Adelanto exclusivo de “La Izquierda: héroes, rebeldes y leyendas de la revolución socialista en la argentina”, de Diego Rojas

El nuevo libro del escritor y periodista argentino editado por Planeta que recoge relatos de militantes, acontecimientos multitudinarios y reflexiones del socialismo revolucionario a lo largo de la historia política argentina. A continuación, Infobae Cultura publica un fragmento del primer capítulo titulado “Un 1° de mayo celebrado en Buenos Aires al son de La Internacional”

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Tapa de “La Izquierda: héroes, rebeldes y leyendas de la revolución socialista en la argentina” de Diego Rojas
Tapa de “La Izquierda: héroes, rebeldes y leyendas de la revolución socialista en la argentina” de Diego Rojas

Los veranos en la Argentina, se sabe, marcan climas propicios para las rebeliones. Por caso, así ocurrió en 1888 cuando el viernes 20 de enero un inspector municipal pidió la libreta de trabajo de los empleados del café Philip, en el actual microcentro porteño –San Martín entre Cangallo y Cuyo, hoy llamadas Perón y Sarmiento–. Ante la requisitoria, los mozos y cocineros abandonaron sus puestos de trabajo y encendieron así una chispa que calentó las ya elevadas temperaturas veraniegas de la clase trabajadora. La “libreta” contemplaba un punto que señalaba la “buena conducta” del empleado, sin mayores especificaciones, es decir que quedaba al arbitrio del empleador que podía despedir a discreción por la calificación que eligiera y, al quedar asentado el dato en la “libreta”, hacía imposible que el trabajador consiguiera nuevo conchabo. El paro se extendió en el gremio de los mozos y cocineros y se extendió a los choferes de coches, ya que no se especificaba si también ellos mismos podían ser expuestos a los alcances de la “libreta”. El domingo 22 de enero una reunión de doscientos cocheros en el Bajo fue desalojada a bastonazos y con parte del regimiento de caballería por la policía y lo mismo ocurrió esa tarde en Palermo. No se trataba de un movimiento improvisado sino que había sido preparado con antelación. La Sociedad de Artistas Culinarios que agrupaba a los cocineros había reunido un “fondo de reserva” de 25.000 pesos, una suma considerable que preveía la entrega de 1,5 pesos a los huelguistas que lo necesitaran. Un verdadero fondo de huelga, quizás el primero que se hizo efectivo en la Argentina. El 25 de enero, ante el anuncio de que se modificarían las disposiciones de la libreta, el paro cesó. Pero la ola no se detuvo.

El sábado 29 de enero comenzó la huelga de los panaderos, comandados por los anarquistas, por reclamos salariales. La organización era elevada: también contaban con un fondo de huelga y a medida que los dueños de las panaderías accedían a los reclamos, se liberaba a los trabajadores para retomar sus tareas, mientras que el paro continuaba en los establecimientos que no cedían a las peticiones. Finalmente, los patrones unificaron una respuesta, accedieron al aumento de salarios y triunfó la huelga.

La ola de protestas era tan contagiosa que hasta un sector de los sacerdotes católicos amenazó con realizar una huelga, como señala el diario La Prensa del 9 de febrero de 1988. Un grupo de clérigos se había reunido en la parroquia de San Nicolás para elaborar un pliego de peticiones que planteaba que se pague “a los clérigos por cada misa suelta, en lugar de 2 pesos, 2,50; y en los días de funerales, 3,50”. El giro huelguístico había llegado hasta a los trabajadores de dios.

Un año antes antes, en junio de 1887, se había fundado La Fraternidad, que agrupaba a los maquinistas y fogoneros del ferrocarril. Los talleres ferroviarios constituían grandes concentraciones obreras y eran centros neurálgicos de organización. El 20 de octubre de 1888 los ferroviarios del ferrocarril Sud peticionaron a la gerencia que se les pague el sueldo en oro a sus 750 empleados. Ante la negativa, presentaron la siguiente nota: “En contestación a nuestro pedido sobre mejoramiento de nuestra condición sobre el asunto de sueldos, usted dice que siente no poder avisar a la compañía que nos pague en oro. No podemos comprender la razón por qué la compañía no nos paga en oro o su equivalente, porque sabemos que la compañía cobra el por ciento en oro en cargas, tarifas, etcétera”. El 26 de octubre se declaraba la huelga ferroviaria. Los obreros realizaban una manifestación reprimida con virulencia por la policía en la plaza Herrera, en Barracas, con el saldo de más de cien trabajadores detenidos. El 3 de noviembre la huelga finalizaba cuando la patronal accede a un aumento del 25 por ciento de los salarios. Los reclamos ferroviarios se expandían: Ensenada, Junín, estación Retiro, depósitos de Campana, Ferrocarril de la Provincia, peones de la estación Constitución, Rosario. Los obreros del ferrocarril se convirtieron en protagonistas centrales del movimiento de lucha obrera y su impulso contagió a otras ramas de la industria. El 2 de noviembre los metalúrgicos de la fundición Fénix demandaban a la patronal de los hermanos Bash un aumento del 25 por ciento y, ante la negativa, comenzaban la huelga el 4 de noviembre. Pronto se sumarían los obreros de las plantas Valeis y Cia., Raimondi, La Platense, Rey y Chaveni, los carpinteros de Gambetta, Tolosa y Once y los de la firma Wasts. Los dueños de las empresas propusieron la formación de comisiones obrero-patronales para discutir los aumentos “amigablemente, pero no por la imposición de la odiosa huelga”.

Una asamblea de trabajadores, de la que participaron algunos empresarios a título personal, se desarrolló entonces en el local de la asociación socialista alemana Vorwärts y causó gran impacto. Se reunieron militantes anarquistas, socialistas y también se escuchó la voz patronal, a través del industrial Eduardo Lluch, que propuso una comisión de ocho patrones y ocho obreros para discutir las reivindicaciones laborales. La propuesta fue mal recibida y la asamblea se desmadró luego de que se caracterizara a la propuesta como una encerrona “en la boca del lobo” y Lluch contraatacara al decir: “Pretenden embaucar a los obreros con utopías ya pasadas de moda, y aseguran que la situación económica del obrero es tan precaria aquí como en Europa y que estamos pereciendo de hambre, y notad que el que eso dice usa botines de flamante charol y traje nuevo”. El desbande gana el auditorio hasta que tomó la palabra un obrero cubano negro, Alejandro Duharte, que habló sobre el “socialismo, el matrimonio civil y las huelgas”.

El diario La Prensa se pronunciaba con estas palabras: “Ningún argentino es socialista, porque no hay en la República causas para el socialismo. (...) Si no están contentos en este país, que no es su patria; si no les agrada la organización política que nos hemos dado; si les choca nuestra complexión civil, váyanse a sus respectivos países”. Todo preanunciaba un 1889 caliente.

El 14 de enero, alrededor de 300 operarios que cumplían funciones en las obras del Riachuelo se declaraban en huelga luego de meses de peticionar aumentos salariales que les eran negados. Al día siguiente, la patronal cedía. A fines de enero, los peluqueros iniciaban una huelga. Los dueños de las peluquerías incrementaron los precios del corte y otorgaron el aumento del 20 por ciento. Siguieron más paros y medidas de lucha de diversos gremios. A mediados de 1889, el panorama pegó un salto cualitativo.

El 2 de agosto se declararon en huelga los obreros marítimos y quienes prestaban servicios en el obrador del Riachuelo. Toda la zona portuaria se convulsionó y, con ella, la ciudad de Buenos Aires. La efervescencia y deliberación paralizaron toda la actividad de la zona y las muchedumbres operarias tomaban las calles sin dejar transitar vehículos. La Prensa calculaba en 7000 el número de huelguistas. El conflicto se extendió a las obras del Puerto Madero. “En grupos poco numerosos se les veía desde esta mañana en la ribera de la Boca, pero en actitud pacífica. ‘Nosotros no queremos far buchinche, nos dijeron en ese lenguaje pintoresco mezcla de todos los dialectos de Italia y del criollo de las orillas, ma que se dequen de corobar y que afloquen mas plata, capiste?”, escribía un periodista de Sud-América el 5 de agosto de 1889. Una semana después, la efervescencia se fue aplacando al ritmo de las patronales que cedían a los reclamos.

Diego Rojas (Foto: Pablo Sigal)
Diego Rojas (Foto: Pablo Sigal)

En septiembre, los carpinteros orientados por los socialistas de Vorwärts comenzaron una huelga que tuvo su pico en octubre cuando se sumó el personal de fábricas de billares, lo que obligó a los empresarios a ceder. El 21 de septiembre comenzaba la huelga de albañiles, que convocaría a miles de obreros de la construcción a manifestaciones en Plaza Constitución. El clima de época se reflejaba en una nota paródica publicada el 1 de octubre en El Nacional que señalaba: “Los mendigos de la capital tratan de declararse en huelga”. Indicaba que pretendían “elevación del mínimum de la limosna, de 5 centavos a 10; nombramiento de comisiones que impidan el ejercicio de la honrosa y lucrativa profesión de mendigo; constitución de un sindicato”. Culminaba: “Los atorrantes harán lo mismo: se declaran en huelga porque encuentran que los caños no son bastante cómodos”.

Los acontecimientos –no se equivocaba La Prensa– tenían un sustrato político. Los socialistas de origen alemán habían fundado el Vorwärts en 1882, que sería uno de los núcleos con mayor iniciativa política de la época. Karl Mücke, quien había trabajado en Sozialdemokrat, principal órgano del cada vez más poderoso Partido Socialdemócrata Alemán, era su principal animador. El 2 de octubre de 1886 comenzaron a editar el semanario Vorwärts, que duraría hasta 1901. Al grupo se unió Germán Ave Lallemant, ingeniero de minas alemán que había trabajado en San Luis y que se trasladó a Buenos Aires a fines de los ochenta, al mismo tiempo que abrazaba la causa del marxismo. A partir de 1890 se hizo cargo de la dirección de el periódico El Obrero. Su principal contribución fue la de intentar analizar los rasgos sociales de la sociedad argentina a través de la óptica del socialismo científico de Marx, a la vez que trató de caracterizar el rol que jugaba la Argentina en la cadena económica mundial, a la que consideraba como un país “agrario” en la división internacional territorial del trabajo. Su planteo marcó el desarrollo del socialismo de Juan B. Justo, con quien coincidiría en no caracterizar a la Argentina como una nación oprimida y en que todo avance del capitalismo era positivo en tanto preparaba las condiciones para el socialismo. Al mismo tiempo que Eduard Bernstein polemizaba con el marxismo en pos de un reformismo que impregnaría a los partidos socialistas de todo el mundo, Lallemant no consideraba que debía llevarse adelante una política tendiente a la toma del poder y el derrocamiento de la burguesía, sino que propugnaba un avance pacífico hacia el socialismo. Incluso, planteó la posibilidad de que la clase poseedora “renunciase voluntariamente” a sus privilegios. Con estos argumentos polemizaba con los anarquistas afincados en el país, que priorizaban el método para llegar a la concreción de “la Idea”.

En 1889, el Congreso Socialista Internacional resolvió instituir el 1 de mayo como jornada de manifestación “en todos los países y todas las ciudades a la vez”, en conmemoración de las manifestaciones por la jornada laboral de ocho horas en los Estados Unidos que habían tenido en esa fecha, en 1886, grandes demostraciones que, por ejemplo, en Chicago habían reunido a más de 80.000 personas. Ese día se arrestó a seis de los dirigentes del movimiento y fueron condenados a muerte y ahorcados, acusados de poner bombas. George Engel, Adolph Fischer, Auguste Spies, Albert Parson y Louis Lingg fueron asesinados por el Estado norteamericano y comenzaron a ser conocidos como los mártires de Chicago.

Karl Mücke. Obrero alemán, había sido empleado de expedición en el periódico Sozialdemockrat, de Zurich. Se exilió en la Argentina en 1880 debido a las leyes antisocialistas promulgadas por el canciller Bismarck. En diciembre de 1881 tuvo la iniciativa de convocar en Buenos Aires a una asociación de obreros socialistas alemanes en la cervecería Bieckert, en el Paseo de Julio (actual Leandro N. Alem). Como resultado, el 1 de enero de 1882 se funda el Verein Vorrwärts, que adhería a los principios del Partido Socialdemócrata Alemán, del que Mücke fue designado tesorero. Vorwärts se convertiría en la principal organización socialista de aquellos años, convocaría al Día del Trabajador de 1890 y en sus salones se fundaría el Partido Socialista argentino.

Germán Avé-Lallemant nació en Lübeck, Alemania, en 1835 o 1836. Hombre de ciencia, llegó en 1868 a Buenos Aires. Le fue encomendado por el gobierno de Sarmiento el trazado de un camino que uniese Buenos Aires y San José de Flores. Elaboró su Memoria descriptiva de San Luis (1882), con una “advertencia” preliminar, primer esbozo de interpretación marxista de la estructura social argentina, presentando al capitalismo agrario como resultado de un proceso de acumulación originaria en que el Estado había sido clave en la apropiación de tierras indígenas y comunales, la creación de la oligarquía y el proletariado rural. Colaboró con revistas marxistas (entre ellas Vorwärts y Die Neue Zeit, dirigido por Karl Kautsky). Murió en 1910, a causa de un derrame cerebral, alejado del socialismo argentino, al que consideraba “reformista” y “atrasado”.

La decisión de la Internacional Socialista tuvo un inmediato reflejo en el país ya el 1 de mayo de 1890 se realizaron actos en Buenos Aires, donde se abroquelaron alrededor de 3 mil trabajadores, a la vez que también se realizaron manifestaciones en Bahía Blanca, Rosario y Chivilcoy. El Prado Español, donde actualmente se erigen los Bosques de Palermo, cerca del barrio de la Recoleta, fue el lugar elegido en la metrópoli porteña para la realización del acto. La iniciativa partió por parte del grupo Vorwärts y participaron también grupos anarquistas. El diario La Nación se congratuló por la baja asistencia de trabajadores criollos, a la vez que El Nacional señaló lo notorio de las “bien dibujadas las diferencias que aquí, como en todas partes, dividen a los obreros en dos grupos: anarquistas y socialistas”. Los discursos inflamados, a favor de la clase obrera y sus derechos, en recordatorio de los mártires de Chicago y su lucha, con el horizonte de la sociedad sin clases en la convicción de los oradores, se hicieron escuchar en distintas lenguas. Y los sones de La Internacional, el himno de los trabajadores del mundo que se había entonado por primera vez durante la Comuna de París en 1871, se cantaron al unísono, también en diversos idiomas. Los de la Argentina fueron de los primeros actos por el Día Internacional de los Trabajadores en todo el mundo. Pocas semanas después, estallaría la Revolución del Parque, que acabaría con el gobierno de Juárez Celman. La agitación obrera coincidía temporalmente con las rupturas que se producían dentro de la misma clase gobernante.

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