María O’Donnell: “Firmenich todavía reivindica el asesinato de Aramburu, lo entiende como una respuesta lógica al golpe del 55”

En “Aramburu”, que acaba de publicar Planeta, la periodista reconstruye el crimen que fue el acto fundacional de Montoneros

Pedro Eugenio Aramburu fue ejecutado por un grupo armado el 1° de junio de 1970

El 29 de mayo de 1970 un grupo de jóvenes disfrazados de militares se presentó en el domicilio de Pedro Eugenio Aramburu. Sara, su mujer, los hizo pasar. Era el Día del Ejército, y el ex presidente de facto no desconfió. Así lograron detenerlo, y someterlo a lo que Montoneros denominaría un “juicio revolucionario”. Lo trasladaron a una quinta en Timote, provincia de Buenos Aires. Tres días después lo ejecutaron.

El secuestro y asesinato de Aramburu, motivado por la proscripción del peronismo, los fusilamientos y el robo del cadáver de Eva Perón, fue el acto de presentación de la organización guerrillera, el bautismo de un grupo que acapararía la escena política durante los años siguientes.

El episodio lo reconstruye María O’Donnell en Aramburu, una investigación cuyo testimonio más importante es el de Mario Firmenich. Confinado en su casa de Villanueva y Geltrú, Barcelona, donde vive junto a su familia, el miembro fundador de Montoneros y jefe de la organización hasta su disolución definitiva accedió a una reunión con la periodista en agosto de 2017. Es el único sobreviviente del grupo armado que asesinó al presidente de la autodenominada Revolución Libertadora.

-¿Por qué un libro sobre Aramburu?

-Me parece que es un tema muy incómodo, que todavía merece una discusión para poder abordar con el paso del tiempo algunos temas que en ese momento generaron muchas divisiones. Además, es el hecho fundacional de Montoneros, de la guerrilla peronista, la más importante de la Argentina en la década del 70. Un hecho sobre el cual estaba montado el relato fundacional del propio Firmenich como jefe de Montoneros, que lo fue además hasta la disolución de Montoneros, y me pareció que ahí había mucho para ir a buscar todavía.

-¿Cómo lograste llegar a Firmenich?

-Él insistentemente nunca me contestó. Yo lo había buscado mucho para mi libro sobre Born y nunca había podido dar con él. Después, en algún momento conocí al hijo Facundo, cuando vino a la Argentina, porque va y viene desde España. Lo entrevisté un par de veces. Después por recomendación de allegados a él empecé a contactar a la mujer, porque él no me contestaba los mails. Ella conocía mi trabajo en Born. Es historiadora y le había parecido que había hecho un trabajo honesto y serio. Y ella, durante un tiempo, fue como un vehículo para tratar de llegar a él. Entonces me tomé el riesgo de tomarme un avión, y me fui para allá. Primero fue un no rotundo y después intermedió una persona cuya identidad prefiero no revelar, un dirigente peronista con quien ambos teníamos relación, y más por cumplir con un deseo de él que con mi pedido finalmente Firmenich accedió a este almuerzo, que compartimos con la mujer.

Firmenich, máximo jefe de Montoneros y único sobreviviente del grupo que asesinó a Aramburu

-¿Cómo describirías la actitud que tiene frente al asesinato de Aramburu?

-Él tiene una reivindicación muy grande al día de la fecha, y eso no ha cambiado nunca, si uno lo ve a lo largo de la historia. Incluso cuando le da el indulto Menem, que se lo da junto con los militares, y hace un reportaje con Neustadt, hace una suerte de autocrítica. En ese contexto, Neustadt le dice: “¿Y Aramburu?”. Y él responde: “A Aramburu lo juzgó el pueblo, no fuimos nosotros; nosotros solo fuimos los ejecutores de la decisión”. Y es un poco lo que me encuentro cuando hablo con él. Tiene la idea de que la violencia arranca en el 55 con el golpe a Perón y que si hubo un Aramburu es porque antes hubo un 55, bombardeos, fusilamientos... Incluso va mas allá y plantea el tema de Dorrego. Lo entiende como una respuesta lógica a lo precedente y eso me parece que también tiene en común un gran sector del peronismo. Entienden que un recorte de los 70 para adelante es un recorte injusto. También me doy cuenta de que es su propio relato fundacional de Montoneros, de él como único sobrevivente del grupo que mató a Aramburu, y eso le da su identidad. Eso lo ha convertido en una especie de paria, es el único dirigente importante montonero, que nunca más pudo reinsertarse en la Argentina y es un deseo que evidentemente tuvo y una situación que le resulta muy frustrante.

-En el correo electrónico que te envía él habla de esta “exclusión”, y en cierto modo se victimiza. ¿Creés que es inmerecido el desprestigio de Firmenich?

-Lo que me doy cuenta es que en él se depositan todas las críticas a Montoneros, y al militarismo y a la soberbia, rasgos de su personalidad. Puedo ponerme en su punto de vista y entender que sienta que es injusto que sea solo contra él la crítica. Evidentemente no fue el único dirigente importante que condujo Montoneros, pero fue su jefe desde el 71 en adelante. Me parece que al final Firmenich es el representante de todas las decisiones de Montoneros.

-Algo llamativo es que el secuestro del cuerpo le parece un exceso.

-Sí, es raro, ¿no? Ahí hay toda una discusión sobre si ese operativo que Paco Urondo hace en el 74 es con o sin autorización de Firmenich. Lo hablé con muchos montoneros. Algunos me dijeron que Paco Urondo por su personalidad pudo haber hecho algo por las suyas; otros me dicen que algo tan imbricado e importante para la historia de Montoneros como el cuerpo de Aramburu no lo hubiesen tocado nunca sin el permiso de la conducción. Pero bueno, mas allá de eso, lo que me dice a mí Firmenich es esto de “con los muertos no se jode, somos católicos”. Y ahí hay un momento anterior de la cosa católica, donde uno quita la vida de alguien. Para un católico, es un momento trascendental, y él encuentra una justificación para matar a Aramburu pero encuentra mal robar su cuerpo de la Recoleta.

Tumba de Pedro Eugenio Aramburu, en el Cementerio de la Recoleta

-¿Por qué Aramburu y no Rojas?

-Lo que me dijo Firmenich es que Rojas tenía mucha seguridad, lo cual es cierto, estaba mucho más desamparado en materia de seguridad Aramburu. Eso le dio a la familia de sospechar que fue algo que hizo a propósito Onganía. El Aramburu que matan en los 70 no era el Aramburu antiperonista furioso del 55. Era un Aramburu que se había dado cuenta de que ahí había un juego imposible sin el peronismo, y que tenía ambiciones personales de ser él el Lanusse, el que llevara un poco adelante la transición y alguna apertura...

-Bueno, tenía contacto con Perón...

-Tenía contacto por intermediarios, sí. La versión de Firmench es que les daba lo mismo cualquiera de los dos y encontraron más desprotegido a Aramburu. Y la versión de otros, que tiene un costado interesante, es que Aramburu era un personaje de mucho más peso político que Rojas. Rojas era un jubilado de la política y Aramburu era un jugador que podía un poco ofrecer una salida que ese grupo de Montoneros no quería que ocurriera.

-¿Tiene algún asidero la versión que indica que la operación se concretó con la complicidad de Onganía?

-Hay un hecho objetivo que es la facilidad con que lo secuestran, la falta de una custodia de un ex presidente, en un momento en el cual ya había empezado una situación de hechos que tenían como objetivos algunos militares o policías. Además, él había tenido un atentado en la quinta. El hecho de que no tuviese protección fue siempre un factor que a la familia de Aramburu le pareció sospechoso. También, la demora de Onganía. Tardan mucho en tomarse en serio el secuestro. Primero creen que es un autosecuestro, un hecho de propaganda de Aramburu. La desconfianza entre Onganía y Aramburu, sobre todo los militares que rodeaban a Onganía, hizo que la reacción fuera muy lenta. Ahora, todas las versiones de los amigos de Aramburu que apuntan a que Montoneros lo secuestra y lo entrega en al Facultad de Derecho a la inteligencia del Ejército, que se muere en el hospital, son todas muy disparatadas. Yo no encontré ningún asidero. Uno puede preguntar qué grado de infiltración podía tener ese grupo original de Montoneros, por las relaciones del mundo católico, nacionalista, sobre todo de la familia Abal Medina, con Onganía, y si ellos estuvieron al tanto y no hicieron nada. En su momento se le preguntó a la Casa Rosada por los famosos supuestos ingresos de Firmenich, pero la causa judicial dice que no hubo ningún ingreso. Así que yo no encuentro en ninguna de las versiones de allegados a Aramburu suficiente evidencia como para considerarlas creíbles.

Portada de "Aramburu", el libro de María O'Donnell que publicó Planeta

-¿Qué es lo que torna insuficiente el relato de Firmenich sobre el secuestro y asesinato?

-Hay varias cosas que son bastante inconsistentes. Por ejemplo, él dice que lo secuestran a Aramburu y cambian autos ahí en la parte de atrás de la Facultad de Derecho. Era una época en que los dos jefes eran Abal Medina y Emilio Maza. ¿Maza, que era un jefe de la célula, se vuelve? ¿No va a La Celma? Rarísimo. Después en el relato famoso de La causa peronista dice que Capuano Martínez, que era el mejor chofer del grupo, supuestamente va en un taxi, porque Firmenich tenía un taxi. ¿Entrar a provincia de Buenos Aires con un taxi porteño? Rarísimo. Después hay varios momentos en los que él dice “un compañero” y no lo identifica. Hay un cuarto hombre que él no identifica, y no sabemos quién es. Y podría haber un quinto también. Y él mismo a mí me dice que hay alguien que él no identificó. Uno más hay seguro, y es muy poquito. Si no, se supone que estaba Abal Medina solo en el sótano con Aramburu, ¿y a Aramburu lo matan con dos armas distintas, de dos calibres distintos? ¿Y lo vas a matar y queda uno solo en el sótano con él? No es lógico. Tiene muchos agujeros ese relato. Creo que es el relato que armó Firmenich. Es el líder de Montoneros, es el dueño del relato original, indiscutido.

-El relato de la ejecución que publica Grassi presenta a Aramburu bajo una luz favorable, digno en la muerte. ¿Fue un error político?

-Para mí fue muy interesante hablar con el hijo de Aramburu, porque al leerlo uno dice: ¿realmente cuando te están por matar querés atarte los cordones de los zapatos y afeitarte? Son reacciones que te llaman la atención. Aramburu hijo me contó que cuando leyó el relato de La causa peronista, con toda la desconfianza que él tiene, reconoció cada uno de esos gesto de su padre. Porque era un tipo muy metódico, porque era un tipo muy prolijo, porque tenía esta idea de cierta pulcritud. Y en ese relato final, cuando en un sótano, con la boca tapada, y las manos y los pies atados, y los cordones atados, le dice “proceda” con una servilleta de la boca, obviamente es un relato que enaltece mucho al adversario, si se quiere. No sé si fue algo pensado o no, pero es un relato que le da dignidad, seguro.

El secuestro del ex presidente de facto en la tapa de La Nación

-¿Cómo convive el hijo de Aramburu con este hecho?

-Es alguien que admiraba muy profundamente a su padre. Él en un momento dice: “Cuando ocurre algo así, no hay ninguna víctima”. Una familia que quedó muy rota: su hermana no volvió nunca más a la Argentina, está casada con un diplomático, y quedó él como hijo único, a cargo de la madre, viuda. Y él tiene una suerte de frustración de sentir que su padre pasó al olvido, y un poco su gran frustración es que en la historia el Aramburu que mata Montoneros es el símbolo del antiperonismo, y él siente que es injusto con lo que era su padre en 1970, que no era el del 1955.

-¿Pudiste dar con todos los testimonios que buscabas?

-Bueno, en esto del supuesto quinto me quedé cerca, pero me hubiese gustado terminar de tener un poco más de claridad respecto de quién estaba ahí. Igual también me di cuenta de que es secundario, en el sentido de que lo que pasó ahí fue que Firmenich se adueñó del relato. En el libro hablo mucho del primer período de la fundación de Montoneros, sobre todo ese primer año y medio en que lo matan a Abal Medina en William Morris, cae Maza en La Calera, cae Sabino Navarro en Córdoba, una sucesión de caídas que lo deja a Firmenich al frente, siendo que era el quinto en menos de un año y medio. De ahí en adelante pasó a ser el único jefe para siempre. La consolidación del poder de Firmenich en el origen, en base a ese relato de La Celma, me interesó mucho.

-Contás en detalle la formación y extracción de los dirigentes de Montoneros, y en cómo conviven en la organización personajes más vinculados a un nacionalismo católico o peronista, y otros más ligados al marxismo. ¿Cómo hay que entender la identidad de Montoneros?

-Una cosa es Montoneros antes de Aramburu, y otra es lo que se vuelve después. En el origen, son obviamente un nacionalismo católico, no necesariamente peronista. Aramburu le termina de dar a Montoneros una identidad peronista, pero era un nacionalismo católico de derecha. Para mí fue un descubrimiento encontrar muchos rastros del entrenamiento en Cuba de la célula original. Hay un encuentro entre ese catolicismo y los grupos revolucionarios latinoamericanos. No eran necesariamente peronistas. Creo que termina de adquirir la identidad, y de apropiarse de la resistencia peronista a partir de Aramburu como símbolo. Ahora, con el socialismo que pedían ellos, si uno mira sus primeros comunicados, no termina de entenderse qué era lo que buscaban. Después sí agarran las características de la guerrilla latinoamericana, pero eso es otra historia.

La periodista y politóloga María O'Donnell, autora de "Aramburu"

-Le dedicás un capítulo a Sabino Navarro, una figura no tan explorada como otras de Montoneros, que llama la atención por su origen obrero.

-Sabino era un tipo más grande, y había tenido contacto con Abal Medina antes de Aramburu, y hasta donde sé no le cuentan que iban a estar en lo de Aramburu, pero sí que estaban con algo grande. Un poco después de Aramburu, y de La Calera, algo que los deja muy expuestos. Todo lo bien que les había salido en términos de una operación militar, hacen todo mal en La Calera, pero a partir de ahí gran parte del grupo se refugia en las redes de Sabino Navarro. Era alguien obrero, cuyo papá había hecho la migración del interior a los suburbios pobres del conurbano. Era realmente un obrero. Y ese pequeño período es muy interesante. Era un tipo también muy humano en el sentido de que tenía muchas debilidades, como se las consideraba en la época: enamorarse, andar con mujeres que no participaban de la organización... Pero evidentemente era una figura que representaba esto otro, los vínculos con las organizaciones obreras, con los sindicatos obreros, con las fábricas, todo eso que no tenía el montonerismo de Firmech. Sabino era otra cosa, y en eso se sienten mucho más reflejados los cordobeses, que estando en la cárcel rompen con Montoneros.

-Te referís sobre el final al debate sobre los 70, que estuvo muy presente sobre todo durante el kirchnerismo. Hubo incluso personalidades afines que reivindicaron la lucha armada. ¿Cómo ves esto?

-Me parece que ya nadie hace una reivindicación de la lucha armada explícita, pero todo hay que ponerlo en su contexto. Es un mal ejercicio saltearse el momento, pero uno sí puede mirar para atrás con autocrítica. Ese momento de máxima violencia, 74, 75, fue el último mejor momento de la economía argentina, en niveles de desigualdad, de pobreza. Era un momento que visto con los ojos de hoy era significativamente mejor. Me parece que Montoneros, y la Juventud Peronista, estuvieron representados en el gobierno de La Cámpora. Por algo se llaman así. En la última campaña le pregunté a Larroque por qué se llamaba La Cámpora, y me dijo que por la lealtad de Cámpora. Lo cual creo que es un discusión que hacia afuera no quieren dar, pero me parece que es una discusión que aún no se ha dado con suficiente sinceridad.