Más que poesía: descubrir los sonetos (ingleses) de Fernando Pessoa

El libro “35 sonetos ingleses” (Leteo) recobra la obra escrita en la lengua de Shakespeare del gran escritor portugués y además indaga en los misterios alrededor de su producción literaria. La publicación es una edición crítica, bilingüe e ilustrada, con prólogo y traducción de Esteban Torre

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“35 sonetos ingleses” (Leteo), de
“35 sonetos ingleses” (Leteo), de Fernando Pessoa

Entre las múltiples máscaras que recubren el rostro, o mejor, que conforman el verdadero rostro de Fernando Pessoa, hay una relativamente poco conocida y sin embargo esencial para una adecuada comprensión del autor y de su extensa y multiforme producción literaria: la faceta del metaphysical poet, poeta metafísico, en lengua inglesa y según el modo de ver de la literatura anglosajona. La obra capital, a este respecto, es 35 Sonnets, 35 sonetos.

Así comienza el prólogo del libro 35 sonetos ingleses (Leteo), de Fernando Pessoa, una edición crítica, bilingüe e ilustrada, con prólogo y traducción de Esteban Torre.

Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) fue un escritor portugués, especialmente reconocido por sus heterónimos: Alberto Caeiro, Alexander Search, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis. Fue, en ese sentido, un personaje extremadamente enigmático, lo motivó buena parte de las investigaciones sobre su obra. El poeta y crítico brasileño Frederico Barbosa declaró que Fernando Pessoa fue o enigma em pessoa (con el doble significado de el enigma en Pessoa y el enigma en persona).

Uno de los grandes enigmas a su alrededor fue su obra poética. Publicó en vida nada menos que 299 poemas, de los cuales 54 fueron redactados en lengua inglesa. “Bien es verdad que, a su muerte, dejó un legado literario –el famoso espólio, contenido en la no menos famosa arca– de 25.426 originales, de prosa o de poesía, que en buena parte aún permanecen inéditos”, se explica en el libro.

"En las últimas décadas del siglo XX, y en especial alrededor de las fechas del cincuentenario de la muerte del poeta (1985) y el centenario de su nacimiento (1988), se fue acumulando una ingente bibliografía, hasta el punto de que se llegó a hablar del inicio de una era pessoana en la cultura portuguesa. Baste decir que hasta el Banco de Portugal emitió una serie conmemorativa de papel moneda con la efigie de Fernando Pessoa. Pero ocurre que, al amparo de esta verdadera inflación pessoana, se han venido introduciendo también no pocos prejuicios y tópicos.

Fernando Pessoa (Foto: Wikipedia /
Fernando Pessoa (Foto: Wikipedia / Dominio público)

El más extendido de tales prejuicios consiste en afirmar que Fernando Pessoa es un poeta difícil, esotérico, hermético: un abanderado de las vanguardias, desconocido en su tiempo, que casi no publicó nada en vida y que sólo póstumamente habría sido reconocido y salvado para la posteridad. Y no menos infundado es el error de considerar que, siendo el inglés su primera lengua literaria, toda su obra inglesa no vendría a ser más que una prolongación de la poesía juvenil, carente por lo tanto de la fuerza y de la modernidad de su producción portuguesa. Porque lo cierto es que Fernando Pessoa escribió en inglés durante toda su vida, y no existe ninguna razón para asociar permanentemente a la lengua inglesa los inicios de su obra literaria".

Con respecto a su formación inglesa, que lo llevó a ganar el Premio Reina Victoria durante su adolescencia en Ciudad del Cabo, se asegura que utilizó las siete libras del premio para la adquisición de libros como las obras poéticas de Keats, Tennyson o Poe, así como a las Vidas de los poetas de Samuel Johnson. “En la lista bibliográfica que nos proporciona Maria da Encarnação Tavares Monteiro, en el volumen XXXI de la revista Biblos, aparecen estos libros entre otras obras en lengua inglesa de la biblioteca de Fernando Pessoa”, escribe Esteban Torre.

Samuel Johnson, crítico, poeta y ensayista del siglo XVIII, fue el primero en clasificar como metaphysical poets a un grupo de poetas del siglo XVII, entre los que se encuentran John Donne, George Herbert, Richard Crashaw y Andrew Maxwell. Se caracterizan estos poetas por un obsesivo deseo de establecer contrastes y equivalencias entre el espíritu y la materia, el corazón y el pensamiento, el sueño y la realidad. Y todo sobre la base de una fe infinita en el poder de la mente humana para penetrar el misterio del mundo, a través de los más complicados juegos de ingenio (wit), que se expresan con extrañas y sorprendentes asociaciones metafóricas (conceits).”

Cuando Pessoa se decide a publicar, en 1918, sus primeros libros de versos en lengua inglesa –35 Sonnets y Antinous–, ya es un poeta completamente maduro, con treinta años de edad y con una teoría literaria perfectamente elaborada, desde los artículos de la revista A Águia, en 1912, sobre la nueva poesía portuguesa, hasta el Ultimátum de 1917, publicado en Portugal Futurista, donde desarrolla algunas de sus ideas estéticas, entre ellas la tesis de la despersonalización en el arte.

En el legado literario de Pessoa, que se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de Lisboa, existen dos ejemplares de los 35 Sonnets con anotaciones y correcciones manuscritas. Uno de ellos viene a ser una especie de borrador del otro ejemplar, en el que aparecen ya señaladas todas las enmiendas, como si se tratara de una corrección de pruebas de imprenta. “Todo nos hace pensar que deseaba reeditar los sonetos, y tal vez ampliarlos en número, tal como se indica en una nota dactilografiada que hace referencia a Fifty Sonnets. Pero lo cierto es que esa reedición nunca llegó a realizarse. Pessoa se limitó a publicar dos breves composiciones, Meantime (1920) y Spell (1923), en The Athenaeum y en la revista Contemporãnea. El resto de sus poemas ingleses, entre ellos The Mad Fiddler, permaneció rigurosamente inédito”.

Aleister Crowley y Fernando Pessoa
Aleister Crowley y Fernando Pessoa jugando al ajedrez

A continuación, dos sonetos -en inglés y español- seleccionados de su obra:

Sonnet III

When I do think my meanest line shall be

More in Time’s use than my creating whole,

That futures eyes more clearly shall fell me

In this inked page than in my direct soul;

When I conjecture put to make me seeing

Good readers of me in some aftertime,

Thankful to some idea of my being

That doth not even my with gone true soul rime;

An anger at the essence of the world

That makes this thus, or thinkable this-wise,

Takes my soul by the throat and makes it hurled

In nightly horrors of despaired surmise,

And become the mere sense of a rage

That lacks the very words whose waste might ‘suage.

Soneto III

Cuando pienso que el verso más extraño

tendrá más Vida que mi vida entera,

y me verán mejor en ese engaño

que mirando en mi alma verdadera;

y cuando sé que existirán mañana

fieles lectores de mi poesía,

pero con una idea tan lejana,

que nada rima con el alma mía;

una furia terrible, ante el fracaso

de un mundo así, me ahoga y me condena

a las noches de horror y desvarío

donde sigo esta angustia paso a paso;

hasta que no soy más que rabia y pena,

y no hay palabras ya para mi hastío.

Sonnet XV

Like a bad suitor desperate and trembling

From the mixed sense of being not loved and loving

Who with feared longing half would know, dissembling

With what he’d wish proved what he fears soon proving,

I look with inner eyes afraid to look,

Yet perplexed into looking, at the worth

This verse may have and wonder, of my book,

To what thoughts shall’t in alien hearts give births.

But, as he who doth love, and, loving, hopes,

Yet, hoping, fears, fears to put proof to proof,

And in his mind for possible proofs gropes,

Delaying the true proof, lest the real thing scoff,

I daily live, i’th’ fame I dream to see,

But by my thought of others’ thought of me.

Soneto XV

Como el amante, que se desespera

con la idea de amar sin ser amado,

dudando siempre de lo que quisiera

saber, o no saber, o haber dudado;

así miro este verso mío, y siento

la angustia del que ignora las razones

de su valor: no sé qué fundamento

podrá tener en otros corazones.

Y como –navegando a la deriva–

busca pruebas de amor aquel que ama,

y rehúye –buscándolo– el abismo

que le ofrece la prueba decisiva;

así vivo, en el sueño de la fama,

pensando en lo que piensan de mí mismo.

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