Agualusa: “Antes creía que la literatura podía delinear el futuro, ahora comienzo a pensar que lo crea”

El reconocido autor angoleño dialogó con Infobae Cultura sobre los ejes de su obra: la construcción de la memoria colectiva, los conflictos históricos entre campo-ciudad en su país y el cambio como segunda oportunidad

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José Eduardo Agualusa
José Eduardo Agualusa

El escritor angoleño José Eduardo Agualusa, una de las voces más provocativas e innovadoras de la literatura subsahariana, estuvo de visita por Buenos Aires hace unos meses. En esta entrevista con Infobae Cultura habla de la construcción de la memoria colectiva, los conflictos en Angola y de un diario en el que anota extensos sueños que luego se materializan en sus novelas.

-Hay varios puntos que son interesantes en su obra, uno tiene que ver con la construcción de la memoria. ¿Es posible construir la memoria colectiva?

-La construcción de la memoria tiene que ver también con la construcción de la identidad. Mi libro El vendedor de pasados no es otra cosa que un libro sobre la construcción de identidad a través de la memoria. La memoria falla y es esquiva y, nosotros somos más frágiles de lo que tendemos a pensar que somos. Entonces, al final de cuentas, nosotros somos los motores de nuestra memoria, la suma de nuestras memorias y muchas de esas memorias y recuerdos son falsos. Vivimos con muchas memorias falsas, ¿cuánto de eso es auténtico y cuánto es falso? ¿Cuánto es precario? Y de eso se trata El vendedor de pasados. Y también de esa construcción de memoria colectiva, de una identidad colectiva. Creo que tiene sentido en países jóvenes. Yo soy más viejo que mi propio país. Tenía 15 años cuando Angola se hizo independiente. Angola es un país muy joven, y todos los intentos por crear identidad son importantes. Con su mitología, sus falsificaciones también y, por lo tanto, es natural que la literatura angoleña trabaje mucho sobre cuestiones de identidad. La realidad acaba por ser algo triste entonces se vuelve necesario que la literatura angoleña desarrolle un trabajo sobre la identidad y la memoria, pensada, equilibrada pero que se despegue de la realidad.

-Se puede rastrear como un camino en todas tus novelas: desde la construcción de la memoria, luego el olvido como algo necesario para vivir, luego irse para atrás a un tiempo ancestral y en La sociedad de los soñadores involuntarios un espacio más del individuo.

-Si puede ser. En mi primer libro comencé con un romance histórico, una novela histórica; no exactamente pero casi y claramente fue un intento de comprender a Angola en el presente a través de la historia. En todos lados es importante entender el presente a partir de la historia, pero particularmente en Angola, porque tuvimos una guerra civil muy larga, una de las más grandes en la historia de la humanidad. Esta guerra comenzó antes de la Independencia y se extendió desde 1975 al 2002. La propia guerra civil tampoco se explica sin comprender la formación de Angola, cómo fue construida. Y algo muy importante es que la formación de ciudades fue avanzando sobre la población rural. En oposición al campo.

-¿Enfrentándose en un punto?

-Enfrentándose también, pero sobre todo desarrollando una gran arrogancia de la ciudad en detrimento del campo. Se podría decir que durante centenares de años se fue creando una especie de rencor histórico del campo a la ciudad. Y provocó guerra civil. La guerra civil es mucho más que la confrontación ideológica entre comunismo y capitalismo. El partido que estaba en el poder tenía un perfil marxista, y la guerrilla era apoyada por Estados Unidos y por Sudáfrica. Entonces era una tentación pensar que había una confrontación ideológica entre marxismo y capitalismo, pero es entre un concepto urbano y un concepto rural.

-¿Quién va ganando?

-La ciudad gana siempre.

-Ese tipo de conflictos, sin guerra civil, necesariamente, se repite en muchos países del tercer mundo. En Brasil, Argentina. Esta confrontación existe, es o la ciudad o el campo como una dicotomía que no se puede complementar.

-En Angola fue muy explícita porque los dirigentes del partido que estaba en el poder, que era un partido inicialmente marxista alineado a los bloques del este de Europa, pero luego de la caída del Muro de Berlín, esos gobiernos y partidos cayeron pero en Angola el gobierno mutó, cambió de ideología pero siguió en el poder. Lo triste en el caso de Angola es que el partido en el poder, en su origen fue fundado en la ciudad, fue urbano, mientras que la guerrilla fue creada por campesinos. Hasta hoy persiste esa dualidad. Hoy, en el parlamento el principal partido de oposición representa sobretodo un pensamiento campesino, rural, y el partido que está en el poder continúa representando mucho ese mundo urbano.

-¿Es en ese sentido fue que surge la idea de la novela Teoría general del olvido?

-Sí, porque entre nosotros, en países que tuvieron guerras civiles siempre esa discusión debe olvidarse para poder sobrevivir. O por el contrario será recordar juntos las cosas que pasaron, será hacer luto juntos, llorar juntos, y esas dos posiciones persisten hasta hoy, esas dos posiciones. Y en ese libro traté de discutir sobre eso. Sobre todo en ese libro varios de los personajes tienen una segunda oportunidad, son personajes que cometieron actos atroces, terribles, pero que tendrán una segunda oportunidad –la aceptan o no la aceptan- pero tienen una segunda oportunidad de cambiar sus vidas, de dar una vuelta de página y tener una segunda vida, como cambiar de piel.

-Como algo posible de hacer, permanecer o cambiar.

-Uno de los temas principales de este libro es algo que yo he creído siempre y es que uno está más a salvo cuando está más cerca del otro. Incluso de aquél al que uno veía como enemigo, poder sentirlo más próximo. Uno también es el otro. El personaje principal está finalmente a salvo en un instante que, aun viviendo atormentada por un miedo absurdo, y ya en el final del libro, se salva por un niño que le muestra una mirada más simple de la vida.

Luanda, en Angola, en 2016
Luanda, en Angola, en 2016

-Hay una idea de esperanza, también.

-Si, como una idea de esperanza, que es muy importante. Y también ese cambio aparece en otro personaje mucho más radical que es un mercenario portugués que combate a los angoleños, y que termina convirtiéndose él mismo en angoleño en el mundo rural más profundo. En la cosmogonía africana las divinidades no existen en forma de fuerzas absolutas buenas o malas como en el cristianismo en el que tienen un dios absolutamente bueno y un diablo absolutamente malo. No existe el diablo en la cosmogonía africana. Existen fuerzas de la naturaleza que son al mismo tiempo buenas y malas. Ambas son parte de la naturaleza humana. Y también creo, eso que toda persona puede ser recuperada. Bueno…tal vez no todas.

-Estoy muy intrigada por saber cómo surgió la idea de Teoría general del olvido.

-Es la preferida de mi madre. Trabajé mucho tiempo como periodista en Angola. En una época viví en un predio absolutamente idéntico al del libro, el único personaje real del libro es el predio. Vivía en ese edificio entre el período de transición del comunismo al capitalismo. Allí vivía gente muy pobre, muchas familias pobres y también muy ricas y los muy ricos vivían en los mismos espacios que los pobres pero muy divididos. Así que todo dividido. Fue un periodo de gran tensión política en Angola, una fuerte dictadura y yo tenía problemas con el régimen político. Recibía amenazas de muerte, de prisión. Salía a las calles y todo era muy violento y a veces entraba en un restorán por ejemplo y mis conocidos se levantaban y se iban. No por maldad ni por oposición, simplemente tenían miedo de ser vistos conmigo, y todo ese clima era muy perturbador. Entonces comencé a pensar, “qué pasa si no salgo más del departamento, si desaparezco” y ahí concebí a esta mujer, esta figura, de alguna manera por esta tentación de fuga, de fugarse para adentro, de desaparecer.

-El último libro que está publicado en la Argentina, La sociedad de los soñadores involuntarios tiene un rasgo onírico, casi de realismo mágico.

-Hay dos situaciones diferentes en ese libro. Una es un episodio real, cuando sucedió la primavera árabe en África, que tuvo una reacción muy amplia en todo el Continente. Y en Angola los grupos jóvenes comenzaron a organizarse y a hacer manifestaciones pidiendo democracia. Y en determinada altura, 15 de esos jóvenes son apresados, eran parte de un club de lectura. Ya era un gran movimiento entre los jóvenes creadores, artistas plásticos, escritores, cineastas pero curiosamente la generación precedente no participó en ese movimiento. Yo participé muy activamente, porque creí que estaba obligado a participar de ese movimiento de resistencia. Me impresionó mucho en esa época la fractura etaria, que las generaciones más viejas, que los que habían luchado por la Independencia no consiguieron asociarse a los jóvenes. Entonces ese movimiento pro democracia contó sobre todo con la participación de los jóvenes y a mí me impresionó tanto que quise escribir un libro mostrando eso, intentando explicar, para mí mismo y para intentar comprender al otro, para intentar comprender mi propia generación y las más viejas, por qué se distanciaron de los jóvenes. Por otro lado tenía un gran interés en escribir sobre los sueños. Porque los sueños siempre me ayudaron a escribir. Desde siempre sueño mucho. Siempre soñé con redes completas de historias. El personaje de El vendedor de pasados lo soñé completo. Sueño con personajes, los personajes me persiguen. He soñado con títulos de libros, y redes, comunidades, universos. Tengo un diario y voy tomando notas y a veces encuentro que sueños enteros se pueden usar en la literatura pero otros son tan distantes de mi universo que no entiendo cómo pude soñar eso. Siempre estoy intentando comprender por qué es que soñamos, y para qué son los sueños, cómo los sueños modifican la realidad o nos preparan. Y así es que terminé escribiendo este libro que en un punto es acerca del sueño como motor de transformación.

Jose Eduardo Agualusa
Jose Eduardo Agualusa

-¿Puede la literatura ser un motor es transformación?

-Si, creo que sí. Es pensamiento, es diálogo. La literatura debe servir para promover el debate, para hacer pensar, para perturbar, para incomodar, en ese sentido la literatura es transformadora. En el caso de Angola, es más para ayudar a dar crédito a la historia porque el movimiento que logró la independencia del país comenzó siendo un movimiento literario, al inicio era un movimiento poético. Como dijo un poeta ambulante, todo comenzó con la poesía. Fue a través de la poesía que se fueron sumando personas, pensando un país y finalmente crearon un movimiento que condujo a la independencia. Es importante cuando a las personas le siembras dudas. Y los dictadores temen a eso, le tienen miedo a los libros, por eso los jóvenes fueron presos en Angola, porque todos los dictadores tienen miedo de los libros. Los gobiernos totalitarios comienzan por quemar libros, el nazismo por ejemplo. Los libros son peligrosos.

-Te mueves entre Lisboa, Angola y Brasil…

-Ahora hace tres años que estoy viviendo en el norte de Mozambique, en una ciudad que fue la primera capital de Mozambique. Siempre fui muy apasionado por Mozambique, es un lugar muy especial, de confluencia de culturas. Antes que llegaran los portugueses era una ciudad árabe y swahili. Además porque mi mujer es de allí, su familia es de allí. Es muy curioso porque yo escribí un libro llamado Las mujeres de mi padre en el que el personaje principal era una documentalista de la isla de Mozambique, y muchos años después conocí a mi mujer que es documentalista de la isla de Mozambique.

-En tu caso la literatura crea realidad

-Ahora terminé de escribir un libro que trata exactamente de eso, de la primera frase de la biblia. “Al principio era la palabra”. Antes creía que la literatura podía delinear el futuro. Pero ahora no, ahora comienzo a pensar que la literatura crea el futuro.

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