Quién fue Miguel Briante: las voces prestadas, su segunda muerte y el “maquiavélico” encuentro con Rulfo

Para María Moreno, este escritor, periodista y crítico argentino nacido y fallecido en General Belgrano —autor de “Hombre en la orilla” y “Kincón”, entre otros libros— narraba con una maestría de geómetra. Según Ricardo Piglia, “la ira, el odio y el rencor subyacen como una maldición bajo su estilo sosegado y elegante". En esta nota, el retrato de un autor que influyó en una generación de gente de letras

Miguel Briante (Foto: Télam)

El 25 de enero de 1995, sobre el techo de una vieja casa de uno de los pueblos que cruza el río Salado, antes de morir por segunda vez, se encontraba un hombre calvo con marcas en el cuerpo de una caída de caballo prematura y marcas en la cara de su primera muerte: la boca y el ojo derecho no le cerraban del todo. De voz gutural —cuentan—, el pelado se encontraba con las manos ocupadas sobre el material con el que debía resolver el tema del techo. Ahí mismo, este hombre de voz rota y con ínfulas de cajetilla y macho campero, arriesgaba, incómodo, una última pitada.

De la primera muerte de Miguel Briante, María Moreno se enteró en un bar de retiro, diez años antes de conocerlo. Un accidente de auto en Córdoba había sido la causa. Según cuenta la autora de Black-out, su aura lo precedía. El muerto había escrito un libro de cuentos perfectos antes de los 20 —escribe Moreno— y (era) un periodista que narraba con una maestría de geómetra. Así parece: con 17 años ganó un concurso de cuentos organizado por la revista El escarabajo de oro con “Kincón”, (forma breve y preludio de su novela homónima), que compartió con Ricardo Piglia y Germán Rozenmacher. En 1968 con 24 años publica un segundo libro perfecto, que consuma un mundo, una zona y una forma.

General Belgrano es donde Miguel Briante nació, murió y donde sus personajes (el viejo Rojas, el loquito Fuentes, la Baguala, entre otros) transitan una cotidianeidad tranquila y trágica, empleando la conversación como motor de historias. En 1983 se publica Ley de juego. Su única novela, Kincón, fue publicada en 1975. Al mar y otros cuentos fue publicado en 2003 y reeditado en 2017 por la editorial Mil botellas. Miguel Briante trabajó como periodista en diversos medios. Escribió crónicas, ejerció la crítica literaria y la crítica de arte. Fue jefe de redacción de Confirmado y de El porteño. Murió el 25 de enero de 1995 en su pueblo natal, al caer del techo de su casa.

"Entrevistas" y "Hombre en la orilla"

El sonido y la furia de la prosa de Briante

En el prólogo a la reedición de Hombre en la orilla (editado por Fondo de Cultura Económica en el año 2013) Ricardo Piglia señala que en las historias de Briante, como en Faulkner, “no se narran los hechos sino el efecto de los hechos”. En ese mismo prólogo Piglia agrega que muchas veces el problema con la literatura no es el de la originalidad (“nadie inventa nada”), sino que, por el contrario, de lo que se trata es de encontrar un tono, una música a esas historias que ya han sido contadas muchas veces por otros. El autor de Nombre Falso también ha señalado en “Los años de formación” de Los Diarios de Emilio Renzi, que Briante escribe con una voz prestada, lo cual podría llegar a ser un freno para ulteriores escrituras. Bentos Márquez Sesmeao (el nombre de pila de Kincón) lo reconoce cuando dice “que sabe que esta voz, estas palabras, estos gestos que son simples y perfectas repeticiones (esta explicación de mi voz, de mis palabras, de mis repeticiones), me han sido impuestos y es, de alguna manera, como si me hubieran sido prestados”.

En el mencionado prólogo, Piglia señala la importancia de ajustar el ritmo y la entonación a la prosa. El marcado registro oral de Briante no debe buscarse en el “realismo” de cierto léxico orillero rioplatense. De este modo sería muy difícil impedir el envejecimiento de una escritura que esté basada en palabras comunes y no en la cadencia y el fraseo.

En la presentación de 2013 en la Feria del libro de Hombre en la orilla se señala que muchas veces escribir no tiene sentido. Escribir literatura. Porque, quizás, escribir un panfleto, un editorial, está impulsado por la fuerza del tema que se aborda. En literatura, los temas no importan: son un dato. Lo que sí importa es la forma. Y, en Briante, es la forma con la que se transmite una rabia contenida con magia y elegancia narrativa. Porque los temas —y ahora sí los temas— son eminentemente trágicos y exponen de forma soslayada las contradicciones sociales más atroces. Pero nunca se deja servida una conclusión y mucho menos ningún personaje o voz narrativa se atreve a emitir valoración alguna.

Ricardo Piglia (Télam)

Como dice Piglia, “la ira, el odio y el rencor subyacen como una maldición bajo el estilo sosegado y elegante de Hombre en la orilla. Difícil encontrar en nuestra literatura la furia corrosiva y la calidad de estas historias inolvidables”. Ya en la dedicatoria de la primera edición de Las hamacas voladoras se advierte la furia de una prosa escrita con sangre, cuando “(...) a los gusanos de la tumba de mi padre que un día avanzarán sobre el pueblo que transcurre en estas páginas, para borrarlo definitivamente”. Y es por este camino en donde la prosa de Briante, nostálgica de poesía, ambienta alguno de sus relatos advirtiendo, por ejemplo, que “la rabia del sol resiste, agazapada, la tristeza del invierno”.

En una entrevista a Briante de 1977 realizada por María Moreno, la escritora cuenta que “en el BárBaro se podía sentir nostalgia de esas pulperías metafísicas de Briante en las que unos gauchos de Molina Campos hablan con sentencias zen y crean una posgauchesca cuya única política es la de la lengua”. La política de la lengua en el sentido del sinfín de narraciones de estos personajes que en definitiva siempre están contando las mismas historias. Y son estas historias y estos personajes los que forman un elenco estable de rotación permanente. Sobre esto se lee que “hablábamos mucho porque en esa época era natural, no una felicidad o un cansancio como ahora”. Esa cita es del cuento “La vasca” y es, si se quiere, una sentencia que podría ser empleada por un historiador para caracterizar una etapa; pero también -como señala Piglia- es parte del “nadie inventa nada” donde “el modo de narrar viene de Faulkner (o mejor, de la manera de narrar que Faulkner aprendió de Conrad)”. Esas lecturas que circulaban en la época pueden rastrearse rápidamente en Onetti o Rulfo, por mencionar algunos.

"Kincón" y "Las hamacas voladoras"

Briante periodista

Cronista, crítico de arte y de literatura; entrevistador (¿reportero?). Entrevistas se publica en 2019 por la editorial Mil botellas; última noticia editorial del belgranense y exquisito trabajo de rescate. Allí se lee que por el grabador de Briante transitaron no sólo escritores (Borges, Bioy, Puig, Rulfo, entre otros) sino también artistas plásticos (Julio Le Parc, Carlos Gorriarena, etc). El hecho de que el entrevistador fuera un conocedor total de las obras de los entrevistados genera el clima propicio para la intromisión de la crítica como género (Puig por ejemplo) y, en algunos casos, como con Borges, algún ejercicio de digno cholulaje. Aunque quizás uno de los puntos más elevados probablemente sea el convite suicida a Neruda.

Sin embargo, resulta inolvidable el trabajo sobre y con Juan Rulfo. En un artículo de Tiempo Argentino de 1985, que se encuentra en la antología periodística editada por Página 12, Briante relata nuevamente ese encuentro sucedido en 1968. Allí comenta que el autor de Pedro Páramo se encontraba fuera de escena hacía un tiempo y que no tenía intención de escribir una novela total o gorda a lo boom, ni tenía intenciones de dar reportajes. Escurridizo, Rulfo nunca se encontraba o estaba enfermo. Cuando logró dar con el mexicano, asumiendo la derrota, Briante le regaló tres libros (uno suyo, por el año presupondremos que es Hombre en la orilla) y un disco del Tata Cedrón. En un cruce de miradas, Briante se apresuró a decir que sabía que no daba reportajes y aprovechaba para dejarle los presentes y un saludo de los argentinos. A lo que Rulfo respondió que no podía haber hecho tantos kilómetros en vano. Felizmente se concretaron las entrevistas.

Juan Rulfo

Lo curioso es que, entre cita y cita, aparece en escena un cordobés que dice ser miembro de la “mafia” literaria del DF por escribir en algún suplemento literario. El “mafioso”, enterado de los encuentros de Briante con Rulfo, le indica que resultaría una pérdida de tiempo dado que el escritor mexicano “es una planta”, además sería un autor con limitaciones y “estaba en el aire que no escribiría más”. A lo que Briante responde que no resulta una pérdida de tiempo y uno de los motivos era haber tenido acceso a La cordillera, presunta novela inédita del mexicano. Si tan solo publicaran doscientas páginas de La cordillera, escribió Briante, muchos de los que ahora hablan se van a tener que callar.

Al día siguiente Rulfo llama a Briante para preguntarle si había dicho que había leído La cordillera, a lo que Briante responde afirmativamente. Rulfo repara que se encontraba ante un hombre más maquiavélico que él. La “primicia” de la novela había salido en los diarios y Rulfo remató la charla telefónica confesando que no iba a negar nada.

El artículo de Briante concluye con una frase borgiana: “Rulfo nunca escribió ese libro. Pero yo, a veces, creo haberlo leído”.

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