los jalones de internacionalización del libro. No hay muchos otros momentos de esta clase. Es la pérdida de una instancia clave para un sector que lo necesita. Además Argentina ha tenido un declive sostenido en la exportación de libros. Necesita volver a eso”.
¿Cómo se reordena el mapa editorial con esta descentralización de eventos? Aún queda la posibilidad de que la Feria de Editores se haga, pero ¿qué ocurrirá si deciden pasarla directamente para el año que viene? Es un panorama incierto. Para contrarrestar esta situación, se están realizando ferias virtuales. “Son experiencias distintas”, aseguran todos, pero nadie las desestima. Dos ejemplos son Finde, una iniciativa del Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica del Gobierno de la provincia de Buenos Aires en alianza con el Banco Provincia, y Feria del libro en Casa, una apuesta de algunas editoriales independientes con descuentos y charlas en vivo.
7. Piratería y derechos de autor
En general, las crisis son los mejores momentos para discutir asuntos estructurales. Desde la comodidad del progreso es más difícil. Días atrás, se armó un interesante debate sobre los derechos autor y la piratería. Una página de Facebook que suele publicar de forma ilegal —esto es: gratuita— libros digitales subió entre otros libros una novela reciente de Gabriela Cabezón Cámara. La autora les escribió de forma pública para que bajen ese material. Recibió muchos insultos en nombre de una supuesta libertad de circulación. Muchos argumentaban que, sobre todo en cuarentena, era necesario democratizar el acceso.
“Esa es la forma más fácil de esquivar el problema de fondo —asegura Alejandro Dujovne—: la estructura del mercado editorial. Necesitamos transformar ese mercado para que tenga más calidad y sea más democrático. Pero esa democracia es una salida falsa, porque se habla de gratuidad cuando hay un montón de trabajo en ese producto final que es el libro que no es gratis. Hay que discutir el problema de fondo”. “No creo que la proporción sea que un PDF que circula es un libro menos, pero sí creo que hay algo que tiene que ver con un consumo responsable. No llamemos democratización o solidaridad a la piratería”, sostiene Cecilia Fanti.
“No hay ninguna estadística que diga que la descarga gratuita de libros atenta contra la compra del libro en papel”, comenta Santiago Kahn de La Parte Maldita y establece algunas diferencias: “Hay un par de títulos que los tenemos disponibles libres y que tiene que ver con el tipo de contenido. Ya sea porque son útiles para investigadores o porque están pensados en clave militante. Código rosa. Relatos sobre abortos siempre estuvo libre a la par del papel e hizo que el libro en papel se vendiera más y más porque mucha gente que lo veía por internet lo quería tener para poder leerlo en el libro físico”.
8. ¿El momento del ebook?
Ni bien comenzó la cuarentena, muchas editoriales que ya venían trabajando con ebooks decidieron ponerle un freno a los libros en papel y apostar, al menos en un aislamiento que se creía más corto, a los textos digitales. Por aquel entonces, la pregunta sonaba fuerte: ¿llegó el momento del ebook, el despegue definitivo? Hay quienes dicen que sí, que ya se empezó a instalar como hábito de lectura, pero también están los que dicen que, al menos por ahora, Argentina tiene un público que prefiere el papel.
“Acá hay un hecho, una coyuntura, que nos obligó a cambiar muchas cosas, entre esas la forma de vincularnos con los bienes culturales. Por ejemplo, no podemos ir al cine. Eso no significa necesariamente un cambio profundo de hábitos. En cuanto a los libros hay un vínculo con la materialidad. Pasar al ebook lleva más tiempo”, sostiene Alejandro Dujovne.
En el informe de la Cámara Argentina del Libro, la producción de títulos en formato digital, al compararla con el año pasado, se duplicó. En cuanto a la cuarentena, el registro de libros electrónicos es prácticamente el mismo en febrero, marzo y abril. ¿Es una cuestión de gustos y de tradición? Hay otro problema, tal vez más elemental: los dispositivos son caros.
“Los, las, les que leemos no dejamos nunca de leer”, sostiene Santiago Kahn. “Releés algo o agarrás algo de lo que tenés pendiente en la biblioteca. Por eso el público de la librería es bastante fiel. Es el mismo público que va al teatro o al cine, y no se va a ir al teatro o al cine por un buen tiempo. En algún punto somos la alternativa. Porque el libro no compite con Netflix. Es una experiencia distinta”. Este editor es docente y por estos días, cuenta, pasa muchas horas dando clases virtuales frente a la computadora. “Les pasa a muchos en estos días de encierro: cuando terminás de trabajar no querés ir a leer a una pantalla. Necesitás el libro físico”, cuenta.
“Siempre fui una defensora de los ebooks porque el lector aprecia tener su libro tanto en papel como en digital para continuar la experiencia de lectura. Pero entiendo que es un paso prioritario”, dice Marcela Luza, directora de la editorial El Ateneo. Empezó a trabajar hace un año, cuando el sello no tenía libros electrónicos. Con la cuarentena, se transformó en uno de los grandes desafíos. “Estamos digitalizando el fondo”, cuenta. “En general, hasta el coronavirus la proporción era diez físicos, uno digital. Ahora está aumentando el digital”.
“Hoy salí a comprar algo y trataba de imaginar la experiencia de compra de libros físicos. Eso va a cambiar mucho con este virus: tocar los libros, olerlos... va a ser imposible. El libro digital va a cobrar un nuevo protagonismo”, vaticina Luza. Por su parte, Dujovne cree que lo que falta es “invertir en estrategias comunicacionales” y exigirle al Estado que se fomente la lectura. Libros en general. Ebook o papel, eso se verá después.
9. El contacto vía streaming
“Te voy a decir algo antipático: las presentaciones de libros no es algo que yo extrañe”, dice Santiago Kahn y se ríe. “Funciona si sos una editorial muy pequeña que tira, por ejemplo, doscientos ejemplares y ese día vende cincuenta. Pero si trabajás con un sistema de 1500 ejemplares y ese día vendiste cincuenta, no sé. Moviste un montón y quizás fueron solamente los amigos y familiares del autor. Que es válido. Es una presentación”. Pero, al menos por un buen rato, ya no existen ese tipo de encuentros. Ahora migraron a las pantallas. Empezaron a asomar las ferias virtuales y se potenciaron las lecturas en vivo por redes sociales. También las entrevistas vía streaming. Es gratis y no hace falta cambiarte y salir de tu casa para ver a tu autor favorito. Desde el siglo pasado, cuando pensaban en el futuro, se imaginaban algo así. Está sucediendo y tiene el sabor de una nueva era. Nadie sabe si es mejor que la anterior, algunos sospechan o temen que no.
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