Un viaje en moto por la Patagonia, cinco años atrás, fue la razón por la que hoy soy bombero voluntario. Manejaba por Chubut, solo, cuando una columna de humo inverosímil cubrió treinta o cuarenta kilómetros de ruta. Un mega incendio forestal quemaba parte del Parque Nacional los Alerces y otras zonas Cholila. El humo, aparte de cubrir la estepa, se levantaba hacia el cielo como yo solo había visto en televisión tras la erupción de un gran volcán. Es difícil de imaginar la dimensión de una catástrofe ambiental tan grande como esa. En mi caso, aspirar humo y manejar a través de cenizas durante muchos minutos fue lo que me movilizó.
Cuando regresé a Bariloche, donde vivo desde el año 2012, me inscribí en los bomberos voluntarios de mi barrio. Fue entonces que descubrí un mundo maravilloso, dinámico, inesperado. Quizás, lo que más me sorprendió no eran mis propias salidas, ni las prácticas, ni las capacitaciones constantes, sino las historias que empecé a escuchar. Dentro un cuartel de bomberos uno se entera de historias sorprendentes, muchas desconocidas, de final feliz solo algunas pocas. Quise saber más de esos relatos que me llegaban de boca en boca, pero no encontré algo escrito de manera amplia: lo poco que había estaba en posteos cortos en redes sociales y no le hacían justicia a lo ocurrido. Me pareció increíble que no existiera ningún libro que contara estas historias. Así nació, entonces, la idea de escribir Contra el fuego, un libro que recopilara los incendios y rescates más insólitos contados por sus propios protagonistas.
Durante cuatro años entrevisté bomberos y rescatistas de distintos lugares del país, investigué las tragedias más importantes de la historia de la humanidad, sus causas, lo que pudo evitarse, lo que no. Contra el Fuego repasa historias de incendios forestales, tragedias aéreas, ataques de pirómanos y de incendiarios (no son lo mismo), rescates de suicidas en torres de cien metros y de mineros atrapados a medio kilómetro bajo tierra. Siempre desde la mirada particular y diferente de los bomberos, con sus emociones y temores, con su mezcla de adrenalina y orgullo, y con su dolor cuando las cosas terminan trágicamente. Un bombero me presentó a otro, éste a su vez me refirió después a otro más, una historia famosa daba lugar a otra desconocida, pero igualmente importante. El libro, al igual que un cuartel de bomberos, es dinámico, y pasa de un gran incendio a el rescate de un animal porque, cuando toca la sirena, todo puede suceder.
Quizás, lo que más me atrajo de escribir este libro fue ver cómo los bomberos conviven con lo extraordinario de manera ordinaria y corriente. Todavía me llama la atención ver a una persona que sale a tres incendios en un mismo día y luego vuelve a su casa con la actitud tranquila de siempre, como si nada extraño hubiera pasado. Lo extraordinario convertido en rutina es algo que me asombra. Por eso, el foco del libro no está tanto en las catástrofes y accidentes en sí mismos sino en la mirada particular de los rescatistas y en su manera de llevar una profesión llena de riesgo. También, la solidaridad y entrega puesta de manifiesto, relato tras relato, es algo que me conmueve. Me atrae tanto el bombero súper profesional de la Policía Federal que sale a seis intervenciones por guardia, como el voluntario de un pequeño pueblo del interior que trabaja diez horas al día, pero no duda en correr a su cuartel cuando toca la sirena a las tres de la mañana.
Y así como los bomberos del mundo tienen en común dos valores fundamentales como la valentía y la solidaridad, casi la totalidad de las tragedias tienen como causa común la negligencia humana y, por tanto, podrían haber sido evitadas. Desde el gran incendio de Londres en 1666 a la explosión nuclear de Chernobil, pasando por los incendios forestales de Chile y California, Cromañón o el accidente del avión de Lapa, por mencionar solo algunos, son el resultado de errores o desidia. Muchas veces, pequeñas faltas tienen consecuencias catastróficas. El libro reúne muchos ejemplos de estos, y no solo de los grandes y famosos, sino también de desgracias dentro de nuestros hogares, todas fácilmente evitables.
Mi deseo es que este libro sea un homenaje a tantos bomberos de ayer y de hoy. También, por qué no, que inspire a muchos para que se acerquen y se conviertan en nuevos aspirantes, que busquen lo mejor dentro de ellos mismos, que muchas veces florece en la ayuda al prójimo.
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