Un día igual que éste, pero seis años atrás, moría un hombre y se transformaba en leyenda. Aunque en vida ya lo era. Unos días antes del jueves 17 de abril de 2014, Gabriel García Márquez había sido internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición de Ciudad de México por una recaída, producto del cáncer linfático diagnosticado en 1999. Tenía un pulmón, los ganglios y el hígado muy afectados. Finalmente no pudo con todo eso. Tenía 87 años y un objetivo ya cumplido: según dijo el entonces presidente de Colombia Juan Manuel Santos, fue “el colombiano que, en toda la historia de nuestro país, más lejos y más alto ha llevado el nombre de la Patria”. ¿Quién podría dudarlo?
Y esa patria se volvió más grande: América Latina, porque fue esa la bandera que representó García Márquez y que aún hoy envuelve su nombre. No sólo obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982, también logró llegar a un público masivo y fiel que se maravilló por su obra siempre intensa, densa, compleja y conmovedora. Este hombre, que pergeñó el realismo mágico y encabezó el boom latinoamericano, contribuyó a que la literatura de este continente se expandiera por el mundo. Para quienes aún no se han dejado caer en su polifacética obra, acercamos una lista con sus seis mejores libros. Tal vez este aislamiento obligatorio sea el momento para empezar a leerlo.
Cien años de soledad
Se trata, sin duda, de una de las grandes obras maestras de la literatura hispanoamericana y universal y de la más importante de García Márquez. Desde su primera edición -fue publicada en Buenos Aires en mayo de 1967-hasta la fecha, se han vendido más de 30 millones de ejemplares y ha sido traducida a 35 idiomas. Allí aparece en todo su esplendor el realismo mágico que tanto lo ha caracterizado, en una historia densa que atraviesa varias generaciones, lo cual la vuelve un artefacto de gran ingeniería narrativa.
Crónica de una muerte anunciada
Publicada por primera vez en 1981, es la novela que representó un acercamiento entre lo periodístico y lo narrativo dentro de su carrera. Se destaca allí la multiplicidad de personajes y lo inquietante de la trama. Entre sus frases, ésta: "No quiero flores en mi entierro, me dijo, sin pensar que yo había de ocuparme al día siguiente de que no las hubiera".
Relato de un náufrago
Se trata de un clásico que muchos leyeron durante su educación primaria. Es un reportaje novelado sobre la historia de Luis Alejandro Velasco Sánchez, un tripulante que sobrevivió diez días en alta mar. Antes de ser un libro en 1970, se fue publicando por entregas durante catorce días consecutivos en el periódico colombiano El Espectador, en 1955.
El amor en los tiempos del cólera
Si bien el amor es un tema que el autor colombiano trata de forma recurrente, en ningún libro tiene tanta centralidad como en éste. Publicado en 1985, está inspirado en el amor de sus padres. Su abuelo, el padre de Luisa, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, se opuso a esa relación, dado que Gabriel Eligio García, el futuro padre de Gabo, era hijo de madre soltera, pertenecía al Partido Conservador Colombiano y era un mujeriego confeso. Luisa fue enviada a vivir a otra ciudad, pero eso no impidió el cortejo con serenatas de violín, poemas de amor, innumerables cartas y frecuentes mensajes telegráficos. Se casaron el 11 de junio de 1928.
Los funerales de la Mamá Grande
Quizás el cuento sea un género que poco se asocie a su obra, sin embargo lo ha explorado a fondo. Tiene varios libros de cuentos. Los funerales de la Mamá Grande es uno de ellos. En esta placa, publicada en 1962 por la Universidad Veracruzana de Xalapa (México), hay ocho relatos: "La siesta del martes", "Un día de estos", "En este pueblo no hay ladrones", "La prodigiosa tarde de Baltazar", "La viuda de Montiel", "Un día después del sábado", "Rosas artificiales" y "Los funerales de la Mamá Grande".
Yo no vengo a decir un discurso
En 2010 se publicó un libro extraño titulado Yo no vengo a decir un discurso. Son veintidós textos escritos para ser leídos en público, que van desde 1944 hasta 2007. En estas 160 páginas hay disertaciones y conferencias que permanecían inéditas. Por ejemplo, el texto que escribió para despedir a sus compañeros que se graduaban en el Liceo de Zipaquirá, en 1944. También el que leyó ante la Academia de la Lengua y los reyes de España al cumplir 80 años, en 2007, o el discurso "La soledad de América Latina", pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura.
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