Todas las semanas la industria discográfica pone a consideración de los oídos de los consumidores nuevas canciones. Ningún empresario invierte en una grabación si su olfato no le indica que puede tener éxito. Pero en definitiva es el público quien decide las que tendrán mayor o menor aceptación. Y las que se convertirán en hits o éxitos de ventas.
Los rankings son listas que enumeran los discos y temas más vendidos y más escuchados en cualquier parte del planeta y hoy en día son elaborados con mucha precisión y transparencia. Ahí figuran las melodías que tararea o silba la gente en el transporte público, las oficinas y las que suenan en las radios. Hay charts para todos los gustos y géneros, adultos e infantiles. Y está el chart general donde todos compiten con todos. Ahora bien, se conocen cuáles son los últimos hits, pero, ¿cuál fue el primero?
La definición del término puede dar lugar a una larga discusión, y el concepto ha cambiado mucho a lo largo de los años en una industria en crecimiento y cambios drásticos en la forma de reproducción de la música (el vinilo, el CD, el streaming). Pero toda la bibliografía se pone de acuerdo a la hora de señalar como el primer artista pop (popular), músico de masas o primer celebrity del siglo XX al gran tenor italiano Enrico Caruso (1873-1921). Sobre todo, tras su decisión de radicarse en Estados Unidos en 1904 y firmar un contrato discográfico con el sello discográfico Victor Talking Machine Company, luego conocido como RCA Victor.
Por esos días el gramófono, un reproductor de discos circulares planos que giraban a 78 rpm creado en 1888 por el germano-estadounidense Emile Berliner, desplazaba al fonógrafo de Edison, que usaba cilindros como soporte contenedor de la música. El cilindro giraba sobre su eje en forma horizontal y una púa “leía” los sonidos grabados como surcos en las caras de la pieza. El gramófono otorgaba a las grabaciones una mayor calidad de sonido. Y el maridaje entre esa calidad de sonido y la extraordinaria voz de Caruso favoreció la aparición de los primeros éxitos de ventas o hits.
Las primeras grabaciones de Caruso se habían registrado en Milán en 1902 y durante dos años trabajó con distintos sellos discográficos europeos que lanzaban sus canciones tanto en cilindros como en discos.
El 1º de febrero de 1904, Caruso comenzó a grabar exclusivamente para Victor Talking Machine Company en los Estados Unidos. La primera se hizo ese día en la habitación 826 en el Carnegie Hall, en Nueva York: todavía no existían los estudios de grabación como se conocieron más tarde. La pieza incluía dos arias de la ópera Rigoletto (1851), de Giuseppe Verdi: en una cara La donna è mobile, del tercer acto, y en la otra Questa o quella, del primero.
La donna è mobile fue escrita justamente para el lucimiento del tenor en el último acto de la ópera. Interpretada por el personaje de El Duque de Mantua, incluye algunos versos de Le roi s’amuse (El rey se divierte), obra de Victor Hugo de 1832.
Fue el primero de una larga serie de discos muy exitosos para RCA Victor. Enrico Caruso grabó 260 hasta 1920: su temprana muerte llegaría un año después a los 48 años. Era un fumador que consumía muchos cigarrillos diarios de un tabaco egipcio muy fuerte, según contaría su mujer Dorothy, lo que acortó su brillante carrera musical a solo 25 años (1895 a 1920).
Si bien es una pieza artística puesta en boca de un personaje, para los estándares actuales su contenido bien podría ser tachado de misógino. La letra dice así:
Pero en 1851 no fue ese el problema que debió afrontar Verdi y su ópera Rigoletto para poder ser estrenada, sino la censura. Venecia, donde trabajaba el autor, estaba bajo el dominio del imperio austro-húngaro, y todas las obras que se estrenaban pasaban por un férreo filtro y necesitaban la aprobación de la autoridad antes de salir a escena.
Enterados de que Verdi estaba componiendo una obra junto al poeta Piave basada en El rey se divierte, de Victor Hugo, en Viena se encendieron todas las alarmas. El texto del autor francés era considerado “inaceptable y escandaloso” y la amenaza de prohibir su estreno llegó en una carta enviada a Venecia desde Viena que decía lo siguiente:
“El gobernador militar de Venecia, señor Gorzkowski, deplora que el poeta Piave y el célebre músico Verdi no hayan sabido escoger otro campo para hacer brotar sus talentos, que el de la repugnante inmoralidad y obscena trivialidad del argumento del libreto titulado La maledizione. Su Excelencia ha dispuesto pues vetar absolutamente la representación y desea que yo advierta a esta Presidencia de abstenerse de cualquier ulterior insistencia al respecto”
La maledizione (La maldición) era el título original de la ópera. Rápidos de reflejos, Verdi y Piave se pusieron a hacer los cambios necesarios para que su obra pudiera sortear la intimidación de Viena. Cambiaron el título, los personajes e hicieron una obra de maquillaje para que la obra no se pareciera en nada a lo que Viena prohibía.
Los ensayos comenzaron a realizarse en lugares secretos, lejos de cualquier mirada u oído indiscreto y los músicos tenían terminantemente prohibido silbar las melodías. Sin embargo, Verdi se las ingenió para deslizar algunos versos de la obra de Víctor Hugo que pasaron inadvertidos a los ojos de los censores.
Finalmente la obra tuvo su estreno en el teatro La Fenice de Venecia, el 11 de marzo de 1851, y fue un éxito rotundo. Según describió el escritor Olin Downes en 1918, “al día siguiente la gente silbaba la melodía de La donna è mobile por las calles de Venecia”. Rigoletto se transformó junto a Il Trovatore y La Traviata en una de las obras que forman parte de la trilogía popular de Verdi.
La viveza de Verdi pudo sortear la reprobación de las autoridades y su famosa aria pudo ver la luz en el escenario del célebre teatro de Venecia. Para que 53 años más tarde el gran tenor Enrico Caruso la dejara registrada en un disco que es considerado el primer hit de la historia de la industria discográfica.
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