En épocas de aislamiento social por el COVID-19, toman la palabra y difunden su experiencia aquellos proyectos culturales que funcionan exclusivamente on line y ya asoman como parte de un creciente paradigma digital destinado a acercar el arte a cualquier persona donde sea que esté, una modalidad que en el contexto de estos días invita a repensar qué aporte tiene para hacer la virtualidad y cuáles serán las consecuencias de esta situación inédita en nuestra vida cotidiana.
Inevitable repensar el vínculo que mantenemos con la tecnología en este período atípico: ¿Era el coronavirus -y no la cuarta revolución digital- lo que iba a provocar el colapso de los paradigmas de esta era? Al margen de las consecuencias económicas que trae esta situación sin precedentes, los detractores de la tecnología no pueden negar la importancia de las artes para paliar los efectos negativos del confinamiento, especialmente en estos días en que pareciera potenciarse como nunca la creatividad humana a través de propuestas que florecen vía web: Instagram live por muestras de arte, talleres de escritura, recitales, lecturas.
En Francia, ante el sinfín de creaciones que comenzaron a subirse a las redes en el marco de una estricta cuarentena, ya lanzaron El Festival de las artes confinadas, con el fin de “acercar la cultura a los hogares”: allí, artistas de todo el mundo pueden subir sus creaciones realizadas específicamente en los últimos días, desde una performance hasta un recital o para mostrar el proceso creativo de una obra.
Mientras la mayoría de los museos y espacios culturales cierran sus puertas en masa –y se ven obligados a potenciar su oferta digital, en medio del antiguo debate de si lo virtual puede o no reemplazar la experiencia de la obra en vivo-, parecieran llevar la delantera aquellos proyectos artísticos que interactúan con su comunidad exclusivamente a través de la web.
“Este podría ser un momento para reflexionar sobre Internet no solo como una tecnología de comunicación, sino, además, como un medio que permita al arte cumplir con su función social, política y estética. Esa fue la idea original al momento de crear Espacio Byte: desarrollar un museo online que pudiera acercar el arte digital a cualquier persona, en cualquier lugar”, evalúa Enrique Salmoiraghi, su director y fundador.
Espacio Byte nació en 2013 como un museo virtual de arte digital dedicado a las prácticas artísticas que -a través del uso de tecnología digital como medio expresivo- plantean nuevos lenguajes, poéticas y estéticas, es decir, piezas que son nativas digitales.
No se alteró en nada -por estos días- el lanzamiento de la programación 2020 del museo virtual, que “inaugura” una exposición dedicada a la ciberdanza, titulada Bailando en otra dimensión, con obras de arte coreográficas, híbridas, producidas con animación 3D, captura volumétrica, realidad virtual e inmersiva.
En Argentina, la cantidad de artistas de nuevos medios crece en forma exponencial mientras que “los espacios dedicados exclusivamente a la exhibición de estas nuevas prácticas son escasos”, dice Salmoiraghi, y agrega: “Espacio Byte fue creado para atender a este fenómeno socio-cultural”.
Frente a la creciente producción de arte creado de manera digital, este museo ofrece la posibilidad de exhibirlo en un entorno creado con el mismo lenguaje, con el plus de hacerlo las 24 horas del día los 365 días del año.
“Todavía es de poco de conocimiento este tipo de museos donde el contacto con las obras ‘originales’ es exclusivamente mediado a través de pantallas y cuya dirección es un sitio en la red. Pero dada la situación que estamos atravesando, esperamos que Espacio Byte pueda acompañar con todas las funciones de un museo, brindando una oportunidad para acercar el arte desde lo recreativo y educativo a todos los hogares”, señala.
Otro ejemplo es Diderot.Art, la primera plataforma virtual dedicada a la venta de arte contemporáneo argentino, que el público puede adquirir a través de una computadora o celular, en cualquier momento y lugar, las 24 horas, los siete días de la semana.
Este e-commerce cuenta actualmente con un catálogo de más de 700 obras de casi 70 artistas argentinos, organizado en categorías como pintura, grabado, fotografía, escultura y dibujo, todas con sus respectivos precios publicados, y donde se destacan las producciones de Fernando Brizuela, Luciana Rondolini y muchos otros.
“Creo que esta situaciones, que nos ponen en jaque, nos ayudan a enraizar nuevos paradigmas de consumir, disfrutar y conectarnos con todo a través de las plataformas digitales”, dice Lucrecia Cornejo, una de las creadoras y directoras del proyecto.
“Diderot.Art nació digital porque cree que hay una nueva forma de conectarse con el arte desde el disfrute íntimo en el momento que uno quiere y con una gran variedad y cantidad de información en un mismo lugar muy difícil de replicar en el mundo físico”, observa Cornejo.
Para muchos artistas es la posibilidad de descubrir cómo la tecnología permite borrar barreras físicas y geográficas logrando que su alcance sea exponencial.
“Esta situación de crisis nos predispone a tomar más rápidamente hábitos que, sospecho, serán más que naturales para las nuevas generaciones”, anticipa Cornejo.
Dicen que los artistas, con su creatividad, tienen la capacidad de adelantarse a muchos fenómenos. El músico uruguayo Jorge Drexler fue, hace días, uno de los primeros en brindar un recital vía Instagram, además de componer una canción sobre el coronavirus (“Ya volverán los abrazos, los besos dados con calma, si te encuentras un amigo, salúdalo con el alma…”).
Pero mucho antes, en el año 2004, presentó tal vez uno de sus mejores discos, Eco, que incluía aquella canción tan famosa, casi recitada, donde incluía la estrofa: “La máquina la hace el hombre y es lo que el hombre hace con ella”.
Fuente: Télam
SEGUÍ LEYENDO