¿Puede un adicto a la heroína contar lo que sucede cuando toma heroína? Siempre se habla de las consecuencias de la adicción, pocas veces hay referencias a ese “viaje” que acontece con la droga. La gente suele decir: Si pruebas heroína, nada más te importará. Pareciera ser que la felicidad está a dos pasos, pero las consecuencias son tremendas.
Ese tema es el que elige para su debut literario Mateo García Elizondo (México, 1987), que se presenta con la novela Una cita con la Lady (Anagrama), que refleja el destino de un adicto; a veces al infierno, a veces al cielo.
Es esa dicotomía con la que Mateo (nieto de Gabriel García Márquez y Salvador Elizondo, dos personalidades geniales en la literatura latinoamericana. Uno Premio Nobel y el otro el autor de la novela Farabeuf o la crónica de un instante) encara el tema de la droga, que es buena para que mucha gente la adopte y que es maligna por las consecuencias que deja.
Mientras leo la nueva novela de Mateo, leo también Todo arde, de Nuria Barrios, la escritora española que dice que “hay una conexión entre los poblados de la droga y el inframundo de los griegos” y leo también Salvar el fuego, donde Guillermo Arriaga me hace entender por primera vez la psicología, los motivos, de un parricida.
Los periodistas solemos decir “bajar a los infiernos” y solemos condenar de antemano los delitos de acuerdo a una moral fija. Creo que eso es la literatura: hacernos dudar de nuestra moral y llevarnos al abismo para poder ampliar la visión de la vida y de la muerte.
Eso es lo que hace este escritor, que ha nacido heredero de dos grandes y que obviamente no le ha costado absolutamente nada publicar su primera novela, sí ha resultado una sorpresa que fuera galardonada con el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría Literatura castellana y que haya publicado en Anagrama, una editorial exigente, que no edita por el apellido a nadie.
Mateo García Elizondo es licenciado en Letras Inglesas y Escritura Creativa por la Universidad de Westminster en Londres y cuenta con un posgrado en Periodismo por la London School of Journalism. Ha escrito artículos para medios como National Geographic Traveler Mexico y PijamaSurf. Es guionista del largometraje Desierto (2015, ganador del premio FIPRESCI en el Festival de Cine de Toronto), así como de los cortometrajes Domingo (2013, selección oficial en el Festival de Cine de Morelia) y Clickbait (2018, mejor corto gore en Feratum FilmFest, mención honorífica FICMA 2018).
“Creo que es una novela para todo público, todos las pueden leer y entender. Contrariamente a lo que la gente cree, no es una novela que haga apología de las drogas, es una novela que han comparado a Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, con Juan Rulfo, evidentemente escribiendo esto pensé en el maestro Rulfo, quien logró describir a México con una manera muy peculiar. México es realmente así”, expresa.
“Aunque pensando en Rulfo me parece una literatura bastante limitada para describir Una cita con la Lady. Pensé en otras novelas, como Yonqui, de William Burroughs, La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth, una novelita que me parece muy bonita, tiene un poco de las mismas temáticas que tiene mi novela. Un libro que me inspiró directamente para escribir Una cita con la Lady fue La lechuza ciega, de Sadeq Hedayat, que es un libro que no mucha gente conoce, editado por Siruela, describe con un terror a lo Edgar Allan Poe, con mucho opio y muchas visiones, con un ambiente muy onírico que me sirvió para contar muchas cosas. Hay otra novela, como El Extranjero, de Albert Camus, un escritor que me gusta mucho. Menciono también Las memorias del subsuelo, de Fiodor Dostoievski”, afirma.
“No sé si mi novela se puede adaptar al cine. Las historias piden un formato y esta historia pidió una novela. Lo digo también como guionista, tiene todas las cosas que son incómodas para una película. Este tipo caminando por las calles del pueblo, puede resultar un poco monótono. Seguí la voz del personaje, que es algo absolutamente literario”.
Es difícil preguntar a Mateo sobre el reto de ser escritor, teniendo en cuenta a sus dos abuelos, pero responde: “Es muy difícil serlo. Siento que se necesita cierta tolerancia a la frustración, porque la mayoría de lo que escribes es malo. Te tiene que gustar borrar. Toma tiempo que la gente lo vea seriamente y que le empiece a gustar a los lectores. Es tardado y frustrante.”
“Como dice Ray Bradbury: No puedes escribir 100 historias malas, algunas te saldrá decente. Así que comienzas a darle y darle”, agrega.
Mateo García Elizondo, además de guionista y escritor, es periodista y lo que más le interesa ahora es regresar a la calle, a investigar, al centro de la Ciudad de México, para hacer crónicas urbanas.
“Me divertí mucho escribiendo Una cita con la Lady y también fue divertido escribir Desierto, lo escribí con Jonás Cuarón y mucho de lo que aprendí de narrativa fue haciendo cine. Fue un proceso largo y fue por eso una escuela muy interesante”, dice.
“Me preguntan por mi concepción de la muerte. Es una pregunta larga y compleja. Escribí esta novela luego de que haya muerto mi abuela materna. En mi novela la concepción de la muerte está muy abierta. Me interesó este personaje que no le tenía miedo a la muerte, era su amiga. Cuando te ríes con la muerte, la vida puede parecer muy absurda o muy cómica a veces. Es una concepción mexicana o latinoamericana de la muerte, que te da otra perspectiva sobre la vida”, expresa.
Gabriel García Márquez y Salvador Elizondo fueron sus dos abuelos, los ha leído por supuesto, pero no han sido influencias para su novela. Como Martin Amis, quien ganó el premio Somerset Maugham por El libro de Rachel (The Rachel Papers, 1973), cuando tenía 24 años, Mateo García Elizondo se abre paso literario teniendo que hacer frente a su herencia pero mirando el futuro con mucho esplendor.
“He pensado en ello, pero no es una competencia con mis abuelos porque si lo fuera, ya me habría rendido. Mis abuelos hicieron lo que hicieron extraordinariamente bien, tengo la suerte de leerlos y de aprender de ellos. Me gusta contar historias y estoy contento de poder hacerlo”, concluye.
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