Hunter S. Thompson: la leyenda salvaje del periodismo, en primera persona

El escritor y padre del periodismo Gonzo se suicidó hace 15 años, dejando un legado irrepetible. Un repaso por su vida a través de sus opiniones y las de sus amigos: infancia, desamor, su intento de ser sheriff, sus adicciones, su rol como pastor de una iglesia, pensamiento político y hasta su increíble funeral

Hunter. S. Thompson, periodista y escritor, en su cabaña Owl Farm en Aspen, Colorado, en 1998 (Neale Haynes/Shutterstock)

"Me siento casi avergonzado de estar convirtiéndome en un mito. Creo que mucha gente sería mucho más feliz si algún día me volatilizara en una nube de humo, porque es difícil caminar y tener que cargar con la leyenda”.

Cuando Hunter S. Thompson pronunció estas palabras frente a un auditorio en Virginia corría 1978 y había publicado ya sus tres grandes hitos, la nonfiction Los Angeles del Infierno: una extraña y terrible saga (1966); la novela Miedo y asco en Las Vegas (1971) y el artículo periodístico -piedra fundacional del periodismo Gonzo- El Derby de Kentucky es decadente y depravado (1970).

Tenía entonces 41 años, estaba a 9 de la edad en que creía se uniría a “los gusanos”, aunque finalmente vivió hasta los 67, cuando aburrido de estar aburrido se suicidó en el living de su cabaña Owls Farm, en Aspen.

Antes de dispararse en la cabeza, como lo había hecho Hemingway -uno de sus autores favoritos-, escribió: “Se acabaron las travesuras. Se acabaron las drogas y las armas y las bombas y el alcohol. Hasta las caminatas y la natación se han acabado para mí. Ya no sé cómo divertirme. Sesenta y siete años: diecisiete más que cincuenta, diecisiete más de lo que necesitaba. Me quejo y me aburro todo el día. No soy entretenido para nadie. Eso me pasa por ambicioso. Hay que asumirlo y respirar hondo. No va a doler”.

En la psiquis del Doctor Gonzo

La imagen que se asocia a Thompson está arraigada a la interpretación un tanto bufonesca de Johnny Depp en Miedo y Asco en Las Vegas, la novela que el Phyton Terry Gilliam llevó a la gran pantalla. Aunque para ser justos, la actuación de Bill Murray en Where the buffalo roam, el primer filme que se realizó en torno al escritor y periodista, es aún más payasesca.

Trailer de "Pánico y locura en Las Vegas", de Terry Gilliam

Y sí, es verdad que el Dr Gonzo era un salvaje, un adicto a las drogas, un alcohólico crónico, un violento, un hombre de impulsos incontrolables y un bromista pesado serial. Quizá no fue el más virtuoso en cuestiones de humanidad, pero también fue un notable crítico, un observador de la decadencia social y política estadounidense a tal punto que, muchas de sus reflexiones, siguen teniendo una actualidad notable.

En los últimos años se tradujeron al español dos libros que ahondan en su vida y pensamiento. Por un lado, Hunter, La vida salvaje de H.S. Thompson (Tusquets), una original biografía donde conviven cientos de entrevista a sus seres más cercanos con una pieza de ficción. el retrato de una experta en pavos reales que fue secuestrada, abusada y obligada a escribir las memorias de Thompson desde un pozo. La obra le pertenece a E. Jean Carroll, una ex periodista de la revista Rolling Stone, ex guinosita de Saturday Night Live y que por 20 años llevo adelante la columna para mujeres Ask E Jean, la más popular de EE.UU, para la revista Elle. Por otro lado, Antigua sabiduría Gonzo (Sexto Piso), una riquísima recopilación de entrevistas y presentaciones desde 1967 hasta 2005, que incluye desde presentaciones en radio y universidades a diálogos para los más diversos medios gráficos.

Trailer de "Where the buffalo roam", con Bill Murray

La ira del desamor

Hunter S. Thompson (Louisville, 1937) creció durante la Segunda Guerra, entre los programas de radio del Sargento Preston y los cómics de El llanero solitario, por lo que los juegos bélicos eran el principal entretenimiento que tenía con sus amigos en los bosques de Kentucky.

Su casa era descuidada, básica, de pequeñas dimensiones, en Ransdell. Sus amigos, en cambio, vivían en uno de los barrios más tradicionales, que hoy se conoce como el Triángulo Cherokee, unas 11 ó 12 cuadras de edificaciones antiguas, rodeadas de grandes arboledas y jardines. Provenían, en su mayoría, de familias históricas, acaudaladas, como la de los herederos de William Clark, de la famosa expedición Lewis y Clark, que marcó el escenario de lo que luego sería la expansión hacia el Oeste a principios del siglo XIX. Básicamente, no pertenecía.

Sin embargo, lo que a Thompson le faltaba en dinero y estatus, le sobraba en carisma, inteligencia y personalidad. Fue siempre el líder de todos lo grupos que integró por imposición, sus compañeros le temían porque él no le temía a nada. “Kentucky es un lugar violento. Y Hunter es muy Kentucky”, comentó uno de sus compañeros de juegos de la infancia.

Casa de la infancia de Hunter S. Thompson

“Hunter fue un problema desde el momento en que nació”, dijo su madre Virginia, con quien tuvo una relación distante, fría, violenta. Son varios, incluido su hermano menor Jim, quienes relatan que durante la adolescencia hubo varias escenas de peleas físicas entre ambos, debido a que Thompson era incapaz de procesar el alcoholismo de su madre.

Su padre, Jack, murió cuando tenía 15 años. “Cuando su padre estaba vivo se sentaba en el porche con su pequeña radio a pilas y nos miraba jugar en la calle. Era mucho más viejo que los demás padres. Creo que Hunter lo respetaba. La madre no tenía ningún control sobre Hunter”, comentó su amigo Gerald Tyrrel. “Recuerdo que lo azotaba de tanto en tanto. El padre de Hunter usaba una de esas correas de cuero para afilar navajas”, relató otro.

Thompson nunca escribió sobre sus padres en su obra, siquiera son fantasmas. Susan Peabody, novia durante su adolescencia, sumó: “Tengo la sensación de que su salvajismo empezó con la muerte del padre. La madre era bastante alcohólica. Es probable que esos dos elementos combinados fueran la clave. Hunter era muy privado en esos temas. No hablaba jamás sobre su familia, pero estaba lleno, lleno, lleno de ira”.

Thompson a los 8 años

“No tenía ningún respeto por su madre. Decía cosas terribles sobre ella, como que no estaba capacitada para vivir. Estaba realmente furioso con ella. Con ella y con el mundo. Estaba furioso todo el tiempo, porque la vida en su casa era un desastre”, dijo Judy Wellons, amiga de la infancia.

Su desempeño escolar no era sobresaliente, aunque asistió a buenos colegios. Primero al privado Atherton y luego de ser expulsado, al público Male High, una de las escuelas más prestigiosas del país que era un puente seguro, en caso de tener buenas notas o ser un deportista destacado, para algunas de las universidad de la Ivy League. Nada de eso sucedió. No le interesaba.

Así y todo, su capacidad le llevó a ser convocado para el Athenaeum, una fraternidad más social que académica que elegía todos los años a 12 estudiantes de los mejores colegios de la ciudad. “Si entrabas al Athenaeum y tu plan era quedarte en Louisville, estabas hecho de por vida. Hunter era el monitor, un cargo honorario: su responsabilidad era interrumpir toda lectura que no estuviese a la altura de la institución. En este punto de nuestras vidas nadie creía que iba a hacer carrera como escritor”, comentó su amigo Porter Bibb.

Si bien era el más brillante de la clase, no se reflejaba en sus notas y sus desmanes lo llevaron a ser arrestado en varias oportunidades, incluso cuando estaba dentro del colegio: destrozos en una estación de servicio, robo y mucho más. Hasta que a los 17 fue a la cárcel y debió abandonar el secundario.

Hunter S. Thompson en los '60 (Everett/Shutterstock)

“Yo era un delincuente juvenil, pero un delincuente juvenil recto. De los que llevan zapatos blancos nuevos, camisa de tela abotonada Oxford, traje. Era un buen atuendo para robar en licorerías llenas sin llamar la atención. Descubrí entonces cuánto ayuda poder disimular. Si actúas de forma tan rara como eres, te va a ocurrir algo terrible, si eres tan raro como yo. Quiero decir, si mi aspecto reflejara mi manera de pensar, no duraría demasiado en las calles”, dijo en una entrevista de 1977.

Había sido atrapado junto a dos amigos tras un robo, pero al tener estos “mejores contactos familiares y dinero” salieron el mismo día y se fueron a Yale y Princeton. Thompson, en cambio, “no podía pagar ni la fianza y nadie se ofreció a pagarla”, por lo que terminó en la prisión del condado de Jefferson.

“Conocía las cárceles mucho antes que la mayoría de la gente. Entre los 15 y los 18 entré y salí de reformatorios continuamente. Por lo general, por comprar alcohol siendo menor, por lanzar barriles de 200 litros de gasolina a través de las ventanas de una estación de servicio, ya sabe, esas ventanas con grandes vidrios. Y también me expulsaron de la escuela una vez, por violación, creo. No era culpable, pero qué demonios. Teníamos el hábito de robar 5 ó 6 cajas de cerveza para beber los fines de semana”, le dijo al High Times, publicación neoyorquina involucrada en la contracultura de la marihuana.

Para enderezarse, prometió al juez alistarse en la Fuerza Aérea. Le tocó la base Eglin de Florida, pero eso de los uniformes, las rutinas y recibir órdenes no era lo suyo. Su espíritu sobrevivía escribiendo para un periódico militar sobre deportes. Hizo lo imposible para que le dieran la baja.

Con fecha en 8 de noviembre de 1956, el memorándum interno de Eglin explica: “Un recluta, supuestamente fuera de sus cabales cuando recibió sus papeles de baja del servicio, habría partido en dirección a la garita de entrada de la base a alta velocidad en un coche sin silenciador y sin frenos. Se ordena una búsqueda inmediata del susodicho, que responde al nombre del Hunter S. Thompson”.

Dos miradas sobre el autor: "Antigua sabiduría Gonzo" (Sexto Piso), una recopilación de entrevistas y presentaciones desde 1967 hasta 2005 y "Hunter, La vida salvaje de H.S. Thompson" (Tusquets) de E. Jean Carroll

El comienzo del mito

Sus inicios fueron complicados, como todo en su vida. Tuvo un trabajo de copistas en la revista Time, pero fue despedido por insubordinación. Luego fue periodista para el Middletown Daily Record, en Nueva York. Fue despedido por patear una máquina de dulces de las oficinas del diario (eso sí, convidaba todo lo que sustraía a golpes con sus compañeros) y por discutir con un patrocinador.

Para 1960, se mudó a San Juan de Puerto Rico junto a su futura esposa y gran amor, Sandra Dawn y su amigo y colega Robert Bone. Trabajó por algún tiempo para la revista deportiva El Sportivo, en una época en la que escribía de manera sistemática por horas, en la que transcribía las obras de Hemingway o Fitzgerald. De allí, bajó para Sudamérica, con paradas en Bolivia y Brasil como corresponsal para The National Observer. Durante ese periodo, escribió dos novelas: Prince Jellyfish (aún inédita) y El diario del ron, que se publicó en 1998.

En 1965 recibió un pedido que le cambiaría la vida. El jefe de redacción del semanario The Nation le pedía un artículo sobre los Ángeles del Infierno por 100 dólares. “Haré cualquier cosa por 100 dólares”, respondió. La pieza fue leída por el agente literario Bernard Shricliff, que allanó el camino para que la ópera prima de este ignoto periodista sea editada por el sello Random House.

El diario del run (Anagrama), de Hunter S. Thompson

“El tipo escribió un artículo sobre nosotros para The Nation. Lo conocí cuando vino a preguntar si podía escribir un libro. Sometimos la cuestión a votación y se decidió que sí. El precio fue un barril de cerveza cuando se completara el libro. Hasta la fecha no hemos tenido noticias del pago. Es un piojoso, un traidor. Se aprovechó de nuestra confianza. Nos apuñaló por la espalda”, dijo desde la cárcel de Phoenix, Ralph Sonny Barger, líder de los Hell’s Angel sección Oakland.

Thompson estuvo un año junto a los motociclistas a quienes definió como “una subcultura de marginados, fracasados y gente que simplemente no puede con esta sociedad tecnológica automatizada“.

El libro, que fue descrito como el acceso a “un mundo que la mayoría de nosotros nunca se atrevería a ingresar” por el New York Times, le significó un año de experiencias junto a los forajidos de chaquetas de cuero amantes de las Harley Davidson.

Entre otras historias se relata su primer viaje en ácido: “Ken Kesey (NdR: autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) quería conocer a algunos de los Ángeles, así que se los presenté y él los invitó a todos a su casa en La Honda. Fue un encuentro tremendamente trascendental y pensé que más me valía estar allí para ver lo que ocurría cuando se juntara toda esa química increíble. Y, vaya que sí, llegaron los Ángeles (una 40 ó 50 motos) y Kesey y los demás les estaban ofreciendo ácido. Y pensé: ‘Su puta madre, ¿qué va a pasar ahora?(...) Estaba seguro que habría una escena terrible de sangre, violación y pillaje, que los ángeles harían trizas la casa’. Pensé ‘Mierda, si esto se va a poner tan chungo, quiero estar lo más colgado posible’. Así que me acerqué a uno de los amigos de Kesey y le dije: ‘Déjame probar un poco de esa mierda, vamos a tener una noche complicada. Puede que grotesca’. Fue bonito. Me sorprendió, la verdad… Antes de eso, tenía ese miedo oscuro de que si perdía el control saldrían todos esos horribles gusanos y ratas psíquicas. Pero bajé al fondo del pozo y descubrí que allí no hay nada de lo que preocuparse, ningún secreto esperando la oportunidad de aflorar”, comentó para la revista Playboy.

La cuestión es que el libro finaliza con la paliza que los Ángeles le dieron a Thompson, aunque las razones difieren según quién las cuente. Para Hunter sucedió por qué osó enfrentar a uno de ellos, por lo que lo atacaron en grupo de manera salvaje. Para los Ángeles fue una pelea uno contra uno en la que Thompson no tiró un solo golpe, solo se tiró al piso en posición fetal.

“Fue solo George, no la pandilla entera como él dijo en su libro. Tal vez sintió que lo estaban golpeando varios porque George es un tipo de cuidado. Pero yo estaba ahí mirando y puedo dar fe”, comentó Elliot Cisco Valderrama.

El libro lo convirtió en una celebridad. Recibía encargos de diferentes medios, especialmente de la revista Rolling Stone, y comenzó a conocer el mundo del dinero y el poder. En aquella época se mudó junto a Sandra y su hijo Juan Fitzgerald a Owls Farm, una cabaña de madera con un terreno de más de 52 mil metros cuadrados en Aspen, que amobló “robando de todas las casas vacías del valle”. Allí se quedó hasta el final.

El sheriff que creó un nuevo tipo de periodismo

Su debut en la Rolling Stone fue Freak Power in the Rockies, en el que relataba su candidatura de 1970 para sheriff del condado de Pitkin (estado de Colorado), como miembro del partido Freak Power.

“La idea era presentarme no para ser sheriff, sino para darle vuelta al proceso político, hasta a la idea del Freak Power. No queríamos tanto el poder como el control sobre el poder. Mi idea era hacerme sheriff y luego nombrar un ayudante de sheriff y convertirme en una especie de ombudsman y dar mi salario al sheriff que contrataría”. Entre las propuestas se encontraban: “Todas las calles volverán a ser de tierra”; “un referéndum para cambiar el nombre de Aspen for Fat City (Ciudad Gorda)” o instalar “una plaza pública con un cepo para castigar a los vendedores de droga de mala calidad”.

Afiche del "Freak Power" durante su candidatura a sheriff

La candidatura tuvo fuerte resistencia. El sheriff, que se presentaba para una reelección, llamó al FBI, quienes le aconsejaron a Thompson & Co abandonar sus oficinas del centro y atrincherarse armados en Owls Farm porque “había un grupo cavernario de montañeses republicanos que se oponía”. Así lo hicieron.

Su objetivo, confesó años después, era evitar el proceso inmobiliario que se estaba produciendo, con la llegada de cada vez más vecinos millonarios, que desvirtuaban la naturaleza del lugar. La campaña tuvo atención nacional, recibían cartas de todos lados que buscaban abrir oficinas del Freak Power a lo largo y ancho de EE.UU. Pero la prensa no estaba de su lado. Perdió por 400 votos.

El Derby de Kentucky es decadente y depravado salió publicado en una pequeña revista deportiva llamada Scanlan’s Monthly y contó con las ilustraciones del galés Ralph Steadman, quien se convertiría en una suerte de compañero profesional en muchísimos de sus trabajos como Miedo y asco en Las Vegas, que salió por entregas en la R.S.

¿Qué es el periodismo gonzo?: “Es algo que surge de una historia en el Derby de Kentucky para la revista Scanlan’s. Fue uno de eso barullos de fecha de entrega y me quedé sin tiempo. Estaba desesperado. Steadman había hecho las ilustraciones, la cubierta estaba impresa y había ese agujero horrible en las entrevistas. Yo estaba convencido de que estaba acabado, me había volado la cabeza, no podía trabajar. Así que, al final, simplemente empecé a arrancar páginas de mi libreta y a numerarlas y enviarlas a imprenta. Estaba seguro que iba a ser el último artículo que iba a hacer nunca para nadie. Entonces cuando salió, hubo una enorme cantidad de cartas, llamadas telefónicas, felicitaciones, gente que lo llamaba ‘gran avance en el periodismo’. Y pensé: ‘Cielo santo, si puedo escribir así y salir airoso, ¿por qué tendría que seguir intentando escribir como el New York Times?’ Era como caer por el hueco de un ascensor e ir a parar a una piscina llena de sirena”, dijo a Playboy en 1974.

Raoul Duke, el alter ego de Hunter Thompson, en la pluma del artista galés Ralph Steadman, compañero en muchos de sus trabajos más importantes

En aquellos años estaba en boga el Nuevo Periodismo, que profesaba escribir como si se fuese una mosca en la pared, con Tom Wolfe y Gay Talese como máximos referentes. Pero Thompson consideraba que “en realidad no tiene nada de Nuevo. Es la forma más sencilla de periodismo”: “Ambos son mucho mejores periodistas que yo, pero yo ni me considero realmente periodista. Gonzo es sólo una palabra que elegí porque me gustaba el sonido, lo que no quiere decir que haya una diferencia básica entre la clase de escritura que hago y el estilo de Wolfe y Talese. Ellos tienden a volver y recrear historias que ya han ocurrido, mientras que a mi me gusta meterme en medio de lo que esté escribiendo, de implicarme personalmente al máximo posible”.

El origen de la palabra Gonzo sigue sin ser claro. Thompson aseguró que era “una vieja palabra de Boston que significa “un poco loco y disparatado”. Una especie de subidón loco. Locura demente”, mientras que otras fuentes dicen que provenía gonzaeaux, un vocablo en el francés de Nueva Orleans que significa tocar sin reglas o, incluso, que proviene de Canadá, donde significa “sendero brillante”.

Thompson consideraba “que el periodismo es un acto político siempre”, y si bien trabajó por más de tres décadas en la sección política de la R.S. se consideraba “escritor antes que reportero”: “Nadie le da la mierda a Norman Mailer con esto. Nunca he tratado de hacerme pasar por un maldito reportero. No defiendo lo que hago en el contexto del periodismo ortodoxo”.

Regresando un poco a los efectos que Thompson provocaba en muchos de sus conocidos, es llamativo el testimonio de Steadman en el libro de E. Jean Carrol, que se escribió cuando el periodista estaba aún con vida: “No van a sacarme una sola palabra sobre él. No tienen idea de lo que pueden ser las represalias. Es brutal cuando quiere. Así que no voy a hablar, no puedo. Sería ridículo de mi parte. Lo único que conseguiría es una sesión de tortura, y ya he padecido suficiente de su parte. No quiero tener nada más que ver con él”.

Con respecto a Miedo y Asco en Las Vegas, el Doctor Gonzo dijo: “El Gran Gatsby es posiblemente la gran novela americana, si lo miras como un logro técnico. Son unas 55 mil palabras, lo cual fue asombroso para mí. En Miedo y Asco en Las Vegas traté de competir con eso. Fue una de la directrices de mi escritura. Siempre he competido con eso. Ni una palabra más. Esto ha sido un punto principal a mi pensamiento literario toda mi vida. Dispara. No podía igualar las 55 mil no importa cuánto recortara. Incluso corté el final”.

El libro narra las aventuras de Raoul Duke, su alter ego, junto a Oscar Zeta Acosta (Dr. Gonzo), un abogado, escritor y activista del movimiento chicano que desapareció misteriosamente en 1974 y al que caracterizó como samoano, durante una carrera de motocross en la ciudad del pecado, a la que nunca concurren.

Hunter Thompson y Oscar Zeta Acosta

El pastor que odiaba un cómic

Sí, Hunter S. Thompson tenía religión. Era un hombre de fe. Incluso con un rol en una iglesia. Only in America. “Soy doctor en Teología ordenado por la Iglesia de la Nueva Verdad. Tengo un pergamino con un gran sello dorado colgado en la pared de casa. En los últimos meses, hemos tenido más conversos de los que podemos manejar. Estudié durante años e invertí un montón de dinero en eso. Tengo la potestad de casar y de enterrar a la gente. Aunque he dejado de oficiar matrimonios, porque ninguno de ellos ha funcionado. Los entierros siempre los descarté; nunca he creído en los entierros, salvo como apéndice de la Misa Negra, que todavía oficio en alguna ocasión”.

Lo que no le resultaba simpático, para nada, era la tira cómica Doonesbury, de Garry Trudeau, quien creó en 1974 al Tío Duke, un personaje que no era similar, sino directamente una parodia. El personaje era un consumidor épico de drogas y alcohol, y un tramposo sin moral aficionado a las armas de fuego.

“Nunca he visto a Trudeau. Cada vez que tiene la oportunidad de verme, se enferma. Él vende cómics para conseguir fondos y yo soy su estratega nacional en el lado extremista… La única reacción constante que tengo es que es muy extraño ser un personaje de cómic cuando estás tratando de andar por el mundo y ganarte la vida e ir tirando… Me roba una parte humana muy valiosa de mi vida, que es el progreso que asumes. Algunos de mayor quieren ser bomberos y otros quieren ser presidentes. Nadie quiere crecer para ser un personaje de cómic. Y no hay ningún precedente, nadie te explica cómo afrontarlo; yo podría hacerlo algún día”.

El Tío Duke, personaje del cómic Doonesbury, de Garry Trudeau, inspirado en HS.T.

El adicto a la adrenalina

Hunter S. Thompson nunca ocultó su adicción a las drogas de todo tipo y si bien se expresó positivamente sobre algunas, consideraba que generaban “un viaje deprimente, agresivo, amargado, vengativo”.

“La coca es una droga inútil. No tiene ninguna ventaja. Dólar a dólar, es probablemente la droga más ineficaz del mercado. No merece ni el esfuerzo ni el riesgo ni el dinero, al menos para mí. Es una droga social; importa más ofrecerla que consumirla. Pero hoy en día el mundo está lleno de cocainómanos y tienen tendencia a pasar coca”, comentó. Y con respecto a sus sustancias predilectas, sostenía: “Probablemente la mescalina y los hongos: es un colocón auténtico. No es sólo un subidón, sabe, como el speed, que en realidad es sólo un subidón motor. Cuando te metes en drogas psicodélicas como la mescalina y los hongos… Es un viaje muy claro, un subidón interior. Pero de hecho, cuando se trata de sustancias psicodélicas, sólo hay una droga rey, y es el ácido. Un par de veces al año tienes que volarte las putas tuberías con un tremendo pelotazo de ácido del bueno. Tomarte 72 horas y desbocarte por completo, destrozarlo todo”.

Pero si hay una sustancia que lo podía más que ninguna era la adrenalina: “Soy básicamente un yonqui de la adrenalina. Soy adicto a esa avalancha de adrenalina en la sangre y de todas las drogas que he consumido, creo que es la más poderosa”.

Esa pasión por la adrenalina, por ejemplo, lo llevó a escribir en Miedo y Asco en Las Vegas sobre el adrenocromo, un metabolito de la adrenalina del que Aldous Huxley ya había hipotetizado en Las puertas de la percepción. En la escena, el abogado samoano comenta que “la botellita marrón que había en su estuche de afeitar” contenía esta sustancia que “solo se puede obtener de las glándulas suprarrenales de un ser humano vivo”.

Varias obras publicadas en español

Sobre política y EE.UU.

La imagen de cowboy pistolero de Thompson, su fama de misógino y homofóbico (su hermano Jim le escribió alguna vez confesándole su orientación sexual, pero jamás le respondió ni mencionó el tema) pueden generar como conclusión que el autor era un conservador puro y duro, republicano en lo posible.

Pero si hay algo que queda claro en sus escritos periodísticos es que no lo era. Por solo nombrar dos ejemplos, detestaba a Richard Nixon con todo su ser, incluso realizó campañas para que desapareciera de la política y a George Bush Junior (también al Senior, hay que decirlo). Y lo único que lamentaba es que el día de la famosa intromisión en el hotel Watergate, que derivó luego en la renuncia de Nixon, es haber estado en ese lugar en el lugar y momento indicado. “Estaba en el complejo Watergate la noche en que los cabrones entraron. Por supuesto, no me enteré de nada, pero estaba allí. Todavía me atormenta”.

“En esencia soy anarquista. Creo que un partido anarquista lo pasaría mal para acceder a las elecciones (presidenciales), pero tal vez no. Si me presentara, probablemente me presentaría en una lista que sería anarquismo camuflado. Pero es un problema que todavía no ha resuelto nadie: ¿cómo ser anarquista y mantener el sistema en funcionamiento? Es una de las razones de que no me presente a la presidencia”, dijo en una entrevista de 1976 en Australia.

Junto a Bob Dylan en su casa (thegonzofoundation.org)

Con respecto al estado de las cosas en su país, tuvo un discurso sostenido. Es quizá el único ítem en el que es difícil encontrarle contradicciones.

Desde los ‘60 “ser estadounidense ya no es una profesión honorable”. “Cada vez que las cosas te hartan, hay una deriva natural hacia una solución de carácter fascista. Así pues, en un país donde no hay soluciones y hay muchos problemas, creo que hay una tendencia a adoptar soluciones fascistoides” dijo en una conferencia en la Universidad de Colorado en 1977.

“Hay mucho espacio para voces disidentes, lo que no hay es gente suficiente que esté dispuesta a correr el riesgo. Es una especie de mentalidad de rebaño, una mentalidad como de lemming. Si no sigues la corriente eres antiestadounidense, y por lo tanto sospechoso. Ya hemos visto antes estos desvaríos patrióticos. Es muy conveniente tener una guerra no declarada que puedes llamar guerra e imponer tribunales y seguridad de tiempo de guerra, y tenemos a estos generales diciéndonos que hay una guerra que durará mucho, mucho tiempo”. o “este país no es la capital ni un bastión de la libertad más de lo que lo fue la Alemania nazi en la década del ‘40. Este país es una nación canalla, en cierto modo, pero peor que una nación canalla. Somos una nación enloquecida por la guerra, dependiente de la guerra, y eso conduce directamente a la industria del petróleo”.

Un funeral a su medida

La idea de volatilizarse “en una nube de humo” que había pronunciado en 1978 tampoco lo abandonó. En un cuestionario Proust, realizado para Vanity Fair en 1994, le preguntaron: “¿Cómo le gustaría morir?”. Su respuesta: Explotando.

En el documental de 1978 realizado por la BBC puede vérselo desarrollar, junto a Steadman en una casa mortuoria, la idea de su funeral: una columna metálica altísima, con una inmensa mano con dos pulgares sosteniendo un peyote en la punta - símbolo del periodismo Gonzo-, desde donde se dispararía sus cenizas al aire.

Funeral de Hunter S. Thompson

Y así fue. Para su funeral, el actor Johnny Depp llevó adelante su último deseo y le dio un gran final, volatilizando sus cenizas al cielo a través del cohete Gonzo, en una fiesta que costó unos 3 millones de dólares y a la que asistieron amigos y famosos. Hoy, en Owl Farm vive su segunda esposa, Anita, quien lleva adelante la remodelación del lugar para instalar un museo y las oficinas de la Fundación Gonzo.

“En un uso vago de la palabra, me convertí en una figura pública. De alguna manera, el autor se ha hecho más grande que sus escritos. Y es una mierda”, dijo a la revista Rolling Stone Collage Papers en 1980.

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