Miami, enviada especial. Por estos días, llegar a la playa bajando por la céntrica Lincoln Road viene con sorpresa. La escena es algo extraña ya que, en lugar de tener una vista plena del oceáno, lo que recibe a los paseantes es un conjunto de decenas de autos y camiones de tamaño natural que reproducen un insólito y fenomenal embotellamiento: parecen de arena y se hunden en la arena. Se trata de la colosal instalación site specific Orden de importancia (Order of Importance), del artista argentino Leandro Erlich, excepcionalmente encargada por la ciudad de Miami, que no convocaba a un artista para una obra de este tipo desde 1983.
La instalación de Erlich fue curada por Ximena Caminos y busca, además de provocar un efecto estético, llevar conciencia a las personas acerca de los daños ambientales y el cambio climático, uno de los grandes temas abordados por diferentes muestras de lo que se conoce como la Semana del Arte en esta ciudad.
Son 64 autos que parecen de arena pero no lo son. El artista y la curadora se resisten a contar cómo fueron elaborados -naturalmente sí se sabe que fueron hechos con materiales sustentables- aunque informaron que el ensamblaje fue al comienzo hecho uno a uno en un taller de Homestead y que más tarde los singulares vehículos fueron terminados en la playa. La mega instalación estará expuesta hasta el 15 de diciembre y ya desde su arribo, hace unos días, esta zona del balneario se convirtió en referencia ineludible para cientos y cientos de selfies diarias.
Detenidos en el tiempo a la manera de una Pompeya siglo XXI, en palabras de la curadora, según se mire la imagen de estos autos detenidos para siempre puede evocar la ternura de una hermosa e inútil construcción de un padre que busca entretenerse con los hijos en un veraneo, pero también el grito ahogado del colapso urbano, en un mundo que sigue sin resolver su hábito de autodestrucción.
Anoche, luego de la inauguración oficial de la que hasta ahora es la mayor muestra del artista, y mientras invitados con pies descalzos imprimían efímeras huellas en la arena fría y paseaban con sus vasitos de plástico con tequila o mezcal, Leandro Erlich -cuya reciente muestra en el Malba rompió récords de audiencia- habló con Infobae sobre las fuentes y la inspiración de la instalación, el lugar del artista y también sobre el arte como un medio de comunicación en el que “no puede haber ningún tipo de exclusión”.
-Recién te pregunté cuánto había en esta instalación de “La autopista del sur”, de Cortázar, y me dijiste: “Todo”.
-Sí, sí. Para mí esta obra tiene un sentido poético, un sentido narrativo aunque quizás dentro del contexto en el que está (Miami) la parte de Cortázar no es una referencia. De todas maneras también hay algo como lo que decía Heráclito, no somos lo mismo como el río no es el mismo. Hay algo también de cómo una obra artística se transforma y se resignifica. Esta obra no fue inspirada por "La autopista del sur "pero tampoco no fue inspirada por “La autopista del sur”, en el sentido de que ése es un cuento que a mí me marcó mucho en la adolescencia y seguramente en algún lugar ha quedado. El tema del medio ambiente, el tema del cambio climático para mí es un tema, ha venido siendo un tema en los últimos años como lo es todo tema que tiene injerencia en el orden de lo real y nuestra participación en la construcción de esta realidad en la cual vivimos. Me fascina cómo los seres humanos somos tan capaces de construir, de fabricar, y también cómo en cierta medida, en algunas circunstancias como las que vivimos hoy, nuestras ambiciones encuentran ciertos desbarajustes con el equilibrio natural.
-Hay artistas que trabajan para ellos y para algunos pares o actores del mundo del arte. En cambio, como se vio recientemente, hay multitudes que pueden verse interpeladas por lo que vos hacés. ¿Cómo pensás en el otro cuando preparás un proyecto como éste? ¿Qué lugar tiene el otro para vos?
-Cualquiera sea el proyecto y desde siempre hay una anticipación sobre dónde está el otro, qué es lo que el otro va a interpretar y cómo es el rol del otro en el caso de aquellas otras en las cuales hay una participación activa y aún donde la participación tenga que ver más con algo de contemplación, eventualmente siempre va a estar previsto o preconcebido esa acción. Yo creo que los artistas no estamos para hacer dogmas, pero desde mi punto de vista, lo que me interesa es comunicar. Me parece que el arte es un medio de comunicación y el otro en este caso, en este juego, en esta actividad que tiene que ver con comunicar, con transmitir, con incorporar no puede haber ningún tipo de exclusión. Entiendo que el arte es una actividad sensible, vinculada a la educación y me parece que tendría que existir un ánimo de no exclusión y de no subestimación, porque también un poco el cuestionamiento dentro de las artes visuales siempre ha sido el tema de cuán elitista es el arte y cuánto hay que saber de arte para poder entenderlo. Yo creo que en el arte pueden existir mecanismos de generar una obra elocuente y accesible como para que la gente pueda interpelarla.
-¿Y dónde está la belleza?
-Y, la belleza está siempre dentro de cada uno de nosotros. Es como aquello de Lacan cuando trataba de ilustrar el deseo, la imagen del deseo. El deseo nunca está en el objeto deseado, está dentro de uno. Para mí es igual. La belleza de las cosas tiene que ver con lo que le pasa a uno mismo en relación a las cosas en la medida que las cosas son eventualmente para mí conductores, transmisores, activadores de lo que va a generar en el otro. Y bueno, eventualmente uno puede articular las cosas de forma tal que ese ánimo... belleza es un complejo amplio, muy difícil de definir; la belleza va cambiando, cambian los cánones, me parece que hoy el canon o mi canon al menos tiene que ver con la capacidad de llegar a cierta profundidad y de atravesar la superficie. Para mí esa es la belleza hoy.
-¿Te genera angustia ver los autos hundidos en la arena? ¿Pensás que puede generar angustia?
-No, a mí no me generó angustia pensándolo ni pensé que podía generarle angustia a la gente. Después obviamente pertenece al fuero de la sensibilidad de cada uno y lo que cada uno siente, la reacción, digamos. Pero generalmente no me equivoco tanto. De alguna forma, el ánimo con el cual una obra es creada tiene como un eco en la forma en que es recibida.
-¿Cómo te sentís ahora que pasaron varios días -y que estás con una acción nueva-, con lo que fue la experiencia multidinaria del Malba?
-Por un lado es una alegría increíble, lo primero de todo es que me conmueve. Estoy en una etapa de la vida en la cual miro las cosas con cierta distancia y cuando veo fenómenos como lo que pasó en el Malba me alegran enormemente pero me desentiendo un poco de la parte de lo que tiene que ver con el ego. Es decir, para mí ha sido una satisfacción enorme como para cualquier artista es tener un reconocimiento. Pero lo que más me conmueve que se movilice la gente, que haya sido un récord de visitas, que hayan ido más de 250 mil personas al museo, que hayan asistido, hacer fila para ver una muestra de arte, que no es más que eso, que hayan pagado el ticket para entrar, me he sentido muy querido y para mí es una retribución al afecto con el que yo hago las cosas.
-Si yo tuviera 15 años y me acercara a vos para decirte: “quiero ser artista”, ¿qué me dirías?
-La frase que te tendría que decir es no sé, la que sale en Vanity Fair, “Follow Your Dreams” (ríe). Yo creo que uno tiene que perseguir sus intuiciones y sus deseos sabiendo que no hay ninguna profesión que te garantice nada en la vida. No hay nada en la vida que sea garantizado, ni la salud, ni el amor, nada. Con lo que cuando el arte está puesto en duda en la vida como una actividad que alberga mucha incertidumbre, está perfectamente alineada con lo que es al menos mi entendimiento sobre la misma existencia.
-¿Alguna vez soñás con que sos alguna otra cosa en lugar de artista?
-Yo soy todo el tiempo otra cosa que artista. Incluso cuando era chico y pensaba ser artista también pensaba otra cosa por si lo de artista no iba. Siempre me interesaron muchas cosas, y me parece que ser artista es un poco eso. Una buena definición sería tener esa cabeza como completamente partida en tantas partes que hace que uno pueda incorporar y transmitir de una forma distinta. Es no ser una cosa, es ser muchas.
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