Con un singular manejo del lenguaje, Iosi Havilio aborda en su novela Vuelta y vuelta una historia hiperrealista en la que el protagonista busca huir del dolor que le provoca la muerte repentina de su madre y termina inmerso en una aventura que, para el autor, representa “la utopía luego de la distopía”, donde “los instintos más profundos dan lugar a una sabiduría que combate las normas que rigen nuestro mundo actual”.
Autor de Opendoor, La serenidad y Pequeña flor, Havilio dialogó sobre este nuevo libro, editado por Penguin Random House.
- El inicio de la novela con la declaración ante la policía del protagonista por la muerte de la madre es muy impactante. ¿Surgió de un hecho autobiográfico?
- Mientras escribía esta novela, que en principio era una aventura alocada en una isla, este documento daba vueltas en mi escritorio sin encontrar un lugar. Un día me invitaron a una lectura, y no sabiendo mucho qué texto encarar, mi compañera de entonces me sugirió rescatar la declaración que hice en la comisaría la madrugada que murió mi madre. La leí en vivo y a partir de eso, el documento, con algunas intervenciones e hipérboles, pasó a formar parte del mundo sumándose a otros registros: cédulas, críticas de arte, listas, cartas. Así fue armándose este híbrido, que me gusta llamar “fábula hiperrealista”.
- ¿Cómo concibe la realidad y la ficción en el momento de la escritura, dada la marca hiperrealista de este libro?
- Las divisiones tienen lugar en el plano intelectual que es, claro, el plano más plano de la vida. Mi convicción es que todo es real, lo que es y lo que fue tiene su reverso en lo que pudo ser o podría ser. En esa conversación se pone en juego lo que escribimos. También, por supuesto, hay tradiciones literarias, modas, y la idea de un relato espejo de una biografía, así sea propia o ajena, en tensión explícita con la ficción pura, se me hace una experiencia feliz.
- La novela transcurre en gran parte en la isla Martín García ¿Por qué eligió ese escenario?
- Los universos ficcionales suceden en espacios que, en mi lectura, tienen algún germen en experiencias de infancia, así sean vívidas o imaginadas. Son espacios cargados de poética y vida, descubrimiento y tragedia, que me convocan de manera inexplicable y que luego, mediante lecturas, charlas, viajes, van configurándose singulares. Martín García, desde que Solís desembarcó y enterró a su despensero, pero mucho antes, con la presencia de los charrúas, pasando por el siglo XIX tan rico en anécdotas, enfrentamientos y utopías, representados por Garibaldi, Brown, Sarmiento con su Argirópolis, y ya en el XX con sus prisiones, cementerios, los confinamientos de Yrigoyen y Perón, tiene mil condimentos para volverla una gema de esta historia.
- Casi todo lo que le sucede al personaje transcurre en un clima de delirio, y en ese sentido lo que se narra puede leerse o interpretarse como un sueño, o producto de lo onírico...
- Esta novelilla tiene allá lejos y hace tiempo tiempo cierta inspiración en La vida es sueño, de Calderón, particularmente en la figura de Segismundo (acá Edmundo), la idea de destino, de profecía autocumplida, de la locura como construcción colectiva. La realidad se me hace perfecta, hermosa y crudamente onírica.
- En la novela aparecen Mariana Enríquez y Mónica Rossi. ¿Por qué eligió a estas escritoras, hay un deseo de homenajearlas?
- Mientas escribía me encontré con un texto de Mariana y en lugar de citarla me resultó más natural encontrármela en la isla directamente yendo a hacer su investigación. Un cameo, como dice ella. Mónica Rossi, Monk, mi madre, no era escritora, más bien pintora, aunque escribía, de hecho en la novela hay un par de cartas que escribió a sus hijos, incluso una que ella misma titula “poema”, y que sugiere algunos de los parlamentos de Segismundo encadenado en la torre.
- ¿Por qué le interesó que el protagonista llegara a través de su viaje marítimo de transformación a un lugar fuera del presente?
- Hay algo en ese viaje que se me hace como un transporte a una caverna del futuro. Un lugar post todo, la utopía luego de la distopía, donde lo más elemental, lo más troglodita, los instintos más profundos dan lugar a una sabiduría que combate los ideales y las normas que rigen nuestro mundo actual. Llámese éxito, materialismo, ambición, estupidez en general. Las criaturas que el protagonista se encuentra en el medio de la Nada, que bien podría ser el mar Atlántico, pero también el Índico, el Pacífico, incluso el mar carnívoro del Solaris de Lem, tiene en mi imaginario guiños y puntos de encuentro con la comunidad libre y autónoma, extracción del mundo conocido, crítica radical de la idea de Estado, formada por marginales de toda estirpe que Antonio Conselhero lideró en el nordeste de Brasil, en el pueblo de Canudos, que derivó en un aniquilamiento que pasó por “guerra”.
Fuente: Télam
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