Al escritor costarricense Luis Chaves le gusta definirse, con esa sutil cuota de realidad que porta toda ironía, como “el último turista” en Buenos Aires: invitado para participar del Festival Leer -que por las medidas preventivas contra el coronavirus se canceló- aprovecha su estadía en Buenos Aires para participar del relanzamiento de su libro Vamos a tocar el agua, una crónica novelada del año que vivió en Berlín junto a su familia a partir de la obtención de una codiciada beca.
En una suerte de circulación secreta y mínima pero no por eso silenciosa, la novela del poeta, cronista y narrador costarricense nacido en 1969 llegó por primera vez a Buenos Aires en 2017. La sencillez del argumento sostenido con el buen ritmo de la narración sedujo a los primeros lectores: una crónica familiar sobre los días de los Chaves en Berlín.
Por aquellos días, él cumplía con la beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD ), una de las más codiciadas del mercado de residencias de artistas porque promete un año de estadía en Berlín, con una mensualidad generosa y sin otro compromiso que aprender y ser parte de la vida cultural de la ciudad. Aquellos pocos ejemplares de la primera edición centroamericana se conseguían en alguna librería independiente de Buenos Aires y se vendieron, se prestaron y así se multiplicaron. Ahora, reeditado por Seix Barral, aquel texto de culto llega a la mesa de todas las librerías.
“La beca tenía la particularidad de incluir a mi mujer y mis hijas. Siempre les hago la broma de que aquel fue nuestro punto más alto como familia. ¿Cuánto podremos estar otra vez los cuatro un año en Europa? Tengo un salario de profesor universitario…”, cuenta el autor. Chaves iba a participar del Festival Leer de San Isidro que, a último momento, se suspendió como tantas otras actividades culturales para frenar el avance del coronavirus. “Me convertí en el último turista”, se permite bromear sobre los días algo extraños que le tocaron en Buenos Aires junto a su hija Ariana de quince años, apodada en el libro como “LaMayor”.
El narrador y poeta tampoco es un desconocido para los lectores porteños. En 2003, se instaló en Buenos Aires, vivió tres años en Villa Crespo y fue parte en los círculos de narradores y poetas jóvenes. Junto a su amiga, la escritora y editora Ana Wajszczuk, coeditaba Los amigos de lo ajeno, una revista que rescataba “la otra poesía hispanoamericana” y que publicó a autores hoy consagrados como Marina Mariasch, Fabián Casas, Sergio Bizzio, Damián Ríos y Dani Umpi.
La obra de Chaves, que abarca poesía, narrativa y crónica, orbita alrededor de la familia, las fotos, las rutas, la música y las distintas representaciones del amor. Ese recorte y cierta economía de la forma hacen distintiva a su escritura. “Trato de no sobredimensionar mi deseo de escribir”, acepta, en una definición que le hace justicia a su estilo. Publicó la antología La máquina de hacer niebla, ganadora del Premio Nacional de Poesía de Costa Rica 2012, y la novela Salvapantallas. En 2016, Seix Barral editó Falso documental, un volumen que abarca dos décadas de su producción en poesía (1997-2016).
“Esta beca, que comenzó a otorgarse en plena Guerra Fría, apuntaba a mostrarle al mundo cómo era Berlín occidental. Eligen a cinco escritores de todos los que concursan. En ese momento les pareció interesante que fuera el tercer centroamericano en recibirla y me propusieron que escribiera sobre mi estadía. Les entregué entonces una serie de crónicas, organizadas alrededor de las estaciones”, explica sobre aquel primer material, una suerte de danza de invierno, primavera, verano, otoño y otra vez invierno .
- ¿Cómo espera que se lea “Vamos a tocar el agua” en esta reedición?
- Siempre es una alegría publicar si uno tiene la necesidad y el gusto de compartir lo que escribe, no todo el mundo lo siente. La idea de que circule de forma masiva es una alegría. Guardo, por otra parte, un profundo agradecimiento a los muchachos que editaron este texto de manera independiente por primera vez en 2017, Los Tres Editores. Ellos me empujaron a hacer este libro que se convirtió en el primero del sello. En esta edición, sumé a uno de esos editores, Jochen Vivallo, en reconocimiento a ese empujón.
- “Vamos a tocar el agua” reconstruye lo cotidiano de la familia nuclear, pero también rescata la denominada “familia molecular”: la presencia de los amigos en Berlín o el entusiasmo de los editores de Costa Rica. Perfectamente podría dialogar con aquel poema de Fabián Casas que termina con un verso inquietante: “Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia” ¿Qué rescata del universo de lo familiar?
- Para los que venimos de la poesía, la inquietud por la primera persona está desde el inicio. Esos temas tan vinculados a la autobiografía no son tabú. Mi primera persona siempre estuvo atravesada por el mundo de la familia, incluso antes de convertirme en padre. Es decir: escribo sobre la familia, incluso antes de tener familia. Eso es lo que hay y lo que puedo. El poeta Osvaldo Sauma, una suerte primer mentor que tuve, cuando supo que iba a ser padre me dijo algo notable: “Durante años te escuché hablar de una familia que no tenías”.
- Sostiene en el texto que “todas las lecturas quedan como sedimentos”, que “leer es una forma, mejor, de escribir” y ensaya una suerte de listado de textos que en 2015 incluía a Lorrie Moore y a Coetzee pero también a Carlos Fonseca y a Samanta Schweblin ¿Cuáles son los sedimentos con los que construye hoy?
- Para mis cursos en la universidad ahora estoy releyendo los clásicos. Medea y la Ilíada son dos que tengo muy presentes y me permiten volver al origen y dialogar con otros autores contemporáneos. Pero también coordino un club de literatura francófona y por estos días resuenan Annie Ernaux y Marie-Hélène Lafon, las dos parten de un registro autobiográfico fuerte aunque son voces diferentes.
“Con la edad, me puse más lento y ahora manejo tiempos geológicos de escritura. Perdí algo de la primera desfachatez, cierta rapidez”, confiesa Chaves aunque confía en publicar el los próximos meses Fuera de la gravedad (Ediciones Overol), un libro de poesía, su materia prima.
Fuente: Télam
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