El mar forma parte de la vida del francés Eugène Boudin (1824-1898), desde cuando todavía no pintaba siquiera. De muy pequeño comenzó a acompañar a su padre, piloto de buques, como grumete en los recorridos de las naves entre Le Havre y Honfleur, en la Normandía, donde había nacido. Cuando su padre se retiró, también él abandonó los barcos y trabajó en un negocio de marcos para cuadros que tenía su familia hasta que tuvo el local propio, en Le Havre. Entonces comenzó el contacto con la pintura y los artistas y a los 22 años abandonó el comercio para dedicarse por completo a la pintura.
Con el fin de profesionalizarse, se trasladó a París en 1847 y sacó un carnet de copista en el Louvre, donde ejercitó su mirada ante cuadros flamencos y franceses (A. van der Velde, A. van Ostade, A. Watteau, etc). Como carecía de recursos, vivió precariamente. Por todo esto, la primera etapa de su obra estuvo influida fundamentalmente por la pintura holandesa del siglo XVII y la obra de sus contemporáneos de la Escuela de Barbizon.
Años después comenzarían sus fructíferos viajes a la región de la Bretaña que ,con sus paisajes, sus costumbres, sus calles, sus iglesias y sus mercados pasarían a ser motivos de sus cuadros, igual que sus playas y las de la Normandía. Justamente en Deauville, en la Normandía, se radicará más adelante y hasta el final de su vida.
De perfil bajo, nunca se sintió un innovador pese a que su trabajo extraordinario con la luz influyó en los artistas de su época y en los que vinieron luego. Es considerado un precursor del impresionismo. En 1859 conoció a Gustave Courbet y expuso por primera vez en el Salón de París, donde su obra fue elogiada por el poeta Charles Baudelaire, quien se convirtió en divulgador de su pintura. Un par de años antes había conocido a Claude Monet, quien en un comienzo no tuvo mayor consideración por la obra de Boudin, aunque luego fueron grandes amigos y trabajaron juntos por mucho tiempo.
En 1874 Boudin participó en la primera exposición de los impresionistas en el boulevard des Capucines. Al final de su vida, entre 1892 y 1895, realizó tres viajes a Venecia en busca de nuevos temas de inspiración. Murió en 1898.
En la década de 1860 Eugène Boudin pintó un gran número de obras que tenían como protagonistas a grupos de veraneantes en las playas de Trouville y que fueron muy bien recibidas dentro del panorama artístico francés. Nuestra “belleza del día” forma parte de ese conjunto de obras exquisitas de pequeñas dimensiones, pobladas por figuras mínimas y estremecedoras construidas a base de ligeras pinceladas de color. Puede verse en el Museo de Arte Bridgestone, en Japón.
Obras similares de Boudin, mínimos tesoros de color y vida, pueden verse en el Museo de Orsay de París, en el Hermitage de San Petersburgo y en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, entre otros espacios.
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