Edvard Munch se consideraba a sí mismo como un diseccionador almas y esa capacidad por ver lo tormentoso del existir lo hizo una pieza clave no solo de la pintura, sino también del expresionismo.
Si bien es reconocido por El grito, en este caso indagaremos en la historia de Las chicas en el puente (Pikene på broen), de 1902.
Nacido en Noruega en 1863, Munch intentó ser un ingeniero, pero dejó todo por el arte y estudió bajo la tutela del naturalista Christian Krohg. Para 1885 viaja por primera vez a París, donde conoció las obras de Gauguin y recibe una fuerte influencia de la pintura impresionista y postimpresionista. Un año después La niña enferma causa un escándalo en la Exposición de Otoño de Oslo en el año 1886.
El escándalo lo seguiría a Alemania, donde sus obras fueron censuradas. Esto dio pie a la creación de la Secesión Berlinesa, asociación de artistas dirigida por el gobierno conservador de Berlín. En 1893 ingresa a la tertulia Cochinillo negro, donde frecuenta a otros artistas y realiza su pintura más famosa, El grito.
El expresionismo reveló el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del momento: la modernización, la alineación, el aislamiento, la masificación, todas circunstancias que se hicieron presentes en las grandes ciudades y, por ende, en los artistas.
“La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me han seguido a lo largo de mi vida”, escribió este artista que utilizó a los puentes como metáfora de transición en muchísimas de sus obras: “No voy a pintar más interiores con hombres leyendo y mujeres tejiendo. Voy a pintar la vida de personas que respiran, sienten, sufren y aman”.
Llegaría luego su serie Friso de la vida, para una vez finalizada ingresar a un terreno más tradicional, con retratos, paisajes y pinturas de estudio.
En aquella época pintó Las chicas en el puente, que en 2016 fue subastada por 54,5 millones de dólares en Sotheby’s, mostrando el interés latente que genera el artista ya que en la misma obra había alcanzado los 7,7 millones en 1996 y los 30,8 millones en 2008. Las chicas del puente tiene el trazo colorista, la tensión psicológica y la belleza más reconocible en la obra de Munch. A lo largo de su carrera, Munch realizó siete variantes rondando el concepto de esta obra.
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