Me entusiasmó la invitación a escribir sobre la cocina de Con Pickles y miel. Hablar de cómo las sensaciones y emociones fueron pulsando, convirtiéndose en palabras e ideas que finalmente quedaron plasmadas en un libro es hablar de los ingredientes y de los condimentos de mi historia; es la posibilidad de compartir aprendizajes que cambiaron mi modo de ver la vida y mi existencia y lo que hace que para mí la vida tenga que ver con el desafío de aprender a convivir con lo ácido –como los pickles– y con lo dulce –como la miel– que toda vida contiene. No conozco historias que solo cuenten con pickles ni relatos que transcurran solo en terrenos de miel.
Con Pickles y miel nace en una libretita color violeta. Sentí la motivación de escribir luego de atravesar siete años verdaderamente difíciles de sobrellevar: atravesé un cáncer, la muerte inesperada de mi madre, la enfermedad y fallecimiento de mi joven hermano, un delicado estado de salud de mi padre, entre otros imprevistos. Pienso que la mente muchas veces nos juega malas pasadas, por eso escribía solo cuando mi corazón y mi alma lo indicaban. ¿Y qué escribía? Sensaciones y emociones que tenían que ver con despertares, con vivencias que me iban dejando aprendizajes vitales y experiencias profundas del ser que trascendían mi vida terrenal, pues para mí tenían que ver con el espíritu y con la conexión con un mundo invisible desde el cual siempre sentí venía mi inspiración. Empecé a viajar con mi libretita violeta y escribía cada vez que alguna idea fluía, casi como tomando una fotografía de mis presentes sin descuidar detalles. Muchas de esas fotos quedaron plasmadas y finalmente hice una especie de compilación, condimentando cada idea y cada sensación, ampliándola e intentando hacerlo sin alejarme de los mandatos del corazón y del alma. En verdad escribía sin pensar en publicar un libro. Solo escribía. Fue una serie concatenada de hechos –algunos mágicamente sincrónicos– los que hicieron que la libreta se convierta en un libro y que una Editorial acepte acompañarme en la publicación.
Mi primer libro es un viaje. Un viaje de sanación, un viaje de transformación, un viaje de mucho amor. Es el viaje que va desde un estado de oscuridad, tristeza y dolor a un mundo de luz, de alegría, de conexión divina con todo cuanto existe. Es un viaje que da vida y valor a la existencia, es un viaje que me atravesó y movió fibras que estaban muy quietas. Fueron movimientos que me expandieron hacia una mirada del mundo con esperanza y alegría.
En las primeras páginas me representé como una mujer encadenada en una cueva sin poder ver la luz, como describe Platón en la alegoría de las cavernas, relato que había leído y que sin lugar a dudas resonó en mí. En los primeros capítulos describí cómo mi mundo era eso mismo: oscuridad, sombras, cadenas y contracción. Luego de la descripción de ese mundo triste y repleto de limitaciones –atravesada por emociones profundas–, ahondo en los pasos trazados: hablo de un viaje en el que cierto despertar se produjo y a partir del cual pude reconocer mis dolores, observar mis enojos, hablar con mi cuerpo y entablar lazos y vínculos sólidos y sanos.
Un nuevo mundo surgió ante mí luego de los primeros pasos en esto de reconocerme y escribir. Fue un renacimiento en el que recobré vitalidad y la gratitud se fue apoderando de cada uno de mis presentes. Resignifiqué el valor del tiempo y comprendí con convicción que el único momento con el que contamos –y el más valioso a preservar– es precisamente el presente. En este nuevo mundo decidí quedarme.
La escritura de este libro fue un viaje de aprendizaje en el que muchas veces necesité ayuda y aliento de terceros que con amor, paciencia y generosidad se dispusieron a ayudarme. El dolor se fue transformando en amor y en emociones constructivas. Comprendí por qué mi cuerpo había enfermado y entendí que debía dejar de vivir del modo en el que vivía cumpliendo mandatos y alejada de mi esencia. Comencé a vivir en coherencia y consecuencia con mi ser, con mi esencia, con mi verdad. Entendí que el cuerpo es sabio y también que la madre tierra siempre nos cobija y nos permite depositar en ella semillas en el abono del cual surgen flores muy hermosas. Entendí que el mundo es precioso y que a veces solo debemos cambiar nuestros anteojos o el foco desde el cual miramos. Con pickles y miel es un viaje a través del cual pude darle vida a cada paso de mi existencia y trabajar a diario para brindarme desde mi mejor lugar.
Nació un libro y, al mismo tiempo, le di vida y la bienvenida a la convicción de que a la historia personal la escribimos nosotros a diario –con cada decisión que tomamos y con las que no tomamos, con cada acción o inacción– y que vivir en la alegría es una decisión.
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