Barcelona. En una buhardilla, en una cama, un exiliado argentino posa. Es una foto, una imagen elegida (¿no remite a Juan Carlos Onetti, quien pasó los últimos años de su vida acostado en una cama, bebiendo whisky?). Ese hombre –argentino de pelos revueltos y barba, descalzo, en pijama– lee una revista y fuma. También ríe. Dicen que cuando Sigmund Freud viajó por primera vez a Estados Unidos le susurró al oído a su entonces discípulo Carl Jung (mientras miraban la costa desde el barco): “No saben que les traemos la peste”, que no era sino el psicoanálisis. En Barcelona, en una buhardilla, tirado en una cama, un hombre llamado Osvaldo Lamborghini ríe y piensa: “No saben que les estoy dejando la peste”. Y escribe. Porque –cualquiera que lo experimente lo sabe– la escritura de Lamborghini es un virus que vuelve loco al lenguaje. Y así crea, entonces, una literatura nueva.
Si lo sabrán Agustina Pérez y Néstor Colón, quienes estuvieron un año y medio revisando, clasificando, descifrando y editando unos papeles inéditos de Osvaldo Lamborghini que descubrieron en un secretaire con varias gavetas traído desde Cataluña por Elvira Lamborghini, hija del escritor, ya que su viuda Hanna Muck había fallecido. Hojas y hojas manuscritas con biromes negras y biromes de colores, collages hechos con recortes de revistas, fotos pornográficas intervenidas, manuscritos ilegibles. Todo un material que ilumina (“ilumina” es un decir en cuanto a la obra de Lamborghini, hecha de elementos que primero oscurecen para luego estallar en el mundo de los sentidos) la escritura anterior del hermano menor del poeta Leónidas Lamborghini y que fue recopilado por la editorial Lamás Médula en un libro enorme (casi un kilo de goce literario) llamado, claro, Osvaldo Lamborghini inédito. Una edición que no sólo recupera textos sino esas intervenciones plásticas que configuran una nueva obra, una transición de la escritura a la pura imagen, una politización de la pornografía.
“Yo estaba haciendo mi tesis de maestría en Estudios Literarios sobre el Teatro Proletario de Cámara y por eso me contacté con Elvira Lamborghini para ver si tenía algún manuscrito de su padre. Me dijo que fuera a su casa donde tenía un mueble que acababa de traer de Barcelona con papeles de Lamborghini. Nos pusimos a ver y me dio la sensación de que no estaban publicados, y era así: era todo material inédito –cuenta a Infobae Cultura Agustina Pérez–. Llevamos todo el archivo a la Universidad Nacional de Tres de Febrero y ahí empezamos a ir con Néstor (Colón) para ver el material. Había de todo”.
–¿Cuál fue el criterio para incluir o excluir materiales en esta edición?
–En principio intentamos incluirlo todo. Las cosas que no incluimos son las que nos era posible transcribirlas.
–Para usted, que es una estudiosa de esa obra, ¿qué hay de nuevo y qué recurrencias en la obra de Lamborghini?
–Hay una constante, para decirlo así, que nos permitió clasificar los textos en “Literatura”, “Política”, “Psiconálisis” y “Pornografía”, que son las temáticas presentes en su obra publicada y que reaparecen acá. Lo que tiene diferente es el trabajo con el significante, que se vuelve muy radicalizado.
“PUES-ES: Mentira. ERA, FUE MENTIRA: Me deleito ahora-sí en Vol-Verlos PUTOS. Cuestión es de meterles (PUES) primero el ratón en la cabeza (Des) (pués) la cabeza (glan-d) en el reculo puto”.
“Cuidado, un nuevo
automatismo
autorra
Autor ratismo
Con la cadena de transmisión rota
Ancla en Áfrick Uropa:
El adicto
a la meta psicológica
de los sueños,
La dicción”
“Por un poema mejor
La pieza
como unidad de vivienda
de un cuerpo Callao
y Sarmiento
(“apareciste Sarmiento!”)
(“Chau, Amargura”)
La pieza
allá en la ciudad
del Plata de los rascacielos antiguos
ciudad –cómo decirlo–
que causó el asombro
del idiota de Borges tarumba
el que acusa, con azúcar, de cobarde
y se pregunta todavía sorprendido
por qué Perón Perón lo nombró
“inspector de huevos y gallinas”
“Oposición José Hernández (el programa, la constitución) // Evaristo Carriego (las nacionalidades sin derecho a existir: el orillero como indio) // Borges es el puente, una “argentinidad” que perfecciona la belleza de ambos lados de la oposición, precisamente: precisamente porque no alcanza a resolverla. De ahí su apelación “metafísica” y su ironía.”
“Más literaturgia, porque literatura”.
Todos estos son fragmentos inéditos hasta hoy de Lamborghini. Como se ve, propone una “literaturgia” del significante (es decir, el sonido de la palabra, las letras de su escritura) que se conjuga con otros significantes para volver loco al lenguaje y así crear un sentido nuevo (un significado), un signo literario donde se recrea la ceremonia, una “literaturgia”.
Roland Barthes señalaba que existe una literatura que produce “placer”: una historia que se narra, unos personajes, una trama, un sentido. Y que existe el “goce”: cuando el lenguaje se pone al límite, cuando la lectura resuena hasta en los silencios, cuando el lector es parte del juego y es también un significante, que lee. Algo así sucede con Lamborghini. No es una novedad, claro, James Joyce lo había hecho con Finnegans wake (obra que se considera ilegible pero que, a la vez, al destruir la literatura, inaugura una nueva), lo que sucede es que Lamborghini le agrega a Lacan.
Osvaldo Lamborghini había participado de la revista Literal junto a Germán García, Luis Gusmán, Josefina Ludmer y otros. Una publicación que sólo tuvo tres números pero que terminó de introducir a Jacques Lacan y su planteo psicoanalítico al campo de la escritura literaria. No por nada Oscar Massota, quien trajo la peste de Lacan a la Argentina, fue el que esparció esos saberes en el campo cultural local, al que irradió con el poder del significante y sus mejores alumnos abrevaban en Literal.
“Esa intervención sobre la materialidad de la literatura a través del significante se puede buscar en Lamborghini a través de Lacan –dice Agustina Pérez–, pero la otra vertiente es la gauchesca. En el Teatro Proletario de Cámara, Lamborghini muestra estos juegos con el significante, claro que más moderados que su propia propuesta, por ejemplo en ese ‘vaca… yendo gente al baile’”. Dicen que para construir algo nuevo de cero, luego de una aniquilación de lo anterior, primero hay que conocer aquello pasado que se destruye con delectación de relojero para poder entonces sí encarar una renovación: Lamborghini puede llamar “idiota” a Borges porque antes lo propone como uno de los vértices que hacen a la nación. Algo también pasa con Lamborghini y la gauchesca.
En vida, Lamborghini sólo había publicado en 1969 El fiord –un cuento de culto–, Sebregondi retrocede y poemas. Fue su gran amigo César Aira quien lo difundió desde principios de los ochenta. “Sin embargo había textos críticos de Lamborghini desde el primer momento, el primero de todos escrito por Germán García. Lamborghini tuvo una gran influencia en Perlongher, que fue su contemporáneo”, dice Pérez. Ya fallecido, la edición de Aira de sus Cuentos y novelas lo terminaron de canonizar, en tanto una literatura tan disruptiva puede ser canonizada. “También es cierto que luego la biografía de Strafacce de 2008 amplió esa llegada y luego hubo puestas teatrales de la novela Tadeys y del Teatro Proletario de Cámara, más recientemente”. Incluso Fito Páez versionó el cuento El niño proletario, un texto de una crueldad extrema.
Ahora, a casi 35 años de su fallecimiento, se publican textos inéditos de Lamborghini. La edición de esos papeles que estaban ocultos en un secretaire es extraordinaria no sólo por los textos, sino por la publicación de las imágenes. Lamborghini murió en Barcelona en 1985. En ese mismo momento los artistas plásticos de la primavera democrática le daban un sentido nuevo a la política en el arte: en la forma, en el sexo, en la vida gay. Océano mediante, Lamborghini también seguía ese camino, que hoy se traduce en libro. Como para demostrar que la actitud de vanguardia de Lamborghini prevalece aún después de muerto.
SEGUÍ LEYENDO