“Tengo una idea para un libro: ‘¿Cómo llegar a viejo?’”. Con esa propuesta, Julieta Ulanovsky apareció un día a visitar a su madre. Sin embargo, ni bien consiguió un inmediato gesto de aprobación, la modificó: “No, un libro mejor no; al mes desaparecen, nadie los menciona. Una newsletter”, dijo la diseñadora gráfica e inspiradora hija de Cecilia Absatz, la autora de Viejo smoking, el correo dominical de las seis de la tarde que envía desde el 19 de mayo a sus suscriptores gratuitos.
La newsletter es un boletín con información periódica transmitida por email, un medio al que no le importó que lo creyeran viejo. Está vivo y bien de reflejos como demuestra ¿Cómo funcionan las cosas?, la exitosa entrega semanal de Valentín Muro, a quien madre e hija tomaron de ejemplo y permanente consulta. “Es una estrella, joven, talentoso y muy generoso; me explicó cómo ponerlo en marcha, cómo titular, particularidades que desconocía. Me llevó un tiempo hasta encontrar el tono en el que me sintiera cómoda. Y empezamos”, dice Cecilia Absatz, periodista, escritora, columnista, guionista (¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar?, de Juan José Jusid) y muy dedicada amante de las telenovelas (uno de sus libros es Mujeres peligrosas: la pasión según el teleteatro).
El primero envío fue para 80 personas entre familia, amigos, conocidos, compañeros de APTRA (la Asociación de periodistas de televisión y radiofonía argentinas) “que son en su mayoría gente grande”. A la semana, el número se triplicó y por estos días, está casi por las tres mil suscripciones. Claro que recibir la newsletter no es lo mismo que abrir y leerla: solo un promedio del 20 por ciento lo hace. “Y en mi caso –compara Cecilia-, es el 50, un número triunfal nos dijo Valentín. También hay gente que nunca ni abrió el mail. Pedí que ya no se lo mandaran.”
-¿Sabés quiénes son?
-Sí. En algunos casos, me sorprendió quiénes eran; en otros, no, era lógico. Funcionó mucho la recomendación, nunca me pasó algo así. Hace entre 30 y 40 años que escribo columnas y nunca me pasó esto, recibir comentarios, divinas devoluciones.
-¿Nunca?
-En Para tí escribí años y años, hasta que cerró, con mi mail al lado de la firma, y nunca, nunca tuve una respuesta. Creo que no las leía nadie, me gustaban solo a mí. Lo más parecido a cierta repercusión me pasó con las columnas de la revista de La Nación, que hice muchos años, como diez, hasta que no estuve más, amaba hacerlo, me había costado 20 años, ¡veinte años!, entrar. Después reformularon la revista y desapareció la sección, lo sufrí muchísimo.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales?
-Mi hija me explica, tengo Facebook y Twitter hace poco pero los leo hace rato. A Twitter lo sigo con más interés que los diarios. Pero no escribo casi nada. A veces Julieta me dice cosas como “tenés que responderle a Ingrid Beck”, por ejemplo, me explica esas cosas. Recibo comentarios muy conmovedores y eso es totalmente nuevo para mí.
-¿Tu pasión siempre fueron las columnas de opinión?
-Sí. A veces, cuando me definen como “periodista”, digo que sí, para resumir. Pero no lo soy exactamente porque no me gusta preguntar. Cuando entré a revista Claudia era redactora y me llevó mucho tiempo que me dejaran hacer columnas. Me pedían hacer reportajes y no me gustaba, me resultaba impertinente preguntar, prefiero observar y opinar. Hasta que en Siete días, Héctor D’Amico me publicó una y entonces, sí, en Claudia me dejaron hacerlas, me dieron la última página mucho tiempo hasta que me la sacaron, pero me pareció perfecto porque se la dieron a Sara Gallardo. De ahí fui a Vosotras, la dirigía Noemí Carrizo y la jefa de redacción era Laura Ubfal. Noemí me decía una palabra, “lugares”, por ejemplo, y a partir de ahí, escribía la columna, hacía un recorrido. Me gustaba ir a la redacción, ahora no soportaría ir todos los días a un lugar, pero de joven sí me gustaba. En Somos estuve un año, hacía una doble página sobre medios, iba tres veces por semana y era muy bueno, la dirigía Daniel Pliner y estaban los que hoy son super estrellas del periodismo como Fernández Díaz, Leuco, Majul.
A Cecilia Absatz no le cuesta llamar a otros “estrella”. Le gusta esa palabra de brillo y luz propias. Para quienes en gran medida nos ganamos la vida desgrabando voces, su manera de hablar es una gloria: lento pero contundente, con cadencia de narradora y excepción absoluta a la regla de no adjetivar, artificio que usa “divinamente”, sin edulcorar, un regalo auténtico de la mirada. En cambio, huye de la solemnidad y se prohíbe la melancolía explícita. En Viejo smoking, nada se parece a un tango. Todo es leve pero no superficial, ni una línea de más a la autorreferencialidad, ni un segundo menos a la cita de autoridades, combinado lo sagrado y lo profano en la misma charla y en la dosis justa.
“Hay un libro de Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del tejado, donde habla de su hermano, a quien le daba a leer sus cuentos para que los critique. Y el hermano le dijo: ‘¿Querés ser un autor de cuentos estupendos? ¿O el autor de los cuentos que a vos te gustaría leer?’. Para mí eso fue revelador, una gran enseñanza, escribir lo que me gustaría leer. Además de recibir ayuda, como ya dije. Mi hija y mi amiga Alicia me tiran temas”, explica. Por ejemplo, la sección Odio todo, es idea de Julieta. La de Borges, porque lo ama (“saco del libro de Bioy que es un tesoro”). Y Modales le cuesta más pero cuando parece agotarse, surge algo. “Disfruto tanto, es un lugar de tanta libertad a diferencia de las colaboraciones donde hay fechas, caracteres, temas. Todavía no gano un peso aunque me abrió una puerta. Como a Carlos de Elía (director de noticias de Artear) le encantó, me pidió que escribiera algo así en la web de TN. La llamé Viejos de lujo a esta columna sobre gente trascendente que es vieja, es grande. Porque la vejez tiene ventajas, mientras tengas tus necesidades básicas resueltas, claro”, dice.
-¿Cuándo comenzó a interesarte el tema de la vejez?
-Hace tiempo, más de diez años. Por la radio, con Chiche Gelblung, comenté una entrega de los Oscar en que Diane Keaton tenía que aparecer después de la diosa Uma Thurman. ¿Cómo hacerlo? En lugar de escotes o todo lo que puede mostrar una mujer joven, se vistió de arriba abajo toda de blanco, tapada hasta el cuello y con guantes, muy glamourosa, magnífica, con estilo de mujer grande. Hice ese comentario y entonces, sí, después de haberlo intentado por años, Ana D’Onofrio me llamó y me pidió que escribiera eso para La Nación. Le puse La década del sesenta y escribí sobre este grupo etario nuevo, los de 60 en adelante que la pasan fenómeno. ¡Cómo me agradeció esa columna Santiago Kovadloff! La juventud tan envidiada y deseada está llena de contradicciones y dificultades que con el tiempo olvidamos, es maravillosa pero hay mucha incertidumbre y metidas de pata. Cuando sos grande, ya aprendiste que cosas querés y no querés y la pasás muy bien.
-En una newsletter escribiste sobre el arrepentimiento
-Claro, porque me arrepiento de cosas. Mi hija me tiró el tema “error”. Tuve errores tremendos. Todavía lamento no haber aprovechado la oportunidad de trabajar con un productor en su época de oro. No sabía cómo hacerlo, por estúpida. No sé cómo habría sido mi vida, pero así pasó. Otra vez, María Herminia Avellaneda, admirada directora de Rosa de lejos, me llamó para escribir una telenovela basada en El Conde de Montecristo. Me decía que era la historia de la Argentina, un desaparecido. Había visto todas las películas sobre la novela de Dumas pero no la había leído y me recorrí todo Buenos Aires hasta que la encontré en una biblioteca de Villa Devoto, la leí y me pareció un gran proyecto. Pero no pudo ser, María Herminia murió al poco tiempo (en 1997).
-¿Te gustó la versión que se hizo en Telefé, en 2006?
-Eso fue una pesadilla, una versión grotesca, el conde de Montecristo nunca hubiera lloriqueado, no se tocó casi el tema, no me gustó.
-Contaste una vez que un profesor de filosofía te dijo que “si uno necesita algo, lo tiene y si no lo tiene, es porque no lo necesita”. ¿Se parece al “si sucede, conviene”?
-No, nada que ver, esa frase no tiene sentido. ¿El Holocausto conviene? No tiene sentido. Esa respuesta se refiere a otra cosa. Le conté que me sentía muy mortificada, muy triste, porque sentía envidia, a mi pesar, por una amiga a quien quería y quiero mucho, una amiga muy rica, tapado de visón, autos, usaba muy bien el dinero. Y me respondió así. Fue muy liberador para mí, yo no necesitaba un tapado de visón.
-¿Te sentís parte de una generación de periodistas/escritoras?
-La verdad, no sé. A María Moreno, desde que trabajamos juntas en revista Status, la admiro, es una número uno, un párrafo de María Moreno es más interesante que toda la obra de Susan Sontag. Ojalá pudiera compararme con ella pero está en otro nivel, confieso que hasta hay veces que no la entiendo. Me gusta Guillermo Martínez… pero no leo muchos autores argentinos, no tengo con quien compararme. Leo en inglés todo el tiempo. Lo que escribo depende mucho de lo que estaba leyendo en ese momento. Me doy cuenta cuando vuelvo a leerme. Soy terriblemente influenciable. Ahora releo En busca del tiempo perdido, de Proust.
-¿Cómo te llevás hoy con el feminismo? Escribiste que odias el término “machirulo”.
-Tengo problemas con eso, hay palabras que no me gustan pero no quiero ir tan en contra de la corriente, prefiero no decirlo. Tengo otra idea del feminismo, soy de una época en que si salías a la calle en pantalones un día de semana, te gritaban, los pantalones eran para ir a la quinta. Desde muy joven, tuve cargos altos en publicidad y tenía que negociar con clientes que me trataban como a una “mina” (no me gusta esa palabra pero aquí vale), me coqueteaban y estábamos hablando de negocios. O me pedían café. Entonces, desde hace mucho tengo una postura sobre el feminismo: tiene que ver con plantearse el hecho de ser mujer y a partir de ahí, hacer una elección. ¿Qué querés? Quedarte en tu casa, ir a un convento, hacer carrera profesional, lo que sea, pero empezá por plantearte qué es lo que querés para tomar decisiones, cualesquiera sean, no hay mejores ni peores.
-¿Y si querés familia y carrera? Una pregunta que los varones nunca se hicieron
-Claro, es otra elección. Mirá, esto se ve en una serie inglesa muy buena, Prime suspect, con Helen Mirren, ella es policía y van a ascenderla a un puesto muy alto. Justo se entera de que está embarazada. Y aborta, toma una decisión. Las cosas tienen un costo y para las mujeres siempre es muy alto. ¿Sabés que sos la primera persona que me pregunta sobre este tema? Se lo comenté a un amigo, justamente… nunca me lo habían preguntado, qué pensaba del feminismo. Esta generación tan combativa está muy bien en todo lo que pide y exige pero no registra lo que se consiguió hasta ahora, lo dan por hecho y es lógico. No se dan cuenta de los avances que hubo. Estoy a favor de esta lucha y si alguna cosa no me gusta mucho me la guardo.
-¿Sufriste situaciones de acoso?
-No. Y si hubo alguna incomodidad con algún señor, fue torpeza mía, nada que no podría haber evitado, tonterías. Sí me paso de sufrir el maltrato de alguien en un trabajo. Se lo conté a mi hija y me puse a llorar. Entonces me dije que no podía ser que yo, a esta edad, no pudiera manejar esa situación. Esa es una de las ventajas de ser grande, le encontré la vuelta y cambió todo. Tomé un estilo que llamé Kung fu, ¿sabés de la serie Kung fu?, un chino en el Lejano Oeste al que maltrataban, insultaban, escupían pero él permanecía impasible. Lo adopté y funciona. Todo te resbala, seguís de largo, no te afecta, no te toca, es otra manera de ver el mundo.
-¿Con o sin marido? ¿Qué preferís?
-Depende de cada una, todo está permitido. A mí, salvo excepciones, siempre me gustó más estar sola pero no es ley. Las mujeres, hace mucho, dependían de que alguien las mantuviera pero por suerte, ya no, pueden elegir. Un hombre puede ser un mentor o un estímulo cuando sos joven pero a mi edad una ya sabe quién es y qué quiere y cómo quiere vivir. Igual, admiro mucho a las parejas que se mantienen unidas durante años, ahí hay un buen vínculo, un buen contrato.
-¿Importa el cuarto propio para las mujeres o es una consigna del siglo pasado?
-Sí, me parece fundamental. Puede no ser un cuarto como espacio físico, literal, pero sí ese lugar elegido adonde sea, donde puedas estar en intimidad, para pensar, para lo que te gusta, sí, es importante.
-¿Pensás en el futuro?
-No, para nada. No sé lo que va a pasarme la semana que viene.
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