¿Es posible escribir ciencia ficción después del coronavirus?

La cuarentena continúa extendiéndose, las calles siguen vacías y los infectólogos afirman que lo peor aún no pasó. ¿Cuántos visionarios se imaginaron un futuro como éste? Infobae Cultura habló con Agustina Bazterrica, Martín Felipe Castagnet, Claudia Aboaf y Gonzalo Gossweiler, cuatro escritores que navegan el género de las distopías y las especulaciones

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(Shutterstock)
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En el cielo no hay naves espaciales, pero sí helicópteros; son las fuerzas de seguridad patrullando la cuarentena que, para el caso, es prácticamente lo mismo. Las ciudades están vacías, apenas algunos negocios abiertos, los que se engloban dentro de una “actividad esencial”, y personas, pocas, distanciadas en más de un metro, con barbijos, en silencio, automatizadas, comprando lo necesario para luego, rápido, volver a sus casas a encerrarse. Un virus azota al mundo y es de lo único que se habla. Los sistemas de salud colapsan, en algunos países los cementerios no dan abasto y se abren fosas comunes para enterrar miles de cadáveres, mientras sus presidentes se convierten en bufones extraños.

¿Estamos en una distópica novela de ciencia ficción? Nos quedan los chistes, el humor corrosivo, los memes que proliferan en una sociedad sumida en el confinamiento y la virtualidad. Hay uno, bastante gracioso, en el que un hombre se despierta luego de cuatro meses en coma y dice: “¿Cuántas décadas estuve dormido?” En algún punto, todos intuimos que este escenario, o al menos uno similar, llegaría en algún futuro, pero nadie imaginaba estar vivo para verlo. Aquel género literario que imaginó pandemias mundiales, robotización, inteligencia artificial, vigilancia estatal extrema no hablaba en vano: algo de todo eso finalmente llegó.

¿Se puede seguir haciendo ciencia ficción después del coronavirus?

Hacer ciencia ficción después de vivirla

“Hasta ahora la literatura nunca se encontró con un adversario que pudiera doblegarla: ni la censura ni la televisión ni los malos autores. La literatura persiste porque se deja doblegar hasta deglutir a quien la amenaza”. El que habla es Martín Felipe Castagnet, Doctor en literatura y autor de dos novelas, Los cuerpos del verano y Los mantras modernos, ambas pertenecientes a eso que suele llamarse ficción especulativa. “Hoy la ciencia ficción vuelve a destacarse después de décadas de inserción en el discurso cotidiano, donde incluso perdió el nombre y se fusionó con el realismo y el fantástico; la peste le devuelve el nombre y la recupera como interlocutora válida. La ciencia ficción se valida como lo que quiso en sus orígenes: un nuevo realismo, pero con más espacio para la imaginación”.

Agustina Bazterrica, Martín Felipe Castagnet, Claudia Aboaf y Gonzalo Gossweiler
Agustina Bazterrica, Martín Felipe Castagnet, Claudia Aboaf y Gonzalo Gossweiler

“Cada vez que el género ‘alcanzó’ al futuro —dice Gonzalo Gossweiler, autor de Los hologramas no hacen compañía— cobró más fuerzas, se volvió más ambicioso. La buena ciencia ficción, aunque se ubique generalmente en el futuro, es una herramienta para hablar del presente, para analizar y criticar las condiciones de vida del momento. En ese sentido, una pandemia global es un excelente catalizador para extrapolar situaciones actuales e imaginar escenarios futuros”. Para Claudia Aboaf, autora de la trilogía distópica que forman Pichonas, El Rey del Agua y El ojo y la flor, “son tiempos urgentes”. “Hay que escribir más que nunca narrativas de especulación biopolíticas y ecotopías como ejercicio de futuro. Ficcionemos nuevos relatos, el que nos venimos contando nos trajo hasta aquí”, sostiene con énfasis.

Agustina Bazterrica, que escribió la novela Cadáver exquisito, sostiene que “esta pandemia va a formar parte de infinidad de textos ficcionales que se deben estar escribiendo en este momento. Lo que estamos viviendo se acerca a lo que muchas ficciones imaginaron como una distopía post apocalíptica: barbijos, ciudades vacías y un enemigo invisible de alcance mundial. Aterrador. Pero, tanto las distopías como las utopías tienen una función crítica y premonitoria. En El cuento de la criada de Margaret Atwood se critica al patriarcado profundo. O la gran distopía escrita en 1920, anterior a 1984 y Un mundo feliz: Nosotros, del escritor ruso Yevgueni Zamiatin, donde la individualidad es aniquilada en favor de la tecnología y la vida es dominada por un Estado omnipresente que reduce a las personas a números. ¿Les suena?”

Los flashes distópicos de hoy

¿Qué es la ciencia ficción? No es tan fácil de definir como uno cree. ¿Un género literario que piensa el futuro, que especula con el presente para graficar lo inminente, que juega a radicalizar las leyes de las ciencias físicas, naturales y sociales? Hay un poco de todo eso. Y en el fondo: el porvenir y lo inevitable. Arthur C. Clarke dijo una vez que lo que empezó como novela de ciencia ficción va a terminar como investigación periodística. Hoy lo vemos. Unos cuantos autores escribieron sobre pandemias. Hoy, en la tele, en los diarios, en los portales, hay entrevistas a sobrevivientes que narran lo que alguna vez fue un flash distópico. Si el coronavirus está modificando la realidad social, ¿cuánto transformará el imaginario futurista literario?

“Quienes escribimos ciencia ficción tenemos activado el imaginario apocalíptico. No es un cinismo negativo, hacemos prospectivas del presente. Y ahora hay que figurarse grandes e incómodos cambios”, sostiene Claudia Aboaf, y Bazterrica agrega: “El escenario ficcional se va a modificar porque esta pandemia nos atraviesa de una u otra manera a las personas que vivimos en este sistema que algunos llaman capitalismo salvaje y nos trasladará a otros mundos posibles y necesarios. De todas formas, esta pandemia ya fue imaginada. Es decir, existe un futuro del pasado. Ensayo sobre la ceguera de Saramago o La peste de Camus o las películas Epidemia o Contagio están presentes hoy con todos sus matices. Siempre es un desafío crear nuevas ficciones cuando la realidad se esmera en superarlas”.

Los vuelos del Ejército Argentino durante la pandemia (Foto: Matías Arbotto)
Los vuelos del Ejército Argentino durante la pandemia (Foto: Matías Arbotto)

“¿Hasta cuándo durará el aislamiento? ¿Cómo nos relacionaremos después de tanto miedo y paranoia? ¿El primer recital post cuarentena será con miles de personas con barbijos y dos metros de distancia de seguridad entre cada uno? Ni hablar de la situación mundial y la crisis económica que se avecina. ¿Cuándo se podrá volver a viajar? ¿Cuántas víctimas fatales dejará el coronavirus? ¿Tal vez millones? ¿Qué movimientos migratorios podrán darse en una Europa con ciudades eventualmente diezmadas e inmigrantes queriendo cruzar las fronteras, acuciados por más hambre aún, para ocupar puestos de trabajo necesitados de mano de obra? Imaginar lo cotidiano se convirtió en ciencia ficción”, dice Gonzalo Gossweiler.

El futuro es un lugar provisorio

¿Hacia dónde vamos? Los más pesimistas dirán que hacia el apocalipsis. Otros, más por necesidad que por convicción, imaginan destellos de armonía. Surgirán narrativas que replanteen el futuro, siempre provisorio. Hasta ahora no se han equivocado demasiado. Pero no sólo en el virus en sí, sino en todos los elementos alrededor: aislamiento, nubes virtuales, soledad, todo lo que modificará nuestro imaginario futurista. “Si vamos a sembrar mundos literarios intentaría dar un salto a la ultra irrealidad (como están haciendo algunos autores chinos), partiendo de este cocktail explosivo de cambio climático, política y tecnología. Luego de que se publiquen algunos libros escritos a las apuradas, intuyo que van a proliferar las utopías, después de todo, narrar ese lugar fantástico es una necesidad muy humana”, sostiene Aboaf.

“Probablemente algunos autores —reflexiona Bazterrica— necesiten huir del planeta para tener un respiro del monotema y la unidimensionalidad que nos provoca este virus. Quizás imaginen nuevas historias en otras galaxias con otra naturaleza. Es posible que se explore una versión más dramática e hiperbólica de lo que estamos viviendo, porque hemos percibido algo que adquiere ribetes siniestros. Por primera vez los gobiernos pueden monitorear en el mismo momento y en tiempo real, y cuentan con nuestro consentimiento. También, se volverá al territorio insondable y siempre extranjero de nuestra identidad. Es probable que se esté produciendo mucha literatura del yo individual y colectivo, mucho diario de la pandemia, mucho análisis crítico de la práctica cotidiana elevada a filosofía de las costumbres”.

“La pandemia es la nueva ‘normalidad’, ahora es ciencia ficción imaginar que mañana todos podemos salir a la calle”, dice Gonzalo Gossweiler, y agrega: “Si la pandemia empeora aún más, la literatura apocalíptica será triste y no sé si habrá ánimos para consumirla. Las distopías que imaginen una realidad con lógica distinta tal vez sigan en auge, como en los últimos años sucedió con El cuento de la criada y Black Mirror. Incluso, siendo el peor de los pesimistas, un mundo duramente afectado por el coronavirus y deprimido por años de cuarentena y crisis económica podría volcarse a un subgénero de la ciencia ficción no tan popular: la utopía. Un lugar feliz de la ficción para escapar de la realidad. Y si el panorama fuera muy oscuro, podría cobrar fuerza, como en el pasado, la literatura fantástica, un necesario escape”.

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“Ahora, cuando la realidad alcanza a la ficción, la literatura no se repliega. Es el momento preciso, el kairos de los griegos, en el que podemos construir una nueva normalidad y una nueva ficción. Ojalá se escriban textos que nos interpelen, que nos hagan pensar, cuestionar, resignificar este instante histórico tan extraordinario. Por otra parte, y más allá de la pandemia, esa es la función de la buena literatura de todos los tiempos”, agrega Bazterrica, y concluye: “Tendremos altas dosis de catarsis literaria. Es natural, también los relatos alrededor del fuego nos han servido como descarga lógica a las tensiones y al aprendizaje que conlleva ser humanos. En un contexto de incertidumbre verdadera nada más oportuno que recordar la frase que caracteriza a la prospectiva: la mejor manera de predecir el futuro, es construirlo”.

“Creo que la ciencia ficción va a sufrir algunos cambios —concluye Castagnet—, porque un género no puede anticipar tanto sin envejecer una vez que alcanza el punto que predecía (una predicción sin magia ni expectativas: desde el deleite), como ocurrió luego de terminada la carrera espacial. Nos vamos a cansar de la distopía de moda y vamos a pasar a la utopía (o al menos a la utopía donde suceden cosas interesantes, si se me permite esa contradicción). En una distopía verdadera el optimismo es el discurso más subversivo de todos. ¿Pero quién se cansa y cambia primero, los autores o los lectores? Necesitamos una ciencia ficción que se atreva a tomar sol”.

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